Cómo este país africano se ha convertido en el mayor defensor del coche eléctrico
Etiopía prohibió el pasado enero la importación de coches de combustión. Desde entonces el país vive una transición acelerada con el punto de mira puesto en acabar con el gasto de su estado en combustibles fósiles
El pasado mes de enero, el Gobierno de Etiopía sorprendió a todo el mundo. En un movimiento que ningún otro país se ha atrevido a hacer hasta el momento, decidió que los coches de combustión se habían acabado. No en 2030, ni en 2050, sino ya, en 2024. El gobierno prohibió con carácter inmediato la importación de cualquier vehículo con motor de gasolina y fio su futuro al coche eléctrico. Lo que sonó disparatado en una de las naciones más pobres del mundo, entregada de golpe y plumazo a una tecnología criticada en Occidente por sus altos precios, solo unos meses después y dentro del caos generado, la apuesta ha empezado a dar frutos.
Y así fue cómo Etiopía ha convertido en el mayor defensor de los coches eléctricos en el mundo. Según datos gubernamentales, ya hay cerca de 100.000 vehículos eléctricos en todo el territorio (en España hay unos 150.000). Pueden parecer todavía pocos para una población de unos 120 millones de personas, pero el total de vehículos nunca ha sido muy alto: apenas supera el millón. Es decir, ya un 10 % funciona con batería, unas cifras que superan las predicciones que hablaban de llegar a los 150.000 coches eléctricos para 2030. Pero, ¿por qué meterse en semejante revolución? Bueno, solo es una batalla más en la guerra de Etiopía por independencia energética que incluye una gigantesca presa, un enemigo para siempre, un primer ministro enamorado del futuro… y China.
"El enfoque de esta decisión es algo diferente al que podemos ver en otros lugares donde se han entregado a la movilidad eléctrica, como Noruega. En Etiopía, la economía está bajo una tremenda tensión debido a su dependencia sustancial del petróleo importado y están haciendo todo lo posible para cambiar esto. Ya cuentan con abundantes recursos de energía renovable, incluyendo proyectos hidroeléctricos, eólicos, solares y geotérmicos, con capacidad de generar más de 60.000 MW de energía eléctrica", explica Birhanu Bayissa Gicha, investigador del Instituto de Química de Materiales de la Universidad Nacional de Chungnam, en Corea del Sur, y experto en el caso etíope. "Viendo su situación, la apuesta es valiente, progresista y audaz", asegura a El Confidencial.
Esa dependencia del petróleo se midió en 6.000 millones de dólares que tuvo que gastar el país en la importación de combustible en 2023. Y más de la mitad de ese combustible fue para alimentar vehículos, según el Ministerio de Transporte y Logística. Un oro negro que llega con dificultad a unas gasolineras que a su vez tienen precios astronómicos. Según datos de AfricaNEV recogidos por el portal CleanTechnica, hacer 100 kilómetros en un Toyota Corolla de 2023 en Etiopía puede costar unos 10 dólares. Con un eléctrico como el Tesla Model 3, el coste no llega a los diez céntimos de dólar.
Today Ethiopian Prime Minister received their first ELECTRIC CAR locally assembled in Ethiopia. Compared to the scrap metals or a tuktuk that Kenya wanted to mass produce, Ethiopia is moving at the world pace. pic.twitter.com/zWKeDmb8R6
— Lord Abraham Mutai (@ItsMutai) July 27, 2020
Esa comparación en los costes puede ser un buen incentivo para que los ciudadanos den el paso, pero también hay dudas. Los expertos coinciden en que la llamativa decisión llega cuando falta aún muchísima infraestructura eléctrica para que la población pueda moverse. También está el coste inicial del precio del vehículo. Para intentar paliar ambos aspectos, el Gobierno etíope ha incentivado la compra de los coches cero emisiones quitándoles prácticamente todos los impuestos (solo se paga un 15% por importar coches totalmente ensamblados), están empujando la industria local y buscan todo tipo de inversores internacionales vendiendo la imagen de ser el primer país que ha dado este paso.
"Etiopía se acaba de posicionar como el principal contendiente africano en la carrera por la transición hacia una economía ecológicamente sostenible, lo que podría atraer inversiones extranjeras y fomentar la tecnología local. Sin embargo, el gobierno debe abordar varios desafíos cruciales, incluido el coste excesivamente elevado de los coches eléctricos, la necesidad de una importante infraestructura, con el objetivo de evitar las disparidades sociales y económicas. De conseguirlo puede ser un ejemplo para todo el continente", admite Bayissa.
La cuestión energética, asegura el experto, es crucial para gran parte del continente, aunque Etiopía es el caso más llamativo. Por la apuesta por los coches eléctricos y, sobre todo, por la muy polémica y gigantesca Gran Presa del Renacimiento Etíope (GERD), sobre el Nilo azul.
La independencia energética de una presa
¿Cómo sacar a un país con apenas 1.000 dólares de PIB per cápita (España está en casi 30.000) del subdesarrollo? En Etiopía, una de cada tres personas no tiene acceso al suministro eléctrico. ¿Cómo levantar fábricas, la producción, emular el milagro económico de los tigres asiáticos como Corea del Sur o Taiwán que se levantaron de la pobreza sin apenas energía? Lo primero en la larga lista de ideas es generar tu propia fuente de energía.
Es aquí donde entra en juego la GERD. Con 155 metros de altura y 1.780 metros de longitud, esta gigantesca presa puede almacenar entre 63.000-74.000 millones de metros cúbicos de agua que, gracias a las 16 turbinas de su central eléctrica, podrá llegar a producir 6.400MW de energía eléctrica cuando esté en pleno rendimiento. Es decir, más que suficiente para cubrir el actual consumo energético etíope, por lo que incluso se ha estudiado la posibilidad de vender la sobreproducción al vecino Sudán. Para Etiopía, la presa -y la central hidroeléctrica que la acompaña, que será la mayor de todo el continente- es todo un sueño que permitiría modernizar su economía, principalmente agrícola, hacia una industrialización. Pero para su vecino río abajo, no.
Egipto ve la presa como una "amenaza existencial". El Nilo es prácticamente su única fuente de agua dulce para una población cada vez más numerosa que supera ya los 110 millones, y cualquier control externa sobre su caudal podría hacer tambalear al país. En el pasado, Egipto ha amenazado en varias ocasiones, si bien extraoficialmente, a Etiopía con acciones militares si no cejaba en su empeño de construir la presa. Una cita atribuida al entonces líder egipcio Anuar Al Sadat en 1979 sostiene que el agua "es el único motivo que puede llevar a Egipto de nuevo a la guerra". Las amenazas no se han concretado, pero la tensión geopolítica entre ambos países africanos ya es imborrable. Un precio que el gobierno del actual primer ministro Abiy Ahmed Ali está más que dispuesto a pagar.
El factor China
En esta carrera por la independencia energética que está protagonizando Etiopía parece haber encontrado un aliado clave: China. De ahí vienen la mayoría de los coches eléctricos que se mueven por las calles Adís Abeba y las piezas de los que se montan en fábricas locales. Tan importante es la colaboración que el ministro etíope de transportes, Dengue Boru, estuvo en junio en China reuniéndose con fabricantes de coches y productores, en busca de más colaboradores para su país.
China es también el principal exportador de vehículos eléctricos a otros países africanos como Kenia o Uganda, donde también se está apostando, aunque no de manera tan radical como Etiopía, por la transición eléctrica. Sus precios son más bajos que los vehículos occidentales y su capacidad de producción es mayor. Aunque, según Cleantechnica, en Adís Abeba también es posible ver automóviles de otras naciones como los Toyota, de origen japonés e incluso vehículos europeos como los Volkswagen o Mercedes.
Africa-China Joint Venture for EV Manufacturing!
— S.L. Kanthan (@Kanthan2030) September 5, 2023
Wuling Mini is one of the most popular electric cars in China. It's cute, pragmatic, and costs only $5000.
Now, it's manufactured in Nairobi, Kenya! It's called "Air Yetu" & is assembled by Kenyan firm Autopax.
Such smart… pic.twitter.com/Cu6p2Dr5se
"China es fundamental para el plan de Etiopía. De sus empresas depende que el país consiga generar una producción suficiente de vehículos, tenga infraestructura de carga y tecnología de baterías", explica Bayissa. "Y su papel puede ser similar en los otros países, pues los problemas son parecidos. Hablamos de naciones con gran dependencia de combustibles fósiles, que saben que la electrificación puede ayudarles mucho en este sentido, pero les falta capacidad financiera y producción para llevar a cabo la transición", añade.
No es todo oro lo que reluce
Pero no todo es luna de miel entre Adís Abeba y Pekín. Además de los coches eléctricos, en su proceso de liberalización de la economía (que venía de un sistema centralizado y estatalizado casi comunista) y modernización del país, Abiy Ahmed Ali aprovechó los millones que regaban África para los proyectos de la Nueva Ruta de la Seda china.
Así, por ejemplo, se amplió el aeropuerto (sufragada con préstamos chinos, con el objetivo de convertirse en el 'hub' del transporte en África oriental y la puerta de China al resto del continente negro) y construyó el sistema de trenes de la capital Adís Abeba.
Proyectos como estos han aumentado la deuda externa etíope, que ha pasado del 40% en 2010 al 60% en 2020, con China —que ha financiado carreteras, centrales eléctricas y ferrocarriles— como el mayor acreedor (el 40%), según la China Africa Research Initiative de la Universidad Johns Hopkins. "El problema que tiene Etiopía es que para poner en marcha en la última década un buen montón de proyectos de infraestructura el Gobierno se ha tenido que endeudar fuertemente", apunta el profesor de la Universidad Autónoma de Barcelona e investigador sobre economías africanas Artur Colom.
Pero, hoy día y menos de una década después de empezar su funcionamiento, apenas ocho de los 41 trenes están en funcionamiento y la red requiere obras de mantenimiento de más de 60 millones de dólares, según la Oficina de Carreteras y Transportes de Adís Abeba. Los trabajos, por la naturaleza habitual de los acuerdos de construcción de infraestructura con China, tendrán que ser organizados por empresas chinas e ingenieros traídos de China.
Tras la crisis del coronavirus, varios países africanos enseñaron un poco los dientes a esta estructura china. Entre ellos, Etiopía, que negoció con Pekín hasta lograr reestructurar parte de la deuda externa. ¿Qué mejor incentivo que convencer a China de que, aunque los pagos no se produzcan al contado, ahora los cientos de coches eléctricos obligatorios vendrán casi todos de China?
"Grandes planes"
Dentro de la imposición del coche eléctrico de la noche a la mañana hay que también entender la propia personalidad del dirigente. Aunque la cruenta guerra civil etíope en el norte del país ha manchado la imagen del que llegó a recibir el Nobel de la Paz, la llegada de Ahmed Ali al poder vino acompañada de toda una revolución en Etiopía.
Joven, educado en el extranjero y con grandes sueños de modernidad. En uno de sus libros, culpa al pensamiento negativo de muchos de los problemas de Etiopía. Un estilo de vida que traspasa también a su manera de entender las cosas: cambiar lo que rodea para que cambie el interior. No se puede crear una Etiopía moderna en medio de una de las capitales más feas (ha crecido brutalmente en los últimos años, siempre hay obras en Adís Abeba) de África. "Quiero hacer esta oficina futurista. Muchos etíopes miran al ayer. Yo miro al mañana. Este lugar ha pasado del infierno al paraíso", afirmaba en una entrevista con el 'Financial Times'. "Esto es un prototipo de la nueva Etiopía. He hecho tantas grandes cosas, comparado con muchos líderes. Pero no he hecho todavía ni un 1% de lo que sueño", añadía. Abiy tenía grandes planes para Etiopía. El coche eléctrico es solo uno de ellos.
El pasado mes de enero, el Gobierno de Etiopía sorprendió a todo el mundo. En un movimiento que ningún otro país se ha atrevido a hacer hasta el momento, decidió que los coches de combustión se habían acabado. No en 2030, ni en 2050, sino ya, en 2024. El gobierno prohibió con carácter inmediato la importación de cualquier vehículo con motor de gasolina y fio su futuro al coche eléctrico. Lo que sonó disparatado en una de las naciones más pobres del mundo, entregada de golpe y plumazo a una tecnología criticada en Occidente por sus altos precios, solo unos meses después y dentro del caos generado, la apuesta ha empezado a dar frutos.
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