"Yo tenía un país": 500 días de la guerra que Ucrania y Gaza devoraron
La ayuda internacional no llega a Sudán. El país africano atraviesa una de las peores crisis humanitarias del mundo, pero se ha visto invisibilizado por otros conflictos
"Siempre fui parte de los que están a salvo, de los que leen en los periódicos que millones de personas huyen de sus hogares y que hay niños muriendo de hambre. Fui parte de los que miden la tragedia en términos estadísticos", cuenta Hameed Al Nabi, un sudanés refugiado en Kenia. "Hoy soy yo el refugiado y mi hijo está muerto. En Sudán tenía un buen trabajo como abogado; ahora vendo perros de juguete de mala calidad en los atascos de Nairobi. Yo tenía una familia, tenía un país, tenía una casa que construí poco a poco con mi mujer, y ahora ya no me queda nada".
Hameed huyó de Jartum, la capital de Sudán, hacia Sudán del Sur, y de allí a Kenia. "Mis hermanos se fueron a Egipto, pero la situación allí como refugiado es mucho más difícil debido al racismo; aquí en Kenia tengo más facilidades para integrarme".
Han pasado dieciséis meses desde el estallido de los enfrentamientos entre las Fuerzas Armadas de Sudán (SAF), lideradas por Abdel-Fattah al-Burhan, y las Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF) comandadas por el general Mohamed Hamdan Dagalo, conocido como Hemedti. Este "conflicto de dos generales" ha tenido consecuencias devastadoras que empeoran día a día.
Según Médicos Sin Fronteras (MSF), una de las pocas organizaciones internacionales que operan a ambos lados del conflicto, son más de 10 millones de personas —una quinta parte de la población de Sudán— las que han sido desplazadas de sus hogares.
Se trata de una de las peores crisis humanitarias actuales y, sin embargo, a pesar de su gravedad y de sus efectos catastróficos que se extienden más allá de las fronteras de Sudán, el conflicto no parece atraer la misma atención internacional que otros. Desde la Fundación de Ciencias Políticas (SWP por sus siglas en alemán) con sede en Berlín, el Dr. Gerrit Kurtz expone en un artículo publicado en abril de este año que, en los últimos 12 meses, la Cancillería Alemana mencionó a Ucrania en 190 comunicados de prensa, mientras que el conflicto de Sudán fue citado solo en tres ocasiones.
"Es innegable que el conflicto en Sudán es marginal", declara Osman Dirar, un médico sudanés desde Nairobi (Kenia). "Que la empatía hacia las víctimas es selectiva tampoco es algo nuevo. Somalia lleva décadas en crisis humanitaria, igual que el Congo o Burkina Faso. No es la tragedia lo que causa interés, sino el interés geopolítico", concluye.
Los enfrentamientos violentos, que han alcanzado la capital del país, también han afectado a las infraestructuras sanitarias, como hospitales y centros de salud, que se han convertido, al igual que en Gaza y Ucrania, en objetivos militares. Según las últimas comunicaciones de Médicos Sin Fronteras, cada vez es más difícil prestar atención médica a los pacientes, no solo a los heridos por los enfrentamientos o los ataques violentos, sino también a los pacientes que necesitan tratamiento para enfermedades crónicas u otras emergencias.
Somalia lleva décadas en crisis humanitaria, igual que el Congo o Burkina Faso. No es la tragedia lo que causa interés, sino el interés geopolítico
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, el conflicto ha dejado fuera de servicio a casi el 80 % de los centros de salud. "Antes del conflicto, el cierre de un solo hospital en Sudán habría afectado gravemente a comunidades enteras que dependen de sus servicios sanitarios", afirma Osman Dirar. "Imagina la situación en un país en guerra donde apenas un 20 % de las instalaciones médicas están funcionando. Los hospitales, en estas circunstancias, no son solo lugares para tratar enfermedades, sino también un refugio para todos aquellos que han perdido sus hogares o se encuentran en situación de vulnerabilidad".
Una situación completamente desesperada
Las agencias internacionales sobre el terreno, entre ellas Médicos Sin Fronteras, exigen que las partes beligerantes respeten la protección de los civiles y las infraestructuras necesarias para asegurar que la ayuda humanitaria pueda llegar. Subrayan también la necesidad de garantizar la seguridad en las rutas de acceso disponibles.
"Las fosas comunes crecen al mismo ritmo que caen los hogares", explica Qasim. O, quien fue enfermero en el South Hospital hasta que tuvo que cerrarse el pasado 8 de junio, tras ser asaltado y saqueado por las Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF). "Los medios discuten sobre si las fosas comunes son visibles desde el espacio o no; yo te puedo decir que son visibles desde el terreno, que los cuerpos se acumulan en los hospitales y en las calles, y que estamos en una situación de desprotección total. Los sanitarios son atacados indiscriminadamente, sin importar el bando. Nuestra situación es completamente desesperada".
Desde MSF confirman la oleada de ataques contra instituciones y personal médico. Según su último comunicado oficial, el 22 de agosto se produjo el 84º incidente violento contra personal, vehículos y locales de esta organización internacional.
"Mis colegas sobre el terreno me hablan de casos de violencia extrema: mutilaciones, torturas, violaciones, extirpación de ojos o lengua, e incluso casos de canibalismo forzado", afirma Osman Dirar desde Nairobi. "Las imágenes descritas son de una crueldad tal, que es difícil de aceptar que los seres humanos seamos capaces de tanto mal".
"Las imágenes descritas son de una crueldad tal, que es difícil de aceptar que los seres humanos seamos capaces de tanto mal"
Un informe publicado por la Unión Africana (UA) confirma evidencias de violencia sexual y de género cometidas por ambas partes contra mujeres, y documenta casos de "crueldad extrema ejercida a través de la mutilación, quema de cuerpos y extracción de sangre de personas recién asesinadas para obligar a los miembros de su comunidad a beber la sangre o comer carne humana quemada".
"La atención que reciben los conflictos depende de los vínculos internacionales, los intereses geopolíticos y la proximidad a los poderes que mueven el mundo", explica Hameed. "No creo que la falta de interés se trate de falta de empatía; quiero creer que se trata de ignorancia o lejanía, por eso es tan importante que se hable de Sudán y de otros conflictos alejados del interés económico. Pienso que si la gente ve lo que está pasando, no apartarán la mirada".
Sudán no es un conflicto aislado. Existe la interferencia de actores externos, lo que impide reducir la guerra a un enfrentamiento de dos bandos locales por el poder. El patrocinio militar externo incrementa la complejidad; tanto Egipto como los Emiratos Árabes Unidos tienen intereses en el terreno. Sin embargo, tampoco podría reducirse el conflicto a una guerra de proximidad; ambos bandos luchan por sus propios intereses. Es necesario comprender el conflicto local antes de analizarlo a través de sus apoyos internacionales. "Por supuesto, es importante analizar la situación a nivel político, pero no podemos esperar a que se llegue a una solución para abordar la emergencia humanitaria", afirma Osman. "La reacción internacional para frenar la hambruna inminente ha de ser prioritaria", sostiene.
Aproximadamente unos 25 millones de personas, más de la mitad de la población, sufren ya de inseguridad alimentaria grave. "Mi hijo murió por una enfermedad agravada por su desnutrición", explica Hameed. "A veces pasábamos días sin comer; otros días comíamos alimentos en descomposición", añade. El hijo de Hameed, como tantos otros niños, fue víctima de una muerte prevenible si hubiera tenido acceso al tratamiento adecuado.
La ayuda internacional no llega
"En estos momentos hay más posibilidades de morir en un hospital que en la calle", afirma Osman. "Los pacientes tienen miedo de acudir a las instalaciones médicas. No hay un solo lugar seguro. Todas las guerras son terribles; esto no se trata de una competición por la atención mediática, pero las guerras que ocurren fuera del foco de interés internacional son mucho más cruentas. No digo que nuestras víctimas sufran más que las de Gaza o Ucrania, solo insisto en que el horror también está sobre nuestro pueblo".
La misma soledad la sienten las agencias humanitarias sobre el terreno, que ven cómo poco a poco la violencia va ganando terreno y el apoyo internacional no llega. "No hay más tiempo que perder”, aseguran desde MSF, sobre el terreno más de 500 días desde que empezó esta guerra.
"En Sudán, no hay vida", asegura Hameed. "Solo nos queda el miedo, el silencio y la sensación de que todo este sufrimiento no forma parte del contador de tragedias del mundo. Nosotros también estamos en guerra, aunque estemos lejos. Miradnos, nosotros también morimos. Nuestros hospitales también están siendo destruidos. Nuestro sufrimiento también merece reconocimiento. Miradnos".
"Siempre fui parte de los que están a salvo, de los que leen en los periódicos que millones de personas huyen de sus hogares y que hay niños muriendo de hambre. Fui parte de los que miden la tragedia en términos estadísticos", cuenta Hameed Al Nabi, un sudanés refugiado en Kenia. "Hoy soy yo el refugiado y mi hijo está muerto. En Sudán tenía un buen trabajo como abogado; ahora vendo perros de juguete de mala calidad en los atascos de Nairobi. Yo tenía una familia, tenía un país, tenía una casa que construí poco a poco con mi mujer, y ahora ya no me queda nada".