Ante el punto de ruptura: dos de las piezas clave del tablero de Nicolás Maduro han caído
Tanto el presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, como su homólogo colombiano, Gustavo Petro, han redoblado sus apuestas pidiendo una repetición de las elecciones
La crisis venezolana ha entrado, desde el pasado jueves, en una nueva etapa. Tanto el presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, como su homólogo colombiano, Gustavo Petro, han redoblado sus apuestas pidiendo una repetición de las elecciones y un gobierno de concentración con la presencia de elementos chavistas y opositores.
Ambos mandatarios negocian desde hace semanas con los dos lados en conflicto, que rechazaron de plano y de inmediato la oferta. Quienes conocen de negociaciones políticas recuerdan, eso sí, que, paradójicamente, el hecho de que lo puesto sobre la mesa parezca inaceptable para las partes enfrentadas es el primer paso para llegar a un acuerdo.
Para algunos es un tema baladí, pero hay elementos relevantes en la puesta de cartas sobre la mesa procedentes de los gigantes sudamericanos gobernados por la izquierda antiimperialista. Primero de todo, porque el tono del discurso se ha elevado. Lula ha calificado al Gobierno venezolano como un "régimen muy desagradable" y de "tendencia autoritaria", alejando el discurso cada vez más de la inicial moderación.
Algunos de los comentaristas políticos opositores dentro y fuera del país critican con vehemencia el hecho de que el presidente brasileño puntualizase que el país no es una dictadura "como conocemos tantas en el mundo", pero otros se preguntan si Lula podría definirse así, aunque lo pensase, debido a la presión en el ala más izquierdista de su partido. "De Nicolás Maduro depende una solución política para Venezuela que lleve paz y prosperidad a su pueblo", dijo, por su parte, Petro, situando la pelota y la presión en su par venezolano.
El presidente de Colombia fue muy explícito al detallar su propuesta: "Levantamiento de todas las sanciones, amnistía general nacional e internacional, garantías totales a la acción política, gobierno de cohabitación transitorio y nuevas elecciones libres", escribió en la red social X durante la tarde del jueves. La diatriba que tienen los politólogos de uno y otro lado es si leer de forma literal lo que dicen ambos presidentes, o entre líneas.
A casi nadie le cabe duda, en cualquier caso, que ni Lula ni Petro se habrían expresado en esos términos sin, como mínimo, tener la certeza de la existencia de irregularidades masivas en torno a los resultados ofrecidos el pasado 28 de julio por el Consejo Nacional Electoral (CNE). De lo contrario, sería muy difícil que se hubiesen expuesto de tal forma. Ambos tendrían que ganar poniendo distancia con el chavismo, debido a que necesitan al centro liberal para obtener gobernabilidad en sus respectivos congresos nacionales, estando muy lejos de la mayoría de asientos, pero a la vez se arriesgan considerablemente a enfrentarse a los elementos más dogmáticos de sus respectivos movimientos políticos.
De Nicolás Maduro depende una solución política para Venezuela que lleve paz y prosperidad a su pueblo.
— Gustavo Petro (@petrogustavo) August 15, 2024
La experiencia del Frente Nacional colombiano es una experiencia que usada transitoriamente puede ayudar a la solución definitiva.
Solo esa interpretación de la izquierda, que ha sido durante años aliada, directa o tácita, del Gobierno venezolano, es ya un punto de quiebre de relevancia. Hay un momento en el que restar aliados comienza a pesar en las mismas bases de cualquier movimiento, aunque eso no signifique necesariamente un punto de quiebre ni siquiera a largo plazo.
Se cae México
Que la postura de Lula y Petro no es tan baladí como piensa parte de los analistas se refleja en que ya ha supuesto una ruptura en el, hasta ahora, grupo de tres países de izquierda dura que negociaban conjuntamente con ambas partes y se niegan, por el momento, a reconocer a Maduro como ganador de las elecciones.
México se ha distanciado de las peticiones de ambos mandatarios. Andrés Manuel López Obrador ha expresado que no considera "prudente" unirse a las peticiones y dijo que esperaría a lo que tenga que decir el Tribunal Supremo venezolano, que está auditando las elecciones a petición de Maduro.
El ex mandatario derechista colombiano, Iván Duque (2018 - 2022) ya advirtió, en cualquier caso, la semana pasada, que el Supremo estaría evaluando la posibilidad de declarar como nulo el proceso electoral y convocar a nuevos comicios.
Sería legalmente posible
Técnicamente, según los juristas, esa repetición electoral sería posible. Las leyes del país sudamericano lo permiten cuando el CNE o los jueces consideran fraudulento un proceso o fallan que el resultado es imposible de determinar. En ese caso, la nueva elección debería realizarse en los seis a doce meses posteriores a la celebración del último proceso y, aquí viene lo más relevante, debería hacerse en las mismas condiciones de los comicios anulados y con los mismos candidatos en la papeleta, según expertos consultados por la cadena estadounidense Univision. Esto supone que Edmundo González debería ser de nuevo candidato, independientemente de que se levantase o no la inhabilitación a la líder opositora María Corina Machado.
Ella se cierra en banda a la posibilidad, argumentando que ya han ganado las elecciones con el recuento de las actas que han publicado en internet y que el chavismo considera falsas. "¿Y si a Maduro no le gustan las segundas elecciones? ¿Vamos a una tercera? ¿Ustedes aceptarían eso en sus países? Nosotros fuimos a elecciones con las reglas de la tiranía. Plantear una nueva elección es una falta de respeto a los venezolanos", señaló a medios sudamericanos en una conferencia a través de internet.
"Hubo gente que arriesgó su vida, su familia, su hogar. Otros fueron asesinados y otros están presos o han tenido que huir fuera del país", puntualizó Machado en una postura que ha sido ratificada por otros miembros relevantes de la coalición opositora. La clave, en cualquier caso, creen parte de los politólogos, podría estar en las garantías que se acuerden para una posible repetición electoral.
Clave es, primero, que unos nuevos comicios supondrían la admisión por parte de la cúpula gubernamental de que hubo irregularidades masivas en el proceso. Ese no es el peor escenario para la oposición y muchos son conscientes de ello, a pesar de que no sea admitido en público. Además, supondría una veeduría internacional que incomoda al palacio de Miraflores, a juzgar por la reacción de Maduro a los pronunciamientos tanto del Centro Carter como de la ONU. Esa sí que sería una condición mínima para que la oposición aceptase el trato y no se contempla un escenario en el que no la haya.
Otros hablan —también, aparentemente, en Brasilia— de la posibilidad de que fuesen las mismas Naciones Unidas quienes organizasen el proceso, aunque tal extremo parece más remoto por el difícil encaje que tendría en la legislación nacional. Algunos analistas creen que el hecho de que el Gobierno venezolano aceptase una repetición electoral significaría ya, de primeras, una suerte de transición tranquila o "elegante".
Otros recuerdan que, en cualquier caso, Maduro tendría pocos incentivos para dejar el poder. El Gobierno tiene el respaldo de las Fuerzas Armadas, el tiempo a su favor y además ya ha demostrado que puede superar exitosamente y con solvencia embates diplomáticos de gran envergadura, como supuso el reconocimiento en bloque de Occidente de Juan Guaidó como presidente encargado paralelo, en 2019, y también de fuertes sanciones económicas que ahora son muy impopulares no solo en el chavismo, sino en parte muy relevantes de la oposición.
"Venezuela tiene una Constitución. Venezuela tiene un cronograma electoral. Venezuela tiene instituciones, un poder judicial. La última palabra la tienen los poderes públicos de Venezuela y nosotros mientras tanto dediquémonos a trabajar, a hacer cosas positivas", señaló Maduro tras conocer la propuesta colombiana. Mientras tanto, la oposición ha llamado a nuevas movilizaciones este sábado tanto dentro como fuera de Venezuela, donde tiene más posibilidades de éxito.
Las protestas dentro del país han decaído con el paso de los días. El mismo Maduro ha lanzado que ya hay 2.000 detenidos y que continuarán las detenciones y la oposición no está convocando a marchas masivas más allá de la de este sábado. Existe también, en parte, cierta expectativa en torno a las negociaciones en liza que han hecho que se mire más a la actualidad en internet que a la calle. A nadie se le escapa que la situación es novedosa y que parte importante de esa novedad es la posición tanto de Lula como de Petro. En segundo plano parece haber quedado, por ahora, aunque quizás no por mucho tiempo, la posición de Washington, que ha expresado su apoyo al proceso llevado por Brasil, Colombia y, hasta esta semana, México.
Quizás también en EEUU se esté a la expectativa, pero además en el país norteño tienen muchos frentes abiertos, con las elecciones a la vuelta de la esquina y las crisis en Ucrania y en Gaza abiertas. Tampoco ayuda la situación en el despacho oval, con la Casa Blanca teniendo que desmentir un supuesto apoyo de Joe Biden a la petición de nuevas elecciones de Brasil y Colombia, con el argumento de que el presidente no entendió la pregunta que le hizo directamente una reportera.
En el horizonte hay dos fechas. La primera es el próximo 5 de noviembre, cuando se celebran elecciones en EEUU, lo que para muchos supone el límite máximo para llegar a un acuerdo ante la posibilidad de una victoria de Donald Trump. La segunda es el próximo 10 de enero, el día señalado para la asunción presidencial en Venezuela.
La crisis venezolana ha entrado, desde el pasado jueves, en una nueva etapa. Tanto el presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, como su homólogo colombiano, Gustavo Petro, han redoblado sus apuestas pidiendo una repetición de las elecciones y un gobierno de concentración con la presencia de elementos chavistas y opositores.