Lukashenko se reúne (otra vez) con un aliado ruso: ¿qué esconde su gira 'comparsa' de Putin?
El presidente bielorruso se ha reunido con Ebrahim Raisi semanas después de hacerlo con Xi Jinping en una gira internacional que ha incluido a otros países sancionados por Occidente
La política exterior de Alexander Lukashenko el año pasado estuvo dominada prácticamente por un solo país y un único socio. Desde que Rusia utilizó a Bielorrusia como una plataforma de lanzamiento para la invasión a Ucrania, las únicas fotos de apretones de manos que había protagonizado el líder bielorruso eran con Vladímir Putin a su lado. Pero, en las últimas semanas, ha ampliado sus horizontes diplomáticos y ha visitado recientemente Zimbabue, los Emiratos Árabes Unidos y China. Esta semana, se ha reunido con el presidente iraní, Ebrahim Raisi, en una gira en la que no ha faltado ninguno de los aliados del Kremlin.
Bielorrusia y la república islámica anunciaron un refuerzo de sus relaciones con la firma de una hoja de ruta de cooperación y siete acuerdos en campos como agricultura, comercio y transporte. Raisi afirmó que su país ha logrado un gran progreso y ha creado oportunidades a pesar de las sanciones internacionales, que Estados Unidos reimpulsó en 2015. Occidente tomó la misma medida en Bielorrusia después de las elecciones presidenciales de 2020, en las que Lukashenko respondió con mano dura a las manifestaciones por las irregularidades en el proceso electoral. "Estamos en contra del unilateralismo y creemos que la comunicación constructiva entre países independientes es el camino para neutralizar las sanciones", indicó el presidente iraní.
Unas semanas antes, Lukashenko aceptaba la invitación de Xi Jinping a Pekín, donde apoyó el plan de paz que propuso el presidente chino para poner fin a la guerra de Ucrania. "Todas las reuniones y viajes de Lukashenko tienen un objetivo: demostrar a los bielorrusos y a Occidente que los intentos de aislar a su país han fracasado, y que Minsk todavía tiene muchos socios en todo el mundo, además de Rusia", apuntó el analista Artyom Shraibman en un artículo publicado en Carnegie Endowment for International Peace.
Algunos analistas internacionales apuntaron a que Alexander Lukashenko está lejos de ser un actor independiente y que estas visitas oficiales se celebran bajo la sombra de Putin. Para Estados Unidos, las alarmas empezaron a sonar con la visita de Xi, porque tuvo lugar en medio de los rumores de que China podría estar proporcionando armamento a Rusia para la guerra en Ucrania.
En el caso de Teherán, funcionarios estadounidenses advirtieron que la cooperación militar entre Rusia e Irán, que ha proporcionado drones kamikaze al Kremlin así como otras armas, puede intensificarse con una alianza en la que también empiece a formar parte Bielorrusia. Los acuerdos firmados esta semana entre los dos países se valoraron en 100 millones de dólares, aunque estos no fueron especificados. Después del encuentro, Lukashenko valoró los esfuerzos de Irán por oponerse a la presión externa y a los intentos de imponer la voluntad de otras personas sobre los intereses del Gobierno. "A pesar de todo, desarrollan tecnologías modernas y energía nuclear. Y, como decidimos con el presidente de Irán, podemos ser muy útiles unos a otros si realmente unimos nuestros esfuerzos".
En la misma línea se posicionó en su visita a Zimbabue, que también enfrenta sanciones internacionales por las violaciones de derechos humanos. Godwills Masimirembwa, presidente del partido gobernante, afirmó que ni su Gobierno ni el de Lukashenko cederían ante "las interferencias del exterior". "Occidente sigue decidido a castigar a nuestros países, pero no lo lograrán porque la estrategia de desarrollo de los dos países es garantizar que seamos autosuficientes", afirmó.
A Lukashenko le quedan pocos amigos
La "alianza antisanciones" de la que Lukashenko quiere formar parte tuvo lugar cuando la UE está preparando las nuevas medidas contra Bielorrusia, que tienen como objetivo socavar el potencial del país para ayudar a Putin en su agresión contra Ucrania. Lukashenko está intentando hacer frente a las consecuencias por las sanciones ampliando su influencia internacional y diversificando su dependencia con Rusia tanto en el ámbito económico como político, aunque sea con los mismos líderes que cogen el teléfono a Putin. "Es un reflejo de la realidad y es casi la misma ruta que hizo Rusia después de las sanciones de Occidente. El presidente ruso no puede hacer mucho con países que considera no amigables, y eso pasa igual con Lukashenko", explica Yauheni Preiherman, director del Consejo de Diálogo de Relaciones Internacionales de Minsk, a El Confidencial.
Sin embargo, el investigador no cree que los viajes oficiales del líder bielorruso, que replican a los del líder del Kremlin, tengan un carácter simbólico, sino que replican una estrategia que Lukashenko ha utilizado desde hace años: mantener la imagen positiva que Putin tiene con respecto a sus socios, y, dentro de la medida de lo posible, aumentar sus capacidades de cooperación con otros actores internacionales. "Las opciones de Lukashenko son limitadas en lo que se refiere a aliados internacionales y, a pesar de que comparte amigos con Rusia, el bielorruso ha llevado a cabo políticas muy diferentes a las del presidente ruso", continúa Preiherman.
En el caso de China, los temores a que la reunión haya sido una manera de convencer a Xi de ayudar a Rusia en la guerra de Ucrania se contrapusieron con los intereses económicos entre Minsk y Pekín. Antes de las elecciones presidenciales de 2020 en Bielorrusia y de las sanciones, el país era la puerta de entrada a la UE a nivel comercial para países como el gigante asiático. Cerca del 30% de las exportaciones bielorrusas se destinaban a la Unión Europea. La situación geográfica de Bielorrusia lo convirtieron un actor importante para Pekín, que en las últimas décadas ha financiado carreteras, fábricas y rutas ferroviarias, así como el parque industrial Great Stone a las afueras de Minsk, un símbolo del importante vínculo entre las dos naciones.
Sin embargo, desde los comicios de 2020, el Gobierno de Alexander Lukashenko empezó a depender casi por completo de Rusia, tanto a nivel económico, por los acuerdos en materias de energía, como político, por la asistencia de seguridad rusa que mantiene al líder en el poder. A Bielorrusia le afectan, por lo tanto, las consecuencias que ha tenido la guerra de Ucrania en la posición de Rusia como actor internacional. "El grado de confrontación entre Moscú y Occidente tiene un efecto claro en el país porque ha pasado de estar entre medio de los dos por temas comerciales. Ahora está intentando luchar contra las sanciones y eso ha tenido un efecto en su política exterior. No ha tenido más remedio que diversificar sus esfuerzos diplomáticos", apunta el investigador de Minsk.
Pequeñas naciones, grandes retos
Los países occidentales, especialmente Estados Unidos, no han visto con buenos ojos la gira internacional del presidente bielorruso, aunque Yauheni Preiherman opina que este es un problema cada vez menor para él. Su objetivo principal es que el país no colapse. "Esa es la realidad de naciones pequeñas ante retos geopolíticos como el que vivimos actualmente. Es más que nada una reacción a lo que pase e intentar asegurar que pueden seguir manteniendo sus gobiernos y economías", subraya.
La agenda de Lukashenko, por lo tanto, persigue objetivos prácticos. Emiratos Árabes Unidos ha sido durante tiempo un socio de Minsk en materia como el comercio de armas, pero algunos expertos consideran que el país podría estar permitiendo que empresas bielorrusas exporten sus productos sancionados a la Unión Europea a través de intermediarios. Por otro lado, Peter Szijjártó, ministro de Exteriores de Hungría, fue el primer alto cargo político europeo en visitar Bielorrusia desde 2020. "Su visita probablemente simplemente refleje el deseo de Budapest de mostrar su posición contraria a la corriente principal y su voluntad de hablar con aquellos a quienes el resto de la UE está ignorando", apuntaba Artyom Shraibman en su informe para Carnegie.
Algunos analistas incluso afirmaron que visitas como la de China pueden dejar entrever que Lukashenko quiere demostrar que tiene aliados más allá de Rusia, y que este era un mensaje dedicado a Vladímir Putin. A pesar de que Bielorrusia negó los informes de que el Kremlin había redactado un plan detallado para tomar el control de Bielorrusia en 2030, hay señales de un posible distanciamiento entre los dos gobiernos. En febrero, durante la última reunión entre los dos líderes, Putin agradeció a Lukashenko que hubiera aceptado la invitación a Moscú. "Como si no pudiera estar de acuerdo", murmuró el bielorruso.
Emiratos Árabes Unidos, Zimbabue, Hungría, Irán o China. No importa a cuántos países se acerque Bielorrusia, siempre estará entre Putin y la pared. "La realidad sigue siendo que casi el 70% de las exportaciones bielorrusas el año pasado fueron a Rusia, mientras que una proporción significativa de los bienes restantes se transportaron a sus compradores a través de los ferrocarriles y puertos rusos", concluyó Shraibman.
La política exterior de Alexander Lukashenko el año pasado estuvo dominada prácticamente por un solo país y un único socio. Desde que Rusia utilizó a Bielorrusia como una plataforma de lanzamiento para la invasión a Ucrania, las únicas fotos de apretones de manos que había protagonizado el líder bielorruso eran con Vladímir Putin a su lado. Pero, en las últimas semanas, ha ampliado sus horizontes diplomáticos y ha visitado recientemente Zimbabue, los Emiratos Árabes Unidos y China. Esta semana, se ha reunido con el presidente iraní, Ebrahim Raisi, en una gira en la que no ha faltado ninguno de los aliados del Kremlin.