Informantes, 'Big Data' y una década de espera: cómo la inteligencia israelí decapitó a Hezbolá
El Confidencial recoge los detalles de la operación sin precedentes contra la milicia libanesa, que empiezan a aparecer en medios internacionales
En el momento en el que Israel empezó su campaña de bombardeos aéreos en el Líbano el pasado 23 de septiembre, la inteligencia israelí tenía tal volumen de información acumulada sobre Hezbolá que en tres días pudo atacar más de 3.000 objetivos diferentes. Era el resultado de una larguísima estrategia de recopilación de inteligencia sobre esta organización, que ha durado más de una década y que empezó a consolidarse a raíz de la guerra de Siria, y cuyos detalles empiezan a emerger en medios internacionales como Financial Times y Wall Street Journal. La milicia, según ha quedado demostrado estos días, estaba completamente penetrada.
Esto le ha permitido a Israel eliminar —o asesinar, según los críticos— a los comandantes Wissam Al Tawil en enero y Fuak Shukr en julio, hacer explotar los buscas y walkie-talkies de más de un millar de operativos del grupo a mediados de este mes, acabar con la fuerza de élite Radwan volando un edificio residencial de Beirut hace diez días, y finalmente lanzar el ataque aéreo que este viernes acabó con la vida de más de una veintena de miembros, incluido el líder de la organización Hassan Nasrallah y su comandante en la región sur Ali Karaki. Acciones en las que Israel no ha tenido ningún miramiento por los civiles y las posibles víctimas colaterales, pero que han servido para decapitar de forma efectiva a la organización.
Según Financial Times, estas acciones son el resultado de una reorientación a gran escala dentro de los servicios de inteligencia israelíes. En el año 2000, las operaciones guerrilleras de Hezbolá habían forzado la retirada del ejército israelí del sur del Líbano, que ocupaba desde los años 80. La inteligencia israelí pasó de referirse al grupo como "un ejército terrorista" y no solo un mero grupo, "como Osama bin Laden en una cueva", dice Miri Eisin, una antigua analista de inteligencia senior israelí en declaraciones al diario británico.
El cambio conceptual llevó a la comunidad de inteligencia de Israel a prestar atención a otros aspectos como el papel que Hezbolá jugaba en la política del Líbano y sus crecientes relaciones con la Guardia Revolucionaria iraní y el régimen de Bashar al-Assad en Siria. "Tienes que definir, en ese sentido, exactamente lo que estás buscando. Ese es el mayor desafío, y si se hace bien, te permite verlo en toda su complejidad, ver la imagen completa", señala Eisin.
Durante la guerra de 2006, Israel no solo fracasó en su intento de destruir a la organización, lo que le otorgó a esta un enorme prestigio en amplias franjas del mundo árabe. También intentó matar sin éxito a Nasrallah en tres ocasiones: en la primera, el líder de Hezbolá se había marchado del lugar poco antes de que la aviación israelí lo bombardease, mientras que en las dos siguientes las municiones no lograron quebrar las defensas de su búnker subterráneo, según dos fuentes anónimas familiarizadas con estas operaciones citadas por Financial Times.
Pero a pesar de estos errores, en el seno de la inteligencia israelí se estaba produciendo un cambio profundo: la creciente integración de los avances tecnológicos y el Big Data, que empezaron a proporcionar cantidades masivas de pequeñas piezas de información que Israel procesaba mediante programas informáticos y algoritmos. La llamada Unidad 8200, que se ocupa de la inteligencia de señales, y el Aman, el servicio de inteligencia militar, jugaron un papel destacado en todo ello.
Siria, el principio del fin
Pero el gran cambio se produjo a raíz de la implicación de Hezbolá en la guerra de Siria. La organización intervino para apuntalar al régimen de Assad, jugando un papel clave en su supervivencia en un momento en el que la situación parecía favorecer a los rebeldes. Esto sirvió para entrenar en combate a toda una nueva generación de militantes, dotando al grupo de experiencia y armamento reforzado suministrado por Irán.
Pero también tuvo un coste enorme. Más de 1.700 miembros murieron en territorio sirio entre 2011 y 2023, según la Organización Siria de Derechos Humanos. Para la inteligencia israelí, esto supuso una auténtica mina de información. Los obituarios de Hezbolá aportaban datos como la ciudad de origen del fallecido, dónde había caído, y qué amigos y familiares posteaban sobre él en redes sociales. Los funerales también mostraban quiénes eran los individuos importantes en la organización.
Pero sobre todo, la necesidad de nuevos reclutas creó una oportunidad para que Israel colocase a sus agentes e identificase a potenciales desertores. "Siria fue el principio de la expansión de Hezbolá. Eso debilitó sus mecanismos internos de control y abrió la puerta a la infiltración a gran escala", señala Randa Slim, directora de programas en el Instituto de Oriente Medio de Washington, en el artículo de Financial Times.
La combinación de informantes, espías y datos recogidos mediante innovaciones tecnológicas generó un tesoro de inteligencia. La Unidad 9900 creó algoritmos que permitían escanear terabytes de información visual y detectar pequeños cambios, como la aparición de un nuevo sistema de ventilación en un túnel o refuerzos de cemento sin justificación clara, que señalarían a la fabricación de un búnker. Los cambios en las rutinas antes o después de una acción específica de Hezbolá también proporcionarían pistas sobre posibles miembros y comandantes de rango medio, apunta la publicación británica.
La combinación de informantes, espías y datos recogidos mediante innovaciones tecnológicas generó un tesoro de inteligencia
El diario señala que en los últimos años los servicios secretos israelíes habían desarrollado una técnica que permitía saber la localización de Nasrallah, al menos de forma intermitente. Tras el atentado de Hamás el pasado 7 de octubre, Hezbolá empezó a lanzar cohetes contra Israel en apoyo de la organización palestina, lo que llevó al liderazgo israelí a decretar la eliminación de su líder.
En al menos una ocasión, aviones israelíes despegaron con la misión de bombardear el lugar donde se encontraba, pero la administración Biden exigió que se cancelase la operación, según una fuente israelí de Financial Times. Por ese motivo, los israelíes decidieron que en la siguiente ocasión no compartirían esa información con los estadounidenses.
De Nueva York a Beirut
En estos momentos hay pocas dudas de que las explosiones de los 'buscas' y los walkie-talkies, que causaron más de un millar de bajas, habían generado el caos interno en Hezbolá. Eso es probablemente lo que llevó a la organización a arriesgarse a celebrar encuentros de alto riesgo como el que tuvo lugar entre altos cargos de la unidad de elite Radwan en un suburbio del sur de Beirut el pasado 20 de septiembre, y que de algún modo llegó a oídos de la inteligencia israelí. Israel bombardeó sin miramientos el edificio de 10 plantas en el que estaba teniendo lugar la reunión, matando a al menos 31 personas, incluidos tres niños y siete mujeres, y todos los participantes en el encuentro.
El pasado viernes, Benjamin Netanyahu se encontraba en Nueva York para participar en la Asamblea General de la ONU. Poco antes de su intervención, su gente le informó de la presencia de Nasrallah en un búnker situado bajo un complejo de apartamentos en el sur de Beirut. El primer ministro israelí dio luz verde al ataque, en un momento que su equipo de prensa inmortalizó en una fotografía que sería hecha pública pasada apenas una hora del bombardeo.
Después, Netanyahu salió a la tribuna y dio un discurso en el que rechazó el alto el fuego con Hezbolá que la diplomacia estadounidense y francesa habían tratado de negociar. "No aceptaremos un ejército terrorista pertrechado en nuestra frontera norte capaz de perpetrar otra masacre al estilo del 7 de octubre", dijo el líder israelí ante el atril de la ONU.
"Teníamos inteligencia en tiempo real indicando que Nasrallah se estaba reuniendo con muchos terroristas senior", ha explicado el portavoz de las fuerzas israelíes Nadav Shoshani. Fuese deliberado o no, se ha especulado con que el viaje de Netanyahu a EEUU le dio a Nasrallah una falsa sensación de seguridad, asumiendo que su ausencia del país implicaba que Israel no podría llevar a cabo una acción semejante.
El error le costó la vida: tras la llamada de Netanyahu, la fuerza aérea israelí bombardeó el lugar con alrededor de 80 toneladas de bombas que destruyeron al menos cuatro edificios residenciales. El bombardeo, según Wall Street Journal, fue uno de los mayores de la historia reciente en un núcleo urbano.
Los planificadores de la operación habían pasado semanas diseñando su ejecución técnica. El búnker presentaba un importante desafío, que resolvieron mediante una serie de explosiones en cadena en las que cada deflagración abría el camino para que la siguiente bomba detonase de forma aún más profunda. Según ha declarado Hezbolá, Nasrallah no presentaba heridas visibles, sino que murió por la propia onda expansiva de una de esas explosiones. De acuerdo con el diario neoyorquino, los estadounidenses no fueron informados de antemano, y el Secretario de Defensa Lloyd Austin llamó a su homólogo israelí Yoav Gallant para quejarse. Pero ya era tarde: el líder de Hezbolá había pasado a la historia.
No es la primera vez que Hezbolá pierde a altos comandantes —e incluso a su número 1— a manos de los servicios de seguridad israelíes, pero esta campaña sistemática de eliminación de sus mandos en un período tan breve no tiene precedentes. La cuestión ahora es si la milicia chií será capaz de reconstruir su liderazgo y seguir representando una amenaza significativa para Israel, o si este ha conseguido, finalmente, herirla de muerte.
En el momento en el que Israel empezó su campaña de bombardeos aéreos en el Líbano el pasado 23 de septiembre, la inteligencia israelí tenía tal volumen de información acumulada sobre Hezbolá que en tres días pudo atacar más de 3.000 objetivos diferentes. Era el resultado de una larguísima estrategia de recopilación de inteligencia sobre esta organización, que ha durado más de una década y que empezó a consolidarse a raíz de la guerra de Siria, y cuyos detalles empiezan a emerger en medios internacionales como Financial Times y Wall Street Journal. La milicia, según ha quedado demostrado estos días, estaba completamente penetrada.
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