El gran secreto de Zelenski: ¿en qué consiste su 'plan para la victoria' de Ucrania?
Ucrania ha conseguido en 2024 uno de los mayores objetivos que buscaba: intentar reducir el número de decisiones que se toman lejos de Kiev
Cuando, nada más comenzar la invasión rusa, Zelenski salió a calles de Kiev y grabó un vídeo rodeado de su camarilla, un buen número de analistas ensalzaron su capacidad de oratoria. Sabía hablar a cámara. Era capaz de encandilar a la audiencia. Sus dotes de actor se notaban, escribieron. Un lustro después de su retirada televisiva, Zelenski interpreta ahora el papel más importante de su vida. Y no se trata de una metáfora fácil. El presidente desempeña un rol clave en todas sus intervenciones hacia sus socios occidentales, para que cada vez se escuche más hablar de paz y victoria, sin nadie sepa muy bien qué significa ninguna de las dos.
Para conseguir sus objetivos, Ucrania tiene un 'plan de la victoria', hasta ahora mantenido en secreto, que podría revelarse este jueves tras su encuentro con el presidente estadounidense, Joe Biden, y con la candidata demócrata, Kamala Harris. Un plan que ni es tan secreto ni parece un gran plan, al menos tras las filtraciones que se han ido acumulando entre Kiev y Washington. De los teóricos cinco puntos centrales que lo componen, ya se habrían desvelado a grandes rasgos cuatro: el papel geopolítico de Ucrania, el fortalecimiento armamentístico de Kiev, la importancia de la ofensiva en Kursk para presionar al Kremlin y las claves internas y externas de la reconstrucción económica.
¿Y todo esto qué significa? Traducido en las intervenciones del propio Zelenski y su círculo más cercano —como el jefe de gabinete, Andriy Yermak—, las aspiraciones de Ucrania pasan por la entrada del país en la OTAN, la posibilidad de utilizar misiles occidentales de largo alcance en suelo ruso, forzar a Putin a sentarse a la mesa de negociación lejos de sus posiciones maximalistas actuales y estrechar lazos con regiones, empresas y países de diferentes partes del mundo.
Por la senda ucraniana no pasan las negociaciones con Rusia que no respeten las leyes internacionales, por más que burócratas de muchos países vean complicado alcanzar esa posición. El último en expresar en público la necesidad de ser “realista”, y asumir que una parte del territorio ucraniano quede “bajo ocupación rusa, temporalmente” ha sido Petr Pavel, exgeneral de la OTAN, presidente de República Checa y fiel aliado de Kiev estos últimos años.
“Quizás alguien quiere un Nobel [de la paz] para su biografía política por una tregua congelada, en vez de la paz real, pero los únicos premios que Putin entregará a cambio serán más sufrimiento y desastres”, advirtió Zelenski este miércoles ante Naciones Unidas en un mensaje al que se le han encontrado varios destinatarios.
Un día antes, en la cadena estadounidense ABC, defendió que la paz está más cerca de lo que la gente cree. Revelar cómo lograrla y discutir los detalles con el todavía presidente Joe Biden, además de los candidatos Harris y Donald Trump (con quien finalmente parece que no va a reunirse), es una de las principales misiones del mandatario ucraniano en su viaje a Estado Unidos. La otra que desearía su propio gente en Ucrania y parte del mundo entero es aclarar en qué se diferencia la nueva estrategia del viejo plan de paz que presentó el propio Zelenski el 15 de noviembre de 2022.
Apenas cuatro días antes, el Ejército ucraniano había recuperado Jersón y se cumplían dos meses de la exitosa contraofensiva de Járkiv. Kiev pedía la retirada total de las fuerzas militares rusas de Ucrania, la creación de un tribunal para condenar los crímenes de guerra rusos cometidos en el país o garantías contra una futura agresión de Moscú. Quizás ahora Zelenski esté en mejor posición de pedir algo similar.
Uno de los principales resultados de la operación de Kursk, y que suelen pasarse por alto en los análisis, es el nuevo margen que ha dado a la capacidad de Kiev de decidir ahora cuándo y dónde atacar. Algo impensable hasta el 6 de agosto, cuando arrancó la incursión. No solo porque Rusia tuviera la iniciativa en el campo de batalla, sino porque atacar territorio ruso era una línea roja imposible de franquear. Lo mismo que lo fueron primero el envío de armas ofensivas, luego la artillería autopropulsada, después los HIMARS, los Leopard, los misiles occidentales o los F-16… Todos se le negaron a Zelenski. Y todos hace meses que están ya en el interior de las fronteras ucranianas.
Lo distancia entre el sí y el no ha sido en muchos casos el tiempo y la insistencia. Como confesaba en invierno una fuente del ministerio de defensa ucraniano a este periódico, "cuando lleguen los F-16 podremos pedir otros cazas y entonces sí será un game changer. Ya estamos preparados para pedir los F-35".
Paso a paso. Lento, pero sin detenerse. Luchando contra los cálculos políticos y el temor occidental, mientras la Ucrania de Zelenski hace los suyos propios. Un proceso en el que también ha sido útil la demostración de que la guerra no estaba estancada y la ruptura sistémica de las líneas rojas de Putin.
Ni el uso de material occidental por parte de las tropas ucranianas ni la reconquista de territorios reconocidos mediante referéndum por la Constitución rusa o la última ocupación de más de 1.000 km² en Kursk han supuesto un cambio significativo en la respuesta militar del Kremlin, enarbola Ucrania. La guerra no ha escalado a un conflicto nuclear y ninguno de los miedos de Biden, Olaf Scholz o Emmanuel Macron se han cumplido. Sí, en cambio, los objetivos de la hoja de ruta diseñada y ejecutada por Kiev: hundir económicamente, dañar militarmente y castigar políticamente al Kremlin. Y para ello, además de la ayuda extranjera, hay un factor que demuestra que Ucrania tampoco espera el sí de Occidente para sus decisiones: la producción autóctona de material militar.
Sin el florecimiento de su propia industria, Ucrania no hubiera podido expulsar a la flota rusa del mar Negro o destruir sistemáticamente refinerías de petróleo, depósitos de combustible, aeródromos militares y arsenales de munición rusos. Los últimos y más importantes este mismo mes de septiembre, en Tver y Krasnodar, donde el Kremlin almacenaba bombas, proyectiles y misiles suficientes alimentar a su primera línea durante dos y tres meses de combate. En un enorme incendio, Ucrania calcinó cientos de millones de rublos en apenas unas horas, y agujereó la defensa rusa sin necesidad de utilizar el material occidental que espera su turno mientras Washington o Berlín arrastran los pies.
La industria militar ucraniana empieza a florecer y los acuerdos con empresas extranjeras para fabricar munición se cierran casi cada semana. La producción de drones marinos, terrestres y aéreos, además de piezas de artillería, morteros y blindados se han multiplicado. Los últimos en sumarse a la lista han sido los misiles balísticos.
No es casualidad que Aleksandr Kamyshin, principal artífice de la resurrección de la industria como antiguo ministro de Industrias Estratégicas haya ascendido a consejero del presidente. En los vídeos de la visita de Zelenski este lunes a la Scranton Army Ammunition Plant, donde se producen proyectiles de artillería de 155 milímetros, se le veía sonriente, grabando con su móvil, mientas su presidente firmaba uno de los proyectiles. En la parte trasera un cartel bien colocado resaltaba a la vista: “La victoria en el terreno empieza en la fábrica”.
We must all do our part in the fight for freedom — from the workers in Scranton who make Pennsylvania the arsenal of democracy to the brave Ukrainian soldiers protecting their country.
— Governor Josh Shapiro (@GovernorShapiro) September 23, 2024
We stand with Ukraine in their just defense of their homeland in the face of Russian… pic.twitter.com/5VnYRfQOm5
Hay otras vías que acercan el triunfo. O, al menos, evitan la derrota. El préstamo de 35.000 millones de euros que la Unión Europea concedió a Kiev la semana pasada, es una. La capacidad de marcar la agenda, como tiene que hacer Zelenski ahora, a las puertas de las elecciones estadounidenses, es otra.
El mandatario ha entendido dos años y medio después quiénes son sus interlocutores y cómo piensan. Quizás por eso ya no importa tanto si el 'plan de paz' es tan diferente al de 'la victoria' o si a un lado y otro del charco critican la propuesta. Si hace medio año, los últimos meses de campaña estadounidense se intuían discutiendo sobre una paz forzada con Putin, ahora, en cambio, se discute de un posible plan de victoria. El actor sigue interpretando el papel más importante de su vida. El de convencer. Porque al final, para Ucrania tanto la paz como la victoria pasan por el mismo sitio: la derrota de Rusia.
Cuando, nada más comenzar la invasión rusa, Zelenski salió a calles de Kiev y grabó un vídeo rodeado de su camarilla, un buen número de analistas ensalzaron su capacidad de oratoria. Sabía hablar a cámara. Era capaz de encandilar a la audiencia. Sus dotes de actor se notaban, escribieron. Un lustro después de su retirada televisiva, Zelenski interpreta ahora el papel más importante de su vida. Y no se trata de una metáfora fácil. El presidente desempeña un rol clave en todas sus intervenciones hacia sus socios occidentales, para que cada vez se escuche más hablar de paz y victoria, sin nadie sepa muy bien qué significa ninguna de las dos.