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La apuesta más arriesgada de Donald Trump: las semillas del objetivo 2036 dependen de este hombre
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La apuesta más arriesgada de Donald Trump: las semillas del objetivo 2036 dependen de este hombre

JD Vance es un perfil muy diferente al de los tradicionales candidatos a la vicepresidencia y una de las apuestas más arriesgadas de Donald Trump para las elecciones presidenciales

Foto: JD Vance, el 8 de octubre de 2024. (Reuters/Rebecca Cook)
JD Vance, el 8 de octubre de 2024. (Reuters/Rebecca Cook)
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La elección del senador de Ohio, JD Vance, como compañero de tándem es una de las apuestas más arriesgadas de Donald Trump. Una opción llena de peligros y contraindicaciones, pero que puede conseguir el sueño de cualquier líder político: que su causa ideológica le sobreviva y se propague por la arquitectura institucional. Con Vance, el movimiento MAGA (acrónimo de Make America Great Again) podría tener vida más allá de 2028 e incluso de 2036. Si todo sale como ellos esperan.

Una de las figuras más extrañas de la política norteamericana es la de vicepresidente de Estados Unidos, que ha sido comparada, por su inutilidad, con una "tinaja de pis caliente". La función real del vicepresidente es doble. En campaña, tiene que reforzar el atractivo electoral del candidato a la presidencia. Y, una vez en el Gobierno, estar en primera línea de sucesión en caso de que le pase algo al presidente. El candidato vicepresidencial JD Vance fracasaría en la primera función.

Si uno mira a la historia reciente de EEUU, lo más habitual es que los candidatos presidenciales sean personas carismáticas y visionarias, y elijan como compañeros de ticket a políticos grises, moderados y predecibles. Opciones que no entrañen riesgos y que, a ser posible, conozcan bien los vericuetos del poder en Washington.

La fórmula casi siempre es la misma. John F. Kennedy era un senador juvenil, televisivo y con poca experiencia, así que se acompañó de ese rudo ejecutor burocrático que era Lyndon Johnson, que llevaba toda la vida cerrando acuerdos en las proverbiales "habitaciones llenas de humo". George W. Bush llegó de Texas y seleccionó a una eminencia gris, Dick Cheney, igual que hizo el arrebatador Barack Obama con Joe Biden, que llevaba 36 años firmando leyes en el Senado. El primer vicepresidente de Trump, Mike Pence, cumplía también este rol de segundón.

Foto: Bandera de apoyo a Donald Trump en Palo Alto, California. (Reuters/Manuel Obergozo)

JD Vance no cumple ninguno de estos requisitos. No lleva ni dos años siendo senador de Ohio, apenas tiene experiencia y no es, ni mucho menos, un moderado. Una de esas figuras que puedan calmar las ansiedades de las personas de talante conservador, pero renuentes a votar a Donald Trump.

Más curioso todavía es el hecho de que JD Vance es el candidato a la vicepresidencia más impopular de la historia reciente. Más incluso que Sarah Palin, la gobernadora de Alaska que acompañó al republicano John McCain en las elecciones de 2008 y que ha pasado a simbolizar, por sus torpezas y patente falta de preparación, lo que no se tiene que hacer a la hora de seleccionar un número 2.

Foto: Donald Trump. (Reuters/David Muse) Opinión

Es verdad que la imagen de Vance ha sido eficazmente mancillada por la campaña demócrata, que no ha dudado en recurrir incluso a bulos maliciosos sobre sus presuntos hábitos sexuales y que se ha aprovechado de la falta de maña de Vance a la hora de practicar el retail politics: charlar con desconocidos después de un mitin, firmar autógrafos, dejarse caer por una tienda de donuts para demostrar que es un americano como otro cualquiera, etc. Millones de votantes ya están familiarizados con sus mítines semivacíos y con sus rígidas interacciones sociales.

Vance también tiene una amplia hemeroteca de comentarios insensibles sobre cuestiones estratégicas en estas elecciones, como el derecho al aborto. En una entrevista de 2021, Vance dijo que el problema de Estados Unidos es que es un país gobernado por oligarcas y por "un puñado de señoras con gato y sin hijos a las que les deprime su vida y las decisiones que han tomado, y, por tanto, quieren que el resto del país también esté deprimido". Los demócratas han sacado petróleo de estas palabras, empaquetadas en memes y repetidas cientos de miles de veces.

La imagen de la 'tríada' peligrosa

Por una razón o por otra, la realidad es que solo un 36% de los estadounidenses simpatiza con JD Vance y casi un 45% lo rechaza. Números graves para alguien que está en segundo plano, que acaba de cumplir 40 años y que lleva tan poco tiempo en política que, en realidad, no debería de tener una imagen tan desgastada.

Desde un punto de vista electoral, la única ventaja de Vance, que hizo carrera como inversor en San Francisco, es que refuerza los puentes entre la campaña de Donald Trump y el mundillo de los ultrarricos de Silicon Valley. Gente como Peter Thiel, David Sacks, Marc Andreessen y, por supuesto, Elon Musk. Personas que han ido desarrollando una ideología híbrida entre libertarianismo y autoritarismo y que, por primera vez, se han volcado abiertamente, con boca y billetera, en la causa de Trump.

Lo cual nos lleva a la segunda función de un vicepresidente: suceder al primer espada en caso de que este se muera, quede inhabilitado o no pueda presentarse a un nuevo mandato y quiera dejar a un sucesor. Alguien que ya se habría dado a conocer y se habría bregado en la gestión del Gobierno. Este sería JD Vance.

Desde que Donald Trump dio el salto a la política en 2015, muchos críticos, en la línea del desdén que sienten por el magnate, han dicho alguna variación de la siguiente frase: Donald Trump es un fanfarrón y un incompetente, pero imaginaos que la próxima vez aparece alguien con su ideología pero más capaz, más astuto y presentable. Alguien que pueda hacer realmente daño de verdad.

Para muchos progresistas, ese es Vance. Un millennial que encarna la 'tríada' que cada dos o tres generaciones reaparece en Estados Unidos. La que integra el proteccionismo, el aislacionismo y el nativismo. En los últimos tres años, JD Vance ha estado defendiendo que Estados Unidos no es un país nacido de una idea, como se suele especular. Una nación de inmigrantes unida por los principios morales básicos de la primera democracia moderna del mundo, fundada en 1776. Si no una nación como otra cualquiera, como las europeas: una nación de sangre y de tierra.

El senador propone reindustrializar Estados Unidos, romper empresas como Google para disminuir el poder del oligopolio tecnológico y baraja debilitar el dólar para estimular las exportaciones. Estas posturas van a contracorriente de los valores republicanos tradicionales de los últimos 30 años. En política exterior es pro-Israel, pero se opone a continuar armando a Ucrania para su defensa; Vance rechaza el consenso científico sobre el cambio climático y se opone al matrimonio homosexual.

En múltiples entrevistas, Vance ha hablado de purgar las filas de la administración y reforzar la autoridad del presidente frente a los otros dos grandes poderes del Estado. El senador ha dicho que EEUU está "en el periodo republicano tardío", una clara referencia al final de la república romana, que fue reemplazada por una monarquía (solo que, como los romanos habían derrocado a sus reyes, preferían decir "imperio" y "emperador"). Vance no llegó al punto de proponer una monarquía estadounidense, pero sí dijo que la derecha debería de ir en "direcciones con las que muchos conservadores, ahora mismo, no se sienten cómodos".

Testando los límites de Vance

Entre las influencias intelectuales de JD Vance se encuentran, como enumeró este reportaje de Politico, el profesor Patrick Deneen, crítico del liberalismo y defensor de valores comunitarios; puristas como el cristiano ortodoxo Rod Dreher, columnista de American Conservative; y Curtis Yarvin, exinformático metido a bloguero y ensayista, que promueve la idea de una Ilustración Oscura. Es decir, restaurar alguna forma actualizada de monarquía absoluta que acabe con este caos de individualismo, superficialidad y falta de sentido en el que viviríamos. Antonio Villarreal, reportero de este diario, escribió recientemente un detallado perfil de Yarvin.

Estaríamos, por tanto, ante una arriesgada operación sucesoria. Donald habría sacrificado las bazas de tener a un compañero de tándem más seguro, experimentado y atractivo para los votantes tímidos o independientes, en beneficio de dejar el movimiento MAGA en manos de un sucesor. Alguien que en 2028 reciba de manos del octogenario Trump la batuta de mando del nacionalpopulismo.

Pero hay otra particularidad que todavía no hemos mencionado. El hecho de que el JD Vance que hemos descrito solo existe desde, aproximadamente, 2019. En los años anteriores, Vance había sido descrito como un Never Trumper, un republicano al que le repugnaba la figura de Trump, sus comentarios soeces, sus manipulaciones y mentiras. JD Vance dijo, como todo el mundo sabe a estas alturas, que Trump era la "heroína cultural" del pueblo y lo comparó con Adolf Hitler. Hasta hace dos días, Vance era el autor de Hillbilly Elegy, el ojito derecho de los medios de masas que recurrían a él para ver cómo veía las cosas un muchacho humilde de Ohio.

Donald Trump no se caracteriza por su magnanimidad hacia quienes lo insultan, así que Vance ha tenido que cruzar su pequeño desierto político para congraciarse con el millonario, sabiamente identificado como la mejor fuente de capital político en el espectro conservador. Cuando lanzó su campaña senatorial, Vance prometió al candidato presidencial que lo defendería a muerte y le pidió que lo observara, que lo viera en los mítines y en los debates. Vance ganó, y como senador cumplió su palabra, alineándose con todas las posturas de Trump y ayudándole en su retorno político.

JD Vance dijo, como todo el mundo sabe a estas alturas, que Trump era la "heroína cultural" del pueblo y lo comparó con Adolf Hitler

El inversor neoyorquino Anthony Scaramucci, que pasó un total de 11 días en la portavocía de la primera administración Trump, tiene la teoría de que el republicano está ahora testando los límites de JD Vance. Comprobando su lealtad. Una manera de explicar, por ejemplo, su fijación con el bulo de los haitianos que estarían comiéndose las mascotas de la gente de bien en Springfield, Ohio. Una historia desmentida por las autoridades locales, por el gobernador del estado y por diversas investigaciones. En otras palabras: Vance estaría siendo forzado a contradecir a las autoridades del estado al que representa, y, de esta manera, humillar con mentiras a sus votantes.

Scaramucci dice que esta es la manera de operar de Trump: poner a sus subalternos en posiciones imposibles donde se vean forzados a defenderlo, como cuando su primer portavoz, Sean Spicer, declaró que la investidura del en ese entonces presidente había sido presenciada por un récord de público, "y punto". Todas las pruebas del mundo, desde vídeos a testimonios, a imágenes por satélite o a los datos del transporte de Washington, decían lo contrario.

En esta campaña, una cuarentena de altos cargos de la administración Trump han dado su apoyo a Kamala Harris. Acabaron quemados. Y el número dos del expresidente, Mike Pence, fue igualmente arrastrado por el fango. Y tuvo suerte. El 6 de enero de 2021, varios de los asaltantes del Capitolio llevaban consigo una horca reservada para Mike Pence.

Este podría ser otro posible desenlace de la trama política que en estos momentos envuelve Estados Unidos. Con Donald Trump las opciones son extremas. JD Vance puede acabar de heredero del trono del trumpismo, o en el exilio.

La elección del senador de Ohio, JD Vance, como compañero de tándem es una de las apuestas más arriesgadas de Donald Trump. Una opción llena de peligros y contraindicaciones, pero que puede conseguir el sueño de cualquier líder político: que su causa ideológica le sobreviva y se propague por la arquitectura institucional. Con Vance, el movimiento MAGA (acrónimo de Make America Great Again) podría tener vida más allá de 2028 e incluso de 2036. Si todo sale como ellos esperan.

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