Europa, en jaque por el cambio climático: "Las casas europeas están preparadas para el frío, no para el calor"
Las olas de calor, que son cada vez más frecuentes, obligan a estudiar la necesidad de instalar aire acondicionado, pero ¿y si el urbanismo planteara una mejor alternativa? Así afecta el calor a los edificios en Europa
Abrir la ventana del salón y la habitación para intentar crear una obra digna de la ingeniería eólica es una técnica que solo desarrollan aquellos que no tienen aire acondicionado en casa. Aun así, incluso los más afortunados tienen que convivir con los efectos de las islas de calor, debido al recalentamiento del asfalto, del cemento y otros materiales, que ni siquiera las noches consiguen aliviar. Así, el cambio climático está poniendo contra las cuerdas no solo al urbanismo de nuestras ciudades, sino también a las economías familiares.
Nuestro país es uno de los más afectados. Debido a su situación geográfica y a los distintos factores climáticos que confluyen en el territorio, en los últimos años, el número de "episodios de calor extremo" ha aumentado en frecuencia y duración. Según apunta la Aemet, entre 1975 y 2000 se registraron siete años con más de una ola de calor, pero entre 2001 y 2023 esta cifra se duplicó.
"En los últimos años, solo hemos creado ciudades que no están pensadas para el ser humano", sentencia Pablo Moreno, investigador de la Universidad del País Vasco e ingeniero de la energía especializado en investigación sobre Eficiencia Energética y Sostenibilidad. Sabe que el cambio climático no es algo que se pueda revertir y puntualiza que el debate no debería ser sobre la eficiencia energética de los sistemas de refrigeración, sino reenfocar el urbanismo y la integración de espacios verdes.
En 2012, Eurostat marcaba que el 21,4% de las familias europeas vivía en una vivienda que no es "cómodamente fresca durante el verano". En el caso español, esta cifra ascendía al 25,6%. Ahora, en 2024, en nuestro país el 41% del parque de viviendas están equipadas con aire acondicionado, según un estudio publicado por idealista. Y esto también tiene una vertiente socioeconómica.
"El calor del verano es más difícil de prevenir que el frío del invierno. Con el cambio climático, el problema no hará más que agravarse. Muchas personas no pueden permitirse comprar el aire acondicionado, y si lo hacen, compran solo los más baratos, que consumen mucha energía", apunta el consultor de ahorro energético checo de Passive House Center, Michal Čejka.
Al igual que España, las zonas de mayor uso de sistemas de refrigeración están en el sur del continente. Aun así, el centro de Europa necesita instalarlos más que antes. "Las casas europeas están preparadas para el frío", reincide Moreno, explicando que las técnicas tradicionales como los "muros de cal" son incompatibles con el aislamiento ante el frío que históricamente se ha asociado a estas zonas más al norte.
Según los últimos datos publicados por Eurostat de acuerdo al índice Grado de Refrigeración Diurno, que mide y registra la demanda de energía necesaria para enfriar un edificio, se observa cómo países como Francia o Eslovenia aumentan en más de un 400% con respecto al consumo de 2014, pero atendiendo a los datos de 2023 siguen siendo, países como Malta, Grecia o España quienes lideran el ránking.
"La pobreza energética afecta a la mayoría de la sociedad griega. Hay diferencias significativas entre grupos sociales y de ingresos, pero el mal estado del parque de viviendas, combinado con los reducidos ingresos de una gran parte de la población y el aumento de las necesidades energéticas nos exponen a la mayoría al mismo problema", explica el ecologista griego especializado en gestión de recursos naturales, Alkis Kafetzis.
Al final, no facilitar el alcance de la tecnología y el límite que supone una renovación o reconstrucción del parque de viviendas acaba colocando a la mayoría de la población en el mismo punto de combate contra el calor, especialmente cuando se habla del parque de viviendas del centro y norte de Europa, donde las casas están preparadas para mantener el calor en invierno. La renovación del aislamiento se ha convertido en una prioridad, pero un sector de la población sigue expuesto sin unas condiciones de acondicionamiento básicas. Especialmente, los inquilinos como principales afectados.
"Las necesidades energéticas nos exponen a la mayoría al mismo problema"
Es el caso de República Checa. Los programas gubernamentales para atajar el mal estado de las viviendas residenciales y proporcionar fondos para aislamiento, ventanas o tejados verdes, están dirigidos a los propietarios de las viviendas. De ahí que no consigan cambiar las condiciones de los inquilinos. Los propietarios de las viviendas alquiladas simplemente no están motivados para comprometerse y pagar parcialmente la renovación (los fondos sólo cubren el 50% del coste), ya que no son ellos quienes pagan las facturas energéticas. Unido a que la regulación del decreto que asegura que "el piso tiene que estar diseñado para el confort térmico del inquilino" solo contempla y exige el correcto funcionamiento del sistema de calefacción.
"Era imposible dormir allí. Solo había una ventana en el techo, así que no podía ventilar. Así que le dije al casero que tenía que solucionar eso, porque si no me iba", confiesa Veronika Dombrovská, experta de la plataforma para la transformación socioecológica Re-set y de la iniciativa de inquilinos. Ella consiguió que el casero le instalara aire acondicionado, a pesar de encarecer su alquiler. Sin embargo, como experta señala que "reducir el confort térmico a la cuestión de la calefacción en invierno no tiene sentido", ya que los inviernos son cada vez más suaves, mientras que los veranos están marcados por calores abrasadores en el contexto del cambio climático.
Esta realidad de los inquilinos por la lucha en la instalación de un aire también se vive en nuestro país. Mario es un joven de 24 años que trabaja y reside en la capital. Vive de alquiler y no tiene aire acondicionado. Tampoco contempla su posibilidad. "He decidido ir más a la oficina porque así me ahorro tantas horas de estar en casa" asegura.
A medida que las temperaturas extremas se hacen más frecuentes, aumentan las necesidades energéticas de la población. Y más frecuente se hace el fenómeno de la pobreza energética. Así, República Checa según el último estudio del Ministerio de Asuntos Sociales, hay 1,3 millones de personas —o 700 hogares— en situación de pobreza energética en el país.
La solución: normativa e inclusión
El debate técnico reside en la necesidad de encontrar otras alternativas que puedan asumir el coste energético de enfriar o calentar una casa teniendo en cuenta esta tendencia climática. De hecho, hay muchos ejemplos de soluciones más eficientes en otros puntos de Europa. Países Bajos obliga por regulación a cumplir unas normas estrictas en cuanto a antigüedad y estado del edificio, eficiencia energética del edificio, tamaño del piso, ubicación, disponibilidad de servicios.
En Francia, es imposible alquilar el piso con la norma energética más baja (G y F en la evaluación de la UE). A su vez, tras la ola de calor de 2003, se introdujo la norma de confort en verano: sin aire acondicionado, la temperatura en el interior de la habitación no puede superar los 28 grados durante más del 3% del año.
Otro modelo inspirador es el de Suecia, donde las normas de temperatura se consideran un servicio que los inquilinos pueden exigir a los propietarios. Los inquilinos no pagan por el consumo real de energía, sino por el nivel de temperatura. Si es imposible mantener la calefacción del piso a 20 grados en invierno o si la temperatura supera los 26 grados en verano, los inquilinos suelen negociar un descuento en el alquiler.
"El urbanismo en España está teniendo en cuenta el cambio climático, pero hay una clara diferencia entre inversión y fondos porque ciudades como Madrid, Barcelona o el País Vasco apuestan por la investigación, pero hay comunidades que no tienen capacidad investigadora ni fondos", aclara Pablo Moreno. Añade que "la medida social es casi más potente que el grado de innovación" y recalca la importancia de que la sociedad participe en el urbanismo de su ciudad y la integración de espacios verdes.
La (no) calidad de vida
"Debemos intentar proteger el máximo número de espacios verdes", Lituania comparte la iniciativa de Gytis Valaika, meteorólogo del Servicio Hidrometeorológico Lituano (LHMT). Cuando reflexiona sobre el status quo climático le da especial importancia a las islas de calor, predominante en las grandes ciudades. Vegetación y arbolado mitigan de forma determinante su impacto.
Añade que los centros urbanos con más alta temperatura, unido al factor de la contaminación de los coches solo producen "consecuencias negativas para las personas". Esto que sucede en grandes ciudades lituanas le suena familiar a Pablo Moreno, quien remarca la importancia de que la ciudadanía tenga cerca espacios verdes para "asegurar una calidad de vida". Valaika concluye: "Por eso en cuanto sales de la ciudad te sientes mejor".
"Debemos intentar proteger el máximo número de espacios verdes"
Que cada vez haya menos sombras, que el mobiliario urbano como los bancos o las fuentes se espacien más, que desaparezcan parques o árboles, influye en la calidad de vida de la ciudadanía. Por ello, en muchas ocasiones la solución parece pasar por el aire acondicionado o el consumo en establecimientos como centros comerciales. Estos expertos en urbanismo consideran que introducir de forma activa a la sociedad en la toma de decisiones sobre qué se necesita en los espacios para generar un ambiente en el que incluir el urbanismo en la ecuación es parte de la solución a las graves consecuencias sobre la salud.
Un estudio del Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal), publicado en la revista Nature Medicine, revela que más de 47.000 personas murieron en Europa a causa del calor en 2023. En España fallecieron 8.352, siendo el segundo país de Europa en términos absolutos.
Los países europeos ya están intentando poner medidas tanto para luchar contra la pobreza energética derivada de los costes y los sistemas de refrigeración como para la búsqueda de una mejora de los estándares de calidad de vida de las ciudades. "Llegamos tarde (a la lucha contra los efectos del cambio climático), pero hemos llegado tarde durante mucho tiempo y siempre llegaremos", sentencia Pablo Moreno.
Abrir la ventana del salón y la habitación para intentar crear una obra digna de la ingeniería eólica es una técnica que solo desarrollan aquellos que no tienen aire acondicionado en casa. Aun así, incluso los más afortunados tienen que convivir con los efectos de las islas de calor, debido al recalentamiento del asfalto, del cemento y otros materiales, que ni siquiera las noches consiguen aliviar. Así, el cambio climático está poniendo contra las cuerdas no solo al urbanismo de nuestras ciudades, sino también a las economías familiares.
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