Harris vs Trump: nueva fase en la campaña electoral de EEUU
La próxima cita relevante es el debate que se celebrará en Filadelfia el diez de septiembre entre los candidatos presidenciales, que nunca antes se habían enfrentado cara a cara
Las convenciones de los dos grandes partidos han terminado y los planes de batalla están casi listos. A un lado, el candidato republicano por tercer ciclo consecutivo, Donald Trump; al otro, un ángel caído de la política que, de repente, con ayuda de una explosión de entusiasmo y de una campaña firme y cautelosa, es la gran esperanza demócrata: Kamala Harris. Las encuestas, si nos centramos en los estados clave, dan tablas. Cada gesto cuenta en los 70 días que quedan hasta las elecciones.
La próxima cita relevante es el debate que se celebrará en Filadelfia el 10 de septiembre entre los candidatos presidenciales. Es relevante por el empate en los sondeos y porque Harris y Trump nunca se habían enfrentado. En esta ocasión, Trump no tendrá delante a un avejentado, frágil y dubitativo Joe Biden; en esta ocasión, Kamala Harris no podría comunicarse por mensajes oficiales escritos por su equipo de campaña, ni repetir las tomas, ni leer en el Teleprompter. Los dos van a tener que esforzarse en rascar esos votos sueltos que flotan entre ambos bloques.
El aumento de popularidad de Harris se debe, sobre todo, al mayor apoyo de las mujeres, según una encuesta de The New York Times y Siena College. La simpatía de los hombres hacia los demócratas sigue siendo igual que cuando Joe Biden era el candidato. Son las mujeres quienes le han dado 7 puntos en los sondeos, haciendo que se ponga a la par o un poco por delante de Donald Trump. Sus posibilidades también han mejorado sensiblemente entre latinos y afroamericanos.
Por el lado de Trump, cuyos números se han mantenido prácticamente sin cambios desde hace semanas, ha aparecido una nueva oportunidad en la figura del candidato independiente Robert Kennedy Jr., que el viernes suspendió parcialmente campaña (aún competirá en algunos estados) y volcó su peso del lado del republicano. La razón fundamental de este movimiento es que la retirada del impopular Biden hizo que una fracción de los votos de Kennedy se fuese para Kamala Harris, de manera que los apoyos del candidato independiente bajaron del 8% al 5% a nivel nacional.
Si buena parte de ese 5% restante emigra ahora hacia las filas de Donald Trump, podríamos estar ante la ventaja definitiva para los republicanos. El portal de análisis sociológico RealClearPolitics estima que Robert Kennedy Jr. tiene un 4,4% de simpatizantes en Pensilvania, un 5,8% en Arizona y un 5,9% en Michigan, todos ellos estados clave. Estos márgenes podrían salvar la causa de Trump.
Pero queda por ver si este golpe táctico da sus frutos. No se sabe cuántos votantes de Kennedy lo seguirán en su giro al republicanismo, habiendo empezado la campaña, al fin y al cabo, como candidato demócrata. Además, su campaña ha estado jalonada por noticias extrañas y rocambolescas, como la admisión de que fue él quien dejó el cadáver de un osezno en Central Park en 2014, como parte de una broma. Kennedy: teórico defensor de los derechos de los animales y también del clima, pese a que acaba de apoyar al candidato más escéptico sobre el cambio climático y al más favorable a las industrias contaminantes, Donald Trump.
Kennedy también es conocido por diseminar a lo largo de los años una buena colección de teorías conspirativas, sobre todo en lo referente a las vacunas. En otras palabras: es posible que, si bien el viraje de Kennedy sume votos a Trump, puede también hacerle daño. Fuera de ese 5% de apoyos, Kennedy es percibido como un heredero caprichoso, exadicto y excamello , al que le ha dado por la política.
Mientras tanto, Donald Trump aún trata de reajustar su estrategia ante una rival relativamente nueva. Su campaña estaba perfectamente amoldada y engrasada para ganar a Joe Biden. El contraste entre la flojedad de uno y el comparable vigor del otro ya tenía todo hecho. Trump ni se molestaba en generar polémicas o en tuitear. No era necesario. Sólo tenía que ir del punto A al punto B sin meter la pata.
Ahora todo eso ha cambiado. Kamala Harris es mujer, de color, casi 20 años más joven y con un historial distinto al de Biden. También tiene multitud de puntos débiles, como pifias en entrevistas o su mediocre vicepresidencia, pero gracias a ella Trump se ha convertido en el viejo de la carrera electoral: la opción del pasado.
Para remedar este periodo de confusión el republicano está ampliando su equipo y recuperando viejos asesores como Corey Lewandowski, que dirigió parte de su primera y exitosa campaña. Ahora mismo el operativo de Trump vive un debate sobre la estrategia a seguir: varias voces apremian al candidato a centrarse en atacar las políticas izquierdistas de la Administración Biden-Harris; él, en cambio, se desliza de vuelta a sus instintos: al acoso y potencial derribo reputacional de Kamala Harris.
Al final todo el mundo mira a los estados clave, también conocidos como "estados bisagra", "estados veleta" o "estados púrpuras" (una mezcla del azul demócrata y del rojo republicano). Por repasar conceptos, son aquellos ocho estados en los que ambos partidos tienen posibilidades de ganar. Dado que, en el sistema estadounidense, el ganador dentro de un estado se lleva todos sus delegados, son estos ocho estados los que inclinarán la balanza y decidirán quién es presidente.
De estos ocho estados, destacan seis; y, de estos seis, los más importantes son tres: Michigan, Wisconsin y Pensilvania. Trump se llevó los tres en 2016 y eso le permitió ganar las elecciones. Biden hizo lo propio en 2020. Por eso la mayor parte de los mítines y del dinero gastado en publicidad se da en estos tres estados, antaño conocidos como el "muro azul" porque solían ser territorio demócrata.
Las últimas encuestas dan a Harris una ligera ventaja en estos tres estados, pero sabemos tres cosas: primero, que la ligera desventaja de Trump entra dentro del margen de error; segundo, que las encuestas subestimaron a Trump en 2016 y en 2020; y, tercero, que los demócratas posiblemente están ahora mismo en pleno apogeo del entusiasmo post-Biden y que este entusiasmo decaerá.
También existen otras formas de ganar; un camino, diríamos, soleado. Los estados sureños de Georgia, Arizona y Nevada ofrecen oportunidades para ambos contendientes. Los últimos sondeos dibujan una ventaja de Trump, pero muy ligera. Kamala Harris ha restablecido el empuje demócrata de estos tres estados y también ha puesto en tela de juicio Carolina del Norte.
Una manera en que ambos candidatos están tratando de seducir a los votantes indecisos es mediante políticas económicas populistas. Harris promete recortes de impuestos a las familias que tengan hijos, construir tres millones de viviendas y dar ayudas de cerca de 25.000 dólares por la compra de una casa.
Trump, por su parte, quiere recortar los impuestos a las prebendas de la seguridad social, colocar aranceles del 10% a básicamente todas las importaciones y construir "Ciudades de la Libertad" que solucionen el problema de la escasez de vivienda. Aunque, siendo políticas populistas, ninguno de los aspirantes ha precisado los detalles. Entre otros, cómo pagarían por estas promesas. Algo que debe de figurar muy abajo en la lista de prioridades. La primera sigue siendo ganar las elecciones.
Las convenciones de los dos grandes partidos han terminado y los planes de batalla están casi listos. A un lado, el candidato republicano por tercer ciclo consecutivo, Donald Trump; al otro, un ángel caído de la política que, de repente, con ayuda de una explosión de entusiasmo y de una campaña firme y cautelosa, es la gran esperanza demócrata: Kamala Harris. Las encuestas, si nos centramos en los estados clave, dan tablas. Cada gesto cuenta en los 70 días que quedan hasta las elecciones.
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