Abdelmadjid Tebboune sabe que ganará las elecciones en Argelia. Entonces, ¿por qué no las tiene todas consigo?
El actual presidente argelino no se juega su reelección el próximo sábado, pero sí su credibilidad en caso de que la participación sea igual de baja —o incluso peor— que en 2019
Hay países en los que el resultado de unas elecciones se evalúa en función de quién es el vencedor. Hay un país, Argelia, en el que se mide por la participación electoral porque se sabe de antemano quién es el vencedor de las elecciones presidenciales: será, ya en la primera vuelta, Abdelmadjid Tebboune, 78 años, el actual jefe de Estado.
Más de 24 millones de argelinos han sido convocados a las urnas sábado el 7 de septiembre, con tres meses de antelación sobre la fecha prevista. El adelanto obedece a razones no aclaradas, pero probablemente esté relacionado con los desafíos en su entorno regional a los que Argelia debe hacer frente en política exterior.
Tebboune fue ya el ganador de las anteriores elecciones, en diciembre de 2019, cuando las masivas manifestaciones de protesta obligaron al entonces presidente, Abdelaziz Bouteflika, a renunciar a presentarse a un quinto mandato. La cúpula militar de entonces buscó apresuradamente un candidato alternativo. Tebboune obtuvo el 58,13% de los sufragios en la primera vuelta, en la que solo acudió a las urnas el 39,88% del censo electoral. Fue la participación más baja en unas presenciales. ¿Conseguirá superar ahora ese porcentaje Tebboune?
Las imágenes de los colegios electorales desiertos mostradas por las televisiones extranjeras eran llamativas hace cuatro años. En la región de Cabilia (6 millones de habitantes), con fama de díscola, solo el 0,18% de los electores votó en la provincia de Bejaia y el 0,04% en la de Tizi Ouzou.
Entre los que depositaron su voto en todo el país hace cinco años, casi el 13%, un porcentaje récord (multiplica por siete al de España), lo hicieron en blanco o con papeletas rotas o con tachones. Mostraron así su rechazo a las presidenciales y a los candidatos.
Hay consenso entre los académicos y politólogos que siguen de cerca la política argelina: la gran cuestión de la cita electoral es la participación. "Diría que la abstención es el único reto de la elección presidencial", afirmaba Hasni Abidi, director del Centro de Estudios e Investigación sobre el Mundo Árabe y Mediterráneo de Ginebra, en una entrevista con El Confidencial.
"Hay consenso entre los académicos y politólogos que siguen de cerca la política argelina: la gran cuestión de la cita electoral es la participación"
"Desertar las urnas es una posición política, no es ser neutral, es algo que va más allá de la indiferencia hacia la política", insistía Hasni Abidi, suizo de origen argelino. "Por eso el poder intenta en Argelia, con las direcciones electorales regionales, movilizar a toda costa a los electores", añadía. Para no andarse con rodeos, Tebboune ha elegido como director de campaña a Brahim Menad, ministro del Interior, una decisión que trasgrede la ley, según algunos partidos políticos.
Brahim Menad deberá esforzarse mucho porque, a veces, desde las propias filas de los partidarios de Tebboune se lanzan mensajes que desincentivan el voto. Abdelkader Bengrina, que encabeza un minúsculo partido islamista moderado que respalda la candidatura del jefe del Estado, declaró a la prensa que "la incógnita de estas presidenciales es saber quién se colocará en segunda posición. Por lo que se refiere a la primera, ya está zanjada con entre el 80% o el 90%" de los sufragios para Tebboune", vaticinó.
Tebboune se presenta como candidato independiente, pero con el apoyo de una quincena de partidos políticos y asociaciones, entre los que destaca el Frente de Liberación Nacional (FNL), el antiguo partido único. Tendrá solo a dos rivales, Abdelali Hassani Cherif, de 57 años, del Movimiento para la Sociedad y la Paz, un partido islamista descafeinado, y Youcef Aouchiche, de 41 años, líder del Frente de Fuerzas Socialistas (FFS), una formación laica de izquierdas.
Fundado justo después de la independencia, en 1963, el FFS ha boicoteado sistemáticamente las presidenciales durante el último cuarto de siglo porque las consideraba amañadas, pero esta vez ha sorprendido presentando a un candidato. Aun así, esta decisión del FFS no basta para otorgar plena credibilidad a la cita con las urnas del sábado porque otros muchos aspirantes a presidente no han podido concurrir.
A las presidenciales del sábado intentaron apuntarse otros 13 candidatos que, según la Autoridad Nacional Independiente de las Elecciones (ANIE), no cumplían los requisitos empezando por los avales. Necesitaban la firma de 600 representantes electos o de 50.000 electores repartidos por 29 wilayas (provincias).
A las presidenciales intentaron apuntarse otros 13 candidatos que, según la autoridad electoral, no cumplían los requisitos
Entre los que suspendieron el trámite figuran dos mujeres. Una de ellas es Saida Neghza, presidenta de la Confederación General de las Empresas Argelinas, que, al ser excluida, acusó de "fraude" a la ANIE. La segunda, Zoubida Assoul, es la mujer que hizo la carrera judicial más brillante antes de reconvertirse en abogada y dedicarse a la defensa de los detenidos del Hirak, el movimiento de protesta que acabó defenestrando a Bouteflika, pero que fue reprimido.
Más llamativo aún que el rechazo de las candidaturas de estas dos mujeres, fue la renuncia de otra, Louisa Hanoune, a concurrir en las presidenciales. Hanoune es mucho más conocida que ellas dos porque es la lideresa del Partido de los Trabajadores, de inspiración trotskista, y se ha presentado tres veces a esta elección, la última en 2019. Obtuvo entonces el 3,9% de los sufragios.
Hay, en cambio, otros partidos tradicionales que boicotean las presidenciales
El Partido de los Trabajadores denunció a mediados de julio los "obstáculos" con los que se había topado y que le hicieron desistir. "Decenas de miles" de sus simpatizantes no pudieron apadrinar la candidatura de Louisa Hanoune porque fueron borrados del cuerpo electoral y también la web de la ANIE sufrió reiteradas averías que impidieron darle su aval.
Si los socialistas vuelven a participar, hay, en cambio, otros partidos tradicionales que boicotean las presidenciales. El principal es el Reagrupamiento por la Cultura y la Democracia, otra formación laica con fuerte implantación en Cabilia. Su presidente, Atmane Mazouz, las tacha de antemano de "engaño electoral".
Con estas bajas entre los candidatos, la campaña electoral resulta plúmbea, sin debates entre candidatos y con pocos mítines por parte de Tebboune. Los aprovecha para prometer luchar con más ahínco contra "la corrupción, la burocracia y el favoritismo". En el índice mundial de corrupción de Transparency International para el año 2023, Argelia figura en el puesto 104, peor aún que Marruecos, que se coloca en el 97.
La campaña se animó algo, el 25 de agosto en Orán, cuando irrumpió en el mitín del polideportivo la campeona olímpica de boxeo, Imane Khelif, para expresar su "orgullo" de que sea él el actual y futuro presidente. Fue entonces cuando Tebboune anunció que "la economía argelina se ha convertido en la tercera del mundo", pese a que solo es la cuarta de África. Cinco días después, en Djanet, en el sur del país, Tebboune subió a la tribuna vestido con una daraa, la túnica de los saharauis, para manifestar su apoyo al Frente Polisario.
Pese a que Marruecos haya marcado puntos con relación al Sáhara Occidental, con los apoyos recabados por parte de España, Francia y, con más matices, otros países europeos, Tebboune puede estar satisfecho de su balance en política exterior, aunque no todo el mérito sea suyo.
La invasión rusa de Ucrania y las tensiones en los mercados energéticos, han incrementado el peso geopolítico de Argelia, considerada, a veces, como un proveedor de gas alternativo a Rusia. Frente a las convulsiones del Sahel y de Libia, es además vista como una potencia que contribuye a estabilizar la región.
Boicot a las urnas
En política interior las mayores críticas se las lleva la falta de libertades. "No hay una auténtica vida política en Argelia, hay muchas restricciones que afectan a los partidos, a los sindicatos", insistía Hasni Abidi en su entrevista. "Argelia debe revisar su actitud ante las libertades públicas y privadas", añadía. "Un Estado como Argelia no puede tener miedo de un periódico y de un editorialista", concluía. En otros tiempos, el sistema político era autoritario, pero la prensa escrita gozaba de amplios márgenes de libertad.
La campaña electoral ha estado salpicada de detenciones y, en general, del acoso policial y judicial a destacadas figuras del Hirak y a miembros de partidos que boicotean la cita con las urnas. "Nunca una campaña presidencial ha estado marcada por una represión tan implacable", se lamentaba Mohcine Belabbas, expresidente del Reagrupamiento para la Cultura y la Democracia. "Las autoridades deben acabar con la represión en el espacio cívico en vísperas de la elección presidencial", pidió esta semana Amnistía Internacional en un comunicado.
Al balance de Tebboune hay, por último, que añadir el refuerzo del peso de los militares, ya de por sí omnipresentes, en el aparato del Estado. Justo después de adelantar las elecciones, Tebboune aprobó en julio un decreto-ley que permite a los oficiales de las Fuerzas Armadas en activo o jubilados desempeñar cargos en la administración civil. La medida incrementa aún más su peso en la vida del país de unos militares que administran el mayor presupuesto de defensa de África (19.250 millones de euros en 2024), por delante de Marruecos y Egipto.
Hay países en los que el resultado de unas elecciones se evalúa en función de quién es el vencedor. Hay un país, Argelia, en el que se mide por la participación electoral porque se sabe de antemano quién es el vencedor de las elecciones presidenciales: será, ya en la primera vuelta, Abdelmadjid Tebboune, 78 años, el actual jefe de Estado.