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¿Invadir sin derramar sangre? El plan más realista de China para hacer capitular a Taiwán
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del bloqueo a la sobrecarga cognitiva

¿Invadir sin derramar sangre? El plan más realista de China para hacer capitular a Taiwán

China podría optar por otra estrategia para obligar a Taipéi a capitular sin recurrir a la fuerza militar, ahorrándose el desgaste económico y político, y evitando un casus belli que pueda escalar en una guerra con EEUU

Foto: Caza F-16V de la Fuerza Aérea de Taiwán. (Reuters/Ann Wang)
Caza F-16V de la Fuerza Aérea de Taiwán. (Reuters/Ann Wang)
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No se puede decir que el estrecho de Taiwán haya sido nunca una de las áreas más estables del mundo. Pero incluso para los estándares del lugar, este verano está entre los más tensos que se recuerdan. Barcos chinos interceptando y arrestando a pescadores taiwaneses frente a las islas de Kinmen, violaciones sin precedentes de la llamada Zona de Defensa Aérea (ADIZ, por sus siglas en inglés) de Taiwán, con hasta 66 aeronaves del Ejército de Liberación Popular chino merodeando alrededor de la isla y penetrando el llamado perímetro de reacción. La retórica de Pekín se ha elevado considerablemente, dando luz verde a leyes que establecen penas de muerte para los “separatistas taiwaneses irreductibles”.

Y como siempre, la amenaza de una posible futura invasión sigue pendiendo, como una eterna espada de Damocles, sobre la cabeza de los ciudadanos taiwaneses.

Invadir Taiwán, sin embargo, no es tarea fácil. El país cuenta con importantes defensas naturales y, pese a sus deficiencias, las Fuerzas Armadas taiwanesas llevan tiempo preparándose para una operación de este tipo. El jefe del Estado Mayor taiwanés ha dicho en alguna ocasión que su trabajo es elevar al máximo posible los costes para una potencial fuerza ocupante, para que cada día Xi Jinping se levante por la mañana y piense: “Hoy no es el día”.

Pekín es consciente de la miríada de problemas que acarrearía una acción militar, desde la posibilidad de sufrir un importante número de bajas hasta el riesgo de una escalada que los enzarce en una guerra con Estados Unidos y sus aliados. También influyen el desgaste de la imagen de China en el mundo, la imposición de sanciones contra su economía y el rechazo diplomático. Por eso, el gobierno de Xi podría optar por otra estrategia para obligar a Taipéi a capitular sin recurrir a la fuerza militar, ahorrándose el desgaste económico y político, y evitando un casus belli claro que pueda movilizar a otros países en apoyo de Taiwán.

Foto: Un hongkonés, durante las protestas del año pasado. (Reuters)
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“No creo que se produzca una invasión. Tiene mucho más sentido llevar a cabo otro tipo de acciones que acaben por obligar a Taiwán a aceptar un ultimátum como, por ejemplo, un nuevo marco legislativo por el que se somete a la República Popular de China”, comenta una periodista occidental radicada en Taipei, que pide no ser identificada, poniendo como ejemplo lo sucedido con la supresión de facto de la autonomía de Hong Kong desde 2020 (pese a los acuerdos internacionales con Reino Unido vigentes hasta 2047).

‘Inevitabilidad histórica’

Esta antigua corresponsal en Pekín es una de las diversas personas que en los últimos años han sido expulsadas de China por sus informaciones críticas y se han reasentado en Taiwán. “Me encanta, porque es como una China democrática, que es algo que yo pensaba que no era posible”, dice en conversación con El Confidencial. Aun así, no es optimista sobre el futuro de la isla.

“Probablemente, la RPC (República Popular China) esperará a que pasen las elecciones en Estados Unidos y si gana Donald Trump tratará de llegar a algún acuerdo con él. Probablemente, los estadounidenses estarán demasiado consumidos por sus problemas internos como para prestar atención y recursos a una situación que sería dramática para los taiwaneses, pero sobre la que sería muy difícil concienciar si no hay derramamiento de sangre”, indica.

Esta es la clave. No derramar (demasiada) sangre. Para ello, China podría incrementar su campaña de acciones coercitivas en la llamada zona gris, que no llegan a ser consideradas actos de guerra pero que, en el plazo de unos años, darían a Pekín una ventaja estratégica y diplomática, impidiendo que la isla adquiera independencia formal y reservándose la opción de usar la fuera, consideran expertos.

Foto: Buques de guerra taiwaneses participan en unas maniobras navales este miércoles en Hualien (Taiwán). (EFE/Ritchie B. Tongo)

“La política paciente y a largo plazo de China sobre Taiwán, que trata la unificación como una ‘inevitabilidad histórica’, junto con un pasado modesto de acciones militares en el extranjero, sugiere que el plan de Pekín más probable es intensificar gradualmente la política que ya está llevando a cabo: una inquietante transgresión del espacio aéreo, marítimo e informacional de Taiwán”, escriben los expertos Jennifer Kavanagh e Isaac Kardon en un reciente artículo en la revista Foreign Affairs

Esto último, además, permitiría confundir a los aliados de Taipéi y dificultar una respuesta. “Los líderes estadounidenses podrían verse inmersos en debates sobre si China ha cruzado una línea roja. Con Washington paralizado por la incertidumbre sobre cuán lejos China tiene intención de llevar sus tácticas de zona gris, mucha de la responsabilidad de contrarrestar la campaña china de transgresión recaería en el propio Taiwán”, apuntan Kavanagh y Kardon.

Pero ¿qué tipo de acciones podrían llegar a forzar la mano de Taipéi hasta ese punto? La más obvia que manejan muchos observadores es la imposición de un bloqueo naval sobre la isla que destruyese su economía. Muchos expertos creen que eso es exactamente lo que China ensayó el pasado mayo, cuando su armada se desplegó alrededor de Taiwán pocos días después de la toma de posesión del presidente taiwanés Lai Ching-te, como una forma de intimidación. “La corta duración de las maniobras militares United Sword-2024A pone de manifiesto que EEUU y Japón no tendrían tiempo para intervenir”, apunta Lu Li-shih, un antiguo instructor de la Academia Naval taiwanesa en Kaohsiung, en una entrevista con el diario South China Morning Post.

Un bloqueo económico desastroso

Este hipotético bloqueo podría adoptar varias formas, desde un “régimen de inspección de aduanas”, en el que los militares chinos podrían registrar e incautar bienes en los navíos que se dirijan a Taiwán o zarpen de sus puertos, poner en cuarentena estricta sus buques e incluso llegar a la opción más radical de un cerrojazo total, con buques de guerra impidiendo el libre tránsito del comercio marítimo. En su forma más extrema, esto podría llegar a causar un daño a la economía global de 5.000 billones (con b) de dólares, según estimaciones de la unidad de geoeconomía de Bloomberg, poniendo en vilo el suministro mundial de microchips.

A la cúpula política y militar de la isla le preocupa este escenario, según ha podido constatar El Confidencial en conversaciones con altos cargos del gobierno taiwanés. “Taiwán es autosuficiente en cuanto a alimentos, pero nuestro punto débil es la energía. Tenemos combustibles derivados del petróleo suficientes para 180 días, pero gas natural solo para dos semanas”, comenta Ming Shih-shen, subdirector del Instituto para la Investigación sobre Defensa y Seguridad Nacional (INDSR) de Taipéi.

La posibilidad de un bloqueo genera debate entre los analistas. Algunos consideran que esta posibilidad estaría destinada al fracaso y, por tanto, sería descartada por las autoridades chinas.

Foto: Banderas taiwanesas en el Ministerio de Defensa Nacional, en Taipéi. (Reuters/Ann Wang)

“Un bloqueo económico, en lugar de una invasión militar total, tiene una baja probabilidad de éxito. Es poco probable que Pekín lleve a cabo una operación de este tipo; de hecho no lo ha intentado aún, pese a que ha tenido la capacidad para hacerlo durante décadas. Un intento de bloqueo económico llevaría casi inevitablemente a una guerra o una humillante derrota para China”, señala Dmitri Alperovitch, director de la consultora Silverado y autor de un reciente libro sobre el conflicto de Taiwán.

Los motivos que apunta son varios. En primer lugar, el perjuicio económico que esto le causaría a la propia China, que depende en gran medida de algunas tecnologías taiwanesas, como semiconductores avanzados. Además, Taipéi estaría en condiciones de imponer su propio bloqueo contra los principales puertos chinos mediante sus misiles de crucero Ching Tien, desarrollados de manera autóctona. Así, de un modo u otro, sería casi inevitable que el cerrojazo a la isla acabase deslizándose rápidamente hacia la guerra abierta.

“Si Taiwán está poniendo sus esperanzas de supervivencia en que Pekín busque otras opciones diferentes a la guerra, está cometiendo un grave error”, concluye Alperovitch.

China solo necesitaría cuatro años

Eso no significa que no haya otras opciones. En mayo, un informe conjunto del Instituto Americano de Empresa y el Instituto para el Estudio de la Guerra señalaba el modo en el que China podría obligar a capitular a Taipéi mediante una campaña híbrida y sin necesidad de una invasión. “China podría explotar las vulnerabilidades taiwanesas, sobre todo el aislamiento internacional de Taiwán y su falta de alianzas, en una campaña coordinada sin llegar a la guerra que inflija un dolor masivo sobre la sociedad taiwanesa y prevenga una intervención estadounidense”, señalan sus autores.

Según este informe, Pekín podría lograrlo a través de una operación continua en un plazo de apenas cuatro años, trabajando en tres ejes. El primero, romper la relación entre Taiwán y EEUU; segundo, degradar la capacidad ejecutiva del gobierno taiwanés, y tercero, minar la voluntad de los taiwaneses de resistir (y de los estadounidenses de ayudar a la isla). Esto generaría una “sobrecarga cognitiva”, reduciendo la capacidad de reacción de las autoridades taiwanesas, al tiempo que se bombardearía a la población estadounidense con mensajes bien dirigidos de que no merece la pena ir a la guerra con Taiwán.

Foto: Un destructor de Estados Unidos, en el estrecho de Taiwán. (Reuters)

A la vez, China desplegaría una serie de acciones para erosionar significativamente la calidad de vida de los taiwaneses, recurriendo a medidas de coerción económica, a la interrupción de servicios mediante ciberataques y a acciones de sabotaje, llevadas a cabo por grupos de crimen organizado instrumentalizados por los servicios de inteligencia chinos, entre otras posibles acciones. En último término, se induciría al gobierno y/o la sociedad taiwanesa a concluir que la mejor opción para poner fin al sufrimiento es aceptar los términos de China.

“Yo les estoy diciendo a mis amigos que visiten Taiwán mientras todavía se puede”, dice la periodista occidental en Taipéi.

De hecho, es posible que esta campaña ya haya comenzado.

"El país sufre al menos un millón de ciberataques al día. Desde la llegada de Lai, estamos recibiendo 2,8 millones al día de media”, nos dice un alto funcionario taiwanés que, sin embargo, considera que el resultado no está ni mucho menos predeterminado. “Lo único que ofrece la RPC es el modelo ‘un país, dos sistemas’, y en Hong Kong ya hemos visto el valor que tienen sus promesas. Los taiwaneses valoramos demasiado nuestras libertades. Pase lo que pase, el pueblo taiwanés resistirá”.

No se puede decir que el estrecho de Taiwán haya sido nunca una de las áreas más estables del mundo. Pero incluso para los estándares del lugar, este verano está entre los más tensos que se recuerdan. Barcos chinos interceptando y arrestando a pescadores taiwaneses frente a las islas de Kinmen, violaciones sin precedentes de la llamada Zona de Defensa Aérea (ADIZ, por sus siglas en inglés) de Taiwán, con hasta 66 aeronaves del Ejército de Liberación Popular chino merodeando alrededor de la isla y penetrando el llamado perímetro de reacción. La retórica de Pekín se ha elevado considerablemente, dando luz verde a leyes que establecen penas de muerte para los “separatistas taiwaneses irreductibles”.

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