Francia, el mejor país para ser un espía: "Tenemos cultura de la Inteligencia"
Francia continúa apostando por el acercamiento de la "cultura de la inteligencia" a su sociedad. Tanto es así que la DGS ha asesorado una serie de espionaje, considerada una de las mejores adaptaciones a la ficción
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Si usted entra en cualquier librería de cierto tamaño en una gran ciudad francesa, hay muchas posibilidades de que tengan una sección dedicada exclusivamente a temas de inteligencia. Algunos de los libros versarán sobre los conflictos de Ucrania y Oriente Medio, el antiguo KGB o la CIA, pero también, y esta es la gran diferencia con otros países, sobre los propios servicios secretos franceses. Títulos sobre la Dirección General de Seguridad Interior o DGSI (la agencia dedicada a cuestiones de seguridad doméstica y contrainteligencia), sobre la DGSE (la encargada del espionaje en el extranjero), sobre los cuerpos especiales de ejército y policía, sobre Interpol… Desde hace algunos años el país vecino vive una auténtica fiebre editorial en ese sentido.
El motivo tiene mucho que ver con lo que se ha dado en llamar "cultura de inteligencia", el esfuerzo consciente de las autoridades para que las sociedades conozcan la importancia de las actividades de sus servicios secretos. Una carrera en la que los países anglosajones, con sus poderosas industrias culturales, le llevan una enorme ventaja al resto del mundo y en la que Francia ha hecho enormes avances recientemente. Una de las decisiones más inteligentes de la DGSE, por ejemplo, ha sido el proporcionar asesoramiento a la serie Le Bureau des Légendes (emitida en España como Oficina de Infiltrados), considerada una de las mejores adaptaciones a la ficción del trabajo real de un servicio de inteligencia. "Incluso el busto que aparece en el despacho está copiado de uno real que hay dentro de la DGSE", nos dice una persona que, por motivos profesionales, conoce el interior del edificio.
El servicio de inteligencia exterior también ha dado el paso inusual de permitir que varios de sus miembros sean entrevistados en profundidad para un libro y un documental, ambos titulados DGSE: La fabrique des agents secrets. El responsable de ambas obras es el periodista e historiador Jean-Christophe Notin, un hombre muy bien conectado dentro de las fuerzas armadas galas y autor de más de una veintena de libros de temática militar y de espionaje. Entre ellas se incluyen varias obras sobre el papel del ejército y los servicios secretos franceses en los conflictos de Afganistán, Mali, Libia y Costa de Marfil.
La emisión del documental en la cadena France TV 2 el pasado mayo provocó un auténtico terremoto, hasta el punto de que varios corresponsales internacionales en París acabaron escribiendo sobre ello. El programa muestra a espías franceses de diferentes secciones —como antiterrorismo, no proliferación o el llamado "servicio de acción", el brazo armado-militar de la agencia— explicando aspectos de su trabajo y en algunos casos los detalles de viejas operaciones exitosas. Por ejemplo, la recolección de muestras de tierra para probar el uso de armamento químico en Siria, o el rastreo de un terrorista yihadista en el Sahel, responsable del asesinato de varios turistas franceses en Mauritania en 2007.
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“Yo creo que hay unas 150 profesiones diferentes dentro de la DGSE. Es muy, muy variado”, ha explicado Notin en una entrevista con el diario Le Figaro. "Tienes ingenieros, tienes técnicos, informáticos, químicos, de laboratorio. Evidentemente, tienes los analistas, que son los que van a estar a cargo de recoger la inteligencia y de extraer la sustancia. Y también tienes a los agentes sobre el terreno, tanto el jefe de estación con pasaporte diplomático como los famosos 'clandestinos'", dice este experto, quien en 2017 ya publicó otro libro sobre la DGSE titulado Les guerriers de l’ombre (Los guerreros de la sombra’).
Espías en los medios… y los tribunales
Pero este no es, ni mucho menos, el único documental reciente sobre el tema en la televisión francesa. La misma France TV ha emitido en los últimos años otros, como France, nid d’espions, Chine: opérations secrètes o Paris, secrets d’espions, detallando en profundidad las acciones de los servicios de espionaje extranjeros en territorio galo y las actividades francesas de contrainteligencia. El último de estos programas muestra en detalle cómo París, como gran metrópoli global que es, supone uno de los principales teatros de inteligencia del planeta.
Por ejemplo, la operación del Mossad, el servicio secreto israelí, para matar al facilitador de armas de Hamás Mahmoud Al-Mabhouh en Dubai en 2010, fue coordinada y dirigida desde la capital francesa. También, como refugio de exiliados y militantes, ha sido escenario de numerosas eliminaciones y asesinatos por parte de operativos israelíes, palestinos, argelinos, rusos, turcos, marroquíes o de la antigua dictadura surcoreana, por nombrar solo unos pocos.
No deja de ser interesante que en muchos de estos documentales aparecen antiguos oficiales de inteligencia que no tienen empacho alguno en hablar a la cámara o en hablar con la prensa. Personajes como el antiguo operativo de la DGSE Olivier Mas, o como Michel Guérin, que ha ostentado varios altos cargos dentro de la comunidad de inteligencia francesa (el último, como director de inspección de seguridad interior en la DGSI) aparecen frecuentemente en la televisión francesa como comentaristas sobre cuestiones de seguridad, terrorismo y contraespionaje. Y muchos medios galos de primera fila cuentan también con periodistas especializados en cuestiones de inteligencia, como Jacques Follorou, de Le Monde.
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Aún así, el secreto inherente a este mundo hace que muchos de sus integrantes sigan siendo alérgicos a la luz pública. El año pasado, la publicación de dos libros de miembros de la DGSE recientemente retirados, ha puesto a sus autores en el punto de mira de sus antiguos servicios. Se trata de las memorias de Richard Volange, tituladas Espion. 44 ans à la DGSE (Espía. 44 años en la DGSE), y de Jean-François Lhuillier, el antiguo jefe de estación en la capital de Libia, que cuenta sus experiencias en el libro L’homme de Tripoli (El hombre de Trípoli), en el que critica duramente el papel de Francia en el derrocamiento de Muamar Al Gadafi.
Durante meses, las autoridades francesas debatieron si debían iniciar acciones legales contra estos ex espías, pero temían que eso atrajese aún más atención indeseada a sus obras. “Mi trabajo era fascinante. Me parecía interesante compartirlo. También quería contarles a mis nietos cosas de mi vida, parte de mi vida profesional”, se defendía por aquel entonces Jean-François Lhuillier en una entrevista con el diario francés Le Figaro. Finalmente, ambos hombres han sido llevados a juicio con cargos criminales por presunta violación del secreto profesional y revelación potencial de información confidencial. Mientras la cosa se resuelve en los tribunales, los dos libros han sido superventas en Francia.
Un filón editorial
Al mismo tiempo, editoriales como Tallandier, Points, Actes Sud o Mareuil han encontrado un filón en este tipo de historias. Vivencias como la del periodista Romain Mielcareck, que fue objeto de un intento de reclutamiento por parte del GRU, el servicio de inteligencia militar de Rusia y que ha relatado en su libro Les Moujiks, que le ha convertido en una pequeña celebridad en este campo y en un experto en espionaje ruso. También las del mencionado Olivier Mas, autor de tres libros sobre sus andanzas en la DGSE, o de su excompañero Jean-Marc Gadoullet, las investigaciones periodísticas de reporteros como Jean Guisnel o Alex Jordanov… Muchas de estas obras han sido aprobadas antes de su publicación por los propios servicios o son el fruto de muchos años de contacto profesional entre estos periodistas y sus fuentes en el sector.
El esfuerzo de seducción por parte de las agencias francesas de inteligencia se produce en parte tras los traumas de la serie de ataques yihadistas que sacudieron el país hace alrededor de una década y que llevaron a muchos ciudadanos a cuestionar el papel de sus servicios de seguridad. Una imagen que ha mejorado en los últimos años, en parte debido a que las autoridades galas han conseguido poner fin a la cadena de atentados. Cabe destacar especialmente el éxito en estos pasados Juegos Olímpicos, en los que los cuerpos de seguridad franceses lograron abortar operaciones de Al Qaeda, el Estado Islámico, grupos de extrema izquierda y los servicios de inteligencia rusos para desestabilizar las celebraciones deportivas en París.
Y basta seguir la prensa española para ver que en nuestro país también se producen con relativa frecuencia espectaculares operaciones antiterroristas, acciones de represión contra disidentes de regímenes dictatoriales, complicados esquemas internacionales de evasión de sanciones e importantes campañas de espionaje por parte de potencias hostiles. Y lo mismo ocurre en la mayoría de los grandes países europeos. La diferencia con Francia es que los franceses, ahora, se interesan por el tema y sus espías han decidido contarlo.
Si usted entra en cualquier librería de cierto tamaño en una gran ciudad francesa, hay muchas posibilidades de que tengan una sección dedicada exclusivamente a temas de inteligencia. Algunos de los libros versarán sobre los conflictos de Ucrania y Oriente Medio, el antiguo KGB o la CIA, pero también, y esta es la gran diferencia con otros países, sobre los propios servicios secretos franceses. Títulos sobre la Dirección General de Seguridad Interior o DGSI (la agencia dedicada a cuestiones de seguridad doméstica y contrainteligencia), sobre la DGSE (la encargada del espionaje en el extranjero), sobre los cuerpos especiales de ejército y policía, sobre Interpol… Desde hace algunos años el país vecino vive una auténtica fiebre editorial en ese sentido.