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Lo que sabías de Ucrania en 2014 ya no vale: la nueva realidad política que deja la invasión rusa
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Entrevista a Alexander Motyl

Lo que sabías de Ucrania en 2014 ya no vale: la nueva realidad política que deja la invasión rusa

El historiador analiza algunas de las preguntas que ha dejado la invasión rusa en Ucrania, también sobre el presidente Volodímir Zelenski, su ascenso político y su futuro

Foto: Alexander J. Motyl. (Wikipedia)
Alexander J. Motyl. (Wikipedia)

Es inevitable pensar en la guerra de Ucrania en términos geopolíticos. La invasión lanzada hace un año por Vladímir Putin intenta redibujar a base de bombas y artillería el mapa de Europa, lo cual ha inspirado un nuevo auge de la OTAN. Los Estados miembros elevan sus presupuestos de defensa, las prioridades estratégicas cambian y las cadenas logísticas llevan armas norteamericanas a Europa del Este por tierra, mar y aire. Del otro lado, China refuerza su influencia sobre Rusia y baraja las opciones de apoyo a su campaña. La única certeza es que las apuestas son altas y que el resultado de la partida modificará el statu quo del continente euroasiático.

Pero ¿qué sucede, a nivel nacional, en Ucrania? Más allá de las trincheras, los discursos y las visitas de Estado; más allá del dolor y de las bombas y de los movimientos tácticos, ¿cómo han cambiado en el último año los equilibrios políticos internos? ¿Qué están haciendo los partidos prorrusos y los oligarcas? ¿Qué planes hay respecto a las elecciones presidenciales de 2024?

El historiador ucraniano-americano Alexander J. Motyl, profesor de la Universidad de Rutgers, lleva más de cuatro décadas enseñando y escribiendo sobre Ucrania, Rusia y la Unión Soviética, sus revoluciones y cambios políticos, sus guerras y sus disputas identitarias. Hemos contactado con él para que nos hable de cómo ha cambiado la invasión los equilibrios internos ucranianos, y cómo se perfila esta guerra a la luz de la contenciosa historia entre ambos países.

placeholder Alexander J. Motyl. (University Regensburg)
Alexander J. Motyl. (University Regensburg)

PREGUNTA. Hace un año, pocas horas antes de que empezase la invasión a gran escala de Ucrania, le pedí un comentario para un artículo que estaba escribiendo sobre Volodímir Zelenski. Voy a leerle parte de la respuesta que me envió: "La oposición democrática de Ucrania lo critica severamente por su supuesta incompetencia, pero la oposición democrática ucraniana critica a todo el mundo. Creí que Zelenski sería un desastre. No lo es. Ha aprobado leyes económicas importantes, ha manejado relativamente bien las crisis de covid y de Rusia", etcétera. Y le dio una nota general de B/B [notable/bien alto, en estándares españoles]. Ha pasado un año. Un año de guerra contra Rusia. ¿Cómo lo evaluaría ahora?

RESPUESTA. Si tuviera que calificarlo por su conducta durante la guerra, le daría un A+ [matrícula de honor]. Otros aspectos de su gobierno, evidentemente, han sido tan eclipsados por la guerra que no sería justo juzgarlos. Por otro lado, ha habido críticas a Zelenski por parte de la oposición democrática durante el último año. Lo han criticado, por ejemplo, por la concentración de medios de comunicación [la política de información unificada, que ha sumado en una plataforma del Gobierno todos los canales de televisión]. Lo han criticado por desatender cuestiones logísticas militares. Diría que es probablemente inevitable, dada la complejidad de la guerra. Y en las últimas semanas también ha habido críticas por corrupción. Esa es una acusación estándar en Ucrania. No estoy seguro de que las cosas hayan empeorado en este sentido. Incluso pueden haber mejorado en el último año. Por lo menos, él ha tratado de causar la impresión, y puede que más que una impresión, de combatir la corrupción. Pero no es justo juzgarle por todo eso durante una guerra, a la que dedica el 99% de su tiempo.

Foto: Zelenski en el Parlamento Europeo en Bruselas. (EFE /julien Warnand)

P. La imagen de Zelenski en Occidente, tal y como reflejan las encuestas y la cobertura en los medios, tiende a ser muy positiva. Pero nos suele faltar una visión más granular de lo que sucede internamente en la política ucraniana. Ya ha tocado algunos puntos, pero ¿qué destacaría de su situación a nivel doméstico? Por ejemplo, ¿sigue siendo Zelenski tan popular como al inicio de la invasión?

R. Sí, sigue siendo popular. No hay duda al respecto. Por otro lado, su partido, Servidor del Pueblo, ha estado experimentando algunas dificultades durante los últimos tres o cuatro años. Al principio tenía una supermayoría en el Parlamento. Parecía que iba a hacer cosas muy importantes, e hizo algunas. Pero su falta de experiencia generó algunos conflictos y desacuerdos, y algo de eso ha continuado este último año. Luego, algunas personas, y yo no estoy entre ellas, tienen miedo de que Zelenski, dada su prominencia durante la guerra y el hecho de que a su partido no le vaya tan bien como antes, y que el Parlamento esté teniendo un rol secundario... Tienen miedo de que esté acumulando demasiado poder y se esté volviendo autoritario. Yo no lo creo. Hay acumulación de poder, pero se debe a la guerra. En las guerras, el ejecutivo acumula más poder que el legislativo. Eso es siempre así. También en las democracias. Pero no veo que esté atacando las instituciones. No está disolviendo el Parlamento. Estas críticas también han sido adoptadas por la derecha mediática de EEUU, por gente como Tucker Carlson. Dicen que Zelenski no es George Washington, sino Lenin. Eso es una locura. Zelenski no es como Lenin en ningún sentido.

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Volviendo un poco atrás, Zelenski ha sido criticado también por la falta de preparación ante la guerra, porque, hasta el final, él estaba convencido de que no habría guerra. O al menos esa es la impresión que transmitía. Muchos ucranianos dicen que esa es la razón por la que los rusos fueron capaces de avanzar rápidamente y conquistar mucho territorio, dada la falta de preparación ucraniana. Algunas personas son más específicas. Dicen, "¿por qué no se volaron los puentes en el sur?, ¿por qué no se minaron las carreteras?". Se podría haber hecho. Pero, dadas las circunstancias, puedo entender por qué creía que no habría guerra. Yo tampoco lo creía. Pero él es el presidente y acarrea la responsabilidad.

P. Antes de la invasión a gran escala, su popularidad era bastante baja.

R. Perdía popularidad y las críticas se volvían más vociferantes, porque había una sensación de estancamiento. Las reformas iniciales no iban adonde pretendían, había acusaciones de corrupción, sobre todo contra gente cercana a él, como Andriy Yermak [jefe de la Administración presidencial]. A Zelenski también se le criticaba por ser ingenuo con Putin y creer que la guerra [del Donbás] simplemente se resolvería si todo el mundo dejara de disparar. Había críticas intensas, pero, al final, la ironía es que la guerra salvó a Zelenski. Le dio la oportunidad de ser un verdadero héroe. Y él la aprovechó. Dado que se ha comportado tan admirablemente durante la guerra, elevando la moral de la gente y del ejército, y ha sido fenomenalmente exitoso a la hora de asegurar el apoyo internacional, se ha convertido en ese héroe. Mi conjetura es que, cuando acabe la guerra, digamos en un año, y haya elecciones, probablemente las ganará. Pero podría perderlas. Recuerda que Winston Churchill perdió las elecciones después de la Segunda Guerra Mundial.

Foto: La madre de una de las víctimas de la masacre de Bucha, en abril de 2022. (Oleg Petrasyuk/EFE)

P. El otro día escuché una entrevista con el historiador Jeremi Suri, de la Universidad de Texas, en que hablaba justo de eso. Es común que las democracias aparten del poder a los líderes que, en tiempo de guerra, se han vuelto muy poderosos. Como un mecanismo de precaución. Le habría pasado a Churchill.

R. Es una especie de autocorrección. Es muy posible que ese acabe siendo el caso.

P. Hablando de las elecciones en Ucrania, técnicamente previstas para el 31 de marzo de 2024, ¿se sabe algo o está por determinar si podrán celebrarse o cómo?

R. Está por determinar. Creo que la tesis provisional es que Ucrania ganará la guerra, se celebrarán elecciones y todo volverá a la normalidad. Evidentemente, ¿quién sabe? Podría ser así o podría no serlo. Aún queda más de un año para las elecciones. Es un periodo de tiempo significativo. Mucho podría cambiar, obviamente. Pero en este momento no se habla de ello. Es un poco prematuro. Creo que, a finales de este año, sea cual sea la situación en el frente, se considerará algún tipo de decisión. Puedes imaginarte que, si pospone las elecciones, se le criticará.

Foto: Putin, durante el discurso. (EFE/EPA/Dimitry Astakhov)

P. Ha mencionado el término "oposición democrática", lo cual quiere decir que en Ucrania también hay una oposición no democrática. ¿A quiénes se refiere?

R. Me refiero a Oposición Unida, sucesora del notorio Partido de las Regiones, que apoyaba a Yanukóvich [expresidente prorruso huido en 2014] y gobernaba el Donbás con puño de hierro. El Partido de las Regiones era una máquina política que usaba la corrupción, los sobornos y las actividades delictivas para mantenerse en el poder. Muchos de sus cuadros se mudaron a Oposición Unida. Yanukóvich y su partido también respaldaron una política prorrusa, degradaron las fuerzas armadas ucranianas, se opusieron a la Revolución Naranja de 2004 y al Maidán en 2014, y estaban financiados e influenciados por el hombre de Putin en Ucrania, Víktor Medvedchúk. Ahora mismo Oposición Unida está a la fuga. Ha perdido toda su influencia. Lo cual no significa que esto será así para siempre. Puedo imaginar que, en algunos años, tendrán cierta base electoral en el sureste de Ucrania.

P. La pasada primavera, esta serie de partidos prorrusos, en torno a una docena, fueron prohibidos. Conn algunos se siguieron todos los procedimientos legales; con otros, se saltaron dichos procedimientos. ¿Qué quiere decir que están a la fuga? ¿Se han ido a Rusia o simplemente guardan un bajo perfil en Ucrania?

Foto: Banderas de Ucrania en un cementerio. (EFE/Sergey Kozlov)

R. Están básicamente desaparecidos, manteniendo un bajo perfil. Este no es el momento, para ellos, de volver a la política. Ahora mismo, el 90 o 95% de la población es antirrusa y muy proucraniana, y Zelenski es el héroe del momento. Si estos partidos intentaran volver, ni siquiera estoy seguro de qué argumentos esgrimirían. Porque las cuestiones domésticas han quedado en segundo plano. Si argumentasen que Ucrania debería negociar, sería una posición perdedora. Nadie apoyaría el punto de vista de la rendición ucraniana. Sería incluso peor. Así que están en la sombra y siguiendo el juego. Pero creo que en algún momento volverán, lo cual, al final, probablemente sea bueno para la composición democrática del país. Eso, siempre que gane Ucrania; si es Rusia la que gana, volverán al rol que tenían antes.

P. Me gustaría preguntarle hasta qué punto está representada esa base electoral prorrusa en los votos a Zelenski en 2019, que ganó en segunda ronda con el 73% de las papeletas. Algunos ucranianos dicen estar decepcionados con Zelenski, porque este había prometido sentarse a negociar con los separatistas, o con Putin, o con quien fuera, para alcanzar la paz. En vez de eso, adoptó posturas muy prooccidentales. Al mismo tiempo, se trata de un hombre del sureste industrial, de Kryvyi Rih, de mayoría rusófona. ¿Había un componente prorruso entre sus votos?

R. Yo no lo llamaría prorruso. Pero sí es verdad que el partido de Zelenski, Servidor del Pueblo, tenía un ala que se mostraba conciliadora con Rusia. Creían, para bien o para mal, tal y como se vio después —y Zelenski era uno de ellos—, que era posible sentarse con Putin y cerrar un acuerdo. Que Putin estaría dispuesto a alcanzar un compromiso que preservara la independencia ucraniana y que hiciera feliz también a Putin. El presidente anterior, Petro Poroshenko, y la oposición democrática lo criticaron. Le dijeron que eso era una locura. Además, Poroshenko presentó su campaña de 2019 basada en "ejército, fe y lengua".

Foto: Baterías HIMARS lanzando misiles. (EFE EPA ROBERT GHEMENT)

Zelenski creía que el ejército no era tan importante y que se podría alcanzar un compromiso de algún tipo con Rusia. Respecto a la fe, lo mismo. Tenía una actitud aguada. Y sí, podía hablar ucraniano, pero estaba claro que era una persona del este que se sentía más cómoda con la lengua y la cultura rusas, más que con la lengua y cultura ucranianas. Se le criticaba por ello. Y de hecho los rusos tenían esperanzas de poder manipularlo, y yo también lo creía. Era un comediante y los rusos se aprovecharían de él a cada oportunidad. Pero llegó la guerra y fue forzado a adoptar una postura que Putin ahora llama nazismo. El líder nazi de Ucrania, por decirlo así, es un presidente judío.

P. Fiona Hill, que fue directora de Asuntos Rusos de la Administración Trump, dice que ese quizá fue el factor decisivo a la hora de decidir lanzar la invasión: Putin estaba convencido de que Zelenski, un actor sin experiencia política, en su primer mandato, etcétera, se plegaría en seguida y huiría a Leópolis o a Varsovia.

R. Todo el mundo creía lo mismo. Todo el mundo en Occidente. Yo no tenía una opinión al respecto, pero me sorprendió su heroísmo. Los americanos le ofrecieron asilo. Todo el mundo creía exactamente lo mismo que Putin, que este tipo era un peso ligero. Un tipo pasable a nivel doméstico, pero que a la hora de negociar con alguien como Putin, o de enfrentarse a una guerra, no parecía tener la serie de habilidades particulares que eso requería. Pero resultó que sí que las tenía.

P. Y luego están los otros grandes jugadores de la política, los oligarcas. Antes de la invasión se estaba formando una coalición para conseguir en 2024 la derrota de Zelenski, que había aprobado la Ley de Desoligarquización. Una campaña multifacética contra Zelenski financiada por Rinat Ajmétov. Incluso tenían un candidato presidencial tentativo. Luego empezó la invasión, y resulta que la base de poder económico de estos oligarcas, situada en las provincias del este, ha sido destruida. Los activos de Ajmétov en Mariúpol, por ejemplo. Ihor Kolomoisky también se ha visto debilitado. ¿Cómo les va?

Foto: El presidente ucraniano, Volodímir Zelenski. (EFE)

R. Antes de la guerra tenían sus propios intereses. Podían formar algo así como un bloque y tenían lo que podríamos llamar tendencias prorrusas. Al mismo tiempo, apoyaban una serie de esfuerzos y causas ucranianas. Pero la guerra los ha forzado, igual que a Zelenski y a la oposición no democrática, obligada o bien a cerrar el pico o bien a alinearse con Ucrania. Simplemente, no hay alternativa, ¿cierto? No estoy sorprendido de que los oligarcas hayan desaparecido o de que ocasionalmente hagan ruidos patrióticos. Es la única manera que tienen de mantener cierta credibilidad y ciertas posesiones. De lo contrario, serían expropiados o tratados como enemigos. Han sido, digámoslo así, domesticados. La pregunta es si seguirán así, si esto podría ser el principio de una importante transformación de la economía ucraniana. De nuevo, ¿quién sabe? Lo veremos en un año o dos.

P. Hay un aspecto que me intriga. En 2014 y sobre todo en 2022, ha surgido una nueva generación de ucranianos jóvenes, urbanos, anglohablantes, que son carismáticos y que se manejan muy bien en las redes sociales. El tipo de perfil que aparece comentando la actualidad en los medios occidentales, que hace de fixer para el corresponsal extranjero en Ucrania y que integra la Administración de Zelenski. Además, Zelenski ha sido muy ducho a la hora de controlar el relato, coordinando los contenidos: ensalzando las hazañas ucranianas, como es lógico, y pintando a los rusos como la peor catástrofe imaginable. No digo que esto sea mentira. Pero sin duda hay un gran esfuerzo a la hora de discriminar y de moldear estos contenidos. Usted apoya la causa ucraniana, pero también es un observador que trata de ser imparcial. Mi pregunta es, ¿cómo navega esta situación? ¿No teme perderse una parte de la realidad derivada de este control informativo?

R. Ocasionalmente, la impresión que tengo es que todo le sale perfectamente al ejército ucraniano y todo le sale mal al ejército ruso. Y, por supuesto, hasta cierto punto, esto es cierto. Todo tipo de observadores e instituciones independientes en Occidente han confirmado, esencialmente, que la guerra ha sido un desastre y que los ucranianos se han desempeñado bien. Dicho esto, hay cosas que me inquietan y que inquietan a muchas personas. Nos gustaría conocer el número de bajas del lado ucraniano, por ejemplo. Entiendo por qué no las quieren revelar. Probablemente, yo tampoco lo haría de estar en esa posición. Pero es importante saber cuántos ucranianos han muerto o sido heridos. A veces, cuando leo la prensa, sobre todo los blogueros militares, cuentan que las condiciones en el frente pueden ser muy difíciles, no solo militarmente, sino también en términos de logística, de comida o de entrenamiento, también en el lado ucraniano. Parece que ha habido algunas deserciones y casos de soldados que se han negado a combatir. Hay señales de que el entusiasmo de unirse al ejército se ha reducido. Todo esto sugiere que la cosa es más complicada de lo que sugiere la narrativa. De nuevo, entiendo completamente que quieran acallar estos aspectos, pero, cuando me pongo, digámoslo así, mi sombrero objetivo de académico, me gustaría saber más acerca de estas cosas. Esto aflora, dado que no hay un control totalitario. Hay blogueros militares excelentes que visitan el frente, hablan con los soldados y escriben sobre estas cosas. Y las publicaciones de soldados en las redes sociales dan una imagen menos heroica.

Pero la narrativa ha sido extremadamente exitosa. Y eso es interesante, de hecho. Porque, hasta ahora, si miras a la historia, las élites políticas de Ucrania nunca tuvieron mucho éxito manejando la narrativa. Siempre han tenido la imagen de un país corrupto, fragmentado, cayéndose a pedazos, desmoralizado. Los ucranianos siempre han dicho que no, que eso no es así, que somos mejores. Pero nadie los creyó nunca. Ahora, quizás por la situación de guerra, todo el mundo quiere creer, y porque, en estas circunstancias críticas, Zelenski y su gente han sido capaces de aplicar algunas de las habilidades que adquirieron trabajando en los medios. Son muy buenos. Incluso con los discursos de Zelenski. Cada discurso que da está claramente enfocado a la audiencia particular a la que se dirige. Cuando fue a Estados Unidos, por ejemplo, hizo referencias a Lincoln y a Washington. Cuando se dirige a los polacos, lo mismo. Están haciendo un trabajo realmente impresionante.

Foto: Tren con cisternas llenas de crudo ruso. (EFE/Maxim Shipenkov)

P. Acaba de inaugurar una exposición de pinturas en el Harriman Institute, de la Universidad de Columbia, en la que se puede ver Kiev destruido en la Segunda Guerra Mundial. Aunque de momento es pronto para alcanzar conclusiones, ya que ni siquiera sabemos de qué forma acabará esta guerra, ¿cómo la percibe en términos históricos? En la idiosincrasia ucraniana, en su literatura, está muy presente esa idea de los cosacos amantes de la libertad peleando contra una burocracia imperial verticalizada, luchando en las estepas del actual Donbás. ¿A qué le suena lo que está sucediendo estos días en esas regiones?

R. En cierto modo, esta es la definitiva, la última gran confrontación entre Ucrania y Rusia. Esta es esencialmente la narrativa ucraniana, pero se retrotrae hasta Andrey Bogolyubov [príncipe medieval de Vladímir-Suzdal, una de las ciudades de la Rus de Kiev que acabó siendo parte de Rusia] en el año 1159, cuando llegó y destruyó Kiev. Luego está la narrativa de los cosacos, Jmelnitski, Mazepa; luego vas a la Primera Guerra Mundial, a la Segunda Guerra Mundial, al movimiento disidente, y demás. Creo que hay mucha verdad en esa narrativa. No creo que solo sea fabricación de mitos, aunque obviamente también hay algo de eso. Este es el punto culminante. Si Ucrania pierde, se acabó. Ucrania quedará fuera del escenario durante generaciones. Si Ucrania gana, eso significará que esta confrontación histórica tendrá que acabar. ¿Sucederá? Lo veremos, claro, pero las apuestas son enormes. Doble o nada, ¿cierto?

En 1991, Ucrania y otras repúblicas se volvieron independientes. Y hubo una especie de punto medio hasta 2014. Ucrania no es del todo europea, no es del todo rusa, no es del todo independiente. Está en medio. Y ahora todo eso está en juego. La supervivencia está en juego. Europa está en juego. Rusia está en juego. Y también está en juego la identidad personal de Ucrania. Podemos decir que este es un punto de inflexión. Suceda lo que suceda. Si gana Rusia, esta se convertirá en el país dominante. Hay quien dice que Putin seguirá expandiéndose, hay quien dice que no, pero Rusia se convertirá de nuevo en un jugador dominante. Si pierde, de repente, tendremos un paisaje geopolítico muy distinto. Estarán EEUU y China, y Ucrania se convertirá potencialmente en un jugador importante en la política europea.

Foto: El presidente ruso, Vladímir Putin, se reúne con el presidente chino, Xi Jinping, en Pekín. (Reuters/Sputnik/Aleksey Druzhinin)

P. La decisión de invadir Ucrania, ¿la percibe como una decisión de un hombre, Vladímir Putin, con sus agravios, su pasado soviético y sus lecturas de emperadores rusos? ¿O más bien como una decisión orgánica de Rusia como tal, de sus traumas y sus instintos históricos? ¿Algo que hubiera podido hacer otro líder?

R. Ambas cosas. La única respuesta que no es válida es la que culpa a la expansión de la OTAN. Jamás creí que esa fuera la causa y lo sigo pensando. Evidentemente, esa es la narrativa rusa. Y mucha gente en Occidente la ha adoptado. Personalmente, no la encuentro persuasiva. Lo que hay aquí es un cruce de historia política y de cultura política. La actitud cultural rusa contra Ucrania siempre ha sido, históricamente y por decirlo con suavidad, negativa. Degradante. Siempre ha percibido a los ucranianos como paletos de campo, estúpidos y vagos. Creo que esta actitud es similar a la que tenían los sureños blancos hacia los negros. Son vagos, son perezosos, son inferiores, y demás. Existe esa tendencia. Y ha sobrevivido. Y a veces se vuelve más fuerte o más débil según el régimen y según las circunstancias, pero está ahí. En cierto modo, Putin es el producto de este proceso. Él tiene una obsesión específica con la pérdida de la Unión Soviética. Parece que se lo ha tomado personalmente, no políticamente. Como un insulto o una afrenta. Tiene una peculiar obsesión con Ucrania. ¿Recuerdas el artículo que publicó el verano anterior a la guerra? ¿Te imaginas a un líder francés escribiendo a Alemania y debatiendo sobre Carlomagno? No tiene sentido. Simplemente, no tiene ningún sentido.

Putin es quien toma las decisiones, y hay pruebas que sugieren que la invasión cogió por sorpresa a buena parte de las élites rusas. Algunos allí parece que se oponen. Pero, por supuesto, él no inició la guerra pensando que no tenía apoyos. Dados los esfuerzos propagandísticos, y la cultura política existente, sabía que podía contar con el respaldo de muchos rusos, y de parte de las élites. En este sentido, tenía razón. Lo que no calculó correctamente es la voluntad ucraniana de defender su país, y subestimó a Occidente. No creo que esperase ver nada de lo que ha pasado desde entonces: Finlandia uniéndose a la OTAN, por ejemplo. Muy, muy notable.

Es inevitable pensar en la guerra de Ucrania en términos geopolíticos. La invasión lanzada hace un año por Vladímir Putin intenta redibujar a base de bombas y artillería el mapa de Europa, lo cual ha inspirado un nuevo auge de la OTAN. Los Estados miembros elevan sus presupuestos de defensa, las prioridades estratégicas cambian y las cadenas logísticas llevan armas norteamericanas a Europa del Este por tierra, mar y aire. Del otro lado, China refuerza su influencia sobre Rusia y baraja las opciones de apoyo a su campaña. La única certeza es que las apuestas son altas y que el resultado de la partida modificará el statu quo del continente euroasiático.

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