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Las bombas planeadoras rusas son un problema para Ucrania. La única solución tiene alas
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Las bombas planeadoras rusas son un problema para Ucrania. La única solución tiene alas

Ucrania solo tiene una forma de contrarrestar las nuevas tácticas rusas que les permiten evitar los sistemas de defensa antiaérea de Kiev: usar aviones de combate

Foto: Bombarderos y Jets estadounidenses. (Reuters)
Bombarderos y Jets estadounidenses. (Reuters)

A los ojos de la mayoría de los analistas occidentales, la campaña rusa de destrucción de la infraestructura crítica de Ucrania ha sido un fracaso. El país todavía produce la suficiente electricidad como para mantener a flote su economía, mientras que Rusia ha gastado la mayor parte de sus armas de precisión de largo alcance en el proceso. Sin embargo, Moscú continúa atacando. En las últimas semanas, por ejemplo, ha utilizado drones iraníes baratos para golpear las ciudades de Odesa y Járkov sin apuntar a infraestructuras específicas, sino recurriendo a un bombardeo terrorista indiscriminado.

Ucrania se encuentra en medio de una transición a los sistemas armamentísticos occidentales, habiendo agotado en su mayoría la munición para los soviéticos que poseía originalmente. Esto significa que, por el momento, Kiev solo cuenta con una pequeña cantidad de sistemas de mediano a largo alcance para protegerse. Por ello, el objetivo de los recientes ataques con aviones no tripulados de Rusia es el de mantener ocupada en las ciudades a la escasa defensa aérea ucraniana, alejándola de la línea del frente donde Moscú espera progresar a corto plazo.

Foto: Soldados ucranianos. (Reuters/Gleb Garanich)

Al mismo tiempo, Moscú está aumentando su actividad en el este de Ucrania, incluso experimentando con nuevas tácticas para atacar las líneas defensivas. Como parte de estas incursiones, utiliza cada vez más bombas planeadoras. Cuando los aviones vuelan alto, estas bombas pueden alcanzar objetivos entre 40 y 70 kilómetros más allá del punto de lanzamiento, lo que permite a las fuerzas rusas mantenerse fuera del alcance de los sistemas de defensa aérea de Ucrania.

Ucrania solo tiene una forma de contrarrestar tales ataques con bombas planeadoras: usar aviones de combate.

Pero Ucrania se enfrenta a graves desventajas en este departamento. Los cazas rusos tienen un mayor alcance gracias a sus radares y misiles avanzados. El principal armamento utilizado por los cazas Mig-29 y Su-27 de Ucrania es el Artem R-27. Pero, con un alcance de 75 km, es superado por el ruso Vympel R-37M, de 300 km, y por el Vympel R-77, de 190 km. Esta asimetría significa que los cazas ucranianos necesitan acercarse a los aviones rivales de Rusia sigilosamente, volando raso para evitar ser detectados.

Además, el misil con el que cuenta Ucrania tiene un sistema de guiado semiactivo, que requiere la iluminación constante del objetivo por parte del caza ucraniano. Los R-37 y R-77 de Rusia, mientras tanto, tienen su propio buscador de radar activo, que permite al caza ruso alejarse una vez que ha lanzado el misil. Esto significa que los aviones ucranianos corren el riesgo inmediato de ser perseguidos por los cazas rivales que están al acecho. Y durante el curso de la guerra, Rusia ha mejorado sus tácticas de emboscada. Ucrania, mientras tanto, ha perdido alrededor de la mitad de su fuerza aérea.

La contraofensiva de Kiev en el horizonte pondrá nuevamente a prueba la capacidad de la fuerza aérea rusa para adaptarse durante esta guerra. En la última ocasión, en septiembre de 2022, fracasó abyectamente en frustrar la reconquista ucraniana de Járkov. Los misiles y armas de defensa aérea de corto alcance ucranianos, como el Gepard, derribaron los aviones rusos que intentaban disparar misiles no guiados. La coordinación entre las fuerzas terrestres y aéreas de Rusia fue lenta y engorrosa y sus combatientes nunca estaban en el lugar correcto en el momento correcto.

Foto: Personal de aviación comprueba el funcionamiento del avión de combate Mig-29 de la Fuerza Aérea de Ucrania. (EFE/Roman Pilipey)

Ahora, sin embargo, las extensas fortificaciones en la retaguardia rusa pueden retrasar los avances ucranianos lo suficiente como para permitir que sus aviones ataquen a las fuerzas ocupadas en despejar obstáculos. Y el uso de bombas planeadoras permite que estos aviones ataquen desde más allá del alcance del Gepard. Para proteger a las fuerzas terrestres de tales ataques, la fuerza aérea ucraniana tendrá que actuar.

Por esta misma razón, el Gobierno y las Fuerzas Armadas de Ucrania han comenzado una campaña para el envío de aviones de combate occidentales. El país ya ha recibido misiles guiados por radar activos AIM-120, que no requieren una iluminación de radar constante y que se pueden disparar desde una variedad de aviones occidentales, como el F-16, el F-18, el Gripen y otros. Además, los radares de aviones occidentales también son mejores para ocultarse mientras escanean y rastrean objetivos en comparación con los soviéticos, que datan de finales de la década de 1980. Todo esto supone que los ataques contra cazas rusos serían mucho menos arriesgados si contaran con aviones de fabricación occidental.

Además, la planta de Artem, cerca de Kiev y que solía producir los misiles R-27 de Ucrania, resultó gravemente dañada por los ataques con misiles rusos en abril de 2022 y por un ataque posterior en junio del mismo año. Si bien algunos de los productores de municiones de Ucrania han reanudado la producción después de trasladarse a áreas más seguras, la capacidad de Artem para suministrar y reponer el arsenal de la fuerza aérea ucraniana sigue siendo dudosa.

Foto: Aviones MiG-29 de la fuerza aérea búlgara. (Chavdar Garchev)

A corto plazo, esto hace que la decisión occidental de suministrar cazas sea aún más urgente. A largo plazo, Artem podría actualizar el R-27, por ejemplo, introduciéndole un buscador de radar activo occidental. Esto aumentaría la utilidad de la envejecida flota de cazas de Ucrania, pero es un proceso que tardará en materializarse.

Desafortunadamente, la Casa Blanca se está demorando en decidir si libera los aviones occidentales para su entrega a Ucrania. La mayoría de los aviones de repuesto utilizables y disponibles en Occidente (F-16 y F-18, que ahora serán reemplazados por F-35 en varios países) son de fabricación estadounidense, lo que significa que tal decisión necesita la aprobación de Washington. En este sentido, EEUU juega un papel tan fundamental como el de Alemania para la entrega de tanques Leopard II. Y las excusas estadounidenses, hasta ahora, son sorprendentemente similares a las desplegadas por la cancillería germana durante 2022.

La dificultad para Kiev es que es mucho más difícil aumentar la presión sobre Washington que sobre Berlín. En última instancia, la saga con los Leopard demuestra que tal retraso es, en última instancia, insostenible. Pero si Estados Unidos finalmente accede a entregar aviones occidentales, ya que a Ucrania le falta cada vez más material, el proceso terminará siendo apresurado y la reparación y el reacondicionamiento de los equipos tendrán que llevarse a cabo bajo una presión considerable. Si Washington ha aprendido algo de la dolorosa experiencia de Berlín con los debates sobre entrega de armas, no debería esperar demasiado para actuar.

*Análisis publicado originalmente en inglés en el European Council on Foreign Relations por Gustav C. Gressel y titulado "The case for sending fighter jets to Ukraine"

A los ojos de la mayoría de los analistas occidentales, la campaña rusa de destrucción de la infraestructura crítica de Ucrania ha sido un fracaso. El país todavía produce la suficiente electricidad como para mantener a flote su economía, mientras que Rusia ha gastado la mayor parte de sus armas de precisión de largo alcance en el proceso. Sin embargo, Moscú continúa atacando. En las últimas semanas, por ejemplo, ha utilizado drones iraníes baratos para golpear las ciudades de Odesa y Járkov sin apuntar a infraestructuras específicas, sino recurriendo a un bombardeo terrorista indiscriminado.

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