¿'Tormenta' de misiles occidentales contra Rusia? Joe Biden allana el terreno para tomar la decisión más peligrosa de la guerra
Persuadido por Reino Unido, EEUU baraja dar permiso a Ucrania para que utilice los misiles de largo alcance occidentales dentro de Rusia
Persuadido por Reino Unido, Estados Unidos baraja dar permiso a Ucrania para que utilice los misiles de largo alcance occidentales dentro de Rusia. Una manera de complicar la logística de los rusos y de limitar sus campañas de bombardeos contra posiciones ucranianas, lanzadas, muchas veces, desde bases aéreas alejadas de la frontera. La autorización supondría también un paso más en la lenta, pero constante, escalada militar frente a la intensificación de la invasión rusa a gran escala.
Conseguir el permiso de la Casa Blanca es la prioridad del primer ministro británico, el laborista Keir Starmer, en su primera visita a Washington desde que su partido venció holgadamente en las elecciones del pasado 5 de julio. Pese a las diferencias con sus antecesores conservadores en el cargo, Starmer mantiene el compromiso de asistencia militar a Ucrania, a la que ha prometido entregar 3.000 millones de libras anuales (3.500 millones de euros) "durante el tiempo que sea necesario". En este viaje busca que Joe Biden apruebe, finalmente, el uso en Rusia de los Storm Shadows: misiles de aire-tierra británicos con un rango de 250 kilómetros.
Según fuentes oficiales consultadas por The New York Times, la condición de la Administración Biden es que los ucranianos no usen, para estos ataques en profundidad, armas de fabricación estadounidense. El motivo de la renuncia de Biden es el miedo a que Rusia, como repuesta, ayude a Irán a planear y ejecutar sus ataques en Oriente Medio. Además del consabido riesgo de que Rusia golpee directamente a la OTAN, tal y como ha vuelto a sugerir, una vez más, Vladímir Putin.
El permiso a los ucranianos de utilizar estos misiles dentro de Rusia "significará que los países de la OTAN —Estados Unidos y los países europeos— están en guerra con Rusia", dijo Putin el jueves. "Y, si este es el caso, entonces, teniendo en cuenta el cambio en la esencia del conflicto, tomaremos las decisiones apropiadas en respuesta a las amenazas que se planteen contra nosotros".
Algunos analistas militares como Michael Kofman, experto en las Fuerzas Armadas de Rusia del think tank estadounidense Carnegie Endowment, han advertido de que permitir a los ucranianos usar estas armas más eficazmente no es tan sencillo como podría parecer. Se trata de sistemas que requieren toda una infraestructura, lo cual, a efectos prácticos, conllevaría una mayor implicación militar de la OTAN.
"Proveer de ciertas capacidades también incluye armas cuyo uso tendrá que contar con apoyo occidental directo", dijo Kofman en un pódcast. "Hay apoyo de inteligencia en sus operaciones. Mucha gente no lo comprende en el tercer año de la guerra. Todavía no entiende que esto significaría que EEUU y otros países estarán implicados directamente, en muchos casos, en definir el objetivo, en la planificación, los análisis de inteligencia y en otro tipo de respaldos a los ataques dentro de Rusia".
Ucrania lleva tiempo pidiendo permiso para usar estos misiles más ampliamente por la simple razón de que son más precisos y destructivos. Los Storm Shadow o los ATACMS, de fabricación estadounidense, podrían usarse contra las bases aéreas, los depósitos de munición y los centros de mando rusos, creando dificultades logísticas y limitando las capacidades rusas para bombardear Ucrania; entre ellas, las bombas deslizantes que puede ser enviadas desde 300 kilómetros de distancia.
Otro motivo que esgrime Kiev es la cercanía del invierno, que, dadas las peores condiciones del terreno y del clima, suele poner en segundo plano las ofensivas terrestres. El Kremlin, como sucede cada temporada desde hace tres años, dependerá más de los ataques aéreos y apuntará a la infraestructura energética.
Las circunstancias de esta posible autorización son similares a las que rodearon la entrega, o el uso, de otras armas occidentales como los sistemas lanzamisiles Himars, los tanques Leopard y Abram y los aviones de combate F-16. Los comentaristas más proucranianos dicen no comprender por qué no se levantan ya todos los vetos, permitiendo a Ucrania defenderse de Rusia en igualdad de condiciones. Desde la Casa Blanca llegan dos mensajes: el oral, que garantiza a Kiev un respaldo sin fisuras, y el de los hechos, que demuestra que Biden no tiene interés en arriesgar demasiado con Rusia, y solo entrega a Ucrania lo justo para que esta se mantenga en pie.
Mientras tanto, las declaradas o aparentes "líneas rojas" han ido siendo borradas y reemplazadas por líneas rojas más alejadas. Al principio no era prudente que los ucranianos golpearan la Crimea ocupada, pero ya llevan un año haciéndolo; no estaba bien que actuaran dentro de Rusia, pero hasta allí han ido los drones y los comandos especiales ucranianos; el pasado verano Washington autorizó a los ucranianos a impactar posiciones dentro de Rusia, pero solo en las regiones fronterizas de Járkiv, donde los rusos amenazaban con recuperar territorios.
La operación más arriesgada hasta el momento es la invasión de la provincia de Kursk, en Rusia, donde los ucranianos dicen controlar una superficie similar a la de la ciudad de Córdoba. Un golpe que importancia militar debatible, pero con claras ventajas políticas: hacerse un hueco en la actualidad, estimular las simpatías occidentales, y humillar y minar la moral del enemigo.
Ucrania también está tratando de reducir esta dependencia de los socios occidentales. Entre otras iniciativas, ha desarrollado casi desde cero una industria de producción de drones que consta de cerca de 200 empresas. Hace unos días docenas de estos aparatos se lanzaron contra zonas vecinales de Moscú, matando a un civil e hiriendo a ocho, con un mensaje: ni siquiera la capital rusa está segura.
La coordinación entre Washington y Londres fue también visible en la visita conjunta de los ministros de Exteriores de ambos gobiernos, el norteamericano Antony Blinken y el británico David Lammy, a Kiev, esta semana. Su reunión con el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, y sus alentadoras palabras acerca del respaldo militar, inspiraron la enésima amenaza de Vladímir Putin.
La posición de Londres hizo que el Kremlin revocase los visados de seis diplomáticos británicos en Rusia, a los que acusó de espionaje y sabotaje. Unas acusaciones que Downing Street tachó de "completamente infundadas". El pasado mayo los británicos habían expulsado al agregado militar ruso de Londres.
Persuadido por Reino Unido, Estados Unidos baraja dar permiso a Ucrania para que utilice los misiles de largo alcance occidentales dentro de Rusia. Una manera de complicar la logística de los rusos y de limitar sus campañas de bombardeos contra posiciones ucranianas, lanzadas, muchas veces, desde bases aéreas alejadas de la frontera. La autorización supondría también un paso más en la lenta, pero constante, escalada militar frente a la intensificación de la invasión rusa a gran escala.
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