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Una lección para Europa sobre la migración a bordo de una patrulla de la Guardia Costera en Libia
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Una lección para Europa sobre la migración a bordo de una patrulla de la Guardia Costera en Libia

La Guardia Costera libia se está especializando para ampliar su control migratorio del Mediterráneo, rebajando la presión sobre Italia o Malta, pero no lo va a hacer gratis

Foto: Una patrulla de la guardia costera en Libia. (Reuters)
Una patrulla de la guardia costera en Libia. (Reuters)
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Cuentan las biografías de Muammar Gadafi, el malogrado dictador libio, que tenía miedo al mar. Tanto, tanto miedo, que forzó al país que intentó formar a su imagen y semejanza a darle la espalda. Trece años después de su muerte y la revolución que degeneró en una guerra civil, estado fallido y caos generalizado, la nueva Libia, todavía convaleciente del shock, vuelve a mirar al mar. Y las oportunidades que genera… aunque sea la migración.

Un mes antes de que el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, comenzara su gira africana con la 'cuestión migratoria' como eje central del viaje, la primera ministra de Italia, Giorgia Meloni, era recibida con grandes algaradas en Trípoli. El Gobierno reconocido por Naciones Unidas, que a duras penas controla la zona este del país, organizaba el Foro Trans-Mediterráneo, al que estaban invitados altos cargos de países del África subsahariana, norte de África y Europa. O países emisores de inmigrantes, de tránsito, y receptores.

Entre las cabezas más importantes que se reunieron ese 17 de julio destacó, precisamente, Giorgia Meloni. También acudieron el primer ministro de Malta, Robert Abela, y el comisario europeo de 'Promoción del Estilo de Vida Europeo', Margaritis Schinas. Ni Sánchez, ni ningún ministro destacado acudieron a la cita. Lo que Sánchez comenzó esta semana pasada en Mauritania, Meloni lleva cultivándolo meses: solo este 2024 ha visitado Libia en al menos tres ocasiones. Una señal de la importancia clave que tiene para Italia el control migratorio que, en años anteriores, tenía en Libia su principal puerto de salida. "Mira, ahí, la bandera de España… Lamine Yamal. La bandera de Italia, ¡Giorgia Meloni!", señala un militar que hace las veces de guía-seguridad a los periodistas. Meloni I, reina de Libia.

Foto: Fotografía tomada en Bengazi, Libia, en julio de 2019. (Reuters)

Las fragatas de la Guardia Costera libia están llenas de carteles en italiano. Acaban de recibir ocho corbetas de rescate donadas por Roma, y esperan otras dos en los próximos seis meses, dice el brigadier general Masoud Abdul-Samad, portavoz del cuerpo, mientras da una palmada sonriente sobre el metal pintado de gris. Sobre esta cubierta se sentarán, en unas horas, hasta un centenar de personas recuperadas del mar.

Han sido donaciones italianas, vía fondos europeos, las que han levantado de vuelta la capacidad de la Guardia Costera, bajo el paraguas de las Fuerzas Armadas del país. Nunca muy interesado en el Mediterráneo y tras años de devastadora guerra que todavía deja cicatrices por todo Trípoli, ha sido la Unión Europea la que ha alimentado a este cuerpo prácticamente creado contra viento y corrupción con el propósito de limitar los flujos migratorios al continente. En 2017, era apenas un grupo paramilitar más de los que actuaban con independencia de los varios gobiernos paralelos que se disputaban el control del país. Hoy, han cambiado el uniforme, se profesionalizan y aumentan cada vez más su rango de acción.

placeholder Guardas costeros patrullando las aguas libias. (A.A.)
Guardas costeros patrullando las aguas libias. (A.A.)

Es una simbiosis. Dentro de la estrategia de externalización del control fronterizo de la Unión Europea, es más barato para la opinión pública regar de millones a la Guardia Costera libia que gestionar los problemas sociales que puedan generar los inmigrantes en casa. Y Libia es consciente.

"Libia no puede seguir pagando el precio de estar entre la presión de Europa dándoles la espalda a los inmigrantes y su deseo [de los inmigrantes] de migrar", declaró Abdul Hamid Dbeibeh, primer ministro del Gobierno de Unidad Nacional (GNU), con sede en Trípoli y reconocido por Naciones Unidas, pero con limitado poder en el este del país, en el Foro Trans-Mediterráneo al que asistía Meloni. El objetivo del foro era, según explica Bader Shniba, responsable de comunicación del GNU, era hablar de la cuestión migratoria desde el punto de vista africano. "Casi siempre oímos la voz y visión de los países europeos, es el momento de la voz de los africanos y de tránsito", defiende.

Y la visión de Libia la cuenta el brigadier Masoud Abdul-Samad mientras detalla las más de 9.300 personas rescatadas en los primeros seis meses de 2024, 124 solo en el día que El Confidencial estuvo acompañándolos. Los barcos de cada vez peor calidad, algunos, sin motor siquiera, en los que los migrantes empiezan la ruta. Los kilómetros de costa y de zona de rescate que abarca el país, que también se hace cargo de un fragmento de zona de rescate tunecino mientras este país reorganiza sus barcos…, "Digo esto para mostrar cómo Libia está intentando hacer su trabajo con la capacidad que tiene". Según sostiene, ahora mismo están trabajando —deteniendo pateras— al 40% de lo que podrían alcanzar.

Foto: Personas jugando al golf frente a la valla de Melilla, donde un grupo de personas se ha encaramado. (EFE/Archivo) Opinión
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"Es una costa larguísima, se necesitan recursos para poder gestionarla. Satélites, barcos, gente. Es necesario un plan integral, solo con proteger el mar no es suficiente", defiende, mientras enseña la sala de control donde detectan —a veces, con información obtenida por Italia y Malta— los barcos que salen de sus costas. El próximo mes inaugurarán una nueva base de rescate y comunicaciones, donada por la UE, que apoyará el proceso de ampliar su radio de ‘búsqueda y rescate’, rebajando la presión sobre Italia y Malta.

Los tiempos en los que eran un grupo paramilitar alimentado por milicianos de las diferentes facciones de la guerra civil libia quedan ya lejos: dispuestos a seguir recibiendo fondos de la UE, están auditándose bajo la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), que da una pátina más 'acreditada' a su trabajo en el mar.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante su comparecencia en el Instituto Cervantes de Dakar, en Senegal. (EFE/EPA/Jerome Favre)

Desde la caída de Gadafi y el caos que le siguió, Libia se convirtió en el 'puerto pirata' de la inmigración. Refugiados de África subsahariana, pero también Siria o Eritrea cruzaban a través de Libia ayudados por una frontera porosa, falta de una autoridad centralizada y competente que dejaba agujeros en todos los caminos y la proliferación de 'mercaderes' de la muerte que los colocaban en pequeños botes desde las playas de la larga costa Libia rumbo a Italia.

Pero esa misma inestabilidad, con gobiernos y milicias enfrentadas, alimentó cárceles donde se torturaba a los inmigrantes hacinados, sometidos a un sinnúmero de vejaciones, desde abusos sexuales a extorsiones, torturas y secuestros, así como la vuelta de infames mercados de esclavos, donde se vendían hombres, mujeres y niños por menos de 400 euros. Miles de inmigrantes y refugiados quedaron atrapados en el país —la OIM los cifra en 706.000, el ministro de Interior libio, Emad Trabelsi, asegura que son 2,5 millones— algunos en condiciones tan espantosas que se fueron apuntando a las devoluciones voluntarias organizadas por la OIM y los países de origen.

También ha habido denuncias contra la Guardia Costera, con vídeos demostrando maltrato de inmigrantes rescatados en el mar.

—En el mar, ¿lleváis armas? —, pregunto.

Claro, porras eléctricas. Pero entiéndenos, es mucha gente hacinada en un bote, y cuando nos acercamos cunde el pánico…

Cuentan las biografías de Muammar Gadafi, el malogrado dictador libio, que tenía miedo al mar. Tanto, tanto miedo, que forzó al país que intentó formar a su imagen y semejanza a darle la espalda. Trece años después de su muerte y la revolución que degeneró en una guerra civil, estado fallido y caos generalizado, la nueva Libia, todavía convaleciente del shock, vuelve a mirar al mar. Y las oportunidades que genera… aunque sea la migración.

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