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La crisis de los globos espía trae el conflicto a donde nunca había llegado: suelo estadounidense
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La crisis de los globos espía trae el conflicto a donde nunca había llegado: suelo estadounidense

Los recientes avistamientos y derribos de los objetos voladores en el espacio aéreo de EEUU han elevado la tensión en el país y las relaciones con China ante la supuesta oleada de espionaje

Foto: Recogida del 'goblo espía' interceptado en el Océano Atlántico. (Ryan Seelbach/U.S. Navy/Getty Images)
Recogida del 'goblo espía' interceptado en el Océano Atlántico. (Ryan Seelbach/U.S. Navy/Getty Images)

La aparición de un globo espía chino en los cielos de Norteamérica, seguida por el derribo de otros tres objetos no identificados, amaga con dejar una huella psíquica en las conciencias de los estadounidenses. A medida que la globalización y la tecnología encogen el planeta, la América lejana e invulnerable, esa isla de libertad y oportunidades de casi cuatro millones de kilómetros cuadrados, lo es cada vez menos. Un montón de aire caliente puede plantarse de improviso en su estratosfera, quién sabe con qué intenciones, y generar estrés en su Gobierno y en sus ciudadanos.

Por mucho que el optimismo, la inmigración y la ética protestante del trabajo hayan contribuido a hacer de Estados Unidos el país más próspero del mundo, el secreto fundamental de su éxito reside en la geografía. Una riqueza natural variada y casi infinita; una topografía llana y con montones de ríos navegables, idóneos para vertebrar una economía y una identidad comunes, reacia a la balcanización; espacio a raudales para vivir y construir, y, como última y definitiva bendición, ni más ni menos que dos océanos como grandes, infranqueables, fronteras naturales.

Foto: El 'globo espía' chino derribado por EEUU. (Chase Doak/Reuters)

Las condiciones geográficas de Estados Unidos no solo explican su abundancia, también arrojan luz sobre esa mentalidad de excepción tan norteamericana: la percepción del resto del mundo como una jungla, por usar el polémico símil del representante europeo Josep Borrell, llena de inestabilidad, caos, tribalismo y abusos burocráticos. Al fin y al cabo, todos los habitantes de este país, con excepción del 2% de nativos americanos, salieron de otros países, muchas veces, huyendo. Las memorias familiares están llenas de hambrunas, guerras y persecuciones, todo lo cual se quedó atrás al arribar a las prometedoras costas neoyorquinas.

La lejanía inmaculada de esta cultura joven es un tesoro, y sus ciudadanos lo saben. Aunque el intervencionismo haya sido la regla desde la Segunda Guerra Mundial, y varias generaciones antes en Latinoamérica, el estado natural de la opinión pública estadounidense es el aislacionismo: la mayoría no quiere enfangarse en los problemas de otros, no quiere adentrarse en la selva. Una mentalidad que recupera pie desde hace unos años, tal y como reflejó la elección de Donald Trump, cuyos instintos proteccionistas ha heredado parcialmente Joe Biden.

Foto: El presidente de EEUU Joe Biden. (Reuters/Jonathan Ernst)

En este contexto, dos episodios supuran todavía en la conciencia colectiva de los estadounidenses. Uno es el bombardeo de la base naval de Pearl Harbor, el primer ataque enemigo de la historia en suelo estadounidense; otro, los atentados del 11 de septiembre de 2001, la segunda, y última, agresión de esta naturaleza.

Aunque el globo espía chino carece obviamente del alcance histórico de estos dos episodios, su aparición y derribo tocaron una fibra íntima de los norteamericanos, y puede ser el indicador de una nueva era del espionaje y de la guerra en que las fronteras terrestres, aunque sean dos océanos, ya no tengan tanta importancia. Los planes militares de las grandes potencias, cada vez más, apuntan al espacio.

Foto: El presidente de Estados Unidos, Joe Biden. (Reuters/Jonathan Ernst)

Antes de que la cuestión del globo ocupase los titulares, el Pentágono ya mostraba un enorme interés en desarrollar y controlar esta tecnología, que está pasando de los comités de investigación científica a manos de los generales. Estos globos pueden ser integrados en los sistemas de vigilancia, y servir, por ejemplo, para detectar misiles hipersónicos como los que están desarrollando China y Rusia.

“Plataformas de altitud alta o muy alta ofrecen muchos beneficios por su durabilidad estacional, su maniobrabilidad y también su flexibilidad para múltiples cargas”, declaró al portal Politico Tom Karako, especialista en programas de defensa del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales. Este año fiscal, el Pentágono planea invertir 27 millones de dólares en el desarrollo de estos globos, que ha sido encomendado a la empresa Raven Aerostar.

Foto: Protesta en Manila contra la presencia de tropas estadounidenses en Filipinas, la semana pasada. (Getty/Ezra Acayan)

Pese a que su concepto y su estética huelan a antiguo, a los globos aerostáticos o a los zepelines que causaron sensación a principios del siglo XX, los globos tienen algunas ventajas con respecto a los satélites y las aeronaves. Como mencionaba Karako, pueden aguantar más tiempo suspendidos en la atmósfera, son más difíciles de detectar y, además, suponen un ahorro de costes. Un globo bien equipado puede captar las mismas comunicaciones electrónicas y tomar las mismas imágenes de alta resolución que aparatos más caros y sofisticados.

El Gobierno chino también muestra entusiasmo en lo que llaman el espacio próximo: la franja de aire que media entre los vuelos comerciales y militares, y los satélites. El presidente Xi Jinping urge desde 2014 a potenciar las investigaciones en este campo, cuyos orígenes datan de la década de 1970. Hoy en día, la base de datos académica más grande de China, CNKI, reúne en torno a un millar de trabajos científicos centrados en la explotación civil y militar del espacio próximo.

También ha habido intentos de limitar la escalada militar a estas altitudes. En abril de 2022, la Administración Biden prohibió las pruebas de misiles antisatélite en Estados Unidos y llamó a China, Rusia e India a hacer lo propio: una aparente manera de limitar la contaminante basura espacial que generan estos ejercicios y, de paso, enfriar las tensiones armamentísticas espaciales.

Una prueba de las sensibilidades americanas hacia el globo espía chino derribado sobre el océano Atlántico el sábado pasado es la unanimidad que generó su condena. El jueves, la Cámara de Representantes de EEUU calificó el envío del globo, con 419 votos a favor y cero en contra, de "flagrante violación de la soberanía de Estados Unidos", e incluso restauró en Washington aquella sensación que debió de estar presente durante la Guerra Fría: la de mantenerse unidos frente a un adversario.

"Unámonos contra este enemigo común que tenemos", declaró el republicano de Texas, Mike McCaul, presidente del Comité de Asuntos Exteriores de la cámara, antes de la votación. "Nuestro enemigo no es quien tenemos al lado. Nuestro enemigo son naciones extranjeras enemigas como China, Rusia, Irán y Corea del Norte, siendo China el Estado extranjero adversario más grande, la mayor amenaza, a largo plazo, de los intereses de seguridad nacional de los Estados Unidos".

La aparición de un globo espía chino en los cielos de Norteamérica, seguida por el derribo de otros tres objetos no identificados, amaga con dejar una huella psíquica en las conciencias de los estadounidenses. A medida que la globalización y la tecnología encogen el planeta, la América lejana e invulnerable, esa isla de libertad y oportunidades de casi cuatro millones de kilómetros cuadrados, lo es cada vez menos. Un montón de aire caliente puede plantarse de improviso en su estratosfera, quién sabe con qué intenciones, y generar estrés en su Gobierno y en sus ciudadanos.

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