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Polonia cruza la penúltima línea roja de Putin: ¿ha perdido la OTAN el miedo a la escalada?
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Un, dos, tres... cha, cha, chá

Polonia cruza la penúltima línea roja de Putin: ¿ha perdido la OTAN el miedo a la escalada?

Polonia ha marcado el ritmo de cada escalada en la capacidad del armamento occidental enviado a Ucrania, desde los carros de combate a misiles: y, ahora, aviones de combate

Foto: Soldados ucranianos pasan junto a un monumento de un MiG en ruta hacia Bajmut. (Reuters/Jorge Silva)
Soldados ucranianos pasan junto a un monumento de un MiG en ruta hacia Bajmut. (Reuters/Jorge Silva)
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Corre un chiste de nuevo cuño en los cuarteles de los aliados de la OTAN: las fronteras rusas están tan desprotegidas por el esfuerzo bélico en Ucrania que si los países bálticos se lo propusieran, podrían llegar a Moscú en tres días. “El único problema es que los polacos habrían llegado en dos”, termina el chascarrillo. Una chufla con dos lecturas geopolíticas importantes. La primera, que los halcones de la Alianza Atlántica perciben más debilidad en el Kremlin que sus socios menos beligerantes. Y la segunda, que esta guerra Polonia la siente como propia y, parece, dispuesta a llegar hasta las últimas consecuencias.

Pasado el primer aniversario de la guerra, la coreografía que está a punto de desarrollarse frente a nosotros es más que conocida. Un baile político-militar en el que Varsovia siempre da el primer paso, marca el ritmo y termina llenando la pista. Por eso sabemos que a la noticia anunciada este jueves de que el Ejército polaco enviará cuatro de sus veteranos cazas soviéticos Mig-29 (tiene unos 23 operativos) le seguirán, muy seguramente, otros ejemplares similares de países como Eslovaquia —cuyas 14 unidades están a punto de ser retiradas por falta de mantenimiento— y, tarde o temprano, equipos occidentales como los F-16 que Kiev lleva meses pidiendo.

Foto: Un soldado del regimiento 1129 de misiles antiaéreos del Ejército ucraniano sobre su OSA. (Alicia Alamillos)

El patrón se ha repetido varias veces y en distintos formatos. El 15 de marzo de 2022, apenas tres semanas después de que Rusia reventara las fronteras de Ucrania; el primer ministro polaco, Mateusz Morawiecki —con sus pares de República Checa y Eslovenia—, viajaba a Kiev cuando todavía el invasor amenazaba las grandes ciudades del país. A su estela, presidentes y primeros ministros de los países aliados han ido peregrinando a la capital ucraniana como gesto de desafío a la agresión rusa.

Con los tanques, que las palomas occidentales descartaban mandar al frente por considerar que implicaban en exceso a la OTAN, sucedió algo similar. Cada vez que las armas enviadas por los aliados a Ucrania —como los misiles portátiles anticarro Javelin o antiaéreos Stinger— dejaban de marcar la diferencia en el campo de batalla, Polonia fue la primera en pedir carros de combate para Kiev. Este primer tanteo apuntaba al envío inicial de unidades viejas a cambio de que los aliados reemplazaron con material más moderno el hueco en sus arsenales. Así, desde abril de 2022, Varsovia ha ido suministrando sus viejos carros de combate de fabricación rusa como el T-72 (ya ha entregado más de 260) y, a partir de julio del año pasado, sus propios PT-91 Twardy (unos blindados de fabricación polaca con base en el T-72M1(R)s).

Foto: Aviones MiG-29 de la fuerza aérea búlgara. (Chavdar Garchev)

El Gobierno de Morawiecki siguió presionando e insistiendo durante meses para mandar los más modernos Leopard 2, de diseño alemán y que Berlín se negaba a autorizar. En enero, Polonia pidió públicamente a Alemania autorización para enviar sus carros, poniendo más presión sobre el canciller Olaf Scholz. Al final, logró galvanizar una coalición tanque que, según el recuento más reciente del medio especializado Oryx, ha comprometido más de 250 carros occidentales de 11 países aliados. Decenas de carristas ucranianos se están entrenando en varios países europeos para manejar estas bestias de 60 toneladas y alto poder destructivo (incluyendo en España, donde se han adiestrado a 10 tripulaciones). En el aniversario de la guerra, de nuevo los polacos mostraban el camino entregando los primeros cuatro Leopard 2 en suelo ucraniano.

Un, dos, tres... cha, cha, chá

El baile comienza de nuevo con un movimiento similar que ya se está produciendo con los Mig-29. El Ministerio de Defensa de Reino Unido ya ha anunciado que estaría dispuesto a suministrar cazas de la clase Eurofighter Typhoon Tranche 1 a los países que entreguen MiG-29 a Ucrania, según declaraciones del secretario de Estado para las Fuerzas Armadas británicas, James Heappey, en comisión parlamentaria hace apenas unos días.

Foto: aviones-kiev-por-que-ucrania-quiere-f-16
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También en junio, Polonia fue de los primeros países en mandar artillería de largo alcance (30-40 km), como el AHS Krab de 155 mm, de los que ha enviado al menos una veintena de unidades (y está facilitando a Kiev la compra de más de medio centenar adicionales). Un mes después, llegaban los ahora célebres Himars estadounidenses, artillería móvil de alta precisión con la que Ucrania ha devastado la retaguardia rusa. En este, como en muchos otros casos, los propios T-72 o los sistemas antiaéreos portátiles Piorun, Varsovia no ha dudado en ofrecer equipos que estaban siendo utilizados por sus militares y no restos de inventario, equipos reacondicionados o sin uso, como han hecho otros aliados.

Según las autoridades polacas, hasta la fecha, el país ha enviado unos 2.400 millones de euros en asistencia militar directa, equivalente a un 0,42% de su PIB, en cifras recogidas por el último informe del Instituto Kiel, que hace un seguimiento de la ayuda internacional prometida a Ucrania. De esos 2.400 millones, la mitad (unos 1.220 millones) suponen equipo militar pesado, apenas por detrás de Alemania (1.650 millones) y bastante por encima de Reino Unido (930 millones), la tercera en el ranking global.

"Tras meses de presiones, trabajo diplomático y cientos de conversaciones, nuestros aliados occidentales, como Francia, Alemania y otros países, están finalmente listos para transferir a Ucrania armamento pesado. Es gracias a nosotros que Ucrania va a recibirlo", dijo Morawiecki tras lograr el occidental al envío de tanques, anotándose un nuevo tanto diplomático y político.

Foto: El primer ministro polaco, Mateusz Morawiecki, estrecha la mano del presidente ucraniano, Volodímir Zelenski. (Reuters/Johanna Geron)

Con el debate de los cazas, Varsovia está pisando el acelerador. Hace apenas un mes, durante un encuentro del llamado Grupo de Ramstein, que engloba a los aliados de Ucrania, fuentes de la Alianza Atlántica aseguraban a este diario que todavía no era el momento de abordar el asunto, con la coalición tanque apenas echando a andar. Sin embargo, y pese a las reticencias públicas, hay señales de que el tabú de los cazas de combate se estaba comenzando a resquebrajar hace tiempo.

Durante la gira relámpago del presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, a Londres, París y Bruselas, el premier británico, Rishi Sunak, señaló que “nada estaba fuera de la mesa” en cuanto al envío de ayuda militar a Ucrania y anunciaba que su Gobierno ampliaría sus programas de entrenamiento de militares ucranianos a pilotos de aviones con estándares de la OTAN. “El primer paso en ser capaces de entregar cazas avanzados es tener pilotos militares que sean capaces de utilizarlos”, afirmó.

No es el único. Al menos dos militares ucranianos están participando en un programa en Estados Unidos con el objetivo declarado de calcular cuánto tiempo sería necesario para entrenarlos en el manejo de sus cazas F-16. Paralelamente, el Ministerio de Defensa francés ha reconocido que está negociando con Kiev la posibilidad de entrenar pilotos ucranianos en el manejo de cazas de nueva generación, como los Rafale.

Menos líneas rojas por cruzar

Zelenski lleva desde el comienzo de la ofensiva rusa pidiendo apoyo aéreo de los aliados e incluso una zona de exclusión aérea para neutralizar la superioridad aérea rusa. Sin embargo, esta ha sido una línea roja que los aliados, hasta ahora, no se habían atrevido a cruzar. Muchos temen que, armados con cazas de combate modernos, Ucrania pueda expandir sus objetivos militares dentro de territorio ruso y el conflicto escale, con el perenne riesgo de que arrastre más directamente a la OTAN y con la amenaza latente del recurso nuclear al que el Kremlin suele recurrir en los momentos más tensos.

De hecho, Varsovia ya puso sobre la mesa el plan de entrega de cazas a Kiev apenas unas semanas después del inicio de la invasión rusa, solo para ser rechazado tajantemente por Washington. Pero, desde entonces, los aliados ya han ido cruzando una y otra vez líneas rojas que se han ido quedando cada vez más atrás.

Foto: Monumento a la primera bomba nuclear táctica soviética de producción masiva Rds-4. (EFE/Maxim Shipenkov)

El envío de los MiG-29 sigue la lógica empleada hasta la fecha por los aliados. Un primer compromiso modesto y con tecnología anticuada, precursor de un compromiso mayor. Primero, evasivas —“No es el momento”, decía el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, hace apenas un mes— o negativas —en el caso de los aliados más reticentes, como Alemania— sostenidas durante mucho tiempo; más adelante, mantenerlo cada vez con menos convicción y arrastrar los pies; finalmente, Polonia rompe el hielo y los aliados comienzan a coordinarse para en una entrega conjunta.

Varios países de la OTAN han insistido públicamente en que la entrega de los cazas no son una solución mágica a los problemas de Zelenski en el frente de batalla. Además de los carros de combate y otro armamento pesado, las promesas militares de los últimos meses se centran en sistemas de defensa antiaérea que frenen la capacidad destructiva de los misiles y la propia aviación rusa. Pero Kiev necesita un revulsivo que permita romper las líneas del frente y recuperar terreno conquistado por los rusos en la pequeña ventana de oportunidad que se abre esta primavera, antes de que el apoyo occidental comience a aletargarse y decaer.

“Los ucranianos probablemente ven los aviones como un símbolo del compromiso occidental, incluso más que los tanques. Saben que sin la superioridad aérea será muy difícil usar los tanques y la artillería de manera efectiva. Por supuesto, los ucranianos tienen ahora otros problemas, mucho más importantes, como la escasez de municiones”, explicó Jaime Shea, exportavoz de la OTAN y miembro del Royal Institute of International Affairs de Londres, en una reciente entrevista con El Confidencial.

Corre un chiste de nuevo cuño en los cuarteles de los aliados de la OTAN: las fronteras rusas están tan desprotegidas por el esfuerzo bélico en Ucrania que si los países bálticos se lo propusieran, podrían llegar a Moscú en tres días. “El único problema es que los polacos habrían llegado en dos”, termina el chascarrillo. Una chufla con dos lecturas geopolíticas importantes. La primera, que los halcones de la Alianza Atlántica perciben más debilidad en el Kremlin que sus socios menos beligerantes. Y la segunda, que esta guerra Polonia la siente como propia y, parece, dispuesta a llegar hasta las últimas consecuencias.

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