Tras caer en las trampas de Kamala, los republicanos temen que Trump ponga en peligro la campaña
Apenas 24 horas después de que Kamala Harris fuera declarada ganadora del debate frente a Donald Trump, varios analistas sugieren si realmente esta victoria tendrá algún impacto
24 horas después de que Kamala Harris le ganara el debate a Donald Trump, tal y como interpretan, también, diarios conservadores como The New York Post o The Washington Examiner, una pregunta permanece: ¿le servirá de algo? ¿Podrá arañar un punto aquí y allá y colocarse más cerca de ganar las elecciones? Quitando las consecuencias extraordinarias del último debate entre Joe Biden y Donald Trump, la hipótesis de trabajo suele ser que no: que los debates no cuentan.
La actuación furiosa y desordenada de Donald Trump se sintió como una de esas películas viejas que hemos visto media docena de veces en televisión. Los titulares de los debates de 2016 entre Hillary Clinton y Donald Trump fueron muy parecidos: la candidata demócrata de entonces también había llegado con la lección aprendida, se había mostrado coherente y afilada y se había marchado envuelta en el aura de la victoria y de los flashes de los fotógrafos. Así, en las tres ocasiones, y con una ventaja sólida de tres puntos en las encuestas frente a Donald Trump. Todo para nada.
La realidad es que Estados Unidos está obsesionado por los debates presidenciales desde aquel famoso encuentro entre Richard Nixon y John F. Kennedy en 1960, cuando la televisión era una novedad y fue aprovechada por el juvenil y astuto Kennedy. "Maquillen lo que tengan que maquillar", dijo en el camerino. Su rival, el adusto Nixon, rechazó los adornos y durante el debate tuvo que secarse continuamente las gotas de sudor que se le acumulaban en el labio superior.
Pero todo esto es, sobre todo, mitología política. Kennedy acabó ganando las elecciones por un margen estrechísimo y los debates acaban siendo el campo de referencias de los muy cafeteros: periodistas, políticos, profesores de universidad y personas que no tienen nada mejor que hacer que memorizar viejas anécdotas.
“Cuando hablamos de a quién votar, las investigaciones han sugerido generalmente que ver debates tiene poco impacto”, escribe Dustin Carnahan, profesor asociado en el Departamento de Comunicación de la Universidad de Michigan. “Los televidentes de los debates tienden a estar entre las personas más implicadas políticamente y, por tanto, es probable que ya hayan adoptado una postura mucho antes del debate. Para estas personas, los debates son como un deporte de espectadores, que se ven, sobre todo, para ver cómo se desempeña el candidato favorito de uno, con poco o ningún efecto sobre su opinión de los candidatos”.
Lo cual no significa que los debates no tengan ninguna importancia. Según Carnahan, siguen siendo una prueba ineludible para ver cómo se maneja un candidato frente a otro, atacando y encajando los ataques, mostrando templanza frente a decenas de millones de televidentes. Los debates dominan la actualidad en las 48 anteriores a la cita y en las 48 horas posteriores, y, si bien no suelen cambiar la opinión de una parte sustancial del electorado, sí pueden afectar a la valoración de un aspirante.
Sin embargo, este es un ciclo político especial. El debate del 27 de junio tuvo consecuencias inmensas. Impulsó las preocupaciones por la edad de Biden y provocó su salida. Y no es el único capítulo extraño de esta campaña. La entrada de Harris en una fecha tan tardía para estándares norteamericanos ha dejado un margen amplio para la imaginación y las sorpresas. Para empezar, el Partido Demócrata ha intentado rehacer la imagen de una política que ha tenido más momentos bajos que altos. Una “famosa desconocida”, Kamala Harris, a la que le han hecho un perfil a todo correr: el de líder moderada y vibrante, la cara del futuro del progresismo.
La tercera carrera presidencial de Trump
También hay una novedad en el hecho de que Donald Trump esté librando su tercera carrera presidencial consecutiva. En un país tan dado a la renovación política, con límite de mandatos y unas primarias abiertas y despiadadas, el caso de Trump es prácticamente inédito. Pese a que fue elegido presidente en 2016 y sus números ahora mismo están a la par que los de Harris, sigue tratándose de un político impopular que jamás ha alcanzado el 50% de los índices de aprobación. Pero ahí está: vendiendo por tercera vez la misma campaña de nacionalpopulismo.
El tiempo pasa. Puede que en contra de la marca Trump. Este año pueden votar 41 millones de miembros de la Generación Z, que quizás no acaben de verle el punto a un hombre escandaloso, propenso a la incorrección política y que encarna los valores materialistas. Mientras, los miembros de la generación de Donald Trump, los Baby Boomers, están poco a poco saliendo del escenario. Hablamos de sus graneros de voto más importantes: los mayores de 45 años, y, sobre todo, de 65.
Lo más revelador de su actuación es que todo el mundo sabía, porque era lo esperable y porque así lo explicaron decenas de análisis previos, que Kamala Harris iba a tratar de tenderle trampas a Donald Trump para que este perdiese los estribos. Y eso fue lo que pasó durante gran parte del debate. Harris iba colocando minas aquí y allá, ridiculizando la asistencia a los mítines de Trump, acusándole de niño, de papá que nació con una cuchara de plata en la boca, llamándole racista, etcétera. Trump las pisó casi todas, desoyendo los consejos de sus asesores.
El desempeño del magnate preocupa a muchos republicanos. El senador de Carolina del Sur, Lindsey Graham dice que, para Trump, el debate fue una “oportunidad perdida” y que Harris “se desenvolvió bien, tenía una buena disposición”. Otros congresistas republicanos lamentaron que Trump preste oídos a la extrema derecha del espectro político, a agitadores como Charlie Kirk, tal y como demuestra el hecho de que Trump diseminó el bulo, ya desmontado, de que los inmigrantes haitianos andan comiéndose las mascotas de los pobres habitantes de Springfield, en Ohio.
Los conservadores atacan también al árbitro: dicen que los moderadores de ABC News fueron más duros con Trump que con Harris, inclinando la balanza a favor de esta. Lo cierto es que, si bien Trump profiere más falsedades que ningún otro político vivo, Harris dijo también unas pocas falsedades que no fueron verificadas.
Con todo, las encuestas siguen dando un empate técnico, lo cual es una mala noticia para Harris. Hillary Clinton sacaba un margen notable en las encuestas, y perdió. Joe Biden sacaba un margen enorme y casi pierde. Un empate técnico es lo último que quiere ver un demócrata, condenado a ganar el voto popular, pero no el del colegio electoral, que es el que cuenta. Quizás por eso Donald Trump no quiere más debates: uno estuvo bien por cumplir, pero ya. Le queda agarrarse a cómo están las cosas, atacar, mantener el tipo, y confiar en retornar de nuevo a la Casa Blanca. El 1 de octubre se verán las caras los aspirantes vicepresidenciales: Tim Walz y JD Vance.
24 horas después de que Kamala Harris le ganara el debate a Donald Trump, tal y como interpretan, también, diarios conservadores como The New York Post o The Washington Examiner, una pregunta permanece: ¿le servirá de algo? ¿Podrá arañar un punto aquí y allá y colocarse más cerca de ganar las elecciones? Quitando las consecuencias extraordinarias del último debate entre Joe Biden y Donald Trump, la hipótesis de trabajo suele ser que no: que los debates no cuentan.
- Se acabó el verano de Kamala: empate técnico entre Trump y Harris a las puertas del debate L. Proto Gráficos: Marta Ley
- Kamala Harris se corona en Chicago: ¿salvadora demócrata o Frankenstein del progresismo? Argemino Barro. Chicago
- Kamala, la "niñata": la campaña de Harris se lanza a por los votantes que Biden perdió Lucas Proto