Cuenta atrás para la sentencia del caso Sancho: 72 horas para el juicio mediático del año
El caso Sancho entra esta semana en su recta final, con la defensa asegurando que se conseguirá una sentencia por homicidio imprudente, en lugar del asesinato con premeditación que sostiene la fiscalía tailandesa
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Hay juicios que marcan época o países. En 1994, el proceso contra O. J. Simpson, estrella del fútbol estadounidense, mantuvo a miles de espectadores pegados diariamente a la televisión. Se le declaró inocente entonces, aunque dos años más tarde se confirmó su culpabilidad en el doble asesinato del que se le acusaba. Cuando Mark Chapman —asesino de John Lennon— era juzgado en Nueva York, miles de fans del músico de los Beatles colapsaban los accesos al tribunal, en solidaridad con su ídolo. Hoy Chapman continúa pagando su sentencia a cadena perpetua. El juicio contra Michael Jackson también cosechó una audiencia de cientos de millones de espectadores, en este caso, repartidos por todo el mundo. Se le acusaba de pederastia, denuncias de las que salió absuelto. El denominador común de todos estos juicios no es quizá su relevancia política, cultural o social: es el tsunami mediático que generaron.
A nuestro más modesto nivel español, el caso de Daniel Sancho también se está viendo arrastrado por esa gigantesca ola, que romperá definitivamente en las próximas 72 horas, cuando se espera que el juez tailandés anuncie su sentencia.
El 5 de agosto de 2023, Daniel Sancho Bronchalo, hijo del actor Rodolfo Sancho, reconoció ante la policía de la turística isla tailandesa de Phangan que había comprado unos cuchillos con la intención de matar y descuartizar a su pareja, el cirujano colombiano Edwin Arrieta. En aquel momento, se acaban de encontrar las primeras partes del cuerpo del cirujano, abandonadas en un vertedero. Estas declaraciones fueron la piedra angular del juicio que tendrá su sentencia este próximo jueves 29 de agosto hacia las 10.00 de la mañana.
A la lectura del veredicto solo podrán acudir el propio acusado, sobre el que pesan los cargos de asesinato con premeditación y de descuartizamiento, su abogado tailandés de oficio, Aprichart Srinual, los padres de Sancho y el representante diplomático que designe la embajada de España en Bangkok. Como durante las cuatro semanas que duró el juicio entre abril y mayo pasados, no se permitirá el acceso al tribunal de ningún periodista.
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Tres días antes de ese 5 de agosto, hacia las 16.00 horas de la tarde de un soleado día en una idílica isla del golfo de Tailandia, Daniel Sancho habría asesinado y descuartizado a su pareja, el cirujano plástico colombiano Edwin Arrieta, para después depositar los diecisiete trozos seccionados entre un cubo de basura que acabó en el vertedero de la isla (donde fueron encontrados dos) y en mar a 400 metros de la playa de Haad Salad, a un minuto caminando desde el bungaló donde se produjo la masacre. O al menos, eso es lo que sostiene la reconstrucción de las investigaciones de tres cuerpos policiales distintos: la policía turística de Koh Phangan, la policía de la provincia de Surat Thani y los agentes especializados enviados desde la capital del país, Bangkok.
Desde que salió a la luz que la persona que acababa de entrar en la prisión de la vecina isla de Samui era el nieto del afamado actor Sancho Gracia se habrán escrito miles de noticias y emitido centenares de minutos de televisión en programas de informativos primero —para seguir las novedades del caso— y, por supuesto, del corazón también. Como señal del boom televisivo que ha supuesto y sigue suponiendo el caso, las grandes estrellas de la parrilla finalizarán sus vacaciones de agosto varios días antes de lo esperado, ya que la lucha por la audiencia no permite distancia con un desenlace a punto de caramelo.
Giros de guion
El caso, además, no ha dejado de incluir giros de guion. Siguiendo presuntamente la estrategia del abogado de la defensa Marcos García Montes, a lo largo del proceso Daniel cambió sus declaraciones iniciales a la policía turística, sosteniendo ahora que no mató a Edwin, sino que, durante una pelea tras un supuesto intento de violación por parte del colombiano, éste cayó de espaldas, golpeándose la nuca contra el borde del lavabo del baño. Sancho, tras comprobar que agonizaba, esperó a que dejara de respirar —se calcula que media hora después— antes de desmembrarlo con varios cuchillos que previamente compró en unos almacenes cercanos.
Tanto el fiscal del caso como Juan Gonzalo Ospina, abogado de la familia Arrieta, sostienen por su parte que, si esto hubiera sido cierto, la maldad del acto habría alcanzado cotas incomprensibles, ya que de haber dado la voz de alarma en el hotel Bougain Villas —donde sucedieron los hechos y que fue elegido por el propio acusado—, se podría haber evitado la muerte del doctor colombiano, como un forense certificó durante el juicio.
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Pero dentro de la estrategia defensiva organizada por García Montes, las declaraciones iniciales de Daniel a la policía —donde presuntamente reconocía los hechos e incluso llegó a participar en la reconstrucción del momento del asesinato, según se pudo ver en un llamativo vídeo que aún recorre las redes sociales— suponen un problema en varias dimensiones. Para poder ignorarlas en el proceso, la defensa insinuaría, por tanto, mala praxis dentro de la policía tailandesa, en el caso más leve por presunta poca profesionalidad en sus maneras de tomar declaración a sospechosos, y en el más grave, por supuestamente haber hecho firmar la declaración con mentiras y coacciones.
En un segundo nivel, estas insinuaciones complicarían que el juez tailandés rebaje el presumible fallo de culpabilidad para evitar la pena capital. Fuentes judiciales consultadas por este diario consideran absolutamente improbable que el juez principal que ha llevado apoye tangencialmente con su sentencia la idea de que la policía tailandesa fuera tan negligente o que, incluso, hubiera llegado a acusar de asesinato con premeditación a una persona inocente.
"Los jueces querrán dar un escarmiento al malhechor para que la opinión pública no comience a especular", sostiene la fuente, con más de tres lustros de experiencia en Bangkok, para también rechazar de plano la posibilidad de un acuerdo bajo manta, pese al historial de Tailandia y su judicatura en los ránkings de corrupción. Según el Índice de Percepción de Corrupción de Transparencia Internacional, Tailandia ocupa el puesto 108 de 180 países –junto a Panamá o Sierra Leona, pero muy por encima de México. España está en el 36–, mientras que el Barómetro Mundial de Corrupción, de la misma organización, asegura que "son habituales los sobornos que los jueces aceptan para cambiar los veredictos".
"Los jueces querrán dar un escarmiento al malhechor para que la opinión pública no comience a especular"
Pese a todo, apunta la fuente, en un país de fuerte tendencia nacionalista, "es imposible que un extranjero compre nuestra justicia, y mucho menos en un caso tan mediático como el de Daniel Sancho", añade.
Sea como fuere, el fallo que en 72 horas se leerá está subiendo, a cada minuto, las interacciones en las redes, y suponemos, el ritmo cardiaco de los interesados. Daniel Sancho ya aseguró, en la única entrevista que ha concedido hasta la fecha, que cree que será absuelto. Su abogado, Marcos García Montes, augura en los platós de televisión una pena que como mucho alcanzaría el homicidio imprudente. Tanto Ospina como la familia de Arrieta piden justicia, además de una indemnización económica, ya que la falta de Arrieta les ha dejado en la estacada.
Hay juicios que marcan época o países. En 1994, el proceso contra O. J. Simpson, estrella del fútbol estadounidense, mantuvo a miles de espectadores pegados diariamente a la televisión. Se le declaró inocente entonces, aunque dos años más tarde se confirmó su culpabilidad en el doble asesinato del que se le acusaba. Cuando Mark Chapman —asesino de John Lennon— era juzgado en Nueva York, miles de fans del músico de los Beatles colapsaban los accesos al tribunal, en solidaridad con su ídolo. Hoy Chapman continúa pagando su sentencia a cadena perpetua. El juicio contra Michael Jackson también cosechó una audiencia de cientos de millones de espectadores, en este caso, repartidos por todo el mundo. Se le acusaba de pederastia, denuncias de las que salió absuelto. El denominador común de todos estos juicios no es quizá su relevancia política, cultural o social: es el tsunami mediático que generaron.