Viaje a la fábrica italiana que ha cambiado coches por bicicletas… y patronos por cooperativa
La multinacional británica GKN despidió a sus 442 trabajadores de su factoría en Florencia. Ahora, ellos han creado una cooperativa para darle a la fábrica una vida más sostenible
El día que anunciaron el cierre de la fábrica de coches en la que Claudio llevaba trabajando 31 años, él no se enteró hasta bien entrada la noche. Estaba celebrando el aniversario de boda con su esposa. Fue el viernes 9 de julio de 2021 y la multinacional británica GKN decidió despedir por correo electrónico a sus 442 trabajadores de su factoría en Florencia. "No nos lo esperábamos en absoluto. El día anterior estuvimos trabajando horas extras. El trabajo fue bueno, dentro de la fábrica aún hay máquinas nuevas empaquetadas" cuenta Claudio.
Pero los trabajadores organizados reaccionaron rápidamente con una "asamblea sindical permanente" en la enorme nave industrial situada en el municipio industrial de Campi Bisenzio. Han creado una cooperativa para la producción de bicicletas de carga y paneles solares que busca contribuir a la transición ecológica. Hoy Claudio es uno de esos operarios que hace guardia en el recinto de la fábrica. Forma parte de esta confluencia de lucha obrera, transición ecosocial y reconversión industrial.
De Fiat a un empresario de la cerámica
La fábrica se encuentra frente al centro comercial más grande de la Toscana. Originalmente de FIAT, pasó a ser Stellantis tras la fusión de la automotriz italiana con Peugeot-Citroën, antes de ser propiedad de GKN Automotive. Los problemas para sus empleados toscanos empezaron en 2018 con la compra de GKN por otra multinacional británica, Melrose Industries, cuyo modelo de negocio consiste en comprar empresas industriales en dificultades para venderlas luego. Aunque el consejo de administración de GKN se opuso a la adquisición, la compañía británica logró adquirir más de la mitad de las acciones por más de 8 millones de libras esterlinas.
Tres años después, en el verano de Toscana, Melrose anunció el cierre de su fábrica en Italia. Desde la compra por parte de Melrose, GKN ha cerrado cinco factorías en todo el mundo. En 2023, decidió desgajar GKN en una nueva cotizada en la bolsa de Londres, que ha perdido casi la mitad de su valor bursátil en solo 15 meses. Tras su cierre, la fábrica pasó en diciembre de 2021 a manos del empresario italiano de la cerámica Francesco Borgomeo. El nuevo dueño lanzó un plan para reindustrializar la factoría, pero en febrero de 2023 liquidó la sociedad sin presentar un plan de reconversión ni aportar capital ni inversión, "como si su verdadero objetivo fuera despedir y vaciar la planta, para ponerla a disposición de la especulación", denuncia a El Confidencial el colectivo de la fábrica.
Los tribunales han revocado el despido colectivo tras constatar el comportamiento "antisindical" de Borgomeo por no informar previamente al cese total de la actividad empresarial, pese a ser su obligación. Así, actualmente sigue existiendo una relación laboral entre la propiedad y los trabajadores, aunque esta no acude a las mesas de negociación, ni paga los salarios ni la Seguridad Social de los empleados, que llevan sin cobrar nueve meses, según indican ellos mismos. La asamblea permanente de los trabajadores de GKN Florencia ya es la más larga de la historia de Italia.
"Bajo control social y obrero"
Para capitalizar GKN for Future (Gff), la cooperativa de trabajadores que busca darle una nueva vida a la fábrica, una parte de los empleados organizados de GKN decidió lanzar en 2023 una colecta de fondos que duplicó su objetivo inicial, hasta lograr unos 175.000 euros. Actualmente la cooperativa busca que la factoría esté "bajo control social y obrero" a través de un accionariado popular por un valor total de un millón de euros. Cualquier colectivo o persona puede comprar parte de las acciones para ser partícipe del proceso de reindustrialización verde. Eso sí, se pide un mínimo de 500 euros para tener voz en las asambleas de la futura cooperativa.
"Nuestro problema era desarrollar un plan industrial autónomo de la voluntad política", destaca Leonard Mazzone, investigador de Filosofía Social y Política de la Universidad de Florencia especializado en cooperativas que recuperan compañías en riesgo de cierre. Mazzone ha coordinado el plan industrial para elaborar la reconversión industrial de la factoría con dos piedras angulares: la movilidad sostenible a través de bicicletas de carga y la producción y recuperación de paneles solares.
La solidaridad internacional ha llamado a las puertas de la fábrica. Especialmente de países como Alemania con un potente movimiento ecologista interesado en apoyar la producción y adquirir bicicletas de carga y producir electricidad a partir del sol. Precisamente las placas solares instaladas en la fábrica fueron una donación de una asociación ecologista germana. Sin embargo, un "gran problema" proviene de la competencia de fabricantes de paneles a mayor escala, con años de experiencia, medios infinitamente superiores y precios más bajos, especialmente procedentes de China. El plan busca superar a la competencia asiática con la producción e instalación de paneles adaptables a las necesidades del cliente final, así como alargar la vida útil de viejos paneles fotovoltaicos más allá de los 10 años.
La nueva fábrica prevé emplear a 136 trabajadores de los aproximadamente 150 empleados de GKN que son miembros de la cooperativa Gff. Un plan industrial que busca salir adelante gracias a inversores provenientes mayoritariamente de la banca ética y del sector de las cooperativas, según Mazzone.
Modelos como la vasca Corporación Mondragón han servido de inspiración a los obreros organizados. Además, han entrado en contacto con experiencias más cercanas a su contexto, como el movimiento de empresas recuperadas en Grecia y en Argentina y con redes de apoyo a estas cooperativas en la propia Italia para ayudarse mutuamente. Recientemente, en Francia, la mítica Duralex de la vajilla de tus abuelos busca salvarse de la quiebra con una cooperativa obrera que emplee a sus 226 trabajadores actuales gracias al apoyo financiero del Estado francés.
Cultura solidaria con la cooperativa ecologista
No solo los propios trabajadores y sus familias están luchando por reconvertir una fábrica de una multinacional de coches contaminantes en una fábrica bajo control obrero para transformar la producción hacia la transición ecosocial con una movilidad más sostenible y una electricidad renovable.
Insorgiamo, un colectivo de solidaridad y apoyo a esta lucha laboral y ecologista, ha organizado manifestaciones masivas, conciertos con grupos como la Banda Bassotti y unas jornadas de working class bike. Además, ha logrado 17.000 firmas a través de una consulta popular por "una fábrica pública y socialmente integrada".
El movimiento de apoyo ha llevado este abril a Campi Bisenzio hasta un festival de literatura working class dirigido por Alberto Prunetti, el autor de Amianto. En sus dos ediciones han participado intelectuales internacionales comprometidos como las españolas Brigitte Vasallo y Layla Martínez. A su vez, de esta movilización han surgido documentales, libros y una novela, además de una obra de teatro interpretada por los mismos extrabajadores de GKN.
Mientras que una parte del mundo internacional de la cultura ejerce la solidaridad, desde las instituciones italianas han logrado "mesas de negociación que nunca han llegado a nada y alguna ayuda económica esporádica", denuncia el colectivo de fábrica. Pero ellos piden mucho más: "Tenemos un proyecto industrial entre manos, pero para ponerlo en marcha necesitamos de la planta y la financiación pública. No es solo una cuestión ideológica. Pensamos que nuestro proyecto de reindustrialización sirve también a la política institucional para cambiar el rumbo y repensar un mundo que arde por las crisis económicas, las guerras y el cambio climático".
Con ayuda de abogados solidarios, han redactado un proyecto de ley regional que busca que el suelo de la fábrica sea público y crear un consorcio industrial "para intentar dar a las instituciones una verdadera política industrial". El centro-izquierda del Partido Democrático podría aprobar la legislación si quisiera, al gobernar con mayoría absoluta en la Toscana.
La propia historia de la Toscana, uno de los bastiones rojos de la bota, muestra cómo los políticos pueden salvar una industria clausurada. En 1953 cerró la fábrica Pignone que empleaba a miles de personas en Florencia. Sus trabajadores la ocuparon y autogestionaron durante dos años. La sociedad toscana mostró un apoyo que llevó al alcalde democristiano Giorgio La Pira a intervenir para que el presidente de la petrolera estatal Eni, Enrico Mattei, la adquiera y salvase los puestos de trabajo.
El ecosistema cooperativo italiano
El hilo que une Pignone con GKN lo ha estudiado Marco Lomuscio, investigador de las cooperativas de trabajadores y compañías recuperadas por sus empleados en Italia. Este doctor en Economía y consultor considera que el caso de GKN se asemeja más a las empresas recuperadas (workers buyout) en Argentina en el contexto de la crisis de 2001 que a otros casos italianos de compra de empresas por sus asalariados. Desde 1985, una ley italiana permite a los trabajadores despedidos utilizar su subsidio de desempleo acumulado para capitalizar la compañía en forma de cooperativa para favorecer el autoempleo.
Lomuscio cifra en más de 24.000 las cooperativas en funcionamiento en Italia. Estas emplean a medio millón de personas, aunque solo unas 400 son sociedades recuperadas por sus trabajadores. Esta tradición se remonta al menos hasta el final de la Primera Guerra Mundial, cuando brotaron en número, y se adaptaron a las imposiciones del fascismo. Las crisis económicas favorecen la creación de cooperativas laborales y recuperaciones de empresas, destaca Marco Lomuscio.
Existen bancos cooperativos, equivalentes a la vasca Laboral Kutxa, y fondos mutualistas que financian cooperativas y empresas recuperadas. El Estado italiano también puede hacerlo. Pero para Lomuscio "ni siquiera las administraciones regionales saben qué pueden hacer en materia legislativa. La Toscana y otras regiones del Norte son las que más invierten en cooperativas, pero incluso con un Gobierno de centro-izquierda no hay tanto apoyo".
Los límites de una fábrica autogestionada
Sean Farmelo es miembro de un taller cooperativo de bicicletas en Birmingham y ha visitado la fábrica de Campi Bisenzio. Además, está preparando una tesis doctoral sobre cooperativas y organizaciones mutualistas. Farmelo considera que aunque las cooperativas deben todavía regirse por las leyes del mercado capitalista y de la competencia, pueden utilizarse esos espacios para dar oportunidades a los movimientos sociales y cuidar más a los trabajadores: "También podemos tomar decisiones sobre el proceso y tiempos de producción que benefician a los trabajadores en vez de buscar beneficios".
No tener un patrón puede llevar a que los trabajadores se sientan más felices dentro y fuera de su jornada laboral, pero también puede conducir a la autoexplotación, añade el británico. La maldición de no tener un jefe capitalista. En este caso, los trabajadores han cambiado su ideología respecto a la producción. Para Farmelo, el camino emprendido en esta factoría abandonada por sus anteriores dueños "es muy esperanzador para la transición ecológica a gran escala pese a que es muy difícil cambiar de industria y ser competitivo".
"No es fácil. El cierre ha arruinado nuestras vidas". Claudio fue uno de los primeros trabajadores de la factoría, todavía de FIAT, cuando entró en noviembre de 1988. Con un sindicato fuerte, "GKN era una buena empresa, con buenos contratos. Habíamos conservado derechos que otros habían perdido. Incluso en términos de seguridad laboral, era muy seguro. Muchos de los trabajadores se fueron porque no podían permitirse estar sin cobrar durante años. Pero quedamos 140 y seguimos luchando".
En el patio de la fábrica, Claudio y los demás trabajadores que custodian GKN muestran las bicicletas de carga hechas a mano que enviarán a los clientes. "Sin duda, solo avanzamos gracias al apoyo de esta gran comunidad. Es también una cuestión de principios, no es solo por nuestros puestos de trabajo: si consiguen pararnos, lo conseguirán con otros. No queremos sentar un precedente negativo".
El día que anunciaron el cierre de la fábrica de coches en la que Claudio llevaba trabajando 31 años, él no se enteró hasta bien entrada la noche. Estaba celebrando el aniversario de boda con su esposa. Fue el viernes 9 de julio de 2021 y la multinacional británica GKN decidió despedir por correo electrónico a sus 442 trabajadores de su factoría en Florencia. "No nos lo esperábamos en absoluto. El día anterior estuvimos trabajando horas extras. El trabajo fue bueno, dentro de la fábrica aún hay máquinas nuevas empaquetadas" cuenta Claudio.