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El elefante en la sala del G7: ¿se ha hartado la UE de que India le revenda el petróleo ruso?
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Un plan con fisuras

El elefante en la sala del G7: ¿se ha hartado la UE de que India le revenda el petróleo ruso?

Bruselas ha criticado que India refine el petróleo ruso y se lo venda a Europa en grandes cantidades. Sin embargo, ese era precisamente el objetivo de las sanciones de la UE y el G7

Foto: Un niño camina frente a un tren de transporte petrolero en las afueras de Nueva Delhi, India. (Reuters/Anushree Fadnavis)
Un niño camina frente a un tren de transporte petrolero en las afueras de Nueva Delhi, India. (Reuters/Anushree Fadnavis)
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Cuando el primer ministro de India, Narendra Modi, se reúna este viernes en calidad de invitado con los líderes del G7 durante la cumbre en la ciudad japonesa de Hiroshima, traerá consigo un incómodo elefante a la sala: su inagotable apetito por el petróleo ruso.

Los números hablan por sí mismos. Antes de que Vladímir Putin lanzara su invasión a gran escala contra Ucrania, India importaba el 1% de su crudo de Rusia. Ahora, la cifra es del 40%. Durante el último mes de abril, Nueva Delhi compró una cantidad récord de 1,9 millones de barriles por día (bpd) de crudo ruso, una cifra casi 30 veces mayor que los 65.000 bpd de enero del año pasado, de acuerdo con datos de Vortexa citados por Bloomberg. ¿El motivo? El país, junto con China, está absorbiendo la mayor parte de la demanda destruida en la Unión Europea por sus sanciones, en conjunto con el G7, contra el petróleo procedente de Moscú y sus derivados.

Foto: Vladímir Putin, presidente de Rusia. (Reuters)

Esta enorme cantidad de crudo ruso, adquirido a un precio reducido debido a varios descuentos, ha impulsado la producción y las ganancias de las refinerías indias a niveles récord. Y esto se ha traducido, a su vez, en la exportación estrella del país: los productos refinados del petróleo, parte de los cuales están llegando a los mismos Estados que han impuesto un embargo al combustible ruso. Antes de la guerra, India transportaba un promedio de 154.000 bpd de diésel y combustible para aviones a Europa, según datos de Kpler. Desde el veto europeo a las exportaciones de Rusia, la media es de 200.000 bpd. Es decir, la Unión Europea y muchos países del G7 están comprando, indirectamente, el mismo producto que han vetado, con Nueva Delhi beneficiándose en el proceso.

Hasta esta semana, ni Bruselas ni ningún integrante del G7 había emitido crítica alguna en el rol intermedio de India en este triángulo comercial. Sin embargo, eso cambió el pasado martes, cuando el alto representante de la UE para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad manifestó su descontento en una entrevista con el Financial Times. “Si el diésel o la gasolina ingresan a Europa (…) desde la India y producidos con petróleo ruso, eso es sin duda una elusión de las sanciones, y los Estados miembros deben tomar medidas”, aseveró Josep Borrell.

Fue una acusación inusual que agarró desprevenida a Nueva Delhi, así como a muchos de los expertos en la materia. “Fue una sorpresa escuchar a Borrell sobre la India de esa manera. Se ha publicado mucho recientemente sobre ese supuesto lavado de petróleo ruso y puede que sintiera la necesidad de responder al respecto”, opina Benjamin Hilgenstock, economista e investigador del KSE Institute, en entrevista con El Confidencial.

El comentario está destinado a generar tensiones en la cumbre de este viernes en Hiroshima y a desatar muchas preguntas al respecto. Porque lo cierto es que las refinerías indias no están actuando de forma inesperada ni aprovechándose de ningún vacío legal en el paquete de sanciones. Todo lo contrario: India está haciendo exactamente lo que la UE y el G7 esperaban de ella.

Pero ¿no era ese el plan?

El 5 de diciembre de 2022 entró en vigor un embargo de la UE al crudo procedente de Moscú por vía marítima, una medida coordinada con la imposición, junto al G7, de un tope de 60 dólares al barril de crudo ruso. Esto implica que cualquier cliente que desee utilizar buques o servicios de países occidentales —sobre todo, aseguradoras— a la hora de transportar petróleo ruso debe garantizar que este no se venda por encima de ese precio. De lo contrario, las compañías europeas y norteamericanas, además de las de Japón y Australia (país que se unió al tope), tienen prohibido firmar contratos. Dos meses después, este límite se extendió al diésel y otros derivados elaborados por Rusia.

El mecanismo de sanciones ha resultado polémico desde los primeros indicios de su implementación, poco después del inicio de la invasión rusa, y continúa generando discrepancias más de medio año después. El objetivo —poco ambicioso, para unos; demasiado peligroso, para otros— era reducir los ingresos de Rusia sin provocar que el precio global del petróleo se disparara. “Busca evitar que Moscú obtenga grandes ganancias con unos precios del crudo extremadamente altos, como ocurrió durante gran parte de 2022”, explica Craig Kennedy, investigador del Davis Center e historiador especializado en petróleo ruso, a este periódico.

"Lo que estamos viendo es exactamente lo que se suponía que sucedería"

Europa era, con diferencia, el mercado más grande, más cercano y más rentable de Rusia para sus exportaciones petroleras. Incluso si China e India absorben gran parte de este vacío en la demanda de crudo, esto implica costos de transporte mucho más altos para los exportadores rusos. También otorga a Pekín y Nueva Delhi un enorme poder negociador, con el que han logrado obtener grandes descuentos, perjudicando todavía más los ingresos a las arcas del Kremlin. Mientras tanto, el precio global del petróleo se ha mantenido estable, en torno a los 75 dólares por barril.

Que Moscú siga produciendo crudo para venderlo en cantidades récord a China e India y que estos refinen el petróleo y lo exporten a Occidente no debería ser, por lo tanto, un inconveniente para la UE y el G7, sino parte del plan. “Alguien tiene que producir el diésel que Europa necesita importar de algún lugar. Y lo que estamos viendo en este momento, el petróleo crudo ruso yendo a India y China y luego yendo a Europa o los Estados Unidos como productos derivados del petróleo es exactamente lo que se suponía que sucedería”, afirma Hilgenstock.

De acuerdo con un reporte elaborado por este investigador y otros autores para la Kyiv School of Economics (KSE), en el primer trimestre de 2023, las exportaciones de crudo y productos derivados del petróleo de Rusia cayeron cerca del 30% frente al mismo periodo del año anterior. Los ingresos presupuestarios de los hidrocarburos rusos, por su parte, disminuyeron un 47%. “Los descuentos marcadamente más amplios para el petróleo ruso debido al embargo de la UE jugaron un papel clave” en este descenso, sentencia el documento.

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Esta misma semana, el propio Kremlin admitió que estaba sufriendo a la hora de exportar sus materias primas energéticas. Durante una videoconferencia con el presidente Putin, el ministro de Finanzas ruso, Anton Siluanov, responsabilizó a “todos estos descuentos” del descenso en los ingresos por la exportación de petróleo y gas. “Los ingresos no energéticos de Rusia están en camino de crecer según lo planeado, con el potencial de un pequeño superávit para fin de año, pero hay un problema con los ingresos energéticos”, reconoció Siluanov. Como resume Kennedy: “Las compañías energéticas de Rusia han entregado sus ganancias a dos grupos principales: los propietarios de barcos petroleros y las refinerías fuera de Europa y el G7”.

Un tope lleno de agujeros

Sin embargo, el éxito del mecanismo es, para muchos analistas, algo relativo. Sobre todo, apuntan, porque este descenso en los ingresos rusos se debe casi exclusivamente a la primera parte de las sanciones —el embargo petrolero— y poco o nada a la segunda parte —el tope de precio—.

El informe citado anteriormente señala que los precios de exportación del crudo registrados en el puerto ruso de Kozmino, uno de los más importantes del país, se ubicaron en alrededor de 73 dólares por barril durante los primeros tres meses del año, una cifra prácticamente idéntica a la del barril de Brent y 13 dólares por encima del tope impuesto por la UE y el G7. De hecho, más del 95% del volumen exportado en este punto se vendió a un precio superior al umbral de 60 dólares por barril, a pesar de la participación de empresas europeas y norteamericanas en el transporte de cerca de la mitad de las transacciones. Esto demuestra, según el reporte, que "se han producido infracciones de las sanciones que requieren de mayor investigación".

"Hay que investigar cómo Rusia puede estar recapturando parte de las ganancias en el mercado del petróleo"

Existen nubes en el horizonte para el castigo económico a Rusia. La OPEP anunció a principios de abril un recorte de 1,15 millones bpd en su producción, lo que, sumado a la creciente sed de combustible de China debido a la reapertura de su economía tras el fin de la pandemia, podría desatar un aumento en los precios globales. La AIE ha aumentado su pronóstico para el crecimiento de la demanda mundial de petróleo en 2023 en 2,2 millones bpd, de los que Pekín supone casi el 60%.

Sin una implementación correcta del tope, calcula el informe del KSE, por cada aumento de un dólar en el precio del barril de crudo, Moscú podría recibir hasta 2.700 millones de dólares en ingresos adicionales por exportaciones. Es por ello que expertos como Hilgenstock temen que la reciente crítica de Borrell contra India está dirigiendo el discurso en una dirección equivocada. “No es que haya un problema con la configuración general del régimen de sanciones, sino que hay que investigar cómo Rusia puede estar recapturando parte de las ganancias en el mercado del petróleo”, señala el investigador.

En este sentido, la prioridad absoluta de la UE y el G7, afirma, debería ser investigar y garantizar el cumplimiento de las sanciones existentes. Las declaraciones previas de los países asistentes a la cumbre en Hiroshima parecen apuntar a que el debate irá en esa dirección.

Por lo pronto, los comentarios del jefe de la diplomacia europea ya han desatado una airada respuesta por parte de Nueva Delhi. “Si el crudo ruso es transformado sustancialmente en un tercer país, entonces ya no es considerado como ruso”, defendió el ministro de Exteriores indio, Subrahmanyam Jaishankar, tras reunirse con Borrell. “Le insto a que consulte el Reglamento del Consejo 833/2014”, sentenció, en referencia a la regulación europea que especifica las sanciones contra el petróleo ruso. La polémica, guste o no, ya está servida.

Cuando el primer ministro de India, Narendra Modi, se reúna este viernes en calidad de invitado con los líderes del G7 durante la cumbre en la ciudad japonesa de Hiroshima, traerá consigo un incómodo elefante a la sala: su inagotable apetito por el petróleo ruso.

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