Récord de inmigrantes malienses en España a causa de la guerra que protagoniza Wagner
La guerra en Mali provoca la huida de decenas de miles de malienses que son, por primera vez, los más numerosos en llegar a España
En el Gran Magreb, aquel que abarca desde Mauritania a Libia, desde los años 60 se mantiene un mismo conflicto: el que enfrenta a Argelia con Marruecos y que se recrudeció tras la salida de España del Sáhara Occidental en 1975 y la absorción por Rabat de la colonia. Apoyado por Argelia, el Frente Polisario emprendió una guerra contra el invasor marroquí que, tras un largo paréntesis, reanudó en noviembre de 2020. Es de baja intensidad.
Pero desde principios de año, han surgido dos nuevos focos de tensión en la región y un tercero, siempre latente, se ha reactivado. Estos tres lugares están alejados geográficamente, pero tienen una característica en común: en los tres ha aparecido el Africa Corps, el nombre con el que fueron rebautizados los mercenarios rusos de Wagner tras la muerte de su jefe, Yevgueni Prigozhin, en agosto de 2023.
Mauritania-Mali
Es de lejos el más preocupante de los nuevos conflictos regionales, no solo porque ha habido muertos civiles y secuestros, sino porque tiene consecuencias directas migratorias para España y Europa.
Extenso país semidesértico de 4,5 millones de habitantes, Mauritania ha logrado librarse del terrorismo desde 2011, el año del último atentado, quizás a cambio de convertir su provincia oriental de Hodh Ech Chargui en un refugio temporal para los yihadistas que huyen del hostigamiento del Ejército de Mali secundado por los hombres de Wagner.
Para perseguir a las columnas del Grupo de Apoyo al Islam y a los Musulmanes, el nombre con el que Al Qaeda opera en el Sahel, soldados malienses y milicianos de Wagner han cruzado más de una vez la porosa frontera mauritana. El incidente más grave se produjo a principios de abril en la aldea de Falou, a un centenar de kilómetros de la frontera, donde mataron a siete civiles mauritanos.
En Madalla, otro lugar más cercano al confín, "fueron los de Wagner los que actuaron solos y secuestraron a un puñado de jóvenes mauritanos", asegura Beatriz de León Cobo, especialista en África Occidental y directora del Foro de Diálogo Sahel-Europa de la Universidad Francisco de Vitoria.
Esas incursiones desde el vecino Mali provocaron el enfado del Gobierno mauritano, cuyo portavoz, Nani Ould Chrougha, advirtió el 9 de abril que su Ejército "propinará golpes severos" a los que violen sus fronteras y a continuación inició maniobras militares. La amenaza surtió efecto porque, a continuación, los ministros de Asuntos Exteriores y Defensa malienses viajaron a Nuakchott para dar explicaciones y, poco después, fue el titular de Defensa mauritano el que se desplazó a Bamako. Desde entonces la tensión se ha rebajado.
Desde que los militares malienses dieron, en marzo de 2021, un golpe de Estado, el país está aún más sumido en la guerra. El presidente de la Junta Militar, Assimi Goita, se ha desvinculado de Occidente, expulsando primero al contingente francés, pero ha abierto las puertas a Wagner. Su objetivo es recuperar el control del territorio que, en el norte desértico, estaba en manos de los rebeldes tuaregs, de Al Qaeda y también de la rama local del Estado Islámico.
El recrudecimiento de la guerra, las exacciones de Wagner sobre los civiles y el hambre incitan a un número creciente de malienses a huir a Mauritania. La cifra de refugiados que baraja Naciones Unidas está en unos 238.000, de los cuales 107.000 se alojan en Mbera, un enorme campamento en el que predominan mujeres y niños. En sus alrededores hay otros muchos malienses que no fueron admitidos en un recinto con sobreocupación. Mali tiene 23 millones de habitantes y es uno de los países más pobres del planeta.
Muchos malienses no se conforman con ponerse a salvo en Mauritania, sino que, desde allí, tratan de dar el salto a Europa, sobre todo a Canarias, en los llamados cayucos. Eso explica que, desde finales del año pasado, la mayoría de las embarcaciones que llegan al archipiélago hayan zarpado de las costas mauritanas y que los malienses sean a bordo los más numerosos.
"La escalada de violencia en la región del Sahel ya está empujando a la gente a cruzar Malí hacia Mauritania, lo que alimenta la presión migratoria hacia Canarias", señala Frontex, la agencia europea de control de fronteras, en su análisis de los flujos migratorios del mes de agosto.
De enero a agosto han desembarcado en Canarias 10.118 malienses, más que senegaleses (4.963), marroquíes (2.150) y mauritanos (1.915), según fuentes de Frontex, la agencia europea de control de fronteras. Otros 318 malienses llegaron, durante el mismo periodo, a las Baleares y al Levante español, procedentes de Argelia. En lo que va de año, los malienses son los más numerosos en emigrar a España, por delante de los marroquíes (5.243), de los senegaleses (4.963) y de los argelinos (4.366).
Argelia-Mali
Es el más reciente de los focos de tensión en el norte de África, es el que confronta a Argelia con Mali en su frontera común. Arrancó en enero con la denuncia por de la Junta Militar del acuerdo de Argel de 2015 que, gracias a la mediación argelina, puso fin a la guerra que el Ejército maliense libraba a las tribus rebeldes tuaregs en el norte del país. El acuerdo fue apadrinado por la ONU.
Esa denuncia confirmó el empeño de la Junta en conquistar toda la franja septentrional del país con la ayuda de los milicianos rusos de Wagner. Ya en noviembre de 2023 se adueñaron de Kidal, la principal ciudad norteña. A finales de julio trataron de apoderarse de Tinzaouatène, el último reducto de los tuaregs, pero estos infligieron su primera gran derrota a Wagner, en cuyas filas hubo más de 80 muertos, y al Ejército regular.
Un mes más tarde empezaron con bombardeos de drones sobre Tinzaouatène para, quizás, preparar una nueva ofensiva. En un solo día mataron a 21 civiles, entre ellos 11 niños. El pueblo, a caballo sobre la frontera, está dividido en dos, con unos 3.500 habitantes del lado maliense y otros tantos del argelino. "En las próximas semanas habrá una nueva batalla en Tinzaouatène", vaticina De León Cobo.
Argelia reaccionó por la vía diplomática y militar. Su embajador ante Naciones Unidas, Amar Bendjama, pidió, el 26 de agosto, al Consejo de Seguridad que "acabara con las violaciones perpetradas por ejércitos privados por encargo de algunos países". No nombró a Wagner, pero la alusión estaba clara.
Su intervención hizo aflorar, por primera vez, los roces entre dos países aliados, Rusia y Argelia, este último hostil a la presencia de ejércitos extranjeros en la región. Rusia es, de lejos, el primer proveedor de armamento a Argelia, el país africano con el mayor presupuesto de defensa y, en teoría, el ejército mejor equipado.
Al día siguiente, 27 de agosto, un caza Su-30 argelino despegó de la base de Tamanrasset y se plantó del lado norte de Tinzaouatène al que se estaban acercando varios drones turcos TB2, quizás con la intención de atacarla de nuevo. Las señales que envió el caza bastaron para disuadirles. El mensaje está claro: Argel no quiere que Wagner lo bombardee y quizás se opone incluso a su conquista con los milicianos.
Argelia-Bengasi
Es el tercer punto de fricción en la región. No enfrenta a Argelia con el Gobierno de Trípoli, al que apoya y que goza del reconocimiento internacional. El choque es con el general Khalifa Haftar, que desde hace una década controla gran parte del país, desde la Cirenaica, con Bengasi su capital, hasta la región meridional del Fezzan.
La relación es mala desde que Haftar hizo secesión en 2014 porque Argel prefiere una Libia unida y estable en su larga frontera oriental. El general cuenta además entre sus aliados a Emiratos Árabes Unidos, la potencia árabe más hostil a Argelia después de Marruecos, y se apoya en unos 1.500 milicianos de Wagner. Desde que el militar octogenario Khalifa Haftar ha ido delegando el poder en su hijo, Sadam, se ha deteriorado aún más.
Los hombres de Haftar iniciaron, el 7 de agosto, una nueva ofensiva incruenta — no encontraron resistencia — en el suroeste del país, llegando prácticamente hasta la frontera argelina. Se sospechaba que su objetivo era el aeropuerto de Ghadames, a 600 kilómetros al sur de Trípoli, o quizás incluso preparar un tercer asalto a la capital del país. Nada de eso ha sucedido por ahora.
El Alto Consejo de Estado de Libia, en realidad el gobierno de Trípoli, manifestó en un comunicado su "gran preocupación". Mientras, Argel pidió a los adversarios libios que actuarán con "sabiduría y retención". Su mensaje solo estaba, en realidad, dirigido a Sadam Haftar para que detuviese su avance.
Hace cinco años, cuando el general Haftar trató, por segunda vez, de tomar Trípoli — su primer intento fue en 2015 — Argelia estuvo a punto de intervenir militarmente para impedírselo, según reveló su presidente, Abdelmadjid Tebboune, en una entrevista en 2021 con la televisión "Al Jazeera". "Trípoli es una línea roja", declaró. "No aceptaremos que una capital magrebí y africana sea ocupada por mercenarios", añadió. "Íbamos a intervenir" en 2019, pero Trípoli no cayó.
A EEUU le complace el papel que Argelia desempeña en Libia. Joshua Harris, que fue en el Departamento de Estado subsecretario de Estado Adjunto para Oriente Próximo, lo subrayó cuando en junio intervino ante la comisión del Congreso de EEUU, que debía ratificar su nombramiento como embajador en Argel. Washington y Argel, explicó en substancia, mantienen un diálogo fructífero para evitar que el conflicto libio se quede atascado.
En el Gran Magreb, aquel que abarca desde Mauritania a Libia, desde los años 60 se mantiene un mismo conflicto: el que enfrenta a Argelia con Marruecos y que se recrudeció tras la salida de España del Sáhara Occidental en 1975 y la absorción por Rabat de la colonia. Apoyado por Argelia, el Frente Polisario emprendió una guerra contra el invasor marroquí que, tras un largo paréntesis, reanudó en noviembre de 2020. Es de baja intensidad.
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