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Pero... ¿qué hace Donald Trump friendo patatas en un McDonald's?
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Busca trabajo... y lanza un dardo

Pero... ¿qué hace Donald Trump friendo patatas en un McDonald's?

Detrás de esta 'improvisado' acto de campaña había algo más que un multimillonario intentando conectar con la clase trabajadora: se trataba de un ataque a Kamala Harris

Foto: El expresidente de EEUU y candidato republicano, Donald Trump, durante su visita al McDonalds. (Reuters/Doug Mills)
El expresidente de EEUU y candidato republicano, Donald Trump, durante su visita al McDonalds. (Reuters/Doug Mills)
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Imagina la situación. Acabas de terminar un largo día de trabajo. Estás demasiado exhausto como para ponerte a cocinar, así que decides pasar con tu coche por el McDonald's más cercano en busca de una dosis rápida de carbohidratos. Haces tu pedido, te acercas a la ventanilla para recogerlo… y ahí está. Esa sonrisa inconfundible, ese flequillo rubio incomprensiblemente esculpido, ese sospechoso bronceado color naranja. Quien te está entregando tus patatas fritas es nada más y nada menos que el ex (y posible futuro) presidente de Estados Unidos: Donald Trump.

Con un delantal sobre su traje y corbata, Trump pasó un rato del domingo detrás del mostrador de un McDonald's en Feasterville-Trevose, Pensilvania. Frente a una multitud de simpatizantes, el expresidente tan pronto entregaba pedidos en la ventanilla del drive-thru como se ponía a los mandos de la freidora, mientras las cámaras capturaban cada movimiento. "¡Estoy buscando trabajo!", afirmaba sonriente.

Por supuesto, como casi cualquiera de estos actos "de imprevisto" durante una campaña electoral, se trataba de un simple show. La parada de Trump en este establecimiento, ubicado en un suburbio al norte de Filadelfia, fue un espectáculo relámpago que duró apenas quince minutos. Los pocos clientes que fueron atendidos habían sido preseleccionados y el local se mantuvo cerrado al público durante la breve visita. Dos movimientos rápidos con la cesta de la freidora, un par de bolsas de comida entregadas a partidarios que se deshacían en halagos y un puñado de fotos para el recuerdo. Tras eso, se fue directo a la siguiente parada en Pensilvania, que por algo es el estado más importante de este ciclo electoral.

Pero detrás de esta parada había algo más que un multimillonario intentando conectar con la clase trabajadora —de hecho, Trump ya es bastante popular entre esos votantes—. La selección del establecimiento no fue casual, como puede deducirse de uno de los comentarios que repitió incesantemente durante la visita: “Creo que ya he trabajado 15 minutos más que Kamala en un McDonalds”.

El origen esta burla viene de lejos. Kamala Harris, la candidata demócrata a la presidencia, ha mencionado en el pasado que trabajó en un McDonald’s de Alameda, California, durante el verano de 1983, después de su primer año en la Universidad de Howard. No hay razones aparentes de dudar de este relato. Un amigo suyo de la infancia, en declaraciones al New York Times, confirmó que la madre de Harris había mencionado ese trabajo en más de una ocasión.

Pero eso no ha impedido que el candidato republicano acuse una y otra vez a Harris de haberse inventado esa historia para ganar puntos con los votantes. El objetivo de su ataque es claro: sembrar dudas sobre la autenticidad de la vicepresidenta y retratarla como una figura de la élite y alejada de la clase trabajadora. Es una jugada clásica del manual de Trump. A lo largo de su carrera política, el expresidente ha demostrado una habilidad especial para lanzar acusaciones con poco o ningún fundamento y convertirlas en problemas reales para sus rivales.

Es probable que el ataque de Trump se base en un currículum de Harris de 1987, cuando solicitó un puesto en la oficina del fiscal del condado de Alameda. En ese documento se detallan varias experiencias relacionadas con la abogacía, pero no se menciona su trabajo en McDonald’s. Este detalle fue aprovechado por el medio conservador The Washington Free Beacon para insinuar que Harris nunca trabajó allí. Sin embargo, como han apuntado múltiples expertos, es comprensible que un trabajo en una cadena de comida rápida no se incluya en un currículum destinado a un puesto en el sector legal.

En última instancia, la autenticidad de la acusación de Trump importa poco, porque golpea en dos puntos clave. Por un lado, el pasado y los valores de Harris siguen siendo un enigma para una parte considerable de los votantes; por otro, su origen californiano la asocia automáticamente con el estereotipo de la élite costera y la presunta desconexión con las preocupaciones de la clase trabajadora del resto del país.

Las encuestas han revelado durante este ciclo electoral que los republicanos están ganando cada vez más apoyo entre las clases bajas, sin importar el color de piel, mientras los demócratas son cada vez más un partido de votantes universitarios y de altos ingresos. Por eso, hurgar en la herida resulta rentable, sin importar la veracidad del ataque o el hecho de que provenga de un multimillonario enfundado brevemente en un delantal de McDonald's.

Imagina la situación. Acabas de terminar un largo día de trabajo. Estás demasiado exhausto como para ponerte a cocinar, así que decides pasar con tu coche por el McDonald's más cercano en busca de una dosis rápida de carbohidratos. Haces tu pedido, te acercas a la ventanilla para recogerlo… y ahí está. Esa sonrisa inconfundible, ese flequillo rubio incomprensiblemente esculpido, ese sospechoso bronceado color naranja. Quien te está entregando tus patatas fritas es nada más y nada menos que el ex (y posible futuro) presidente de Estados Unidos: Donald Trump.

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