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El gobierno alemán, al borde de la implosión: el caos político amenaza la "alianza semáforo"
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El bucle infinito

El gobierno alemán, al borde de la implosión: el caos político amenaza la "alianza semáforo"

La tendencia hacia la ultraderecha en Alemania está en ascenso. La coalición semáforo y su futuro sigue en un bucle de peleas

Foto: El canciller alemán, Olaf Scholz, en una rueda de prensa. (Reuters/Nadja Wohlleben)
El canciller alemán, Olaf Scholz, en una rueda de prensa. (Reuters/Nadja Wohlleben)

El 26 de septiembre de 2021 llegaba el fin de la era Merkel. Alemania optaba por Olaf Scholz (SPD), un canciller socialdemócrata que en silencio había remontado en las encuestas y conseguía a la Unión Demócrata Cristiana. Al mismo tiempo, verdes (Bündnis 90/die Grünen) y liberales (FDP) conseguían resultados importantes y, sobre todo, se convertían en los partidos más votados por los más jóvenes. En pocas semanas los tres partidos lograban un acuerdo de coalición que prometía "hacerse cargo del futuro de Alemania". El título del documento firmado por las tres fuerzas ponía "atreverse a más progreso".

Apenas tres años han bastado para que aquella promesa impregnada de optimismo se transforme en un mero "gobierno de transición". Así lo definió el hasta hace unos días jefe del partido verde, Omid Nouripour, en una entrevista con la televisión pública en agosto pasado. Un desliz verbal que dejó expuesto el clima de constante pelea y desacuerdo que reina hacia el interior del gobierno. Posiblemente, uno de los factores que explican la imagen de desconfianza que genera la alianza tripartita hacia la ciudadanía. De hecho, sus niveles de popularidad son inéditos: solo el 16% está contento con el desempeño del gobierno federal. ¿Está la coalición al borde de una implosión?

Desunión interna y descontento social

La voluntad de impulsar cambios y modernizar el país que, según los líderes que firmaron la coalición, prevalecía sobre las posibles diferencias ideológicas entre ellos no fue más que una expresión de deseo. En el día a día, la alianza semáforo, tal como se la conoce por los colores de los partidos que la componen (rojo, amarillo y verde), demostraba problemas de coordinación y acuerdo. Y cada uno de los líderes no dudaban en exponer a su socio para salvar el propio pellejo.

Así sucedió con la Ley de Calefacción (Heizungsgesetz), impulsada por el vicecanciller Robert Habeck (Bündnis 90/die Grünen). Una iniciativa que generó desconcierto en gran parte de la población y sobre todo miedo a verse obligada a invertir enormes sumas de dinero para renovar su hogar. El mencionado desconcierto se convirtió en descontento y frustración en pocos días y ante esa situación el ministro de Finanzas, Christian Lindner (FDP) expresó que él "lo hubiese hecho de otra manera desde el principio" y que no volvería a votar a favor de algo así "por gentileza" con el compañero de coalición. Errores y declaraciones que evidenciaron cierto amateurismo en el gobierno y una profunda falta de unidad interna.

Foto: General election in austria

El descontento con el gobierno se ha alimentado de situaciones como la de aquella ley. Una serie de errores, en parte evitables, que resquebrajaron el entusiasmo inicial. Ejemplos de ellos son el presupuesto fallido y rechazado por el Tribunal Federal Constitucional y el conflicto con el sector agrícola que derivó en una protesta con tractores colapsando autopistas.

Sin embargo, existe una problemática que atraviesa prácticamente todo el actual período de gobierno, la inflación. Con un 7% anual en 2022, la inflación fue la más alta desde la reunificación alemana en 1990. En 2023 llegó al 5,9%. El impacto de la invasión de Rusia a Ucrania en la subida de precios en la energía fue enorme. Los alemanes vieron, luego de mucho tiempo, cómo se reducía su poder adquisitivo y empeoraba su nivel de vida.

El canciller-lastre

El primero en la línea de atribución de responsabilidades es el canciller Olaf Scholz. El exalcalde de Hamburgo y exministro de Finanzas del último gobierno de Angela Merkel debe hacerse cargo de las dos cuestiones: la falta de armonía interior y el descontento con las políticas gubernamentales.

Durante la campaña de 2021, la estrategia del bajo perfil le funcionó para obtener el 25,7% de los votos y ganar la elección federal. El problema es que Scholz decidió continuar con ese estilo durante el gobierno y el resultado es el opuesto. Apenas el 18% está satisfecho con su trabajo. Además, a lo largo de los casi tres años que lleva en el poder, nunca ha podido establecer un liderazgo que imponga líneas claras en la coalición, especialmente cuando diferían las opiniones de los socios. Nunca tomó las riendas para que verdes, liberales o incluso miembros de su propio partido dejen de despedazarse verbalmente en público.

Scholz se encuentra en una posición de tal debilidad que sus propios amigos del partido le dan la espalda. Basta citar el caso de la reciente elección en Brandenburg, al este del país, donde el candidato socialdemócrata, Dietmar Woidke, le pidió al canciller no aparecer por la región ni meterse en su campaña electoral. El triunfo de este último sobre la ultraderecha parece indicar que la estrategia fue la correcta.

En la cúpula del propio SPD se habla de la necesidad de pensar en una alternativa a Scholz para las federales del año próximo. Incluso se ha acuñado el neologismo en alemán "ausbiden", que se refiere a aplicar la misma decisión que tomó el partido demócrata en Estados Unidos respecto al presidente Biden.

El desastre liberal

Otra víctima del "gobierno de transición" es el partido liberal. Desde un inicio los críticos a la formación de este tripartito señalaban que para los liberales pactar con socialdemócratas y verdes se convertiría en un estigma. Esencialmente de cara al votante más clásico del FDP, acostumbrado a coaliciones con la Unión Demócrata Cristiana. Sin embargo, Lindner y los suyos no quisieron repetir la historia de 2017, cuando decidió rechazar formar parte del gobierno y fue fuertemente criticado. Apoyado en la confianza que depositaron los jóvenes en su agenda de modernización y digitalización, el partido liberal ignoró las advertencias.

El plan no salió como se esperaba. El FDP no tardó en ajustarse a la agenda típica de su partido más cercana a impulsar la austeridad del Estado. Esto generó desazón en aquel voto joven, ya que las ideas novedosas de la campaña brillaban por su ausencia. Por otra parte, el gran revés que significó el rechazo del presupuesto por parte de la justicia generó un agujero fiscal inmenso de 60.000 millones de euros. Un golpe directo para Lindner y su partido en un área en la que supuestamente debía mostrar su expertise: las finanzas.

Foto: Sahra Wagenknecht, en mayo de 2022. (REUTERS / Annegrey Hilse)

Las consecuencias para el FDP se hacen evidentes en cada elección que se celebra en Alemania. Y las últimas tres marcaron que el partido está en el fondo del océano: 1,1% en Thüringen, 0,9% en Sachsen y 0,8% en Brandenburg.

No son pocos los que especulan con que la implosión de la coalición iniciaría con la salida del FDP, para tratar de marcar aún más perfil propio desde la oposición. La decisión es complicada, porque las encuestas les sitúan ahora mismo fuera del Bundestag y tal vez finalmente decidan hacer campaña abrigados por los presupuestos, los recursos y la visibilidad de los cuatro ministerios de los que son responsables.

El desbande verde

La tercera pata del tripartito sufre igual o incluso más que sus socios socialdemócratas y liberales. El partido ecologista ha quedado descabezado hace pocos días tras la renuncia de sus líderes Ricarda Lang y Omid Nouripour. Justamente aquel que bautizó a la coalición actual como un gobierno de transición. En conferencia de prensa conjunta, ambos declararon que su decisión busca impulsar un reinicio en su partido, que también obtuvo paupérrimos resultados en las tres últimas elecciones regionales.

El anuncio de Lang y Nouripour tomó por sorpresa a muchos en el propio partido y generó una sensación de desconcierto porque, por ahora, no existen referentes del partido que puedan reemplazarles. El ministro Robert Habeck, por ejemplo, está imposibilitado de hacerlo, ya que los estatutos del partido se lo prohíben mientras cumpla una función pública.

Pero para agravar la situación de orfandad de los ecologistas aumentó apenas unas horas después, cuando varios miembros importantes de los Grüne Jugend, las juventudes del partido, también renunciaron. Y contrariamente al discurso diplomático de Lang y Nouripour, las razones de la partida se centraron en fuertes críticas: "estamos decepcionados con la participación en el gobierno", "hay que cambiar la estrategia de fondo", "Alemania necesita un partido de izquierdas", "hacen política por encima de la gente".

Foto: Björn Höcke después de votar el pasado domingo. (Getty/Jens Schlueter)

La tarea de los verdes para reconstruir su reputación será titánica y multifacética. Por un lado, deben recuperar a esas bases decepcionadas que tal vez no decidieron abandonar el barco del todo, pero aun así se encuentran desmotivadas. Por otro, tendrán que desarrollar un plan para despegar a Robert Habeck, su única cara visible en la actualidad para competir el próximo año. La ministra de Exteriores, Annalena Baerbock, dijo que no está dispuesta a volver a ser candidata. Y finalmente se ven obligados a rehacer aquella imagen de partido con una agenda propia y capaz de ocupar posiciones de responsabilidad pese a los errores del gobierno actual.

El futuro de los tres partidos está en duda desde distintos puntos de vista. Formaron una coalición que se presentaba como una innovación política y superadora, pero terminaron ofreciendo desacuerdos irreconciliables y falta de liderazgo.

En un momento en el que el paisaje político de Alemania está cambiando radicalmente, se consolida la ultraderecha (AfD) y crece la nueva izquierda conservadora populista (BSW), el riesgo para estos partidos es altísimo. Tienen menos de un año para recuperarse, si todavía esto es posible. Quien lo consiga, seguramente podrá formar gobierno con la Unión Demócrata Cristiana en 2025. Quienes fracasen sufrirán un golpe letal.

El 26 de septiembre de 2021 llegaba el fin de la era Merkel. Alemania optaba por Olaf Scholz (SPD), un canciller socialdemócrata que en silencio había remontado en las encuestas y conseguía a la Unión Demócrata Cristiana. Al mismo tiempo, verdes (Bündnis 90/die Grünen) y liberales (FDP) conseguían resultados importantes y, sobre todo, se convertían en los partidos más votados por los más jóvenes. En pocas semanas los tres partidos lograban un acuerdo de coalición que prometía "hacerse cargo del futuro de Alemania". El título del documento firmado por las tres fuerzas ponía "atreverse a más progreso".

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