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Vance e Israel complican las cosas a Harris: por qué el debate fue importante
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Vance e Israel complican las cosas a Harris: por qué el debate fue importante

La victoria del candidato republicano a la vicepresidencia no conlleva, en apariencia, un salto en la intención de voto. Pero revela muchos aspectos de cómo se mueven los republicanos

Foto: JD Vance.(Brendan McDermind/Reuters)
JD Vance.(Brendan McDermind/Reuters)
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Los debates, en general, no cambian mucho la percepción de los votantes, salvo que en ellos se produzcan errores de gran calado, lo que suele ser inusual. Los debates entre los aspirantes a la vicepresidencia influyen todavía menos. Y si hay una confrontación en marcha entre Israel e Irán que amenaza con cambiar radicalmente muchas cosas, incluidas las elecciones estadounidenses, y de un modo favorable a Trump, puede concluirse que su influencia será marginal.

Desde este punto de vista, la incontestable victoria de Vance de esta madrugada parece poco relevante. Sin embargo, los debates tienen una importancia que va más allá del resultado inmediato en la intención de voto. Marcan el momento anímico de los partidos, les señalan si su campaña está funcionando y si deben acelerar porque van por detrás o deben asentar sus posiciones porque lideran la intención de voto. El de anoche significó un empujón para las intenciones republicanas.

El debate fue especialmente atractivo por motivos adicionales. Los contendientes se trataron con respeto, expusieron sus puntos de vista de manera educada, incluso encontraron puntos en común, a pesar de que ambos utilizasen el hacha dialéctica cuando entendieron oportuno. Es el tipo de debate que hubiera sido esperable entre los candidatos a la presidencia. El Trump de los ataques y las declaraciones abruptas y la Harris de las sonrisas y las políticas inconcretas son la parte menos relevante, la del espectáculo y la hostilidad. Ayer se habló en serio.

Vance supo mostrar un lado empático y argumentos mucho más articulados que los de Trump

En segunda instancia, el debate mostró cómo una campaña de desprestigio se puede volver en contra. Las apuestas daban ganador a Walz por un margen amplísimo, 70-30. Era lógico. El lado demócrata había dibujado a Vance como una versión joven y más retorcida de Trump, un político más ideológico e incluso más radical que el candidato a presidente. Cualquiera que haya seguido a Vance era consciente del error. Vance sabe mostrar un perfil empático, sus argumentos están mucho más articulados que los de Trump y sus posiciones ideológicas están bien definidas. Quienes creyeron los argumentos demócratas sobre Vance se encontraron anoche con alguien completamente distinto de lo que esperaban. Ese factor favoreció a los republicanos.

Sin embargo, los dos elementos principales, los nucleares, los que pueden tener importancia al final del partido, cuando se haga un balance de los errores y aciertos de la campaña y de por qué se ganó o se perdió, van mucho más allá de la personalidad de los contendientes.

Un nuevo sentido común

El primero de ellos alude a la posición rupturista de los republicanos. Cuando Trump fue elegido en 2016, se apoyó en un fuerte sentimiento antiestablishment que se reflejó en las ideas que propagó tanto o más que en su forma de comportarse. Se dio mucha relevancia a la actitud del candidato y poca a sus planteamientos. Trump impugnó en sus discursos tanto la economía como la política exterior de EEUU, y ambas iban de la mano. Las acciones de EEUU en las últimas décadas habían empeorado su posición de su país en el mundo: el orden liberal basado en reglas y su presión para difundir la democracia y los derechos humanos no había resultado exitosa. Además, las deslocalizaciones de la industria habían dañado al país, tanto en aspectos estratégicos como en el nivel de vida de sus ciudadanos. En el horizonte estaba la intención de enfrentarse decididamente a China, con todo lo que ello conllevaba, desde políticas más proteccionistas hasta la reconfiguración de la relación con Europa. Lo llamativo de todo esto es que Trump falló en buena medida a la hora de llevar a la práctica lo que había prometido (de hecho, su incumplimiento a la hora de reindustrializar el país contribuyó en gran medida a que Biden se hiciera con los votos del Rust Belt, lo que fue decisivo en las elecciones de 2020), pero aún llamó más la atención que fuese Biden quien, en muchos de los puntos que Trump había subrayado, desarrollase con más vigor el giro emprendido por el republicano.

Por el perfil de los candidatos y los mensajes que se trasladaron, este debate, en realidad, se dirigía a los Estados en disputa

Anoche, Vance recogió de nuevo ese sentimiento antiestablishment. Cuando Walz le reprochó que Trump había desdeñado sistemáticamente a los expertos, Vance le contestó que a qué expertos; si se refería a esos que recomendaron con insistencia deslocalizar la industria estadounidense a China y que destruyeron a la clase media estadounidense al tiempo que fomentaban el trabajo esclavo. Incluso en las políticas contra el cambio climático y a favor de la descarbonización, un terreno menos propicio para Vance, el republicano supo defenderse asegurando que, en el fondo, había mucha hipocresía en los demócratas. Lo que dio a entender es que se habían llevado el aparato productivo a países que contaminaban mucho, ya que carecían de controles y que, por lo tanto, era más sensato producir en EEUU con la energía que fuera, porque sería más seguro y menos contaminante, y además beneficiaría a los trabajadores de su país.

De nuevo, hubo algo llamativo: Walz estuvo de acuerdo con buena parte de las afirmaciones de Vance (desde luego, no en lo referido a la reconversión verde), en parte porque Biden ya lo estaba haciendo, y en parte porque las elecciones se están jugando en Estados donde ese factor productivo tiene mucho peso. Este debate, en realidad, tenía mucha importancia porque se dirigía especialmente (por el tipo de candidatos y por los mensajes que se trasladaron) a los Estados en disputa, a los que realmente van a ser relevantes el 5 de noviembre. Y, por lo tanto, existía un consenso de partida, ya que los votantes de esos territorios han asimilado el sentimiento antiglobalización como imprescindible. Están fraguando un nuevo sentido común. Vance pulsó esa tecla con mayor precisión.

Cómo los demócratas descolocaron a Trump

El segundo aspecto importante que se dejó sentir en las palabras de Vance es su clara lectura de los elementos esenciales de la campaña. La llegada de Harris provocó un momento de desorientación entre las filas de Trump porque habían diseñado un plan de acción que se basaba en dos puntos centrales: la inadecuación de Biden para dirigir EEUU por su declive físico y mental, y la comparación entre ambas presidencias. Trump insistió repetidamente en que durante su mandato la economía iba bien, que los estadounidenses contaban con muchos más recursos y que su país no había entrado en una nueva guerra. Con Biden se había disparado la inflación, la gente pasaba dificultades, Rusia se había atrevido a invadir Ucrania y Hamás a atacar Israel con el 7 de octubre. Todos esos cambios negativos, afirmaba, eran responsabilidad de Biden.

Los demócratas son una coalición que va desde Bernie Sanders hasta Dick Cheney, pasando por Taylor Swift, que se sostiene en el optimismo

Pero cuando Biden fue cesado y llegó Harris, se produjo un momento de efervescencia entre las filas demócratas. Parte de ella fue provocada por un nuevo marco discursivo al que Trump no supo enfrentarse. Walz lo describió claramente en su intervención final de anoche, en la que resumió el argumentario que su partido ha desplegado desde que Harris se convirtió en candidata: los demócratas conforman una coalición amplia que va desde Bernie Sanders hasta Dick Cheney pasando por Taylor Swift, que se sostiene en el optimismo y en el deseo de un futuro mejor, que promueve ese tipo de libertad que permite que los ciudadanos tomen sus propias decisiones y que se fundamenta en la política de la alegría frente a la política del miedo y del autoritarismo antidemocrático que difunde Donald Trump. Hay un nuevo día esperando a los estadounidenses y Harris es la persona que lo hará posible.

El contraataque de Vance

Los republicanos respondieron a ese argumentario poniendo motes a Harris y Walz, hablando de los inmigrantes que se comían a las mascotas y proponiendo un departamento de recorte del gasto con Elon Musk al frente, el tipo de posición que convenía a los demócratas. Vance actuó de un modo muy distinto. En su intervención final, resaltó los momentos de dificultad económica que viven muchos estadounidenses (la inflación les ha golpeado muy duro), pero lo hizo subrayando una salida. Se trata de gente estupenda que no puede acceder al sueño americano y que merece mucho más de lo que tiene: deben poder pagar una casa, afrontar el precio de la calefacción y de los alimentos sin pasar penurias y vivir en un vecindario seguro. Es imprescindible un cambio, una nueva dirección para conseguir esas metas.

Vance dejó para el final el argumento definitivo: los republicanos pueden conseguir que mucha gente pueda vivir el sueño americano, pero Harris no; ella promete que se pondrá a trabajar desde su primer día en la Casa Blanca para conseguir que sus ciudadanos tengan un futuro mejor, pero lo cierto es que lleva tres años y medio como vicepresidenta y son sus políticas las que han causado los problemas.

El cambio de eje, en cuanto a argumentario, actitud y razonabilidad de sus mensajes aleja a Vance de ese Trump guerrero, hostil y faltón que encabeza la candidatura. Hay parte de los republicanos, y entre ellos aquellos más proclives a transmitir sus mensajes en redes, que continúan anclados en la política de desgaste y menosprecio personal respecto de Harris y Walz, y que creen que la batalla cultural es la más útil. Vance y Walz juegan en otra liga, la de los habitantes de los Estados en disputa. Y allí esa retórica es mucho menos pragmática. En el debate, Vance, más que otorgar la ventaja a los republicanos para ganar allí, les mostró el camino. Está por ver que su partido le siga.

Los debates, en general, no cambian mucho la percepción de los votantes, salvo que en ellos se produzcan errores de gran calado, lo que suele ser inusual. Los debates entre los aspirantes a la vicepresidencia influyen todavía menos. Y si hay una confrontación en marcha entre Israel e Irán que amenaza con cambiar radicalmente muchas cosas, incluidas las elecciones estadounidenses, y de un modo favorable a Trump, puede concluirse que su influencia será marginal.

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