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Perseguidos en España, adorados en Tailandia: los reyes del oro verde
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Del porro al pelotazo

Perseguidos en España, adorados en Tailandia: los reyes del oro verde

Cómo los pioneros de la marihuana pasaron de la semi clandestinidad en España a la asesoría de alto nivel en Tailandia, primer país asiático en despenalizar completamente el cannabis

Foto: Pedro Coves en una plantación de marihuana en Tailandia. (Cedida)
Pedro Coves en una plantación de marihuana en Tailandia. (Cedida)

El teniente de la guardia civil que detuvo a Pedro Coves por tener decenas de plantas de marihuana en casa (delito contra la salud pública para unos; una de las plantaciones más científicamente relevantes de España por su diversidad para otros), le dijo luego en confianza: "Si tienes tanto talento para esto, ¿por qué no te vas a un lugar donde sea legal?".

Dicho y hecho.

Coves, que sigue teniendo asuntos pendientes con la ley en España (le piden pena de cárcel) por las 217 plantas "genéticamente diferentes y de varios lugares del mundo" que le incautaron, vive y trabaja ahora en Tailandia, donde está muy cotizado desde que, en 2022, se convirtió en el primer país asiático en despenalizar completamente el cannabis, un "giro de 180 grados" para un lugar que en el imaginario bohemio internacional estaba en la lista negra represiva: 15 años de cárcel por tenencia de cannabis hasta que llegó el volantazo histórico.

"La policía truncó mi sueño en España. Me trataron como un delincuente"

En efecto, Tailandia ha pasado de un día para otro del cero al infinito cannábico. Movimiento de alto contenido simbólico. La tradicionalmente restrictiva Asia moviendo ficha en pleno boom internacional de la legalización, de San Francisco a Bangkok. Una revolución cultural inesperada que ha pillado a España "a uvas", según Coves, pese a su condición de "vivero de Europa". "La legalización acabará explotando en España más tarde o más temprano, la gente ya se está preparando, pero los políticos no".

Coves asesora en Tailandia al aluvión de pequeños productores y grandes empresas llegados los últimos meses al calor del oro verde. "Les guío de la A a la Z. Metodología, semillas, genética, patentes, cultivos, cosecha, producto final", cuenta Coves, colaborador de la Unidad Científica de Innovación Empresarial de la Universidad de Alicante.

placeholder Plantación tailandesa de interior asesorada por españoles. (Cedida)
Plantación tailandesa de interior asesorada por españoles. (Cedida)

La relación de Coves con la maría empezó cuando tenía 12 años, al fijarse que sus primos de 16 tenían una "planta secreta" en el campo. Nada que escandalizase demasiado a la chavalada de la zona, alrededores de Cayosa de Segura (Alicante), epicentro tradicional del cáñamo en España para uso textil y alimentario.

Pues bien: el joven Coves quiso plantar su propia semilla en casa.

A su abuela le pareció estupendo, pues ella lo había hecho muchas veces antes, o eso creía… Cuando la planta brotó, la abuela se dio cuenta de que aquello no era cáñamo, sino cannabis, que no era "legal". Otra vez la trifulca y la fina línea entre lo que la sociedad considera permisivo y lo que no. El caso es que su abuela cortó la planta, pero Coves aprendió una valiosa lección de vida: su afición requería discreción porque la maría era una "planta demonizada".

Desde los 14 años se dedicó al cultivo, hasta convertirse en una de las grandes autoridades de España en la materia... desde la alegalidad. Coves es ahora objeto de deseo tailandés, donde sus conocimientos enciclopédicos sobre la planta son muy apreciados. El exilio marihuanero.

Los empresarios

Si la prohibición dio al cannabis una impronta contracultural y militante, la legalización lo abre a un mundo más mainstream, del que vienen perfiles como Ricardo del Castillo, empresario y emprendedor catalán, vinculado al mundo del marketing y las farmacéuticas, que aterrizó en Tailandia hace unos meses para montar un negocio cannábico integral, Purple Store, del cultivo al dispensario.

Dado que el experimento cannábico tailandés está aún en pruebas, montar una empresa viniendo de España suena a muros burocráticos incomprensibles, pero no es esa la experiencia de Del Castillo, que ha conseguido las licencias de cultivo y exportación a todo gas, quizá porque Tailandia ha pillado la inversión extranjera en oro verde con muchas ganas, quizá también porque se ha movido bien en un mundo de abogados y reguladores.

"No todos los extranjeros dan con la tecla, es importante profesionalizar la gestión desde el principio, porque si llegas y te alías con el primer socio tailandés que te encuentras por la calle, tienes muchas papeletas para estrellarte", afirma el empresario catalán.

"Si llegas y te alías con el primer socio tailandés que ves, tienes muchas papeletas para estrellarte"

La empresa de Del Castillo abrirá pronto su primer dispensario —no para fumar, solo para comprar— en Thong Lor, barrio elitista de Bangkok. "Hablamos de cultivo de calidad, consumo responsable y productos naturales. Nuestro enfoque, de entrada, es muy farmacológico, pero con ramificaciones recreativas, como la tienda, a la que queremos dar un aire divertido, más allá de la estética asociada habitualmente a la marihuana, una vuelta de rosca hacia el lifestyle".

Del Castillo, desde luego, no se aburre. "Yo no venía de los mundos de la marihuana. Nunca me hubiera metido en un negocio que no fuera 100% legal, con sus facturas, sus contratos y sus cosas digamos normales", añade el empresario, al que le divierte cómo la legalización ha juntado en Tailandia a un grupo variopinto de españoles —de la contracultura pura y dura al empresariado más pulcro— condenados a entenderse. "Aquí hay unos personajes de flipar. Vascos, gallegos... Estar fuera de tu país une mucho. Tiene bastante gracia todo esto", resume.

Los agujeros del experimento

Contra lo que podría pensarse, Coves cree que Tailandia se ha pasado de frenada con su amplia legalización marihuanera, que él desearía más escalonada: "Se ha pasado de golpe de la represión al libertinaje, faltan regulaciones y aprendizajes, no tiene sentido encontrar en la calle un producto peor que el del antiguo mercado negro, porque la gente se ha puesto a cultivar (con químicos) o a vender de cualquier manera. Hay que fomentar la cultura del cultivo y el consumo responsables".

Foto: Desfile anual del cannabis en Nueva York. (Reuters) Opinión

Castillo refuerza la opinión de que a Tailandia le queda mucho por aprender: "Cualquier tailandés puede cultivar ahora marihuana, el problema es que España, por ejemplo, tiene mucha más experiencia en cultivo que Tailandia, donde todo está aún en pañales".

"Es francamente extraño que te vendan marihuana por la calle como si fueran palomitas. Lo venden hasta en las heladerías. Es inevitable preguntarse: ¿pero esto qué es?", añade el empresario catalán, que también apuesta por una regulación que exija unos mínimos al producto final.

"Nos miraban como a auténticos chalados, pero ahora somos empresarios responsables"

Sigue Coves sobre los límites de la legalización:

"Hay que tener cuidado con lo del mito del oro verde. Quien crea que basta con llegar a Tailandia para que tu inversión de 10 se convierta en 100 de golpe, se equivoca".

También están los factores logísticos y productivos. "Mi abuela era una máquina de plantar rosas en el jardín, pero si hubiera intentado plantar un millón de rosas, habría sido un desastre. Pues con el cannabis en Tailandia, lo mismo. No tiene nada que ver plantar en casa que la escala industrial. ¿Mi consejo? Despacito, buena letra, apoyo al pequeño productor y mucha pedagogía".

Foto: Un trabajador de una plantación de cannabis en Marruecos. (EFE/Mohamed Siali)

Todas estas dudas sobre el proceso afectan al último gobierno tailandés, que heredó una legalización que desconcertó a un sector de la población bombardeado antaño con los peligros de la maría. Tras amagar con volver a la ilegalización, el clima político parece más favorable ahora al control de los excesos que a la represión. Que el cannabis sea ya un factor económico relevante, pesa para que la regulación pueda imponerse al revival prohibicionista típico de cualquier experimento social de nuevo cuño.

Del Castillo también apunta hacia la economía como apuntalador del proceso. "Ha sido un movimiento audaz e inteligente del gobierno. Además de un chorro de inversión extranjera, que el país necesitaba con urgencia, la industria tailandesa del cannabis está muy volcada a ayudar a los suyos, tú no puedes montar un negocio sin contar con los trabajadores tailandeses, y son salarios bastante por encima de la media", cuenta Del Castillo.

Buscarse la vida

Si a Pedro Navajas la vida le dio una sorpresa desagradable, a Coves la legalización del cannabis le ha dado una agradable: de paria perseguido a emprendedor respetable.

Foto: Agente de la Guardia Civil en una plantación en imagen de archivo. (EFE/Guardia Civil)

"La policía truncó mi sueño en España. Me trataron como un delincuente. Nos llamaban narcotraficantes 3.0. En el pueblo empezaron a mirarme mal, en plan "ya sabía yo que este no era trigo limpio", fueron meses muy duros. En España eres culpable hasta que se demuestre lo contrario. Pero ahora se ha dado la vuelta a la tortilla: en el pueblo me miran con el respeto del que se ha ido fuera a buscarse la vida y le ha ido bien", explica.

"Hace años nos miraban como auténticos chalados; ahora somos empresarios responsables que por fin pueden trabajar sin miedo al qué dirán. Es hora de que caigan todas las mentiras sobre el cannabis. Espero jubilarme en esta industria", zanja Coves.

El teniente de la guardia civil que detuvo a Pedro Coves por tener decenas de plantas de marihuana en casa (delito contra la salud pública para unos; una de las plantaciones más científicamente relevantes de España por su diversidad para otros), le dijo luego en confianza: "Si tienes tanto talento para esto, ¿por qué no te vas a un lugar donde sea legal?".

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