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La familia 'argentina' que recibió Putin te muestra el tesoro más preciado del espionaje ruso
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La familia 'argentina' que recibió Putin te muestra el tesoro más preciado del espionaje ruso

Anna Dultseva y Artem Dultsev eran dos espías rusos 'ilegales' que llevaban años trabajando para el Kremlin antes de ser arrestados. Sus hijos no sabían nada de su verdadera identidad

Foto: La familia Dultsev, junto a Vladímir Putin, tras su llegada a Moscú, el 1 de agosto. (Reuters/Mikhail Voskresensky)
La familia Dultsev, junto a Vladímir Putin, tras su llegada a Moscú, el 1 de agosto. (Reuters/Mikhail Voskresensky)

Vladímir Putin estaba esperando a la familia en las escaleras del avión que acaba de aterrizar en Moscú. "Buenas noches", dijo en español a dos niños que acababan de bajarse. Nunca habían oído hablar del presidente ruso, ni sabían quién era. Sus padres, sin embargo, sintieron con orgullo al mandatario. Fue seguramente el mayor reconocimiento después de trabajar durante décadas como espías rusos.

Anna Dultseva y Artem Dultsev fueron dos de los presos liberados en el intercambio entre Rusia y Occidente. También eran conocidos como María Rosa Mayer Muños y Ludwig Gisch, las identidades que utilizaron durante décadas en Argentina, su presunto país natal, y en Liubliana, Eslovenia, donde se mudaron escapando, presuntamente, de la violencia de las calles de la capital argentina.

En el país balcánico, ella trabajaba como directora de una galería de arte y él en una empresa de tecnología. Sus vecinos les describían como "normales" y "tranquilos", y no levantaban sospechas. Sin embargo, en su casa de la calle Primožičeva tenían un ordenador con un programa para comunicarse con los agentes rusos y, en una parte secreta de la nevera, guardaban miles de euros.

En 2022, el matrimonio fue arrestado por la policía después de recibir una alerta de los servicios secretos. Sus hijos, Sofía y Daniel, fueron llevados a un centro de acogida, hasta que llegaron a la capital rusa para empezar una nueva vida.

Foto: Vladímir Putin en una reunión sobre seguridad y defensa, en octubre de 2023. (EFE)

Los Dultsev formaban parte de la red espías rusos llamados "ilegales". A diferencia de los "legales", no tienen cobertura diplomática en las embajadas ni inmunidad en caso de ser detenidos. Son, por ello, muy difíciles de detectar. En la mayor parte de los casos, son entrenados durante años para poder hacerse pasar por ciudadanos locales en el país en el que operan. Acaban aprendiendo el idioma como un local y comportándose como uno. ¿Quién podría pensar que son, en realidad, ciudadanos rusos con la misión de proporcionar información al Kremlin? Ni siquiera los hijos del matrimonio podían imaginarlo.

Este tipo de espionaje fue el centro de la trama de la serie The Americans, basada en la detención de varios agentes rusos encubiertos en Estados Unidos en 2010. Pero forma parte de una estrategia que empezó a utilizar Iósif Stalin en la década de 1940 para el robo de archivos atómicos estadounidenses. Para el mandatario, estos agentes encubiertos era una herramienta clave para recibir información de otros países occidentales y puso un gran esfuerzo en mejorar las tácticas de entrenamiento.

Foto: Una manifestación en apoyo a Putin, en junio de 2023. (EFE/Sergei Ilnitsky)

Uno de los espías que formaron parte de esos programas es, a día de hoy, uno de los responsables de que se hayan revitalizado. Vladímir Putin trabajó para la KGB en Alemania del Este y trabajó con varios agentes "ilegales" rusos. "Son personas especiales, de calidad especial, de convicciones especiales, de un carácter especial", dijo sobre ellos en una entrevista con la televisión estatal en 2017.

Esperando la llamada de Moscú

El presidente ruso se ha encargado de potenciar esta figura desde el inicio de la invasión a gran escala de Ucrania, cuando unos 700 agentes de inteligencia rusos sospechosos de trabajar para el Gobierno ruso fueron expulsados de varias ciudades. En los últimos meses, los espías rusos han vuelto, pero como "ilegales". "Están volviendo a adquirir importancia para Moscú, especialmente porque la línea entre el espionaje y la guerra se está volviendo casi inexistente", dijo Andrei Soldatov, un experto en seguridad ruso que ha pasado años estudiando las redes de espionaje de Moscú, a The Wall Street Journal.

En una entrevista anterior con El Confidencial, Soldatov afirmó que Rusia había encontrado nuevos perfiles para añadir a su lista de agentes encubiertos y que se habían vuelto más profesionales y agresivos. "En cierto modo, la forma en que operan ahora recuerda a la década de 1980, su punto de referencia constante antes de la guerra en Ucrania, sino a las décadas de 1930 y 1940", dijo a este periódico.

Foto: Vista del Parlamento Europeo en Bruselas. (EFE/Olivier Hoslet)

Además de contar con ciudadanos extranjeros para que colaboren en sectores como la política y los negocios —algunos de los cuales ni siquiera saben para quién trabajan— los servicios de inteligencia del Kremlin han empezado a presionar a los rusos que huyeron del país en febrero de 2022 para evitar el reclutamiento. "Rusia quiere compensar las expulsiones masivas de ese año confiando más en ciudadanos extranjeros y explotando la última ola de emigración de Rusia, Bielorrusia y Ucrania. También se están volviendo más seguros y aventureros", continuaba Soldatov.

Fue precisamente en el inicio de la guerra de Ucrania cuando la pareja falsa argentina aumentó sus operaciones. Normalmente, este tipo de espías encubiertos no tienen siempre una misión clara y son una especie de fuera "de reserva" que puede activarse en momentos de crisis como el que se vivió después de la expulsión de los agentes oficiales del Kremlin.

Anna Dultseva y Artem Dultsev llevaban en ese momento cinco años en Eslovenia, hasta que fueron detenidos el mismo año en el que podrían haber aumentado sus operaciones para Rusia. Sin embargo, todavía es un misterio cuál fue el trabajo de estos agentes antes de su arresto. Vojko Volk, secretario de Estado de responsable de los servicios de seguridad e inteligencia, dijo a The New York Times que los investigadores todavía estaban tratando de reconstruir qué estaba haciendo exactamente la pareja antes de su arresto en 2022, pero "no tengo ninguna duda de que eran muy, muy, muy importantes".

Foto: Fotografía de Pablo González en una visita a una fábrica en la localidad de Dnipor. (EFE/Cuenta de Pablo González en Twitter)

Su trabajo ha sido lo suficientemente importante como para que Vladímir Putin les recibiera con honores y le entregara un ramo de flores a la espía y a su hija Sofía, de 11 años. A su lado, su hermano Daniel, de 8, miraba atónica a un presidente del que no había oído hablar hasta ese momento. "Preguntaron a sus padres quién era el que los esperaba, ni siquiera sabían quién era Putin", dijo Dmitry Peskov, el portavoz del Kremlin.

Los hermanos llevaban dos años en un centro de acogida en la capital eslovena y no tenían ni idea sobre la verdadera identidad de sus padres. Se enteraron en el avión que partió de Ankara, en Turquía, hacia Moscú, como parte del intercambio de prisioneros. No hablan ni una palabra de ruso ni saben nada acerca de la cultura de sus padres.

Mantener sus identidades reales en secreto es el punto clave de los espías "ilegales", que pueden poner en peligro las operaciones si les cuentan la verdad a sus hijos. Sobre todo si son pequeños, pueden contárselo a sus profesores o compañeros en el colegio y levantar sospechas. No hay más remedio que mantener el secreto hasta con las personas más queridas. "Son sacrificios por el bien de su trabajo y su dedicación a su servicio", añadió Peskov en referencia a Anna Dultseva y Artem Dultsev.

Daniel, su hijo pequeño, pisó Rusia por primera vez el mismo día de su noveno cumpleaños. Un periodista que estaba grabando la llegada de los agentes para la televisión estatal le regaló un juguete de Cheburashka, un personaje de dibujos animados en Rusia. Delante de la cámara, después de entrevistar a la familia, sentenció: "Son profesionales de alto nivel que dedicaron toda su vida a la patria, haciendo sacrificios que la gente común nunca podría entender. (...) Ahora tendrán que enseñarles lo que es la sopa de remolacha".

Vladímir Putin estaba esperando a la familia en las escaleras del avión que acaba de aterrizar en Moscú. "Buenas noches", dijo en español a dos niños que acababan de bajarse. Nunca habían oído hablar del presidente ruso, ni sabían quién era. Sus padres, sin embargo, sintieron con orgullo al mandatario. Fue seguramente el mayor reconocimiento después de trabajar durante décadas como espías rusos.

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