Walz, un tipo normal contra esos "raros": por qué Trump ha empezado a temer a Kamala
Detrás del estilo afable de Tim Walz, el nuevo candidato demócrata a la vicepresidencia, se esconde una particular habilidad: poner de los nervios a la campaña de Donald Trump
Una broma que los observadores de las elecciones estadounidenses llevan repitiendo desde el ascenso meteórico de Kamala Harris al frente de la candidatura demócrata es que, cuando tuviera que elegir un vicepresidente que lo acompañara en la boleta, tendría que encontrar al hombre más blanco de todo Estados Unidos. La chanza es un reflejo de cómo funcionan los equilibrios dentro del Partido Demócrata, una formación que necesita para gobernar tanto a los jóvenes progresistas, urbanos, racializados y deseosos de cambios estructurales como los adultos blancos, acomodados en los suburbios y más conservadores en su visión del país. Barack Obama necesitaba a su Joe Biden. Joe Biden necesitaba a su Kamala Harris. Y ahora Kamala Harris ha encontrado a su blanco perfecto: Tim Walz.
El gobernador de Minnesota, que fue elegido este martes por la futura candidata demócrata como su compañero en la boleta, es un estereotipo caminante del ‘midwest’ estadounidense. Un abuelete afable, cordial, humilde y con un fuerte sentido de comunidad que ganó su primera campaña en 2006 en un distrito rural contra un candidato republicano que llevaba seis mandatos seguidos. Pero detrás del estilo “Minnesota Nice” de Walz y su apariencia moderada se esconde una particular habilidad que lo ha catapultado de ser un gobernador relativamente desconocido (el 71% de los estadounidenses nunca habían oído hablar de él hasta esta semana) al posible número dos de la Casa Blanca: poner de los nervios a la campaña de Donald Trump.
Durante los últimos años, los demócratas han llamado de todo a Trump: peligroso, criminal, traidor, demente, violador, asqueroso… Ninguno de estos ataques ha funcionado bien contra un expresidente acostumbrado a los realities de televisión y con décadas de experiencia en insultar y ser insultado. Sin embargo, cuando Walz utilizó hace una semana la frase “They are just weird” (“Simplemente, son gente rara”) para referirse a Trump y su equipo, algo se rompió dentro de la imperturbable campaña republicana. El calificativo se hizo viral y la cadena conservadora Fox News puso el grito en el cielo, confirmando al Partido Demócrata que, esta vez, habían tocado hueso.
El apelativo, especialmente cuando procede de una figura tan campechana como Walz, parece haber funcionado porque encapsula de manera sencilla y efectiva las posturas y comportamientos extravagantes del trumpismo que han sido normalizadas a lo largo de los últimos años. Cosas como que el candidato a vicepresidente republicano, J. D. Vance, describa a las mujeres sin hijos como "señoras con gatos que son miserables con sus propias vidas", o que Trump diga que Kamala Harris “era india y de repente se convirtió en negra”. Al no expresar indignación, ira o rechazo —reacciones que los seguidores de Trump adoran—, sino simplemente describirlos como “gente rara”, Walz logró un modo de hacerlos parecer desconectados de los valores cotidianos de los estadounidenses.
Esta estrategia ha forzado a Trump y a Vance a responder, a menudo de manera torpe. “¡Ellos son los raros! Si la habéis visto [a Harris], con esa risa y todo lo demás, es algo raro lo que está pasando allí”, expresó el candidato presidencial en una entrevista con el programa de radio The Clay Travis & Buck Sexton Show. "Nadie me ha llamado nunca raro. Soy muchas cosas, pero raro no soy", agregó. Unos intentos de defenderse poco convincentes que solo han logrado arrojar más leña al fuego.
"Walz supo aprovechar el momento y encontrar una manera de otorgar un mensaje a los demócratas justo cuando estaban buscando desesperadamente una nueva forma, más clara, de hacer frente a Trump-Vance”, expresó a Axios Brian McClung, un asesor republicano de Minnesota. Ese parece haber sido el factor decisivo para que Harris lo eligiera por encima del que las encuestas daban como favorito para la candidatura demócrata a la vicepresidencia, el gobernador de Pensilvania Josh Shapiro.
Embestida demócrata
La campaña de Trump tiene motivos de sobra para el nerviosismo. Tras meses de tranquilidad en los que percibían la carrera hacia la Casa Blanca como prácticamente ganada, frente a un Joe Biden impopular, debilitado y al que solo tenían que señalar y decir “viejo”, la llegada de Harris ha supuesto un enorme revulsivo.
Según la última encuesta de Morning Consult, Harris lidera a Trump por cuatro puntos a nivel nacional, una cifra récord para los demócratas en el último año, con un 48% de apoyo frente al 44% del republicano. Este resultado marca la tercera semana consecutiva en la que la encuestadora muestra a la vicepresidenta por delante de magnate, destacando un aumento en la movilización de votantes jóvenes y afroamericanos, así como una mayor confianza entre las mujeres en que Harris defenderá mejor sus intereses.
No es un caso aislado, la práctica totalidad de las encuestas muestran que Harris está reduciendo la ventaja que Trump tenía, cuando no adelantándolo, y su índice de aprobación no ha parado de aumentar desde que anunció su candidatura. En un sondeo de The Economist/YouGov, Harris lidera por dos puntos, y en otra encuesta de Reuters/Ipsos está un punto por delante. En el pronóstico electoral de Nate Silver, probablemente el encuestador más famoso de Estados Unidos, muestra por primera vez esta semana a los demócratas con más posibilidades de hacerse con la Casa Blanca que los republicanos: un ajustadísimo 51%.
El ascenso de la vicepresidenta en las encuestas ha coincidido con un retorno de Trump al tipo de retórica agresiva y visceral que lo caracteriza, pero que parecía estar conteniendo desde el fallido intento de asesinato en su contra. Durante la Convención Nacional Republicana del pasado mes de julio en Milwaukee, el ya confirmado candidato realizó un atisbo de llamado a la unidad, afirmando que “no hay victoria si solo se gana para la mitad de Estados Unidos”. Un giro poco convincente que fue revertido tan pronto como Kamala Harris se convirtió en la nueva rival a batir.
Y si bien los demócratas han encontrado al fin un apelativo que pone nerviosos a los republicanos, Trump, el maestro del insulto, ha demostrado una falta de originalidad y adaptación a la hora de encontrar maneras de atacar a Harris. Su insistencia en etiquetar a la vicepresidenta como una simple "contratación por diversidad" y centrar los comentarios en su raza han dejado a la campaña de la candidata el rebote perfecto, una y otra vez: “Qué comentario más raro”.
A poco menos de tres meses de la elección, la carrera está lejos de estar decidida. En el puñado de estados clave que decidirán, por un puñado de votos, qué candidato regresa a la Casa Blanca, las encuestas revelan empate tras empate. Sin embargo, tanto la narrativa como el grado de entusiasmo es muy diferente para unos republicanos que creían tener el premio en su bolsillo que para unos demócratas que acaban de experimentar la milagrosa resurrección de su campaña. Ahora, por primera vez, hay partido. Y con la llegada de Walz, ya conocemos a todos los jugadores.
Una broma que los observadores de las elecciones estadounidenses llevan repitiendo desde el ascenso meteórico de Kamala Harris al frente de la candidatura demócrata es que, cuando tuviera que elegir un vicepresidente que lo acompañara en la boleta, tendría que encontrar al hombre más blanco de todo Estados Unidos. La chanza es un reflejo de cómo funcionan los equilibrios dentro del Partido Demócrata, una formación que necesita para gobernar tanto a los jóvenes progresistas, urbanos, racializados y deseosos de cambios estructurales como los adultos blancos, acomodados en los suburbios y más conservadores en su visión del país. Barack Obama necesitaba a su Joe Biden. Joe Biden necesitaba a su Kamala Harris. Y ahora Kamala Harris ha encontrado a su blanco perfecto: Tim Walz.
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