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"Quien diga que no tiene miedo miente": cómo convertir a un civil ucraniano en un soldado
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Cinco semanas para aprender a sobrevivir

"Quien diga que no tiene miedo miente": cómo convertir a un civil ucraniano en un soldado

El Confidencial visita uno de los campos militares de Reino Unido donde se entrena a ucranianos que tienen que aprender en poco más de un mes cómo sobrevivir en el frente

Foto: Entrenamiento de soldados ucranianos en Reino Unido, el 2 de junio de 2023. (EFE/Adam Vaughan)
Entrenamiento de soldados ucranianos en Reino Unido, el 2 de junio de 2023. (EFE/Adam Vaughan)
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"No, ahí no. No estás en la posición correcta. Si te pones en ese punto, eres un blanco fácil, estás muerto, KO. Game Over. ¿lo entiendes? Ahí no puedes protegerte, ni a ti ni a tus compañeros…Otra vez, desde el principio", grita un soldado británico mientras una intérprete ucraniana traduce sus indicaciones. Angelica, de 28 años, se mete de nuevo a la trinchera. Trabajaba como bibliotecaria y profesora de informática para escolares. Pero ahora lleva un kalashnikov. Y tiene solo cinco semanas para saber utilizarlo. Cinco semanas para aprender a hacer un torniquete cuando alguien pierde una extremidad y entrar en un edificio mientras se tiran granadas. Cinco semanas para aprender a mantenerse con vida en el frente y, ante todo, matar al enemigo, que, al fin al cabo, no deja de ser otro ser humano. Si es que es aún posible hablar de humanidad en una guerra.

Un mes es normalmente el tiempo que dura un curso de intercambio lingüístico y uno no regresa bilingüe. ¿Se puede, por tanto, conseguir transformar en cinco semanas a un civil en un soldado para enfrentarse a un ejército como el de Putin? "Cuando uno llega a este punto, ha barajado todas las posibilidades. Y claro que eres consciente de que puedes morir. Muchos de mis amigos ya lo han hecho. Pero no tengo otra opción. Si nosotros no luchamos por la libertad de nuestro país, ¿quién lo va a hacer? Mis padres tienen miedo. Lloraron mucho cuando nos despedimos. Pero están orgullosos de mí", dice Angelica.

Foto: María Zajárova, portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores ruso. (EFE/Sergei Ilnitsky)

Como ella, cientos de voluntarios están recibiendo formación militar en Reino Unido para poder unirse a las filas del Ejército ucraniano. El año pasado, fueron entrenados 10.000. Este año, ya son 25.000. Para diciembre, se quiere llegar a los 50.000, aunque las mujeres representan apenas el 2%. Cursos que normalmente duran siete meses y están diseñados para jóvenes de 16 a 23 años se han tenido que adaptar a un grupo muy diferente de reclutas. Los hay de todo tipo de edades (hay gente de más de 50 años) y condiciones físicas. Hay jardineros, banqueros, profesores, mecánicos. Para la gran mayoría, esta es la primera vez que cogen un arma. Se han despedido de sus familias sin saber si las volverán a ver. Tras el entrenamiento, irán directos a una guerra para combatir contra el Ejército ruso y mercenarios como el grupo Wagner. Y allí ya no hay opción de repetir nada. Si uno está en la posición incorrecta, está muerto.

Un escenario hiperrealista

Son las 10 de la mañana en un punto localizado en medio de la nada en el norte de Inglaterra. Por motivos de seguridad, no pueden revelarse más datos. Es la tercera semana de entrenamiento. Los rostros de los nuevos reclutas delatan su ansiedad cuando las ráfagas de fuego de ametralladora crepitan sobre sus cabezas. "La idea es inocularlos. Familiarizarlos con el sonido para que no entren en pánico luego en el combate", asegura uno de los militares.

No todos los instructores son británicos. En los cuatro campos de entrenamiento de este tipo que hay repartidos por todo Reino Unido, los ucranianos reciben formación tanto de países de dentro como de fuera de la OTAN. Entre otros, hay soldados de Suecia, Finlandia, Noruega, Estonia, Canadá y Nueva Zelanda. Es una particular Torre de Babel con un único objetivo: aniquilar al Ejército de Vladimir Putin.

Foto: Militares despidiendo | EFE Javier Cebollada

En esta ocasión, es uno de los ejercicios más complicados: la entrada a un edificio. "El enemigo te puede disparar desde cualquier punto y cada vez que abres una habitación no sabes lo que te vas a encontrar. En la guerra, no solo hay que moverse rápido, hay que pensar rápido", asegura el instructor.

Los campos de entrenamiento son escenarios hiperrealistas. Algunos de los edificios están abandonados. Otros han sido construidos para la misión simulando escuelas u hoteles tomados por el enemigo. Dentro, hay especialistas metidos en el papel de los rusos y también actores amputados que interpretan a víctimas a las que les han volado las extremidades. Algunos son exsoldados británicos que perdieron las piernas en Afganistán. Todo está lleno de sangre. Y aunque uno sabe que es atrezo, no por ello deja de impactar.

"Si aprenden a manejar un kalashnikov, luego les será más fácil utilizar armas más modernas"

"No siempre colocan el torniquete en el lugar correcto, pero están mejorando mucho", asegura un instructor. "Lo que a algunos les puede faltar en forma física y vigor juvenil, lo compensan con determinación para luchar por su patria. Están realmente motivados", añade.

Para este momento del entrenamiento, llevan kalashnikov. Pero la última semana, se utilizan ya balas reales. Las AK-47 no son las armas británicas estándar, pero el Ejército del Reino Unido ha adquirido más de 2.400 de ellos —no especifican de dónde— para que los ucranianos puedan entrenar con el rifle que se usa en su país. Algunos terminan siendo capaces de alcanzar un objetivo a 180 metros. "Si aprenden a manejar un kalashnikov, luego les será más fácil utilizar armas más modernas", asegura un instructor.

Foto: Intervención de Zelenski durante la Conferencia de Seguridad celebrada en Múnich. (EFE/Anna Szilagyi)

Las primeras sensaciones al coger por primera vez un arma son de todo tipo. Sube la adrenalina. Pero el miedo se apodera luego de la mente de muchos. Porque saben todo lo que representa. Y ante todo son conscientes de que, llegados a este punto, ya no hay marcha atrás.

"Quien diga que no tiene miedo miente. Al fin y al cabo, somos civiles. Ninguno imaginamos unirnos antes al ejército. Yo vivía tranquilo en mi tienda arreglando teléfonos móviles y ordenadores. Y mira dónde estoy ahora. Pero hay que seguir adelante. Por tu país, por tu gente", dice Mykola, de 38 años. "El curso es duro. La primera vez que vi a los actores sin piernas llenos de sangre impacta, claro que sí. Te pones al límite tanto física como psicológicamente. Pero si no fuera duro, no sería efectivo", matiza. Como parte del entrenamiento, también se imparten clases de legalidad para conocer los convenios de Ginebra. Es complicado seguir las reglas cuando el enemigo no las respeta, pero, como dice un oficial, "eso es lo que ha diferenciado siempre a los buenos de los malos".

Un tiempo "limitado" para aprender

"Vamos, vamos, vamos… Rápido… Tira granada… Ahora… Corre, corre, corre", grita uno de los instructores. "Por esta puerta, vamos". Todo está lleno de humo. Y el ruido de la metralla es ensordecedor. Las órdenes son traducidas con el mismo ímpetu por Mila, 32 años, una de las intérpretes pegadas al grupo de reclutas. Solo el 16% de ucranianos que llegan al campo de entrenamiento sabe inglés. El lenguaje está lleno de tecnicismos militares, pero Mila es ya toda una experta. Lleva más de seis meses en la base.

La gran mayoría de traductores son mujeres que llegaron al Reino Unido como refugiadas y ahora quieren contribuir de alguna manera para ayudar al Ejército de su país. "Aquí es todo muy intenso. Pasas mucho tiempo con la gente y las circunstancias son muy extremas. Y ya no solo por el ejercicio físico y psicológico al que se ven sometidos, sino porque sabes que les estás mandando a una guerra. Hablas mucho con ellos. Conoces sus circunstancias personales, te cuentan sus historias familiares. Y cuando llega el momento de decir adiós, sabes que muchos no volverán nunca a sus casas", matiza Mila.

Foto: Militares franceses y belgas aterrizan este jueves en Constanza, Rumanía, como parte del refuerzo de la OTAN en Europa del Este. (EFE/Emma Le Rouzic/Estado Mayor del Ejército)

Los propios instructores aseguran que hay momentos muy emotivos. La semana pasada, sin ir más lejos, uno de los reclutas se pudo reunir con su familia por primera vez en más de un año. "Cuando estalló la guerra, su madre y su hermano pequeño de 11 años vinieron al Reino Unido como refugiados. Uno de los días de entrenamiento, les trajimos para que se pudieran ver. Pero solo pudieron estar juntos unas horas. Y en unos días el recluta volverá a Ucrania para meterse en plena guerra… con todo lo que eso conlleva", asegura el instructor.

Uno de los oficiales asegura que, a medida que avanza la guerra, la formación de los propios soldados rusos es menos profesional, porque cada vez hay más bajas y van tirando de reserva. En cualquier caso, reconoce que las cinco semanas de entrenamiento son un tiempo "limitado". "No hay mucho margen para repeticiones, la verdad. Pero no hay muchas más opciones. Las guerras son así. Brutales en todos los sentidos", recalca. Ver la campiña inglesa convertida en un campo de batalla parece irreal. Ver a hombres y mujeres que trabajaban en sus oficinas, talleres y colegios metidos ahora en trincheras parece irreal. Saber que tienen solo esas semanas para aprender a sobrevivir en el frente de una guerra resulta irreal. Pero las guerras son reales y brutales.

"No estoy listo para morir, pero no hay otra opción"

Una vez los reclutas terminan la formación, es el Ejército ucraniano quien determina sus posiciones. Los que tienen actitudes pueden recibir más formación para llevar, por ejemplo, tanques. Son muchos los civiles que quieren convertirse en soldados profesionales. Antes de comenzar la ofensiva rusa, el 24 de febrero de 2022, las fuerzas ucranianas contaban con 200.000 militares en activo. Ahora, según oficiales consultados, superarían el millón.

Vadim, de 23 años, se alistó al ejército justo antes de venir al campo de entrenamiento. "Firmé un contrato por tres años. Haya guerra o no, estaré como soldado ese tiempo. Todos intentamos ser optimistas, pero creo que la guerra se va a alargar. Y hay que estar preparado para ello", asegura.

Foto: Chamanes peruanos piden por la paz en 2023. (EFE/Paolo Aguilar)

Fue precisamente el día antes de firmar el contrato cuando oficializó su relación con su novia, una chica que conocía desde hace tiempo. "¿Buena idea? No sé si empezar una relación es en sí una buena idea", bromea. No le falta sentido del humor. "Es vital hacer bromas en situaciones así. Hay que estar psicológicamente preparado para todo. No es que esté listo para morir, pero sé que es una opción. Te acostumbras a vivir con ello. Llevamos ya más de un año en guerra, aprendes a vivir con ella", señala.

La moral, no obstante, fluctúa a lo largo de las cinco semanas de entrenamiento. Varios de los reclutas han oído hablar de la muerte de seres queridos mientras estaban en Inglaterra y no han podido asistir a los funerales. Eugene, de 37 años, ha perdido en los últimos dos días a gente muy próxima. "Tengo mujer y soy padre de dos hijos. Lo hago todo por ellos. Para que tengan un futuro libre. Esto no es una guerra entre dos ejércitos. Es una guerra donde un ejército está matando a civiles, entre ellos, niños. Está cometiendo un genocidio", señala.

Los reclutas tienen pocas oportunidades para hablar con los suyos. Parte del entrenamiento consiste precisamente en quitarles acceso a las comodidades o líneas de comunicación. Los rusos además son maestros en el uso de las redes sociales y fabricación de noticias falsas para socavar a sus enemigos. Hay algunas formas realmente baratas y fáciles de hacerlo a través de la cibernética. Y si pueden apuntar a personas clave y sembrar semillas de duda, lo harán.

Foto: Una pantalla gigante en Moscú, después de los referéndums ilegales del Donbás. (EFE/Yuri Kochetkov)

Los instructores tratan de explicar todas las razones de seguridad para no abusar de los teléfonos. Pero no siempre es fácil. Cuando los ánimos decaen, uno quiere hablar con su familia. Más aún cuando quizá sea la última oportunidad que tienen para escuchar su voz.

Cuando los reclutas terminan el curso, Reino Unido les permite partir con todo el equipo que han estado usando, incluido el casco, chaleco antibalas, mochila, botas, saco de dormir, ropa para clima húmedo y herramientas de atrincheramiento. "Estamos realmente agradecidos a todos los países que nos están ayudando", recalca Eugene. "Solo os pido una cosa, por mucho que se alargue la guerra, por favor, no os olvidéis de nosotros".

"No, ahí no. No estás en la posición correcta. Si te pones en ese punto, eres un blanco fácil, estás muerto, KO. Game Over. ¿lo entiendes? Ahí no puedes protegerte, ni a ti ni a tus compañeros…Otra vez, desde el principio", grita un soldado británico mientras una intérprete ucraniana traduce sus indicaciones. Angelica, de 28 años, se mete de nuevo a la trinchera. Trabajaba como bibliotecaria y profesora de informática para escolares. Pero ahora lleva un kalashnikov. Y tiene solo cinco semanas para saber utilizarlo. Cinco semanas para aprender a hacer un torniquete cuando alguien pierde una extremidad y entrar en un edificio mientras se tiran granadas. Cinco semanas para aprender a mantenerse con vida en el frente y, ante todo, matar al enemigo, que, al fin al cabo, no deja de ser otro ser humano. Si es que es aún posible hablar de humanidad en una guerra.

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