Los '5 dedos' israelíes en Gaza: qué futuro planea Tel Aviv para la Franja
El 7 de octubre lo cambió todo. Algunos en Israel empezaron a ver una oportunidad. De supervivencia política, para Netanyahu; otros, de acabar con el "problema palestino"
"Queremos que sea un kibutz totalmente nuevo. Con una pista de running, con energía renovable, ecológico…", dice Irit Lahav. Estamos en el kibutz de Nir Oz, donde las casas destruidas por la horda de milicianos de Hamás continúan llenas del negro del hollín y las huellas de zapatos de niños en el polvo. Suena una explosión. Una columna de humo se levanta entre las casas de Gaza, a apenas 2 kilómetros. "No pasa nada, es de los nuestros", dice la mujer. "Un regalito", bromea otra voz por detrás.
Con el foco de Israel ahora en el Líbano y Hezbolá, el gabinete de guerra del Gobierno israelí parece haber dado ya por finiquitado el grueso de su operación en Gaza. Los objetivos maximalistas anunciados hace un año eran "acabar con Hamás". La pregunta que se hacían la sociedad israelí, los propios militares que empuñaban el arma, el aliado en Estados Unidos, Europa y el mundo en general, era el cómo y cuándo. "Hamás es una idea", decía el portavoz de las IDF, Daniel Hagari. ¿Cuándo se da por acabado Hamás y se establece un "nuevo régimen de seguridad" para que nunca se repitiera un 7 de octubre? ¿Qué futuro le están planificando a Gaza?
En su construcción de ese nuevo régimen de seguridad en Gaza, el Ejército Israelí ha bombardeado más de 70.000 kilos de bombas y misiles, ha destruido más de 100 kilómetros de túneles, el 80% de la extensa red que tejió Hamás bajo el suelo de la Franja. En el proceso habrían muerto más 41.000 palestinos, y casi 100.000 habrían resultado heridos. Se estima que la reconstrucción de los edificios civiles podría costar entre 50.000 y 60.000 millones de dólares, según la ONU. El Ejército israelí contabiliza la muerte de más de 346 soldados solo en la invasión terrestre de Gaza, que se unen a los varios que caen en la operación en Líbano y a los más de 300 asesinados el 7 de octubre, día en el que los milicianos de Hamás y la Yihad Islámica perpetraron la peor matanza que ha vivido Israel.
El 6 de octubre, Gaza se ahogaba en una suerte de statu quo internacional que poco a poco la iba dejando atrás. Los países árabes firmaban, uno tras otro, acuerdos de paz con Israel, algunos advirtiendo de cara a la galería que sería a cambio de que Tel Aviv detuviera sus asentamientos en Cisjordania o que acabara sus bombardeos, casi periódicos, sobre Gaza. Papel mojado: la causa palestina iba languideciendo en los intereses de la realpolitik, en el mundo árabe y en Europa. El declive de la Franja, en manos de Hamás, pero bloqueada por tierra, mar y aire por Israel (y Egipto en una de sus fronteras) era agónico, pero lento.
El 7 de octubre lo cambió todo. Después del violento shock que supuso el asesinato de 1.139 israelíes (695 civiles) y el secuestro de 251, del que el país todavía no se ha recuperado y, cuentan nuestros compañeros Alejandro Requeijo y Mónica Redondo desde Israel, otros empezaron a ver la oportunidad. De supervivencia política, para el primer ministro Benjamín Netanyahu; de acelerar la historia y acabar con el "problema palestino" que suponía el enclave, para otra nada desdeñable parte del gobierno israelí.
La 'tentación' de Gaza
Porque para la parte más radical del Gobierno de Netanyahu, encarnados en ministros como Bezalel Smotrich (Finanzas, responsable de uno de los más bruscos procesos de anexión en Cisjordania) o Itamar Ben-Gvir (Seguridad Nacional), lo que está pasando es toda una tentación que ha rescatado planes expansionistas hasta ahora en el cajón.
"Para Netanyahu, su visión de 'qué hacer con Gaza' es ninguna: quedarse [en la guerra], ganar tiempo hasta al menos las elecciones estadounidenses, a la espera de [Donald] Trump. Pero para Smotrich y Ben-Gvir, el plan es reocupación, reasentamientos, migración forzosa de los palestinos", explica Yehuda Shaul, director del think tank israelí Ofek Center. "No es nada oculto: lee sus textos, escúchalos. Lo dicen abiertamente", añade.
La prensa israelí ha recogido en varias ocasiones el Plan Gaza 2035, una visión futurista (con mucho CGI y renders) de la Franja, con rascacielos, jardines llenos de verdor, trenes de alta velocidad e, incluso, varias plataformas petrolíferas a pocos kilómetros de la playa. Campos de regadío, canales, puentes flotantes. Según aseguraba el primer periódico que lo reportó, Jerusalem Post, las imágenes eran parte de una presentación publicada por la oficina del primer ministro. Según el New York Times, el documento fue elaborado por empresarios próximos a Netanyahu ya en noviembre de 2023, cuando apenas había empezado la invasión terrestre del enclave.
El documento abiertamente afirma que Gaza "se reconstruirá de la nada" para crear esa Gaza futurista que habla de recursos, de zona de libre comercio, de inversión árabe, control israelí. Los palestinos quedan relegados –lo especifica el plan– a trabajadores. Mano de obra barata.
South of Gaza City: 2022 vs. last week
— Aric Toler (@AricToler) October 4, 2024
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Un plan que no sería suficiente para gente como Smotrich y Ben Gvir. Y cada vez más parte de la población israelí, a quien ha dejado de sonarle mal la idea de regresar a los asentamientos y, a largo plazo, anexión. Una última encuesta del Pew Research Center recogía que el 50% de los israelíes opinan que hay que vaciar Gaza para reocuparla, un porcentaje que asciende al 77% en el caso de los ortodoxos.
Los cinco dedos de Israel
Pero está el pequeño problema de qué hacer con los palestinos. Varias voces dentro del Gobierno israelí (oficial y extraoficialmente) han pedido el desplazamiento masivo de los millones que todavía quedan en la Franja a Egipto. El Cairo se ha negado, pese a las presiones diplomáticas: el Gobierno de Abdelfatah Al Sisi se niega en rotundo, tanto por motivos internos y prácticos, como idealistas, ya que eso significaría el fin del estado palestino.
Así que parte de la derecha israelí está organizando un tercer plan, que esboza el analista Yehuda Shaul. Estamos en Madrid, en una terraza bajo el sol. Shaul acaba de reunirse con miembros de algún ministerio español y ahora saca un mapa que lleva en una carpeta llena de papeles. Lo estira sobre la mesa: es Gaza.
La Franja, de unos 360 km2, cuenta con cuatro centros urbanos principales: Ciudad de Gaza, al norte, y Deir el-Balah, Jan Yunis y Rafah sucesivamente hacia el sur.
"Y lo que tiene Israel son cinco dedos", explica, colocando los suyos propios sobre el papel.
Shaul considera que dentro del gabinete israelí se están inspirando en Cisjordania tras la Segunda Intifada (2000-2005), es decir: controlar el espacio y a la población en islas cada vez más reducidas. En Gaza, Israel recuperaría sus posiciones en cinco corredores, dividiendo en zonas la Franja. Al norte, un corredor que recuperaría los asentamientos abandonados en 2005, cuando Israel se retiró de Gaza, de Elei Sinai, Dugit y Nisanit. Antes de la invasión, en esa zona se levantaba el enorme campo de refugiados de Jabalia y gran parte de los terrenos agrícolas de la Franja.
Un segundo 'dedo' en el corredor de Netzarim, que corta la comunicación entre Gaza y Deir el-Balah. Netzarim fue, de hecho, el primer corredor que se aseguró el Ejército israelí. Para levantar este tramo de carretera (oficialmente, carretera 749) de 6,5 kilómetros, que separa el norte y sur de la Franja y se extiende desde la frontera entre Gaza e Israel hasta la costa mediterránea, se han demolido entre 200 y 300 edificios.
El tercero, a la altura del antiguo asentamiento de Kfar Darom, que corta con Jan Yunis. El cuarto, en Morag, que corta la conexión con Rafah. Finalmente, el corredor de Filadelfia, que separa la Rafah Palestina de la frontera egipcia y que apareció a última hora en el malogrado proceso de negociación para la liberación de los rehenes, que el propio Netanyahu rechazó.
"En unas semanas, quizá un par de meses, Netanyahu anunciará el fin del grueso del asalto. El Ejército se retirará a los corredores, y organizarán operaciones de 'in and out' desde esos corredores. In and out, in and out, in and out, con la esperanza de que esa presencia intermitente, pero total, impida que [Hamás o futuros grupos de resistencia palestina] se rearmen de capacidades militares, hasta llegar a un nivel con el que podamos convivir", explica, durante 3 o 4 años. Un escenario similar al de Cisjordania, y evitando la ocupación total.
Es un plan, admite Shaul, que cuenta con muchos elementos que pueden hacerlo descarrilar. Desde la situación en Líbano hasta las elecciones estadounidenses. "Pero lo que resulta 'brillante' del plan [para el gabinete de Netanyahu] es que no necesitas hablar del 'día después'... Porque la ofensiva no se ha acabado. No tienes que hablar de gobierno en la Franja, no tienes nada. Solo tienes a palestinos en los distintos enclaves, a duras penas sobreviviendo, a quienes mandas ayuda humanitaria la suficiente para mantenerlos a flote y que no se ahoguen, pero nada más. No necesitas gobierno, no necesitas economía, solo seguir y seguir", concluye.
Ya hay señales de que ese es el camino destinado a la Franja: imágenes de satélite demuestran que ya se ha construido una zona buffer a lo largo de toda la frontera gazatí. Cerca del 90% de los 3.000 edificios en el área ya han sido demolidos por los bulldozers israelíes, reduciendo el área de Gaza un 16%, según especialistas Sistemas de Información Geográfica (GIS, por sus siglas en inglés) citados por la agencia de noticias turca Anadolu. El mes pasado, el primer ministro Benjamín Netanyahu admitió que estaba ponderando un plan propuesto por generales en la reserva que pedían el aislamiento y asedio del norte de Gaza. Según el plan, reportado por el The Times of Israel, se daría a los residentes del norte de Gaza una semana de plazo para evacuar el territorio, tras el cual se convertiría en una zona militar en la que "cualquier persona es un objetivo y, lo más importante, no entra ningún tipo de suministros".
"Queremos que sea un kibutz totalmente nuevo. Con una pista de running, con energía renovable, ecológico…", dice Irit Lahav. Estamos en el kibutz de Nir Oz, donde las casas destruidas por la horda de milicianos de Hamás continúan llenas del negro del hollín y las huellas de zapatos de niños en el polvo. Suena una explosión. Una columna de humo se levanta entre las casas de Gaza, a apenas 2 kilómetros. "No pasa nada, es de los nuestros", dice la mujer. "Un regalito", bromea otra voz por detrás.
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