¿Qué hace Zelenski en Scranton, Pensilvania? Recordar a EEUU lo que un puñado de votos puede cambiar
En Ucrania, las diferencias en las políticas de apoyo militar entre Trump y Harris podrían definir la continuidad o no de la guerra
Hay un país en el que las elecciones presidenciales de noviembre, entre Kamala Harris y Donald Trump, se están observando con mayor ansiedad incluso que en Estados Unidos. Ese país es Ucrania. Gane la demócrata o el republicano, lo más probable es el día a día de la mayoría de los estadounidenses continúe siendo muy parecido, impuesto arriba o impuesto abajo. En Ucrania, probablemente, no. Las actitudes de Harris y Trump respecto al futuro del apoyo a Kiev son dispares. El viaje de Volodímir Zelenski a EEUU esta semana se ve marcado por esta encrucijada.
El presidente de Ucrania empezó su agenda, que lo llevará a la Asamblea General de la ONU en Nueva York y luego a Washington, donde presentará su “plan de la victoria” a Joe Biden, Kamala Harris, el Congreso, y hasta Donald Trump, con una visita simbólica a la Scranton Army Ammunition Plant. Una fábrica que produce los sencillos, pero estratégicos, proyectiles de artillería de 155 milímetros: la munición fundamental en esa costosa guerra terrestre que se libra en Ucrania.
Hasta el momento, Estados Unidos ha entregado a Kiev cerca de tres millones de proyectiles de este tipo, lo cual provoca nerviosismo en el Pentágono. Los norteamericanos quieren ayudar a Ucrania, pero sin vaciar sus arsenales y quedarse potencialmente indefensos ante un nuevo conflicto. Por ejemplo, en Taiwán.
Desde que Rusia invadiera Ucrania a gran escala, EEUU ha aumentado la producción de proyectiles de 155 milímetros hasta los 40.000 mensuales: una cantidad que los soldados ucranianos, según estimaciones, gastan en cinco días de combate. El objetivo estadounidense es elevar esa producción hasta los 100.000 mensuales.
“Es en lugares como este donde uno puede sentir realmente que el mundo democrático puede prevalecer”, dijo Zelenski, acompañado por el gobernador de Pensilvania, Ben Shapiro; el senador Bob Casey y el representante Mark Cartwright. Todos demócratas. “400 personas”, añadió el jefe de Estado en referencia al número de empleados de la fábrica, “han salvado a millones de ucranianos”.
Pero el simbolismo de la fábrica de Scranton va más allá de estas cifras, de los apretones de manos con los obreros frente a las cámaras y de Zelenski firmando con un rotulador algunos de los proyectiles que estallarán en las posiciones rusas. Scranton, la ciudad en la que nació Joe Biden, está en el condado más clave del estado clave por excelencia de EEUU: Pensilvania. Un territorio por el que, desde las elecciones de 2008, siempre pasa el camino hacia la presidencia.
Como parte de su paso por Scranton, Zelenski firmó un acuerdo con el gobernador de Pensilvania, Ben Shapiro, para estimular las relaciones económicas entre el estado de EEUU y la provincia ucraniana de Zaporiyia. Una región de tejidos industriales pesados que bien podría ser el equivalente de Pensilvania en el mapa ucraniano. El trato abriría la puerta para que las empresas de Pensilvania participen en la reconstrucción de las industrias ucranianas dañadas por la guerra.
“Hoy es un día emocionante para Zaporiyia y Pensilvania”, dijo Rick Siger, secretario del Departamento de Desarrollo Económico y de la Comunidad. “Este acuerdo ayudará a respaldar la futura revitalización económica de Ucrania, mientras estimula nuestra economía y crea empleos para los pensilvanos”.
El acuerdo encaja con uno de los mensajes tradicionales de Ucrania a los estadounidenses, a quienes recuerdan que esos miles de millones de dólares de ayuda, en realidad, no se volatilizan en los campos de la muerte del Donbás. Esos miles de millones benefician a las industrias y los bolsillos del pueblo americano.
Según un análisis del Center for Strategic Studies publicado en otoño de 2023, más de la mitad del dinero aprobado para Ucrania se invierte en Estados Unidos: en las fábricas encargadas de reponer las armas y las municiones despachadas a Kiev. Otro informe, del American Enterprise Institute, dice que este dinero financia 117 líneas de producción en 71 ciudades y 31 estados del país, la mayoría republicanos.
La prioridad de Zelenski, sin embargo, consiste en que la Administración Biden autorice el uso en territorio ruso de los misiles de largo alcance proporcionados por los aliados. El dilema del apoyo a Ucrania es el mismo de siempre: hay que ayudarles a que se defiendan contra la invasión rusa, pero no demasiado, no vaya a ser que los ucranianos acaben humillando a Rusia y provocando una escalada catastrófica. Entre otras posibilidades, que Moscú lance una bomba nuclear para rescatar la situación.
Con el objetivo de convencer a Washington para que dé luz verde, por lo menos, al empleo de los Storm Shadow británicos más allá de las zonas ocupadas por Rusia, Zelenski anda por Estados Unidos con su plan bajo el brazo: una hoja de ruta secreta que, según él, encarrilará la guerra entre octubre y diciembre.
¿El principio del fin?
“Este otoño determinará el futuro de esta guerra”, declaró el presidente el domingo en la red social X, antes de aterrizar en EEUU. “Junto a nuestros socios, podemos reforzar nuestras posiciones tal y como se necesita para nuestra victoria. Una victoria compartida para una paz verdaderamente justa”.
El presidente ucraniano tiene previsto participar en la Asamblea General de Naciones Unidas, que comienza hoy en Nueva York. Aquí participará en una reunión especial del Consejo de Seguridad y dará su discurso este miércoles. El jueves visitará Washington en un momento en el que la Casa Blanca trata de aprobar otros 375 millones de dólares en asistencia a Ucrania. Zelenski presentará su plan, primero, a Joe Biden; luego a la vicepresidenta y candidata demócrata, Kamala Harris, y a los líderes del Congreso. El ucraniano espera ver también a Donald Trump, con quien ha tenido una relación tirante. Por ahora no hay fecha ni lugar para la reunión.
Zelenski también ha declarado, según Agence France-Press, que quiere invitar a sus aliados y a representantes de Rusia a una nueva ronda de negociaciones de paz en noviembre. Aunque Moscú ha dicho que no: una de las condiciones del líder ruso, Vladímir Putin, es que Ucrania renuncie a las cuatro provincias parcialmente conquistadas y anexionadas ilegalmente por Moscú en 2022.
Mientras tanto, en Ucrania los rusos continúan avanzando sensiblemente en el Donbás. Su objetivo es conquistar la ciudad de Pokrovsk, donde ya controlan parte de la periferia. Los ucranianos tienen allí una, en una universidad local, una base de operaciones logísticas y de transporte. La caída de Pokrovsk podría llevar a la conquista de Chasiv Yar: un territorio alto que teóricamente permitiría a los rusos dominar la región situando allí su artillería.
Los ucranianos, por su parte, se agarran al territorio conquistado este verano en la provincia sureña de Kursk: una superficie similar al área metropolitana de Córdoba, cuyas implicaciones militares son motivo de debate. No así las implicaciones políticas. Centrado, muchas veces, en asestar golpes propagandísticos que abrillanten la imagen de Ucrania y mantengan el flujo de armas y ayuda de los aliados, la operación de Kursk ha llevado la guerra a Rusia y ha recordado la contraofensiva de Járkiv en septiembre de 2022, que impulsó la moral de Kiev y de sus aliados.
Hay un país en el que las elecciones presidenciales de noviembre, entre Kamala Harris y Donald Trump, se están observando con mayor ansiedad incluso que en Estados Unidos. Ese país es Ucrania. Gane la demócrata o el republicano, lo más probable es el día a día de la mayoría de los estadounidenses continúe siendo muy parecido, impuesto arriba o impuesto abajo. En Ucrania, probablemente, no. Las actitudes de Harris y Trump respecto al futuro del apoyo a Kiev son dispares. El viaje de Volodímir Zelenski a EEUU esta semana se ve marcado por esta encrucijada.
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