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Del inesperado éxito a un alto riesgo: ¿qué podemos esperar de la ofensiva de Kursk?
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La inseguridad del enemigo

Del inesperado éxito a un alto riesgo: ¿qué podemos esperar de la ofensiva de Kursk?

Ucrania atacó Kursk y sorprendió a los rusos. Han pasado ya más de 20 días desde que Kiev lanzara esa incursión en la frontera. A pesar de todo, esta maniobra deja muchas dudas.

Foto: Uno de los escasos (tan solo hay dos) carros de recuperación ucranianos CRARRV, basado en el casco del Challenger británico. (Reuters)
Uno de los escasos (tan solo hay dos) carros de recuperación ucranianos CRARRV, basado en el casco del Challenger británico. (Reuters)
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Cuando Ucrania parecía estar en sus horas más bajas, entró hasta 1.300 km2 en territorio ruso, dando la vuelta a la sensación de guerra de desgaste —con las posiciones empantanadas y con ambos bandos incapaces de realizar una ruptura decisiva— que dejaba el inicio de 2024.

Todo cambió con el relativo éxito ruso en el área de Járkov, a un coste desmesurado y jugando con las limitaciones norteamericanas a Ucrania de uso de su armamento de largo alcance sobre territorio enemigo. A finales de mayo, cuando los combates en el área de Vovchansk y ante la crítica situación que amenazaba Járkov, segunda ciudad de Ucrania, Estados Unidos se decidió por fin a acabar con el 'santuario' de la aviación enemiga más allá de sus fronteras.

Pese a este trascendental cambio, al que se añadió un 'despertar' de las conciencias de los gobiernos occidentales con nuevas e importantes remesas de material, la presión rusa desde el eje Belgorod – Járkov hasta el Donbás, y sobre todo en esta conflictiva región, se estaba volviendo insoportable. A todos les sonarán los cruentos combates en Advivka, Bajmut o Kremina. Las pérdidas daban igual, pues Moscú podía seguir vendiendo pequeños pero constantes avances y, sobre todo, tenían la iniciativa. Hasta el 6 de agosto.

La iniciativa es un concepto que a veces es difícil de entender en el plano militar y aún más a la hora de percibir su trascendencia y la importancia que tiene para aquel que la posee. El dueño de la iniciativa es el que mueve, elige su maniobra y supedita al enemigo a responder. Esto proporciona múltiples ventajas. La primera es que elige dónde atacar y lo hará en el lugar que más le interese.

La iniciativa, esa importante y gran desconocida

El enemigo, en cambio, está sujeto a responder y, además, es probable que lo haga de un modo previsible al tener que hacerlo a partir del movimiento elegido por su oponente. Esta previsible respuesta sitúa al atacante en posición ventajosa para anticiparse y desbaratar las acciones enemigas. Por eso es tan importante conseguir y mantener la iniciativa y, como contrapartida, para ello a veces hay que asumir riesgos y también pérdidas.

La iniciativa ha ido cambiando de manos durante la guerra, pero al principio era obvio que estaba en manos del atacante para pasar a las del defensor cuando detuvieron su avance. El paso a una actitud defensiva por parte de las tropas de Moscú los llevó a ceder la iniciativa a los de Kiev, que la mantuvieron y la utilizaron muy bien, recuperando terreno hasta su fracasada contraofensiva en el área de Zaporiyia. A partir de ahí se podría decir que nadie la tuvo de manera clara, hasta que los rusos retomaron sus ofensivas en Donbás y Járkov en 2024.

Foto: Unidad de combate en el frente de Járkov. (EFE/Sergey Kozlov)

Visto lo anterior es fácil entender que para las tropas de Zelenski era vital recuperar esa iniciativa. Por un lado, los rusos habían concentrado todos sus esfuerzos en unas zonas muy concretas, donde las defensas ucranianas parecían estar a punto de colapsar en cualquier momento. Es cierto que en lugares como Adviivka los de Kiev, en buena medida, jugaron a ceder terreno a cambio de desangrar a las fuerzas de Moscú, pero esta táctica no podía ser permanente y una posible ruptura de sus líneas —sin defensas establecidas en profundidad— era y es un riesgo demasiado elevado.

Luego está el aspecto psicológico y político. Había quien daba por acabado al ejército ucraniano. Parecía falto de capacidad ofensiva y contra las cuerdas. Esta visión era nefasta para un presidente que continuamente clama por más apoyo occidental, cuando la percepción externa —y también interna— de una Ucrania agotada podía haber llevado a la opinión pública internacional a pensar que no había nada que hacer.

¿Por qué atacar hacia Kursk?

Con el ataque hacia Kursk se recuperó la iniciativa y con ella se consiguieron dos grandes objetivos: aliviar la presión en el Donbás y Járkov y demostrar que, lejos del agotamiento y la incapacidad, Ucrania estaba en condiciones de realizar acciones ofensivas implicando unidades mecanizadas. En este sentido atacar fue todo un acierto. Además, y esto es de vital importancia, lo ha hecho demostrando un dominio del empleo de armas combinadas, utilizando a gran escala drones y medios ISR (reconocimiento) en los primeros compases, apoyo de artillería de precisión con efectos letales y capacidad de llevar a cabo rupturas de posiciones defensivas con un acertado uso de ingenieros y zapadores.

Foto: Un tanque que fue evacuado de territorio ruso. (EFE/Nikoletta Stoyanova)

Hacerlo en el eje Sumy – Kursk fue otro ejemplo de habilidad militar y el éxito de la penetración nada casual, aunque es posible que, en cierta medida, inesperado. El terreno, bien escogido, es favorable al ataque; llano para facilitar los movimientos mecanizados y con ríos a las espaldas del enemigo, ideal para obstaculizar el envío de refuerzos y evitar su retirada. De ahí los ataques a puentes y pontones improvisados tendidos por los ingenieros rusos. Y atención a esto: los Himars vuelven a ser letales, lo que implica que el ‘problema’ del GPS interferido por los rusos ha sido resuelto. La prueba es que afirmaron haber destruido dos lanzadores, cuando la realidad es que, al menos uno y muy probablemente también el otro, eran tan solo señuelos.

Además, atacar sobre territorio ocupado habría llevado a un fracaso casi seguro, del mismo modo que fracasó la tan cacareada ‘contraofensiva’. Los rusos llevaron a cabo algo que saben hacer desde siempre: fortificarse en profundidad y preparar líneas defensivas una tras otra. Así es imposible romper el frente si no se dispone de cantidades ingentes de tropas, blindados y apoyo aéreo.

En cambio, los territorios fronterizos no disponen de defensas escalonadas. Al contrario, están guarnecidas por tropas de escasa calidad y peor equipamiento. Los rusos no esperaban este tipo de ofensiva sobre su propio territorio, sobre todo con las amenazas de Putin de desencadenar el cataclismo si sucedía. Como se ha visto, una más de las famosas ‘líneas rojas’ que se ha rebasado sin que ocurra absolutamente nada.

Atacar hacia Kursk fue como abrir una puerta de una patada, esperando quizás que el dueño de la casa opusiera una firme resistencia, pero encontrándose con una simple fachada detrás de la cual no había nada. La realidad es que Rusia no tenía nada con qué parar la embestida inicial de su enemigo. Este ataque, en cualquier caso, es un movimiento de riesgo y es muy posible que las intenciones del alto mando – o de sus asesores – fuesen en un primer momento tan solo la de ganar la iniciativa y obligar a los rusos a desviar tropas de manera apresurada de los lugares donde las tenían concentradas, Donbás y Járkov. Solo con esto los ucranianos habrían conseguido sus objetivos.

A favor de esta hipótesis hay varios detalles. El ataque se realizó con una fuerza de cuatro brigadas, lo que supone unos 6.000 soldados, más blindados de diversos tipos, artillería y los apoyos logísticos concentrados en la zona de Sumy. Es una fuerza considerable, pero tampoco algo con lo que se pudiese plantear una penetración muy ambiciosa. Tampoco se vio, al menos al principio, material de primera. No se vieron carros de combate occidentales —últimamente sí se han visto Challenger de origen británico— aunque sí buen material de ingenieros y zapadores.

Tampoco se emplearon los nuevos F-16, apenas recién llegados y en número insuficiente, dejando el peso de las operaciones aéreas a los drones y algunas decenas de aviones y helicópteros. De haber pretendido una operación más ambiciosa desde su origen, hubiera parecido más lógico esperar, por ejemplo, a tener una fuerza más numerosa de F-16.

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La ofensiva, hasta ahora, aparece como un éxito. Sin ningún género de dudas han contado con una inteligencia muy buena, que les ha permitido golpear y progresar en todo el frente, consiguiendo una penetración de unos 30 kilómetros de ancho por 60 de profundidad (unos 1.000 kilómetros cuadrados) en poco más de una semana.

Un gran éxito y un gran riesgo

Para Rusia ha sido un pequeño desastre. En primer lugar, pone de manifiesto el fracaso de su inteligencia al no ser capaces de prever ni la concentración de tropas ni la posibilidad del ataque. Que la sorpresa fue total es patente por el detalle de los convoyes de tropas y material que fueron destruidos en los primeros días. Ver góndolas (los camiones que transportan los carros de combate) destruidas con T-62 calcinados encima, en fila por la carretera, es síntoma inequívoco de precipitación y desconocimiento total de la situación del campo de batalla. Un material destruido donde es más valioso el transporte que el carro transportado.

Rusia ha tenido que movilizar muchas de sus reservas de las zonas comprometidas hacia Kursk, pero, pudiera ocurrir que una penetración tan exitosa no fuese el objetivo esperado. Es decir, los ucranianos se han podido encontrar con una operación mucho más favorable de lo previsto, lo que plantea incógnitas y les puede obligar a asumir grandes riesgos.

Foto: Militares ucranianos salen en vehículos militares de un paso fronterizo con Rusia en la región de Sumy. (REUTERS/Viacheslav Ratynskyi)
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Ahora el alto mando de Kiev puede optar, primero por enviar refuerzos al saliente y tratar de progresar hacia el interior o, por el contrario, logrados los objetivos iniciales, poner sus tropas a salvo y retirarlas. Lo segundo sería como devolver la iniciativa al enemigo. Por contra, el riesgo de mantener el impulso es muy elevado.

Rusia puede reorganizarse, aprovechar su gran ventaja numérica en hombres e incluso en material —aunque cada vez sea menos y de peor calidad— y pagar con la misma moneda, es decir, atacar en otro punto inesperado. De hecho, ya lo está haciendo en enclaves como Pokrovsk, donde lleva presionando desde hace una semana y se encuentran a menos de 10 km de la ciudad. Esto no es ninguna broma, pues se trata de un importante punto utilizado por las fuerzas ucranianas para mover su logística. Perder Pokrovsk supondría un importante varapalo para un Zelenski todavía hoy eufórico.

Los rusos también podrían reforzar los flancos del saliente de Kursk y tratar de embolsar a las fuerzas ucranianas, lo que sería otro mazazo. El resumen es que ninguno de estos movimientos va a ser decisivo, pero si el contraataque ruso tiene éxito, dejará en entredicho la capacidad militar ucraniana, ya con síntomas de agotamiento y más necesitada que nunca del envío de más y mejor material.

Cuando Ucrania parecía estar en sus horas más bajas, entró hasta 1.300 km2 en territorio ruso, dando la vuelta a la sensación de guerra de desgaste —con las posiciones empantanadas y con ambos bandos incapaces de realizar una ruptura decisiva— que dejaba el inicio de 2024.

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