El dilema europeo ante las elecciones en Túnez: la cuna de la Primavera Árabe se ahoga
El autoritario presidente de Túnez no está tan seguro como parece. Los líderes europeos deberían abstenerse de apresurarse a felicitarlo por su inevitable e inminente reelección
La elección presidencial de Túnez el 6 de octubre será la primera desde la revolución democrática de 2011, que no es libre ni justa. El presidente tunecino, Kaïs Saïed, ha retrocedido en las libertades políticas desde que tomó el poder en 2021, desmantelando instituciones independientes, aprobando una nueva constitución y encarcelando a opositores políticos y otros críticos. Aprovechando estas medidas, Saied ha organizado la elección para garantizar su victoria.
Cuando se anuncie su victoria, los líderes europeos podrían sentirse tentados a felicitarlo para preservar sus relaciones con el presidente, conocido por su carácter difícil. Sin embargo, deberían detenerse antes de hablar: el proceso electoral en sí ha mostrado que la posición de Saied sigue siendo insegura y la resistencia a su régimen está creciendo. Los europeos deben tener cuidado de no legitimar a un líder antidemocrático que enfrenta una verdadera oposición en su país y que no está abordando los problemas urgentes de Túnez.
Saied fue elegido presidente por primera vez en 2019, presentándose con una plataforma populista que buscaba aprovechar el desencanto de los tunecinos con las élites políticas que habían gobernado el país desde la revolución. 21 meses después, comenzó un proceso implacable de centralización del poder, despidiendo al gobierno, suspendiendo el parlamento y asumiendo todo el poder ejecutivo. En los años siguientes, estableció un sistema que impone pocas restricciones a la autoridad presidencial. Desmanteló o tomó control de los organismos independientes que debían garantizar la independencia del poder judicial, los medios de comunicación y los procesos electorales. Además, arrestó a decenas de opositores políticos, líderes de la sociedad civil, periodistas y abogados que lo criticaron, acusando a muchos de conspirar contra la seguridad del Estado.
Los preparativos para la elección presidencial han confirmado la determinación de Saied de manipular los procesos políticos del país. Pero también han revelado algunos focos de resistencia a su programa de consolidación del poder. Convocó la elección en julio, dejando poco tiempo para que los candidatos cumplieran con los estrictos criterios de calificación y su comisión electoral designada rechazó a todos menos a dos de los 16 candidatos que se presentaron para competir contra él. Sin embargo, en una serie de fallos a fines de agosto, el tribunal administrativo de Túnez reinstaló a tres de los candidatos descalificados con mayor perfil público, lo que devolvió algo de incertidumbre a la campaña electoral.
No obstante, la comisión electoral se negó a aprobar a los candidatos, lo que hace que la elección sea legalmente cuestionable. El parlamento del país aprobó una ley que despoja al tribunal administrativo del poder de resolver disputas electorales. Los tribunales penales de Túnez también arrestaron y procesaron a uno de los tres candidatos restantes, condenándolo a 12 años de prisión por falsificar respaldos para su candidatura. Además, la comisión electoral no permitió que varias ONG independientes supervisaran el recuento de votos, alegando que recibían financiación del extranjero.
El caótico período previo a las elecciones demuestra la debilidad de Saied, así como la naturaleza reactiva e improvisada de su liderazgo. Desde que la autoridad electoral se negó a acatar el fallo del tribunal para aprobar a los candidatos, el régimen de Saied ha enfrentado una serie de ataques y protestas. El influyente sindicato UGTT declaró que la autoridad electoral había cometido “un ataque grave contra el poder judicial” y calificó de inaceptable el cambio de última hora en las leyes electorales. Los grupos de la sociedad civil y los partidos de la oposición, que han permanecido divididos desde 2021, lanzaron el mes pasado una nueva red de coalición en defensa de los derechos y libertades.
Sin una red política significativa, Saied parece depender cada vez más de los servicios de seguridad y el ejército para obtener apoyo. Pero en Túnez circulan rumores de que algunos oficiales del ejército están incómodos con el papel que se les pide desempeñar y con el liderazgo ineficaz de Saied. Bajo su presidencia, los problemas económicos de Túnez han empeorado drásticamente, con una alta deuda pública, inflación y escasez de bienes esenciales. La negativa de Saied a aceptar un acuerdo con el FMI limita la capacidad de los europeos para brindar apoyo financiero a Túnez. Aunque el presidente parece conservar cierto apoyo público, también ha habido protestas contra las dificultades económicas que han causado sus políticas. El entusiasmo por su proyecto político centralizador parece mínimo: la participación en las elecciones parlamentarias de 2022-23 alcanzó un escaso 11 % en la segunda vuelta. Algunos observadores anticipan otra participación muy baja en la votación presidencial de esta semana.
La deriva autoritaria de Túnez bajo el mando de Saied ha planteado un dilema para Europa. La Unión Europea y algunos Estados miembros, liderados por Italia, están interesados en trabajar estrechamente con Túnez para frenar la migración desde el país y resolver los problemas económicos que la provocan. Saied ha sido un socio eficaz en algunos aspectos: las llegadas irregulares a Italia desde Túnez han caído significativamente desde que la UE firmó un memorando de entendimiento con el país el año pasado. Sin embargo, la política migratoria de Saied se basa en abusos de derechos y retórica xenófoba, lo que empaña la reputación de la UE al apoyarla. Más ampliamente, las políticas erráticas de Saied y su ataque a la democracia tunecina no benefician los intereses europeos.
La UE inevitablemente seguirá trabajando con Saied mientras siga siendo presidente, debido a los amplios lazos entre Europa y Túnez, y para evitar que Rusia y China ganen más terreno estratégico y comercial. Pero los responsables de la política europea deberían equilibrar su compromiso con Saied con el daño que se produciría si avalaran la legitimidad de una elección injusta. En un momento de creciente contestación dentro de Túnez sobre el futuro político del país, los líderes de la UE deberían negarse a dar crédito a la elección y evitar felicitar a Saied por una victoria que muchos tunecinos verán como inválida. Después de la votación, también deberían buscar ampliar sus contactos con los grupos dentro de Túnez, incluidos el ejército y las redes opositoras, que serán influyentes en la determinación de la futura dirección del país.
*Análisis publicado originalmente en inglés en el European Council on Foreign Relations por Antonio Dworkin publicado originalmente en inglés bajo el título: "Victory foretold: How Europeans should respond to Tunisia’s unfair presidential election"
La elección presidencial de Túnez el 6 de octubre será la primera desde la revolución democrática de 2011, que no es libre ni justa. El presidente tunecino, Kaïs Saïed, ha retrocedido en las libertades políticas desde que tomó el poder en 2021, desmantelando instituciones independientes, aprobando una nueva constitución y encarcelando a opositores políticos y otros críticos. Aprovechando estas medidas, Saied ha organizado la elección para garantizar su victoria.
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