La vida bajo los misiles en los Altos del Golán: "A Netanyahu le digo que hay que reventarlos"
Los israelíes que permanecen en el enclave conquistado en 1967 defienden las incursiones de sus tropas tras el asesinato de sus vecinos, los 12 niños drusos que jugaban al fútbol: "Hubo un duelo generalizado"
El kibutz Ein Zivan está a solo dos kilómetros de la frontera con Siria. Lo habitan 400 judíos, que en su mayoría se han quedado en sus casas pese al lanzamiento constante de misiles en todo el norte de Israel. Viven en el corazón de los Altos del Golán, territorio conquistado al país árabe vecino desde la guerra de los Seis Días, en 1967. Muchas poblaciones cercanas han sido desalojadas, pero en Ein Zivan resisten y piden al primer ministro Benjamin Netanyahu que acabe el trabajo iniciado las últimas semanas contra sus enemigos. "¡Hay que reventarlos!".
El recorrido que lleva hasta este enclave avanza por una carretera solitaria. Desde hace meses el tráfico es casi testimonial. Los vehículos militares se cruzan con los vecinos que han renunciado a marcharse, con desalojados que regresan para comprobar que su casa sigue en pie o simplemente con alguien que quiere recoger unas cosas y abandonar el lugar cuanto antes. A ambos lados del asfalto hay terrenos arrasados, el color amarillo predominante en estas fechas se ha teñido de un color ceniza. Es la prueba de que en ese punto concreto cayó un misil.
El matrimonio Chepelinsky es uno de los más representativos del kibutz. Ella se llama Karina y él es Gyora. "¿Qué por qué no nos vamos de aquí? Muy fácil, es nuestra casa". Ambos judíos, la mujer nació en Argentina y él es nacido en Israel, pero de padre argentino y madre uruguaya. Gestionan una fábrica de chocolate que, además, vende su producto a los visitantes. En la puerta hay una bandera israelí con la estrella de David de grandes dimensiones y dentro han recreado el Muro de las Lamentaciones con chocolate. Casi todo el mundo les conoce en el Golán.
"Si Netanyahu ahora me pidiera consejo, ¡le diría que hay que reventarlos!", insiste él mientras golpea tres veces su puño derecho sobre su mano izquierda. "Hay que ser el malo de la película porque ser el bueno demostró que no sirve. Aparentemente, en el Medio Oriente el peor, al que se le tiene más miedo, es el que tiene derecho a vivir en paz. Y lo digo con bronca y con tristeza, porque yo no soy así". Ella coincide con su marido en que, para defender a sus familias, "no se puede aflojar y hay que terminar con el aparato militar de Hezbolá".
Precisamente, la madrugada del jueves al viernes, Israel llevó a cabo varios bombardeos contra los alrededores de un paso fronterizo civil entre Líbano y Siria. La acción se produjo menos de 24 horas después de denunciar que el partido-milicia chií Hezbolá lo estaba usando supuestamente para transferir armas desde territorio sirio.
Prueba del cambio drástico que ha vivido la zona es que, según dicen, unas 70.000 personas acudían cada año a su negocio y desde el atentado del 7 de octubre y los bombardeos de Hezbolá dejó de llegar gente. Los Chepelinsky tienen un hijo destinado en Gaza. Después de cinco meses en la franja se reunieron esta semana con motivo del Rosh Hashaná, el año nuevo judío. "Nos cuenta poco de lo que está pasando", dicen.
No han cerrado la chocolatería, a diferencia de otros comercios de su comunidad, como la tienda de vinos, que sí ha echado la persiana por la crisis derivada de la guerra. Karina sigue una tradición de tres generaciones de chocolateros, mientras el marido se ocupa de las finanzas. Para entrar en su kibutz hay que tener el visto bueno de una kitat konenut. Es el nombre que reciben las brigadas locales que vigilan y protegen estas pequeñas localidades de posibles ataques.
Son por lo general jóvenes en la reserva a los que las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) proporcionan armas y uniformes. En este caso, además, son vecinos de Ein Zivan. Cinco chicos aguardan en la puerta con gesto serio. Cortan con un cuchillo de campaña una tarta de vainilla y chocolate bastante popular. Su humor va a peor si alguien les saca una foto.
En Israel hay distintos tipos de población al margen de las ciudades tradicionales y se distinguen por su modo de organización interna. Hay kibutz, que en su origen eran granjas agrícolas autogestionadas. Con el tiempo pasaron a albergar nuevas formas de comercio como la chocolatería de los Chepelinsky u otro tipo de industrias, incluso la tecnológica. Más adelante, muchos de ellos dieron pasos hacia la privatización, dejando atrás su esencia. Están también los moshav, más pequeños y con más independencia entre vecinos. También están los asentamientos, que son poblaciones de colonos en los territorios ocupados rechazados por la comunidad internacional.
Chepelinsky apela a la Historia con tono rígido para sacudirse el apelativo de colono en el Golán. "Yo soy ciudadano israelí con todos los derechos". Reivindica que esa tierra pertenece a Israel desde hace 60 años. Se remonta a la Biblia para alegar que en el pasado era la tierra de Basán y también pertenecía a Israel, mucho después al imperio Otomano. "Y luego llegaron unos ingleses que yo no sé quiénes son y llegaron unos franceses que todavía sé menos quiénes son y decidieron por un acuerdo que firmaron entre ellos que esto no es Israel y que se dividían Siria y Líbano. De esas cosas no se habla nunca, yo no soy un colono", zanja.
Los kibutz fueron un elemento clave en la fundación de Israel, se repartieron por toda la geografía del futuro estado sionista. Eran de inspiración socialista y colectivista, y eso marcó buena parte de la identidad del nuevo país, reconocido en 1947 por Naciones Unidas. No obstante, los Altos del Golán no integraban ese territorio original, sino que lo conquistó Israel en sus guerras posteriores contras los árabes.
"Yo quiero vivir en paz –afirma Gyora– espero de verdad que nuestros vecinos pasen a ser solo vecinos y que dejen de haber movimientos fundamentalistas a los que lo único que les interesa es destruir. Todo el mundo piensa que el conflicto es entre nosotros y Hezbolá, que es un grupo terrorista, pero no es solo con nosotros. También asesina a su gente. Tenemos aquí a los iraníes que lo único que hacen desde 1979 es armas, armas, armas… y nosotros estamos en medio". No es fácil encontrar estos días conductores que se quieran acercar a la zona. Por lo general, son los drusos los que aceptan el riesgo de llegar hasta allí.
Estos días hay carreteras cortadas por el Ejército en todo el Golán y está prohibido llegar a ciertas poblaciones fronterizas porque las usan los militares para sus planes en la ofensiva sobre el Líbano. A solo diez minutos de Ein Zivan está Majdal Shams. Es la localidad en la que, a finales de julio, un proyectil mató a 12 niños que jugaban en un campo de fútbol. Las víctimas tenían entre 10 y 16 años. Israel y Estados Unidos atribuyen el ataque a Hezbolá, pero los islamistas lo niegan y apuntan a un misil desviado del ejército hebreo. Las autoridades de Tel Aviv publicaron imágenes de que el misil era un Falaq-1 fabricado en Irán, principal patrocinador de la milicia libanesa.
Todos los niños fallecidos eran drusos. Son una minoría religiosa en Israel con presencia en varios países de la zona. En Israel están integrados en la sociedad y en las instituciones, incluido el Ejército. Los Chepelinsky conocían a allegados de los afectados: "Parte de la gente que trabaja con nosotros todos los días son familiares directos. En Majdal Shams son por lo general jamulot, grandes familias que viven todas en el mismo lugar. Es muy triste que haya doce niños que estaban jugando al fútbol y de repente les aparece este misil directamente destinado a matar".
Cuentan que "hubo un duelo generalizado en todo el Golán, no solo los drusos, sino los judíos". "Nuestras vidas están muy entrelazadas", insisten. Cuando Netanyahu acudió a dar el pésame a las víctimas de Majdal Shams, fue abucheado. "Yo puedo estar en desacuerdo con Netanyahu en muchísimas cosas, pero durante los últimos diez o doce años decidió que soportar era la mejor manera. Nuestros vecinos, como Hizbulá, sumaron armas y cohetes, se acercaron a la frontera. Todo eso eran formas de medirnos e Israel hizo todo lo posible por no iniciar una acción bélica", sostienen los Chepelinsky.
Horas después de estas palabras, varias alertas sonaron en el Golán por el lanzamiento de nuevos misiles desde Líbano. La mayoría son interceptados por las baterías antiaéreas de Israel antes de que toquen tierra. El día anterior, las Fuerzas de Defensa de Israel confirmaron la muerte de Jader al Shahabiya, el comandante del partido-milicia chií libanés Hezbolá al cargo de la división que ejecutó el ataque sobre la localidad de Majdal Shams.
El kibutz Ein Zivan está a solo dos kilómetros de la frontera con Siria. Lo habitan 400 judíos, que en su mayoría se han quedado en sus casas pese al lanzamiento constante de misiles en todo el norte de Israel. Viven en el corazón de los Altos del Golán, territorio conquistado al país árabe vecino desde la guerra de los Seis Días, en 1967. Muchas poblaciones cercanas han sido desalojadas, pero en Ein Zivan resisten y piden al primer ministro Benjamin Netanyahu que acabe el trabajo iniciado las últimas semanas contra sus enemigos. "¡Hay que reventarlos!".
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