El último torero de Colombia tras el veto a la lidia: "Seremos un pueblo sin identidad"
Juan Camilo Alzate, que antaño toreó por Manizales, Medellín, Bogotá o Cali, se enfrenta a una profesión con un futuro incierto, respirando los últimos años de la tauromaquia colombiana
Durante décadas, la tauromaquia se ha considerado parte de la cultura tradicional de países de todo el mundo. El arte de la lidia ha pasado de moda y esta práctica cada vez agoniza con parsimonia. La lista de países que avalan el festejo taurino a nivel internacional se reduce a tan solo ocho regiones —Ecuador, Guatemala, México, Perú, Portugal, Venezuela, España y Francia—, tras la salida de Colombia, el último país del continente latinoamericano en prohibir definitivamente su celebración.
Hace tres meses, la Cámara de Representantes aprobó definitivamente una histórica ley para vetar las corridas de toros en el país colombiano. Estos siguientes tres años serán los últimos del toreo en la región, un plazo que el gobierno del presidente Gustavo Petro había establecido para buscar alternativas de empleo a los afectados de la industria. Los grupos taurinos solo tienen un último hilo de esperanza al que agarrarse para revertir esta situación. Solo pueden recurrir la sentencia alegando las pocas opciones ofertadas por el gobierno central para apoyar económicamente a este sector.
El torero colombiano Juan Camilo Alzate es uno de los últimos de la lidia colombiana. Con 13 años, siempre había contemplado el oficio desde las butacas de la grada en compañía de su familia hasta que se quedó parado frente a un cartel patrocinado por la Escuela Taurina de Cali. "Si me gustan tanto los toros, intentemos ser toreros", dice al periódico El Confidencial por medio de una llamada telefónica. Ahora lleva más de 20 años toreando pasando por las plazas de toros más reconocidas como las de Manizales, Medellín, Bogotá o Cali.
Su alma está en el rodeo, pero no a jornada completa por la necesidad, que lo obliga a compaginar su profesión con otras actividades —una dinámica muy habitual en el gremio de los toreros colombianos— hasta que llega la temporada de estos espectáculos, que suelen celebrarse a finales del año. "Normalmente nos toca compaginar con otro tipo de actividades porque la actividad taurina en Colombia ha disminuido muchísimo", asegura el joven de 36 años. Por este motivo, Alzate estudia medicina en la Pontificia Universidad Javeriana Cali y también gestiona un restaurante.
Es probable que uno de los escenarios a los que se enfrentará la tauromaquia colombiana sea saltar el charco en búsqueda de nuevas oportunidades laborales. Sin embargo, el torero todavía no se plantea esta opción. Su plan B son estas actividades, aunque su pasión es estar dentro del campo. "Nunca me llenarán como el toreo, para mí es único, es algo que llevo muy metido y es lo único que me hace sentir vivo en todo momento", defiende.
Tampoco recomienda buscar las oportunidades laborales en el extranjero, en especial, a los más pequeños que se quieran dedicar a este oficio. "Yo les puedo decir que nunca dejen de soñar, pero tener que cumplirlos en otro país no es tan fácil", aclara el joven que busca que la lidia colombiana no se mueva. Aunque, el torero contempla con reticencias la situación actual, por ejemplo, sobre las palabras del mandatario colombiano al hablar de una tauromaquia que no interesa a la población.
"Yo entreno por mi cuenta. Yo estoy entrenando por mi cuenta en un patio. Y es muy bonito ver a los niños que se sientan a verme entrenar. Y uno dice, pero, bueno, si esto supuestamente no interesa, ¿por qué los niños se sientan a mirar?", se pregunta. El profesional está decepcionado porque siente que Colombia se ha convertido en "un pueblo sin identidad" y lamenta la idea de que "si nosotros no podemos respetar nuestra cultura, pues es muy difícil".
El debate de la tauromaquia no ha pasado desapercibido. Una de las encuestas más conocidas es el Opinómetro de la compañía Datexco. Su último estudio concluye que más de la mitad de los colombianos están de acuerdo con la prohibición de las corridas de toros frente a un aplastante porcentaje de los consultados que rechazan el proyecto.
Crónica de una muerte anunciada
Cuando el dirigente colombiano implantó este veto, las organizaciones salieron a las calles. Por una parte, los grupos en defensa de los derechos de los animales para celebrar la aprobación, mientras que otras asociaciones se manifestaron para defender la industria de la tauromaquia. El nuevo reglamento solo ha acelerado el proceso de una muerte con preaviso. El gremio taurino espera a agarrarse al recurso de la Cámara de Representantes. Durante el proceso, la práctica agoniza con una sola organización que se resiste a dar por perdida una tradición que ha perdurado más de un centenario en la región.
En el municipio de Manizales todavía hay 40 niños que aspiran a convertirse de mayor en toreros. Para ello, entrenan en la Tauro Escuela, la última academia del país que ofrece esta formación de un oficio que está a punto de extinguirse. Sus clases se dan en una de los espacios más reconocidos por el público taurino, la Plaza de Toros de Cormanizales.
De hecho, la famosa plaza se pronunció por la nueva normativa en la red social X (antes Twitter). "Iniciaremos una cruzada nacional para explicar por qué la ley que sancionó a Gustavo Petro está plagada de errores desde su redacción hasta su aprobación. Nos vemos en la Corte constitucional", escribió en la plataforma.
En su época dorada, la escuela acogió hasta 600 alumnos. Ahora apenas supera las tres cifras en el número de sus estudiantes. "Es un momento muy duro", reconoce su director y coordinador de la escuela, Emerson Pineda Guzmán, a este periódico. Los "muchachos" —así es como llama a sus estudiantes— se enfrentan a una profesión sin futuro, por lo menos, en la cuna colombiana. "Y, ¿ahora qué? ¿y nosotros?", lamenta.
El directivo de esta academia comenzó como banderillero y posteriormente, se dedicó a enseñar a niños toreros una actividad que, dice, "ya no van a tener". Esto es lo que más lamenta porque dice que "nos están castrando las ganas de ser toreros" y lamenta la situación a la que tendrán que disputarse los menores que quieran continuar por este camino, quienes se convertirán en la próxima generación de toreros obligados a desplazarse. "Para un muchacho saltar el charco es muy complicado", puntualiza.
No solo le duele la partida que harán los próximos toreros, sino la labor social que la escuela hace con los jóvenes colombianos, la de recoger a adolescentes con drogadicciones y proceder a una rehabilitación a través del toreo. "Nos aprovechamos de la tauromaquia como arma para atraer a muchachos en situaciones muy vulnerables para que se enamoren de cómo son los toros y dejen los vicios", continúa Pineda Guzmán, cuya escuela obliga a estos jóvenes a finalizar sus estudios para seguir sus prácticas de la lidia. "Entonces, es quedarnos sin armas para que sean seres humanos, buenos y útiles para la sociedad", repite.
Entonces, ¿cómo se anima a un niño a continuar estudiando una profesión sin futuro? Muy fácil, el instructor reconoce que no le gusta mentir, pero alienta a los pequeños a no rendirse. "Les digo: Venga, que va a mejorar, sigamos, pero sabiendo que un 90% no se va a cumplir donde entrenamos todos los días", lamenta.
Durante décadas, la tauromaquia se ha considerado parte de la cultura tradicional de países de todo el mundo. El arte de la lidia ha pasado de moda y esta práctica cada vez agoniza con parsimonia. La lista de países que avalan el festejo taurino a nivel internacional se reduce a tan solo ocho regiones —Ecuador, Guatemala, México, Perú, Portugal, Venezuela, España y Francia—, tras la salida de Colombia, el último país del continente latinoamericano en prohibir definitivamente su celebración.
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