Pagar para sentarse: así son las ciudades europeas sin bancos
Madrid tiene más de 75.000 bancos registrados y en su mayoría se encuentran en el extrarradio. Mientras, el centro de la ciudad apuesta por modelos individuales
“La ciudad no está diseñada para personas que ni consumen ni producen”, asegura Daniel Sorando, investigador de sociología urbana y profesor de la Universidad de Zaragoza. Desde los años 80, con la llegada del neoliberalismo, las ciudades y, en concreto, las capitales han priorizado en los modelos urbanísticos su “valor como activo productivo” por encima de su “valor social o de identidad”, considera el sociólogo.
Esta mayor dinamización de los espacios públicos afecta al diseño del mobiliario urbano, entre el que se encuentran los asientos de uso público. Madrid cuenta con más de 70.000 bancos según la base de datos del Portal de datos abiertos del Ayuntamiento de Madrid.
Hay cerca de 130 modelos diferentes que varían en diseño y tamaño. En las últimas normalizaciones de elementos constructivos, los modelos de asiento individual o con aspecto moderno se han colado en el centro de la ciudad. Esta renovación acota el espacio público a un uso de paso y se acerca cada vez más al concepto de “urbanismo hostil”.
Este término se utiliza para hacer referencia al diseño de espacios públicos con elementos que buscan restringir el uso o la permanencia de ciertos grupos, como personas sin hogar o jóvenes, en la vía pública. Este tipo de urbanismo incluye mobiliario como bancos con separadores, pinchos en el suelo o superficies inclinadas que impiden descansar cómodamente.
“No es casualidad que se sitúen en aquellos espacios que se quieren despejar”, confirma Sorando. En los últimos planes de urbanismo, muchos países europeos han decidido priorizar unas construcciones que “no facilitan que las personas paren, se sienten, descansen o conversen”.
La eliminación de estos elementos que, a veces, pueden llegar a pasar desapercibidos no es una cuestión menor. Para muchos, su desaparición reduce la accesibilidad y el disfrute de la ciudad. Y la ciudadanía pierde, a su vez, puntos de encuentro gratuitos, lo que, a menudo, empuja a consumir en locales privados como terrazas de bares, cafeterías o restaurantes.
En Madrid, estos nuevos modelos se encuentran eminentemente en el centro de la ciudad. De los más de 190 que registra la mencionada base de datos, 156 se encuentran localizados en el distrito centro. Se distribuyen en mayor medida entre los barrios de Sol, Palacio y Cortes. El área más significativa del riesgo de extinción de este mobiliario es Callao, donde apenas hay espacios para sentarse. Por el contrario, otros modelos como el banco madrid (MU-16), con el clásico diseño alargado y con respaldo de tablas, se ven más en los barrios alejados del centro.
Por su parte, el Ayuntamiento de Madrid justifica la presencia de estos modelos y su distribución en pro de la accesibilidad."No hay bancos inclusivos, hay bancos accesibles", aseguran. Además, explican que el principal imepedimento a la hora de establecer qué modelo y dónde viene de las propias calles. "En la periferia hay más bancos porque hay más zonas verdes (parques, jardines, bulevares, terrizos...) y las aceras son más anchas y con menos ocupación. Mientras que en el centro son más estrchas y llenas de otros elementos como kioskos, bocas de metro, terrazas, ...", confirman.
Estos modelos y decisiones urbanísticas no solo suceden en la capital española.Lo mismo ocurre en otros puntos de Europa, como París, Atenas o Viena. Las decisiones estratégicas por un urbanismo más diáfano han pasado por la restricción, eliminación o sustitución de los modelos tradicionales de asientos públicos.
Un símbolo social y cultural
Los bancos de madera que solían ser un símbolo para la ciudad de Atenas han desaparecido en la última remodelación urbanística. El medio griego EFSYN explica que desde 2020 han llegado sucesivas retiradas de dispositivos. Además, las recurrentes crisis han venido acompañadas de recortes en el presupuesto de instalación y mantenimiento, lo que explica que la ciudad helena cuente con apenas 5.000 bancos.
“Este mobiliario está ahí para estructurar el espacio público, pero también se utiliza para controlar el comportamiento de los residentes”, explica la urbanista e investigadora del Departamento de Diseño Social de la Universidad de Artes Aplicadas de Viena, Christina Schraml. En la capital austriaca los bancos también se han convertido en un signo de exclusión.
Para la investigadora, este mobiliario público es también un tipo de “infraestructura social”, que con su desaparición gradual ofrece un mensaje claro sobre “qué se puede hacer en qué lugares y qué grupos no son bienvenidos”.
Al deshumanizar los espacios y estandarizar los modelos se acaba perdiendo la estética propia. Un efecto adverso de la globalización y el modernismo que hace que estos bancos de diferentes ciudades sean reconocibles sólo por la descripción de la foto. “Hay una estandarización de las ciudades, tienden a ser todas iguales y hacen que queden vacías de tejido vecinal e identidad”, opina Sorando.
Entre zonificación y reforma
Los vecinos y la vida en la calle no han desaparecido por completo ya que los barrios siguen siendo lugares con signos de filiación y personalidad. “Hay una fuerte zonificación, una clara división de exactamente qué grupos deben estar y dónde”, sentencia Schraml. De esta manera, Viena se distribuye no solo productivamente, sino también de una forma social, con la creación de espacios específicos como parques o con la retirada de cierto mobiliario.
Es el ejemplo de la estación de tren en Wien-Mitte, donde los asientos han desaparecido de las zonas comunes, o de la estación de Praterstern, donde se han colocado unos asientos en forma de piedra que resultan incómodos, especialmente en invierno, según informa Der Standard.
Los espacios acaban generando una afluencia de perfiles concretos. Así, la zona centro se entiende para personas de una edad más joven cuyo objetivo es salir de compras. Mientras, los barrios exteriores son los encargados de mantener viva la tradición de sentarse al fresco y comer pipas.
En el caso de Madrid, los distritos con mayor concentración de bancos son Hortalezas, con más de 5.700, y Villa de Vallecas, con más de 6.000. De hecho, este último cuenta con 5,2 bancos por cada 100 habitantes, siendo el distrito con mayor proporción.
Por normativa general debe haber un asiento por cada 10 viviendas o uno por cada 2.000 metros cuadrados de edificación no residencial. En áreas especiales, serían dos por cada 100 metros cuadrados o uno por cada 30 metros de longitud de acera. Así, las calles más largas no necesariamente son las que más asientos públicos registran. El Paseo Puerta del Ángel, en el distrito de Latina, es el que cuenta con más asientos públicos en total.
En el ámbito europeo, uno de los países más activos en este debate es República Checa, donde los bancos son un símbolo arquitectónico desde el siglo XVIII. Estaban ubicados tanto en los centros representativos como, más tarde, en las urbanizaciones que se construyeron durante la época comunista. El problema llegó cuando en 2010 comenzó el debate sobre la ocupación de espacios públicos de personas sin hogar.
De las ciudades donde más trayectoria ha tenido este dilema es en Brno. En 2014, a la par que se empezaba a apostar por “mobiliario hostil” con el uso de tiras de metal en los asientos, la ciudadanía se organizó. “En mi opinión, este no es el camino correcto para resolver la situación de las personas sin hogar”, confiesa Tomáš Hruška, del Ejército de Salvación, para la web checa Seznam Zprávy.
“Esta exclusión física y geográfica es también una exclusión social”, aseguran desde la Fundación Abbé Pierre de Francia. Se caracterizan por la lucha contra el urbanismo hostil y la defensa de los derechos de las personas sin hogar en Francia. Este ha sido el último país en poner el foco mediático en este problema de integración urbanística con su última campaña durante los Juegos Olímpicos. Las instituciones públicas decidieron expulsar a personas no documentadas y que vivían en la calle hacia zonas fuera del foco deportivo.
“Las personas tienen arraigo al barrio no por los domicilios, sino por las personas que se encuentran fuera”, sentencia Daniel Sorando. Las remodelaciones de mobiliario producen, a su juicio, un “efecto de expulsión”. Además, según los expertos, no solucionan los problemas subyacentes de desigualdad social y vivienda, sino que acaba invisibilizando a los más vulnerables, "empujándolos a los márgenes de la sociedad".
“La ciudad no está diseñada para personas que ni consumen ni producen”, asegura Daniel Sorando, investigador de sociología urbana y profesor de la Universidad de Zaragoza. Desde los años 80, con la llegada del neoliberalismo, las ciudades y, en concreto, las capitales han priorizado en los modelos urbanísticos su “valor como activo productivo” por encima de su “valor social o de identidad”, considera el sociólogo.
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