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Este pueblito noruego es la última obsesión de China y un dolor de cabeza para la OTAN
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Un puerto a 10 km de Rusia

Este pueblito noruego es la última obsesión de China y un dolor de cabeza para la OTAN

El puerto de Kirkenes, en el norte de Noruega, está siendo seducido por Pekín, que lo considera una pieza clave para establecer una presencia en el Ártico

Foto: Un soldado noruego mira hacia la frontera rusa desde un puesto de observación en Kirkenes, en el norte de Noruega, el 24 de febrero de 2022. (EFE/Annika Byrde)
Un soldado noruego mira hacia la frontera rusa desde un puesto de observación en Kirkenes, en el norte de Noruega, el 24 de febrero de 2022. (EFE/Annika Byrde)
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En febrero de 2019, la pequeña localidad portuaria de Kirkenes, en el extremo norte de Noruega, vio cómo el perpetuo manto blanco que cubre la ciudad se veía interrumpido por los vibrantes colores de farolillos rojos y dragones dorados. Durante una semana, las tiendas locales, la biblioteca y hasta el periódico del pueblo adoptaron una estética china. El evento formaba parte del festival cultural local, que aquel año daba la bienvenida al creciente flujo de turistas del país asiático que llegaban en busca de la aurora boreal y los espectaculares fiordos que rodean la villa. Al final de la semana, Kirkenes se había ganado, de mano del propio embajador chino en Noruega, un nuevo apodo: la "Chinatown más septentrional del mundo".

Hoy, cinco años después, el entusiasmo de esta diminuta y remota ciudad por China se ve con ojos muy diferentes. Lo que comenzó como un reclamo turístico y la promesa de nuevas oportunidades comerciales en una localidad de apenas 3.500 habitantes se ha transformado en un asunto geopolítico de primer orden para el país nórdico. Porque a nadie se le escapa que el puerto de Kirkenes lleva más de una década siendo una de las principales obsesiones de Pekín.

La naviera estatal China Ocean Shipping Company (Cosco) se ha ofrecido en múltiples ocasiones para financiar la modernización y expansión del puerto de Kirkenes, lo que convertiría a esta pequeña ciudad en un nodo logístico clave dentro de la llamada Ruta del Mar del Norte. Este recorrido marítimo, que conecta Europa con Asia oriental a través del Ártico, es significativamente más corto —cuando el clima lo permite— que la alternativa a través del canal de Suez. A medida que el hielo retrocede a raíz del cambio climático, el atractivo de la ruta aumenta, por lo que no es de extrañar que la alcaldía del pueblo haya descrito la oferta china como una oportunidad de oro para impulsar la economía local.

Pero Kirkenes no solo representa un potencial nexo para el comercio global, sino que también es el puerto de la OTAN más cercano a Rusia. Situado a menos de 10 kilómetros de la frontera rusa, cuenta con un valor estratégico clave en el escenario de seguridad occidental. Y en un contexto donde la colaboración entre Xi Jinping y Vladímir Putin se ha estrechado, la posibilidad de que una empresa estatal china asuma el control de una infraestructura tan crítica ha suscitado serias preocupaciones entre las autoridades noruegas y sus aliados internacionales.

La historia de una ambición

El interés de China en el Ártico comenzó a cristalizar a principios de la década de 2010, cuando Pekín empezó a ver en sus aguas una alternativa viable al canal de Suez. En 2013, el gigante asiático envió su primer buque de carga a través de la ruta del mar del Norte y en 2018, lanzó su libro blanco del Ártico, donde se autodenominaba un "estado cercano al Ártico", subrayando su intención de formar parte activa en el desarrollo de la región. Este documento, que presentaba la "ruta de la seda polar" como una extensión de su ambicioso proyecto global de infraestructuras, fue la primera señal clara de que las ambiciones chinas en el Ártico iban mucho más allá del comercio: buscaban establecer una presencia duradera en una de las zonas más estratégicas y disputadas del mundo.

A medida que las tensiones geopolíticas han aumentado, especialmente tras la invasión de Ucrania por Rusia en 2022, las ambiciones de China en el Ártico han comenzado a generar preocupación tanto en Oslo como en toda la alianza occidental. Un reciente informe del Servicio de Inteligencia Noruego advirtió que la creciente presencia de empresas estatales chinas, como Cosco, en infraestructuras clave del Ártico podría representar un riesgo para la seguridad nacional de Noruega y sus aliados en la OTAN. Aunque la naviera se presenta como una entidad comercial, su estrecha vinculación con el Partido Comunista Chino y su papel en la estrategia marítima de Pekín han llevado a muchos a considerar que su presencia en Kirkenes podría servir como puerta de entrada a intereses militares y de control territorial en la región.

Cosco ya ha sido protagonista de varias polémicas en puertos europeos. En el puerto del Pireo, Grecia, pasó de tener una participación parcial a controlar casi por completo la infraestructura, lo que generó críticas sobre la creciente influencia de China en la economía local. De manera similar, en Hamburgo, la compra de una participación del 24,9% en una terminal portuaria desató preocupaciones sobre la seguridad y la soberanía de Alemania. Aunque la participación de la naviera en este caso no le otorga una posición de control, la transacción sigue generando debates sobre la influencia estratégica de Pekín sobre infraestructuras críticas europeas.

Como señala el Australian Strategic Policy Institute (ASPI), Cosco, al igual que el resto de las estatales chinas, opera bajo una estructura en la que miembros del Partido Comunista de China están integrados en los niveles más altos de gestión. Esto asegura que los intereses empresariales estén alineados con los objetivos estratégicos del partido, incluyendo misiones de defensa y recolección de inteligencia. Bajo la dirección de Xi Jinping, esta relación se ha intensificado, lo que lleva a preocupaciones sobre el posible uso de puertos estratégicos, como los de Pireo y Hamburgo, antes, y Kirkenes, ahora, para fines que van más allá del comercio.

Cuestionado por El Confidencial, Richard Utne, jefe del departamento de Seguridad Marítima de la Administración Costera de Noruega, afirmó que las negociaciones preliminares con Cosco podrían introducir vulnerabilidades que comprometan tanto la seguridad nacional como los compromisos internacionales del país nórdico. "Considerando el panorama emergente de amenazas en Europa, vemos esto como un desafío debido a las llamadas amenazas de 'zona gris'. En el entorno geopolítico actual, todo puede ser utilizado como un arma", declaró Utne a este periódico.

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Un pequeño gran blanco

Las autoridades de Kirkenes no son ajenas al hecho de que la posición estratégica de la localidad la convierte en uno de los blancos favoritos de los principales rivales geopolíticos de Europa. Durante años, Rusia ha utilizado este remoto pueblo como laboratorio para probar operaciones de inteligencia antes de replicarlas en el resto de Europa. Como destaca un amplio reportaje de The New Yorker publicado recientemente, la localidad ha sido objeto de operaciones de espionaje y guerra híbrida, con barcos pesqueros rusos que, a menudo, ocultan equipos de inteligencia y realizan ejercicios encubiertos para mapear infraestructuras críticas.

Según relataba al medio estadounidense el jefe regional de contrainteligencia, Johan Roaldsnes, algunos de estos barcos han sido sorprendidos cerca de zonas militares sensibles utilizando radios sintonizadas en frecuencias militares rusas. Se trata de un ejemplo claro de cómo Rusia utiliza medios civiles para recopilar información militar de cara a posibles conflictos en la región ártica. Una creciente militarización encubierta de infraestructuras civiles que las autoridades noruegas temen que sea vea ahora replicada por China.

Pero, al mismo tiempo, la pequeña localidad costera se enfrenta a una encrucijada difícil: prescindir por completo de Pekín podría cerrar la principal vía para el crecimiento económico y el desarrollo de una de las localidades más remotas del continente. El presidente del consejo de administración del puerto de Kirkenes, Terje Hansen, reconocía ante el diario noruego NKR estar al tanto de las advertencias sobre los intereses chinos, motivo por el cual han optado por proponer un acuerdo de arrendamiento en lugar de la venta de partes del puerto. Sin embargo, Hansen subrayaba que, dadas las realidades económicas de la localidad, cooperar con gigantes navieros como Cosco es una necesidad. “Sentimos que es apropiado desafiar a las autoridades nacionales en este asunto. Si una empresa china quiere negociar con nosotros, llevaremos el acuerdo hasta el final”, aseveró.

En febrero de 2019, la pequeña localidad portuaria de Kirkenes, en el extremo norte de Noruega, vio cómo el perpetuo manto blanco que cubre la ciudad se veía interrumpido por los vibrantes colores de farolillos rojos y dragones dorados. Durante una semana, las tiendas locales, la biblioteca y hasta el periódico del pueblo adoptaron una estética china. El evento formaba parte del festival cultural local, que aquel año daba la bienvenida al creciente flujo de turistas del país asiático que llegaban en busca de la aurora boreal y los espectaculares fiordos que rodean la villa. Al final de la semana, Kirkenes se había ganado, de mano del propio embajador chino en Noruega, un nuevo apodo: la "Chinatown más septentrional del mundo".

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