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Polonia y Alemania se enzarzan por el sabotaje del Nord Stream: "Pide disculpas y cállate"
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Las fricciones del sabotaje

Polonia y Alemania se enzarzan por el sabotaje del Nord Stream: "Pide disculpas y cállate"

En Berlín guardan silencio, pero aprietan los dientes por la falta de colaboración durante la investigación y la detención fracasada de uno de los presuntos responsables de la voladura

Foto: El canciller alemán, Olaf Scholz, y su homólogo polaco, Donald Tusk. (M. Kappeler)
El canciller alemán, Olaf Scholz, y su homólogo polaco, Donald Tusk. (M. Kappeler)
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El 26 de septiembre de 2022, los gasoductos del Nord Stream saltaban por los aires. Habían pasado seis meses desde la invasión rusa a Ucrania y la Unión Europea se enfrentaba a uno de sus inviernos más inciertos en materia energética. ¿Quién estaba detrás? ¿Rusia, Estados Unidos, Ucrania? Dos años después han salido a la luz los detalles del plan que un grupo de ucranianos comenzó a elaborar entre copas en un bar. La revelación ha provocado ya un choque directo entre Polonia y Alemania, el gran detractor y el mayor beneficiario de este macroproyecto submarino.

"Ahora es primordial investigar los incidentes para obtener total claridad sobre los hechos y sus causas. ¡Cualquier interrupción deliberada de la infraestructura energética activa europea es inaceptable y dará lugar a la respuesta más contundente posible!, afirmó aquel septiembre la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, cuando todas las miradas se dirigían al Kremlin. Tras las acusaciones a Ucrania, la alemana no se ha pronunciado.

Todo comenzó una noche de mayo en la que un grupo de altos cargos militares y empresarios ucranianos brindaron hasta altas horas de la noche por lo que habían conseguido hasta la fecha: frenar y resistir ante uno de los Ejércitos más poderosos del mundo. Llevados por la euforia, uno de ellos sugirió ir un paso más allá y reventar el macroproyecto del Nord Stream, que estaba ayudando al Kremlin a embolsarse millones de euros y haciendo rehén a la UE de la energía rusa. De paso, obligaría a Putin a transportar su gas vía Ucrania.

Era un win-win. Cuatro meses y 300.000 euros después, un grupo de buceadores fingió salir de crucero por las aguas del espacio económico de Suecia y Dinamarca para dinamitar las tuberías. El plan contó con el apoyo inicial del presidente ucraniano Volodimir Zelenski, que reculó poco después por instrucciones de la CIA. Así narra la intrahistoria de uno de los sabotajes más mediáticos de la historia reciente The Wall Street Journal, citando a decenas de fuentes.

Foto: Ilustración: Marina G. Ortega.
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Pocas semanas después de estas explosiones, que dejaron cuatro fugas, al macroproyecto inutilizable y vertieron altas dosis de CO₂, los servicios de inteligencia alemanes ya intuían quién había sido el artífice, aunque la investigación se prolongó durante 19 meses. Los neerlandeses, que cuentan con servicios secretos muy potentes en Ucrania desde el derribo del avión de Malaysia Airlines, habían dado el aviso. A ello le siguieron incontables entrevistas, rastreos de móviles, supervisiones de cámaras o pruebas de ADN. No sería con la cooperación de Polonia —el país que sirvió como centro logístico, negó a Berlín las cintas de videovigilancia del puerto de Kolobrzeg— de donde habría partido el grupo antes de dirigirse al norte, recoge el portal norteamericano.

Polonia, uno de los países más vocales con la ayuda a Ucrania en la mesa del Consejo Europeo e histórico retractor del proyecto del Nord Stream, tampoco ejecutó la orden de detención que las autoridades germanas habían emitido contra Volodymyr Z. ciudadano ucraniano, sospechoso de pertenecer a la tripulación y que habría estado viviendo durante todo este tiempo en Pruszków, a escasos kilómetros de Varsovia. Se le sitúa ya, junto a todos los miembros, en territorio ucraniano, dificultando cualquier avance en la pesquisa. Kiev no extradita a sus nacionales. La Fiscalía polaca achaca la ausencia de detención a errores en la solicitud, algo que ha generado más irritación en los despachos de Berlín.

"Hubo acuerdos entre [los presidentes] Zelenski y Duda para llevar a cabo el ataque", ha asegurado recientemente August Hanning, jefe de los servicios de inteligencia alemanes (BND) hasta 2005. Sin embargo, tanto Varsovia como Kiev niegan cualquier implicación. Desde la oficina de Zelenski siguen apuntando a Moscú como el responsable de la voladura bajo el pretexto de mermar la unidad europea y provocar fricciones entre el triángulo de Weimar.

El incidente deja ya las relaciones diplomáticas entre Berlín y Varsovia en mínimos. "A todos los que comenzaron y patrocinaron el Nord Stream 1 y 2: lo único que deben hacer hoy al respecto es disculparse y guardar silencio". Así, a golpe de tuit, cargó el primer ministro polaco, Donald Tusk, poco después de la publicación de la noticia. Más cautos han sido desde los despachos de Olaf Scholz, que no se ha pronunciado sobre este episodio. Un silencio que se extiende al resto de líderes europeos, a excepción del presidente checo Petr Pavel, que justifica el movimiento de Kiev como objetivo estratégico y legítimo.

Polonia, junto a Estados Unidos, siempre ha sido contrario al Nord Stream, el macroproyecto que une con dos tuberías a Rusia y Alemania por el mar Báltico. Alemania ha sido uno de sus grandes beneficiarios disfrutando de energía rusa barata. La anexión ilegal de Crimea en 2014 no hizo sonar las alarmas en Bruselas y Berlín, que no solo redujo la dependencia energética con Rusia, sino que la amplió siguiendo adelante con el Nord Stream II. Desde la guerra a gran escala, los países del Este han tirado de las orejas a sus socios comunitarios reprochándoles en cualquier ocasión: "Os lo dije".

Drones sobre Moscú; elecciones sobre Alemania

Sobre el terreno, estas revelaciones llegan en medio de un punto de inflexión en la guerra de Ucrania, marcado por las primeras incursiones en territorio ruso, concretamente en Kursk, cerca de la frontera. También con el mayor lanzamiento de drones sobre Moscú. Josep Borrell, jefe de la diplomacia europea, ha defendido este paso táctico de Zelenski en aras de "reducir la destrucción en Ucrania" y "avanzar en los esfuerzos de paz". En medio del debate abierto sobre el uso de las armas donadas por Occidente en suelo ruso, Alemania ha sido uno de los socios más claros en mostrarse a favor: "Es armamento entregado a Ucrania y puede utilizarlo como quiera".

Pero la luna de miel podría tener los días contados. A los hallazgos sobre el Nord Stream se une ahora una fuerte tensión en torno a una negociación muy compleja por los presupuestos federales. Los medios del país recogen que la intención del gobierno tripartito que conforman Socialdemócratas, Liberales y Verdes es dejar de financiar el envío de armas a Ucrania ya en 2026. Ambicionan que esta partida sea cubierta por fondos internacionales o provenientes de los intereses que generan los activos rusos congelados. El malestar se ha sentido al instante. "Cortar la ayuda militar a Ucrania se traduce en debilitar la seguridad de Europa. Y ello tendría consecuencias terribles, por lo que hay que evitarlo. Los fondos están ahí y es cuestión de voluntad política", afeó a través de X el embajador ucraniano en Alemania, Oleksii Makeiev.

La medida ha provocado un huracán de críticas en el país, incluso en las filas de los partidos que conforman la coalición semáforo. Pero el aliento de las elecciones que los estados del este de Sajonia, Turingia y Brandenburgo celebran en septiembre se siente con fuerza. La ultraderecha de Alternativa por Alemania (AfD) y la alianza que dirige la populista de izquierdas Sahra Wagenknecht están subiendo en las encuestas con un discurso centrado en el fin de la ayuda a Ucrania y el inicio de las conversaciones con Putin.

El 26 de septiembre de 2022, los gasoductos del Nord Stream saltaban por los aires. Habían pasado seis meses desde la invasión rusa a Ucrania y la Unión Europea se enfrentaba a uno de sus inviernos más inciertos en materia energética. ¿Quién estaba detrás? ¿Rusia, Estados Unidos, Ucrania? Dos años después han salido a la luz los detalles del plan que un grupo de ucranianos comenzó a elaborar entre copas en un bar. La revelación ha provocado ya un choque directo entre Polonia y Alemania, el gran detractor y el mayor beneficiario de este macroproyecto submarino.

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