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'Descuartizando' a Hezbolá: "Ya da igual si quieren o no entrar en guerra. Netanyahu no les ha dado opción"
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Entrevista a Ignacio Guitiérrez de Terán

'Descuartizando' a Hezbolá: "Ya da igual si quieren o no entrar en guerra. Netanyahu no les ha dado opción"

"Hezbolá solo quería cumplir con Hamás, pero Netanyahu ha aprovechado la oportunidad para empezar una guerra"

Foto: La bandera de Hezbolá en una manifestación en Yemen. (EFE/Yahya Arhab)
La bandera de Hezbolá en una manifestación en Yemen. (EFE/Yahya Arhab)

El partido de Dios, el significado de Hezbolá en árabe, no entra en ningún molde. Si uno se atiene a su nombre, se entiende que es un partido. Un partido político. Bien, lo es. Pero sería un desatino quedarse ahí. La alusión a Dios en su apellido hace pensar que es un movimiento religioso. También lo es, claramente, pero trasciende esas fronteras. Hezbolá es, para muchos países, una organización terrorista. Otros, como España y el resto de estados de la UE, solo consideran como tal su ala militar. ¿Ala militar? ¿Un partido? En las carreteras del sur del Líbano, sus banderas amarillas ondean ante hospitales, escuelas y universidades. Las viudas de esta región se benefician de pensiones subvencionadas por su programa de seguridad social. ¿Seguridad social?

La organización que ha copado los titulares el último mes no se entiende fácilmente. Pero Ignacio Gutiérrez de Terán, profesor titular de Estudios Árabes e Islámicos en la Universidad Autónoma de Madrid, nos ayuda. Su último libro, Hezbolá: el laberinto de Oriente Medio (Catarata, 2024), desentraña la procedencia de este autoproclamado movimiento de resistencia, sus vínculos con la revolución islámica de 1979, su dependencia de Irán y su integración en un sistema político complejo, sectario y elitista como el libanés.

En un principio, Hezbolá nace en contraposición a Israel. El antisionismo es, pues, su razón de ser. El 8 de octubre del año pasado, su secretario general, Hasan Nasrallah, acompañó la ofensiva de Hamás contra Israel desde la frontera sur del Líbano, aunque sin entrar de lleno. Pero ahora ese intercambio de fuego esporádico se ha vuelto una masacre que ha acabado con casi 2.500 vidas. La mayoría de los muertos son de este mes. Más allá de Nasrallah, asesinado el pasado 27 de septiembre, el ala militar del partido chií está completamente descabezada.

PREGUNTA. ¿A Hezbolá le sigue interesando luchar esta guerra?

RESPUESTA. A Hezbolá nunca le interesó luchar esta guerra. En un principio, trató de mantener un frente de apoyo a Hamás, sí, pero de una intensidad limitada. Por su ideario, el partido de Hasan Nasrallah no podía permitirse no intervenir. Pero las primeras actuaciones contra Israel fueron tan suaves que hasta despertaron críticas en el mundo islámico. En octubre y noviembre, muchos decían que lo que estaba haciendo Hezbolá era mantener la estabilidad en el frente norte de Palestina. Incluso Nasrallah reconoció en algún momento que la situación requería implicarse de forma más activa.

Ha sido la parte israelí la que más ha tensado la cuerda para que lleguemos al punto en el que estamos hoy. A partir de abril y mayo y, sobre todo, durante el verano, los acontecimientos se recrudecieron con ataques contra los líderes militares del partido. Dentro de Hezbolá se han interpretado los últimos movimientos de Netanyahu como una estrategia israelí para aprovechar la ocasión y empezar una guerra que acabe con las estructuras del partido-milicia en el sur y en la periferia de Beirut.

Foto: La discoteca Skybar de Beirut se ha convertido en un refugio. (Reuters/Louisa Gouliamaki)

Ahora, ya no se trata de si Hezbolá tiene interés en continuar esta guerra, sino que lisa y llanamente no tiene otra opción. La única posibilidad de que los herederos de Nasrallah se mantengan con un mínimo de fuerza de aquí a un futuro inmediato es enfrentarse directamente con Israel.

P. A principios de septiembre, Netanyahu incluyó el retorno de los 60.000 desplazados del norte de Israel como objetivo de la guerra en Gaza. Eso le daba manga ancha para trasladar la atención al frente libanés. ¿En qué momento se dio cuenta Israel de que esta también era una oportunidad para extender la guerra al Líbano y acabar con Hezbolá?

R. Teniendo en cuenta que esos cientos de miles de colonos salen inmediatamente después del 7 de octubre, el rumbo que ha seguido el frente libanés en los últimos meses no tiene que ver solo con la repoblación del norte de Israel. La presión por parte de estos desalojados para que el Gobierno los devuelva a sus casas ha sido evidente, pero llega un momento en el que el propio desarrollo de la guerra en Gaza invita a Netanyahu —y, sobre todo, al Ejército— a centrarse en el norte.

No hay que olvidar que las Fuerzas de Defensa Israelíes ya habían insistido en que antes de entrar en la Franja había que neutralizar a Hezbolá. Netanyahu no les hizo caso en primera instancia, pero cuando la cuestión en Gaza se empantana en primavera —y EEUU ya comprende que la situación no prospera— el Ejecutivo israelí pone en marcha el segundo plan de escalada en la región: trasladar la guerra al Líbano.

Foto: Humo en el lado israelí de la frontera tras el lanzamiento de cohetes desde Líbano el pasado 23 de junio. (Reuters/Avi Oyanon)
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Lo de devolver a los colonos al norte de Israel surge así como una excusa de Netanyahu para acabar con Hezbolá. No creo que haya sido el detonante principal desde el primer momento: si el retorno de los desplazados hubiera sido una prioridad para Israel, se habría optado por una negociación indirecta mucho antes. Precisamente, lo que estamos viendo día a día es lo contrario a lo que persigue el nuevo objetivo de guerra: cada vez son más los israelíes del norte que salen de sus casas, con lo cual el número de desplazados internos está en continuo crecimiento.

P. Llegados a este punto, ¿se puede esperar una solución a esta escalada que no implique una guerra abierta en el Líbano?

R. No. La guerra es la única solución. La única voz implicada que llama al cese de las hostilidades es el Estado libanés, pero no tiene ni el poder ni la capacidad de proponer una hoja de ruta sólida. Israel es la única parte que sigue teniendo la capacidad de decisión de seguir o no con la guerra. Y los últimos movimientos de las IDF [el Ejército israelí, por sus siglas en inglés] hacen que cualquier tipo de desescalada parezca improbable. Puede ser que ahora mismo los dirigentes militares israelíes empiecen a sospechar que acabar con Hezbolá va a ser tan difícil como hacerlo con Hamás, pero sí que siguen en la idea de debilitarlo al máximo y evitar que durante mucho tiempo vuelva a ser una fuerza militar.

P. La otra gran estrategia de Israel es discursiva. Netanyahu ha apelado reiteradamente al buen libanés, que debía él también plantar cara a Hezbolá desde dentro. En un país multiconfesional y frágil como el Líbano, ¿corremos el riesgo de volver a caer en un conflicto intersectario como la guerra civil de 1975?

R. Sí. El antecedente más próximo que tenemos es la invasión israelí de 2006, y ya entonces se instigaron desde Tel Aviv las tensiones interprofesionales que hoy resurgen. No lo olvidemos: son muchos los libaneses que están en contra de Hezbolá. Después del 7 de octubre, el partido estuvo también en el punto de mira de miles de cristianos, drusos y sunníes que se oponían a que el Líbano interviniera en la guerra de Gaza.

Ahora también, como en 2006, Israel está apelando al buen libanés, consciente de su integridad nacional y de la necesidad de vivir en paz y de evitar que haya un grupo armado que secuestre la voluntad popular. Pero esta idea es difícil de mantener cuando los atentados de las IDF son cada vez más masivos y bombardean de forma indiscriminada a las distintas comunidades que viven en el país. Esto precisamente refuerza la idea de pertenencia nacional de muchos libaneses.

Foto: Funeral tras los ataques aéreos israelíes en el norte del Líbano. ( EFE/EPA)

Pero aquí reside también la estrategia de Israel: atacando regiones y pueblos maronitas [católicos] como el monte Líbano, los israelíes buscan hacer sentir a aquellas comunidades ya opuestas a Hezbolá que están pagando los platos rotos de sus compatriotas chiíes. Sin duda, se establece un juego de intereses que muchas veces acaba volviéndose en contra del estratega.

P. Todo un sector de la población libanesa, por lo general jóvenes no chiíes, dice apoyar a la ‘resistencia’ contra Israel pese a no comulgar con Hezbolá. ¿Es posible imaginar un reemplazo laico para Hezbolá en el Líbano?

R. En ese momento, no. La resistencia que lidera Hezbolá está muy relacionada con el entorno islámico. Sí que el partido hace guiños de vez en cuando al Líbano como conjunto: a veces se denominan resistencia libanesa, y suelen usar la bandera nacional. Pero aquella resistencia liderada por grupos palestinos, de izquierdas, baazistas y comunistas, abrió paso a la resistencia islámica de Hezbolá hace ya mucho tiempo.

placeholder Portada del libro de Gutiérrez de Terán. (Catarata)
Portada del libro de Gutiérrez de Terán. (Catarata)

Desde la década de 1980, los conceptos locales de antiimperialismo y antisionismo han pasado por una islamización creciente. Es improbable que esto deje de ser así mientras Hezbolá siga teniendo fuerza en el Líbano.

P. ¿Quizá eso supondría renunciar al patrocinio de Teherán? No se puede entender Hezbolá sin Irán. ¿Corre peligro esta profunda amistad?

R. Corre peligro si Irán renuncia al discurso antisionista. Esta relación de dependencia se mantendrá mientras Hezbolá siga viendo en Teherán un apoyo y una fuente de abastecimiento, armas y financiación. A raíz del asesinato de Nasrallah, se ha especulado mucho sobre si Irán podría estar renunciando a Hezbolá para mantenerse en el poder, o si la república islámica puede haber firmado un pacto con Occidente a espaldas del partido-milicia. No creo que sea el caso. Creo que la apuesta es firme por los dos lados y todo dependerá de cómo acabe Hezbolá después de esta contienda. Si sale muy debilitado e Irán permanece con un mínimo de fuerza, podemos seguir esperando que Teherán acuda al rescate y ayude a los herederos de Nasrallah a volver a ser lo que en algún momento fue.

El partido de Dios, el significado de Hezbolá en árabe, no entra en ningún molde. Si uno se atiene a su nombre, se entiende que es un partido. Un partido político. Bien, lo es. Pero sería un desatino quedarse ahí. La alusión a Dios en su apellido hace pensar que es un movimiento religioso. También lo es, claramente, pero trasciende esas fronteras. Hezbolá es, para muchos países, una organización terrorista. Otros, como España y el resto de estados de la UE, solo consideran como tal su ala militar. ¿Ala militar? ¿Un partido? En las carreteras del sur del Líbano, sus banderas amarillas ondean ante hospitales, escuelas y universidades. Las viudas de esta región se benefician de pensiones subvencionadas por su programa de seguridad social. ¿Seguridad social?

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