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Este profesor ucraniano de español debe vender sellos de la guerra para sobrevivir
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Recuerdos del frente

Este profesor ucraniano de español debe vender sellos de la guerra para sobrevivir

Los ucranianos han tenido que reinventarse para habitar el horror creado por Putin. Vender estampitas conmemorativas está ayudando a financiar al Ejército y también a la población

Foto: Vladislav muestra algunos sellos. (Cedida)
Vladislav muestra algunos sellos. (Cedida)
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"Por fin he conseguido sacar a mi padre, a mi abuela y a mi gato de Bajmut", dice el ucraniano Vladislav Bezkorovainyi en un perfecto castellano. La ciudad que menciona se encuentra situada a solo 89 kilómetros de la capital del óblast de Donetsk. Al principio del conflicto, tenía poco más de 70.000 habitantes. Actualmente, es el epícentro de la lucha entre rusos y ucranianos, y su población ha caído casi a cero.

Vladislav es profesor de castellano y se escapó como pudo de Bajmut hacia Kryvyi Rih el pasado 3 de abril, pero hasta hace pocos días no había conseguido convencer a su padre y a su abuela para que se le unieran. Ambos se resistían a abandonar su hogar, hasta que los rusos asomaron la cabeza cerca de los arrabales y amenazaron con romper las defensas para introducirse por la zona norte de la ciudad. Bajmut está a punto de convertirse en otro de esos infiernos ucranianos emblemáticos que hoy llenan las crónicas y en el futuro glosarán los manuales de historia.

"No recuerdo un solo día desde que esto comenzó en el que haya conseguido sacarme de la cabeza esos horribles pensamientos"

Vlad ha pasado cerca de un año sin ver a su familia. "No recuerdo un solo día desde que esto comenzó en el que haya conseguido sacarme de la cabeza esos horribles pensamientos", contaba el pasado otoño. Ahora, por lo menos, al lado de su angustia se encuentran sus parientes, tan traumatizados o tal vez más que él.

"Mi abuela se ve horrible. Llegó aquí con 39 de fiebre, ha perdido 25 kilos y no siente las piernas", cuenta por teléfono. "Mi padre ha encanecido. Hemos dejado todo allá: nuestra casa, nuestro coche, nuestras vidas. Cuando abandonaron la ciudad, los termómetros marcaban 23 bajo cero. A un militar de Bajmut van a tener que amputarle todos los dedos de los pies. Aquí, en Kryvyi Rih, estamos malviviendo en un pisito de una residencia. Apenas hay espacio y el poco que hay lo ocupan las maletas. Tenemos una cama solo, así que yo duermo en el suelo. Mi abuela dice que se siente como una vagabunda. El gato está asustado y ha dejado de comer".

placeholder Esta edición conmemoraba el robo con un tractor de un vehículo militar ruso en la región de Jersón. (Cedida)
Esta edición conmemoraba el robo con un tractor de un vehículo militar ruso en la región de Jersón. (Cedida)

Su padre trabajó de panadero hasta bien entrada la guerra. Ahora, en su nuevo y empobrecido hogar, tendrá que reinventarse. Es lo que hizo el propio Vlad cuando salió a toda prisa de Bajmut para evitar que le reclutasen por la fuerza y le mandaran al frente.

¿De qué ha sobrevivido hasta la fecha? Al igual que otros muchos ucranianos, de su misérrimo salario y de la venta de las nuevas ediciones de sellos ucranianos conmemorativos de las efemérides del conflicto: "Vendiendo colecciones filatélicas, ayudamos al Ejército y nos ayudamos a nosotros mismos", cuenta el profesor. "La mayoría de los ucranianos los compran para ellos o para sus familiares y amigos como símbolo de guerra. Sé que Ukrposhta vende sellos también en el extranjero para ayudar a nuestras fuerzas armadas. He visto que en internet se comercializan directamente desde el frente: trofeos militares del Ejército ruso, sus raciones secas, cascos y uniformes. Todos estamos ayudando lo mejor que podemos, recaudando dinero para comprar tanques y municiones", asegura Vladislav.

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El profesor se expresa en español notoriamente bien y las descripciones de la guerra que ha ido realizando a lo largo de los meses adquieren a menudo una viveza y una fuerza emocional extraordinarias, las que emanan de los relatos que son ciertos y que arrancan desde el corazón. "Los rusos nos bombardean con drones iraníes. Desde que hicimos el cambio horario, oscurece muy pronto y como no hay farolas en la calle tenemos que caminar a tientas. Hay accidentes a menudo; atropellos. Mi vieja y aburrida vida rutinaria parece un sueño, algo irreal del pasado. Ahora fantaseo con regresar a aquella existencia tediosa de antes de la guerra. Los precios de las tiendas han subido mucho. Por ejemplo, cuando llegué a Kryvyi Rih, 10 huevos de gallina costaban 15 grivnas. Ahora alcanzan las 280. Es posible que esto se deba a que en la granja de Svyatogorsk, donde había 8.000 pollos, solo quedaron 50 debido a los constantes bombardeos".

"No tengo suficiente dinero para permitirme comprar alimentos porque mi salario como profesor de español no alcanza ni para pagar el alquiler", prosigue. "Ahora recibo 2.000 grivnas [53,70 euros al mes], así que me quedo todo el tiempo en casa solo y me alimento de pan. Pero no quiero quejarme, porque no me puedo rendir. No tengo derecho a quejarme. Hay personas que han perdido sus brazos y sus piernas o incluso a sus familiares más queridos. Lo único que me preocupa es mi familia. Confío en que lo mío sea temporal y, entre tanto, trato de ganar algún dinero adicional vendiendo sellos. ¿Crees que podrías ayudarme?".

placeholder Los ucranianos hicieron cola para comprar los sellos dedicados al hundimiento del buque ruso Moscú. (Cedida)
Los ucranianos hicieron cola para comprar los sellos dedicados al hundimiento del buque ruso Moscú. (Cedida)

Desde que comenzó el conflicto, las nuevas ediciones postales ucranianas se han comercializado en todo el mundo. Algunos sellos han sido especialmente celebrados porque recordaban ciertos hitos especiales. "Uno de los más famosos fue el del puente de Crimea", explica Vladislav. "De la misma manera que se difundió la idea de la insumergibilidad del barco de vapor, Rusia construyó el mito de que el puente de Crimea es un símbolo de la conexión eterna de la Crimea ucraniana con Rusia. No todo el mundo entiende la importancia simbólica de que infligiéramos un daño en esa infraestructura. De eso va ese sello".

Detrás de cada estampa hay una historia que el chico conoce bien. "Hay otros dos particularmente interesantes de los que he vendido también series: el del crucero Moscú y el del perro Patrón. El del buque de guerra lo puso en circulación Ukrposhta en abril de 2022. El texto que lo acompañaba hablaba por sí solo: 'Buque de guerra ruso, vete a la...'. Hundirles esa nave fue la respuesta de los defensores de la Isla de la Serpiente a la oferta de rendición realizada por los rusos. Si lo piensas, fue una de las páginas más brillantes de la historia de nuestra resistencia", explica el profesor.

Vlad prosigue narrando lo que aparece en los sellos: "En cuanto a Patrón, ¿quién no le conoce? En 2020, el jefe del grupo pirotécnico del Servicio Estatal de Emergencia de Ucrania en la región de Chernihiv le regaló un cachorro de terrier a su hijo. El perro estaba siendo preparado para exhibiciones, pero la guerra a gran escala hizo ajustes: Patrón mostró habilidades de búsqueda, convirtiéndose así en un zapador-bloguero, un favorito de los ucranianos y un símbolo de la resistencia. El perro no solo ayuda en las labores de desminado, sino que también visita a los niños en los hospitales y a menudo está presente en conferencias de prensa y reuniones con líderes extranjeros. Ese sello que yo vendo está dedicado al perro de rescate más famoso del mundo".

placeholder La serie dedicada a Patrón ha sido una de las más populares. (Cedida)
La serie dedicada a Patrón ha sido una de las más populares. (Cedida)

Al igual que Patrón, es posible que el rostro de Vladislav resulte familiar a varios millones de españoles. En enero pasado, colaboró, entre otros, con una productora que viajó hasta Donetsk a instancias de Telecinco y llegó a salir varias veces en directo en El programa de Ana Rosa. Ya iniciada la guerra, protagonizó también portadas en medios españoles, donde confesaba sin complejos que la idea de que le obligaran a luchar le parecía espeluznante. Su testimonio era un puñetazo al estómago de los estereotipos patrióticos de un país barrido por un tsunami de devoción a la bandera. De lo que carecía Vlad no era de amor por su nación, sino del anhelo de perder la vida combatiendo. Varios miles más de jóvenes se ocultaron, al igual que él, de los agentes del Gobierno que reclutaban a los chicos por las calles.

Algo antes del verano, Vladislav consiguió una beca completa para cursar un máster en una conocida universidad privada de Madrid, pero a pesar de que lo intentó de todas las maneras posibles, nunca pudo burlar la vigilancia fronteriza y la ley de su país para alcanzar España. A la postre, quedó atrapado, como tantos otros. Ningún varón mayor de 18 o menor de 55 puede salir de Ucrania, ni aunque esté en disposición de demostrar, como es su caso, que es un estudiante genuino. Ha sido literalmente secuestrado por el Kremlin y por las leyes bélicas impuestas por Kiev.

Para este profesor de español, vender series filatélicas es la única forma que ha encontrado de mantener a flote a su familia. Es un hecho que los sellos son hermosos en sí mismos, más allá de su significación o su valor. Los propios ucranianos han celebrado estas nuevas colecciones formando colas a las puertas de las oficinas postales cada vez que una estampilla nueva se ponía en circulación. El interés ha transcendido las fronteras. De una parte, son muchos los países que han dedicado sus propios sellos a la lucha de Ucrania por su liberación, y entre ellos, España. Y de otra, han surgido compradores en todo el orbe que han multiplicado casi de inmediato su precio real por muchos cientos.

"Es normal que los coleccionistas españoles y del resto de Occidente los estén adquiriendo", afirma Vladislav. "He visto sellos en EBay por los que se pagaban dos mil dólares. Yo los vendo uno a uno, más que vender las series, y el precio de salida orientativo es de unos 150 dólares. Estoy seguro de que subirán aún más en el futuro y que hay gente que los compra, por decirlo de algún modo, con fines especulativos. Los ucranianos ahora estamos haciendo historia con nuestras propias manos y esos sellos reflejan lo ocurrido. En este momento, Ucrania está destruyendo los mitos del 'invencible segundo ejército del mundo' y de la 'fuerza y coraje del pueblo ruso'. Ucrania ha mostrado cuán miserable e inmaduro resultó ser el heredero de la URSS y cuán insignificante ha resultado ser Putin. Estos sellos postales se valorarán en el futuro de la misma manera que ahora se valoran las cosas de la Segunda Guerra Mundial. Pero solo comprándolos durante el conflicto ayudarás directamente a las personas afectadas por la invasión y contribuirás a la victoria ucraniana sobre el mal mundial".

Foto: Ucranianos sostienen pancartas y ondean banderas durante una concentración de apoyo al despliegue de tanques Leopard. (EFE/Olivier Hoslet)
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Otros dos sellos muy populares fueron el de "¡Gloria a las Fuerzas Armadas de Ucrania!" y, “¡Buenas noches, somos de Ucrania!". Hoy en día, periodistas, funcionarios y militares inician sus transmisiones repitiendo esas últimas palabras. Varias canciones las incorporan igualmente a sus estribillos. "Se volvió icónico por razones obvias", dice Vladislav. "Lo que muestra es un episodio que sucedió en una aldea de la región de Jersón al principio de la guerra. Es posible que lo recuerdes. Me refiero a cómo los gitanos ucranianos amarraron un tanque a un tractor y se lo llevaron en dirección desconocida. Uno de los soldados rusos corrió tras el equipo, pero no pudo alcanzarlo. Es uno de los símbolos más amistosos y divertidos del conflicto".

"¿Sabes? Mi vida se detuvo el 24 de febrero de 2022. Ahora vivo para el hoy. Ya no existe el mañana, ni los días de la semana, ni los meses, ni las estaciones. Mi existencia se ha detenido. Mi existencia es horrible. Me quitaron el derecho incluso de estudiar, aunque tenía una beca para viajar a vuestro país. Debido al constante bombardeo de las plantas de electricidad, no tenemos ya luz, ni agua, ni cobertura telefónica, ni calefacción. Camino con ropa de invierno por mi apartamento. Vendo sellos porque no puedo sentarme a contemplar cómo sobrevive mi familia sin hacer nada. Ni siquiera concibo mi existencia sin ellos; mi abuela, mi padre y mi gato Kuzma son los seres que más quiero en el planeta. Esto es un verdadero infierno y yo quiero ser útil. También quiero a los soldados que luchan por nuestra ciudad y nuestro país. Bajmut se ha convertido en la nueva Mariúpol, en el punto más caliente de Ucrania. No hay una región donde se concentren más soldados o más artillería rusa. Parte del dinero que gane con los sellos va a ir destinado a nuestro ejército y a una organización de animalistas de Bajmut que se dedica a rescatar a perros y gatos callejeros. Vendo también tarjetas y el sobre dedicado a Putin con el texto de Bienvenidos al infierno".

"Por fin he conseguido sacar a mi padre, a mi abuela y a mi gato de Bajmut", dice el ucraniano Vladislav Bezkorovainyi en un perfecto castellano. La ciudad que menciona se encuentra situada a solo 89 kilómetros de la capital del óblast de Donetsk. Al principio del conflicto, tenía poco más de 70.000 habitantes. Actualmente, es el epícentro de la lucha entre rusos y ucranianos, y su población ha caído casi a cero.

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