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Anatomía de la caída de Kishida: estas son las claves del descalabro político en Japón
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Terremoto político en Japón

Anatomía de la caída de Kishida: estas son las claves del descalabro político en Japón

El primer ministro del Partido Liberal Democrático abandonará el liderazgo ante el hartazgo de los japoneses y con una de las tasas de apoyo público más bajas de su historia

Foto: Fumio Kishida, el 14 de agosto de 2024, tras anunciar su dimisión. (EFE / Philip Fong)
Fumio Kishida, el 14 de agosto de 2024, tras anunciar su dimisión. (EFE / Philip Fong)

Algunos han llegado a llamarle "perro estadounidense". El primer ministro japonés, Fumio Kishida, anunció este miércoles que no se volverá a presentar para encabezar las listas del Partido Liberal Democrático (PLD). La decisión, marcada por su caída de popularidad y el torbellino de malas noticias dentro de su Gobierno, se hará oficial el mes que viene. La gran incógnita es quién tomará las riendas del país nipón pero, sea quien sea, enfrentará dos grandes batallas: una contra su propio partido y otra contra la confianza del pueblo japonés.

Kishida cierra una etapa trágica al frente del partido en una situación crítica para la agrupación que ha monopolizado la política japonesa en los últimos 80 años. En tres años de mandato, el Partido Liberal registra hoy una de las tasas de apoyo público más bajas de su historia. Los escándalos políticos, las insinuaciones de corrupción, el aumento del costo de vida y los problemas que ya arrastraba Japón han sido el detonante para dejar en los huesos a un partido que parecía eterno.

“La política no puede funcionar sin la confianza pública", dijo Kishida en una conferencia de prensa para revelar su decisión de no buscar la reelección. “Es necesario mostrar a la gente cómo ha evolucionado y ha renacido el PLD".

Japón es un país acostumbrado a tener una vida política excesivamente tranquila. La mayoría de gobernantes cierran sus mandatos casi en el mismo punto en el que lo dejaron para dar paso al siguiente candidato con una intención de voto muy similar a la de las anteriores elecciones. La política resulta hasta incómoda para los japoneses y jamás está entre los temas de conversación cotidianos. Nadie parece estar al corriente de lo que hacen o dejar de hacer los legisladores. Entonces, ¿cómo se ha gestado este descalabro político y cómo ha pasado desapercibido para el resto del mundo?

Foto: Fumio Kishida, en agosto de 2024. EFE

En un país en el que la máxima es no salirse de la norma, los escándalos políticos en los que se han visto envueltos varios miembros de su partido han desgastado la opinión pública contra el Gobierno hasta puntos insospechados. El último de ellos, que lleva varias semanas en la mesa de debate de la Cámara de Representantes y por cuál el líder de la oposición (sin éxito) presentó una moción de censura contra Kishida, ha sido el escándalo relacionado con un fondo secreto de donaciones políticas no registradas. Acusaciones que llevan tiempo cercando a la organización del partido.

Pero no ha sido el único caso. Los índices de popularidad de Kishida empezaron a caer en 2021 tras las revelaciones que vinculaban al PLD con la Iglesia de la Unificación. Considerada como secta en el país y con la que se vincula a la madre del asesino del expresidente Shinzo Abe, quien culpó a la controvertida Iglesia de sus actos por la ruina financiera que había sumido a su familia.

Pocos amigos y muchos enemigos

Incluso en esta tesitura, un partido político y un primer ministro japonés podrían haber superado las crisis y seguir el curso de su Gobierno sin poner en peligro la reelección del PLD. Sin embargo, la gestión política en estos tres años ha dejado mucho que desear, según la opinión pública.

El Gobierno de Kishida ha perdido en un corto periodo de tiempo la mayoría de indicadores económicos que hacían brillar al país nipón. El fin de la política deflacionaria y los tipos de interés —que provocaron hace tan solo unas semanas un susto bursátil que sacudió al país —, sumado a la caída del yen frente a otras divisas, han agitado aún más el avispero político. Lo cual, tampoco ayuda a revertir las críticas que atraviesa el PLD.

Otros Gobiernos antes de Kishida también han atravesado momentos de crisis, pero, al menos, siempre salía a relucir el poderío económico de Japón. Sin embargo, el mercado nipón lleva desde principios de año, cuando la economía japonesa perdía el tercer puesto —por detrás de Alemania— en el ranking mundial, avisando de que su mercado no estaba atravesando el mejor momento, y las maniobras del Banco Central no han sido suficientes para revertir la tendencia.

El exministro de Defensa ya se ha postulado como posible reemplazo de Kishida, diciendo que le gustaría "cumplir con su deber"

Además, el descontento público debido a que los salarios no han seguido el ritmo al aumento del coste de vida han terminado de dar la estocada política a nivel de calle. Si la gente vive peor que antes, sus legisladores no actúan como deberían y el mercado se resiente, es la combinación perfecta para que se movilicen los detractores y te abandonen los votantes.

La línea política de Kishida se podía enmarcar en un abanico conservador moderado, lo que deja a sus rivales políticos a ambos lados un gran margen para la crítica cuando las cosas no marchan bien.

Aunque el espectro político de Japón no tienda a los extremos, los sectores más conservadores han aprovechado para criticar fuertemente la política exterior del Gobierno. Una preocupación que atiende a la falta de autonomía y la dependencia de EEUU por parte de las Fuerzas de Autodefensa japonesas frente a las crecientes amenazas de Corea del Norte y China en la región. Los más radicales también suman a la lista de quejas la ruptura de las relaciones con la vecina Rusia y el posicionamiento en favor de la OTAN respecto a la invasión a gran escala de Ucrania.

Foto: Empleados de una fábrica de Kawasaki, en Japón. (Reuters/David Dolan)

De la misma manera, las quejas desde el otro lado del hemiciclo japonés no se han quedado atrás. Las políticas sociales que se habían convertido en el único punto de debate en el país —como la crisis de vivienda, el modelo de trabajo, la edad de jubilación, el problema demográfico, la salud mental y el acoso sexual— no es que hayan desaparecido: han ido a peor y se han sumado otras tantas.

Fuera, todo está en contra, pero dentro del partido la cuestión más importante es quién tomará el mando. El exministro de Defensa, Shigeru Ishiba, ya se ha postulado como posible reemplazo de Kishida, diciendo que le gustaría "cumplir con su deber" si obtiene suficiente apoyo, dijo a la emisora pública NHK.

También han surgido otros nombres, pero en lo que coinciden los analistas políticos japoneses es en que quien tome el mando no debe desoír las quejas y asumir que será reelegido por mera costumbre. "El partido debe elegir a alguien joven que no tenga vínculos con la actual administración y así pueda presentar un nuevo PDL", aseguró a Reuters el analista político, Atsuo Ito. "Si el PLD elige a su próximo líder de una manera que ignore las críticas públicas contra los escándalos de financiación política, el partido podría sufrir una derrota aplastante".

Algunos han llegado a llamarle "perro estadounidense". El primer ministro japonés, Fumio Kishida, anunció este miércoles que no se volverá a presentar para encabezar las listas del Partido Liberal Democrático (PLD). La decisión, marcada por su caída de popularidad y el torbellino de malas noticias dentro de su Gobierno, se hará oficial el mes que viene. La gran incógnita es quién tomará las riendas del país nipón pero, sea quien sea, enfrentará dos grandes batallas: una contra su propio partido y otra contra la confianza del pueblo japonés.

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