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Cae (por segunda vez) el hijo del Chapo Guzmán: radiografía de la espiral criminal de México
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Violencia y descontrol

Cae (por segunda vez) el hijo del Chapo Guzmán: radiografía de la espiral criminal de México

Hace tres años, las fuerzas de seguridad mexicanas capturaron al hijo del 'Chapo' Guzmán y líder de su organización criminal, pero Amlo lo liberó de inmediato. Ahora, ha caído de nuevo

Foto: Casquillos de bala en el suelo tras la detención de Ovidio Guzmán. (EFE/Juan Carlos Cruz)
Casquillos de bala en el suelo tras la detención de Ovidio Guzmán. (EFE/Juan Carlos Cruz)

La violencia en México se puede entender gracias a dos máximas. La primera, la escribió premonitoriamente, en 1972, José Emilio Pacheco (Premio Cervantes, 2009) y dice: "… en México siempre que se busca un cadáver aparecen muchos otros en el curso de la pesquisa". La segunda es, por supuesto, que la realidad supera siempre a la ficción (incluidas las narcoseries de Netflix).

El jueves 5 de enero, tras un largo y planeado operativo de las fuerzas de seguridad mexicanas, fue capturado Ovidio Guzmán (de 32 años, y también conocido como El Ratón), el hijo y heredero del emporio criminal del que, en su día, fue el capo más buscado del mundo, es decir, de Joaquín Guzmán Loera (El Chapo Guzmán). No fue la primera vez que las autoridades del país intentaron su detención: ya lo habían hecho (y casi logrado) a finales de 2019, pero la violenta respuesta, con armamento del más alto calibre, de los criminales hacia la ofensiva del ejército mexicano doblegó la voluntad de Andrés Manuel López Obrador y él mismo ordenó la inmediata liberación del hijo del Chapo. Entonces, la respuesta oficial fue que se le dejó en libertad para evitar una masacre innecesaria. Y, en ese contexto, el presidente mexicano espetó una de las frases más desatinadas de su mandato: "Abrazos, no balazos". Pero, en esta ocasión, el joven narcotraficante sí fue detenido en Sinaloa (la cuna del narcotráfico) y ha sido trasladado a la Ciudad de México, en espera del dictamen sobre su extradición a Estados Unidos, algo que supondría la misma suerte de su padre (hoy condenado a cadena perpetua en una prisión estadounidense de máxima seguridad). Por el momento, el canciller Marcelo Ebrard ha asegurado que no será una extradición fast-track y que llevará el tiempo necesario que los procedimientos judiciales requieran. Así las cosas, hasta el momento.

Foto: Vehículos calcinados tras los enfrentamientos de fuerzas federales con grupos armados, en la ciudad de Culiacán, estado de Sinaloa (México). (EFE/Juan Carlos Cruz)

Pero el origen del la espiral de violencia en México no comenzó ni ha finalizado con este caso. Recordemos las palabras de Pacheco: cuando se busca un cadáver aparecen muchos más en el camino. Este es sólo un capítulo más en la interminable historia del hampa que ha redefinido las relaciones entre México y Estados Unidos, una que, por cierto, ya se ha cobrado la vida de más de 350.000 personas (entre 2006 –año en el que el entonces presidente Felipe Calderón declaró una guerra abierta y frontal al narcotráfico– y 2021), y de las cuales 72.000 siguen desaparecidas, como así lo aseguran José Luis Pardo Veiras (coautor de ‘Narcoamérica’) e Íñigo Arredondo, coordinador de la Unidad de Investigación del diario El Universal.

La violencia en México lleva décadas descontrolada y varias fuentes académicas y expertas en la materia coinciden en que el asesinato de Enrique ‘Kiki’ Camarena, ocurrido en 1985, agente secreto de la DEA (Drug Enforcement Agency, por sus siglas en inglés), es el inicio de una intensa y crítica relación bilateral en la que la captura de algún capo nunca supone el final del un cartel (o del problema del narcotráfico) sino la redefinición en las estructuras internas del aparato criminal. El ejemplo más claro de esa hipótesis es el asenso de El Chapo Guzmán, y la consolidación de su cártel de Sinaloa desde principios de la década de los noventa (además del fortalecimiento de otros carteles como el de Juárez, el del Golfo, y el de Tijuana), tras la caída y detención de sus jefes, Miguel Ángel Félix Gallardo (considerado como el precursor del narcotráfico en México) y de su socio Rafael Caro Quintero (ambos, investigados y perseguidos por el mismo Camarena y a quienes se les adjudica, entre otros sospechosos, el brutal asesinato. Por cierto, ese caso sigue abierto).

Foto: México detiene a Ovidio Guzman, hijo de 'El Chapo'. (Reuters/Raquel Cunha)

Supongamos que ese fue el inicio, pero ¿y el posible final? Ningún político o académico ha sido capaz de vislumbrarlo. Las estructuras y los ‘tronos’ se han recompuesto en múltiples ocasiones: desde finales de los ochenta, los hermanos Arellano Félix y Amado Carrillo (el ‘Señor de los cielos’) dominaron el tráfico de cocaína procedente de Colombia hacia Estados Unidos, pero ya a partir del año 2000, el imperio criminal del Chapo Guzmán tejió sus redes más allá del país vecino del norte y se fue expandiendo hasta Argentina, España, Italia, China y otros destinos. De hecho, un reportaje del diario mexicano Milenio reveló hace un mes que Qatar es una de las 'plazas' (territorios con exclusividad de operación) del cártel de Sinaloa: la pieza sostiene que existe una alianza entre los narcotraficantes sinaloenses y Hezbolá, y que, además de cocaína y anfetaminas, otra de las principales drogas traficadas hacia la ex sede mundialista es el captagón, un estimulante capaz de impedir el sueño por más de 36 horas, y altamente consumida por yihadistas.

Quizá el único que ha propuesto una vía para perseguir (y debilitar) al crimen organizado mexicano es el académico Felipe Curcó, quien en su libro La Guerra Perdida: dos ensayos críticos sobre la política de seguridad en México 2006-2010 lanza la hipótesis de que sólo activando los mecanismos legales e internacionales para perseguir el lavado de dinero es posible asestar un golpe certero al hampa (además, sostiene que el narcotráfico sólo es una de las 22 actividades delictivas del crimen organizado, además de la trata de personas, tráfico de armas, piratería, etcétera).

En pocas palabras, el rostro tras las rejas del o los capos en turno no es una garantía de que la famosa guerra contra el narcotráfico, liderada por los gobiernos estadounidense y mexicano, tenga un final cercano.

Incertidumbre por los vacíos de poder tras la detención

Son las 23:00 horas en una discoteca moderna en la capital del país. La mayoría de la gente bien podría haber salido de Malasaña, en Madrid, o del centro de Barcelona. Suenan éxitos de bandas chillwave, nueva electrónica, y algún reggaetón. Treintañeros y cuarentones inundan el lugar con copas de botellas premium. Y ver a algún/a esnifando una línea de cocaína sobre la mesa no parece algo extraño.

Pero el intríngulis del asunto no es la tolerancia al consumo público de droga sino el origen de la misma. A la entrada de los sanitarios se encuentra un sujeto con billetes entre los dedos, y es él mismo quien vende cocaína y controla su venta. "Aquí no puedes llegar con tu propia dosis y metértela por la nariz. Si vas a consumir, la tienes que comprar aquí, sólo aquí", cuenta uno de los clientes del lugar a El Confidencial. La pregunta es, ¿quién controla esa venta y ese consumo? La respuesta: La Unión Tepito, uno de los cárteles de la capital mexicana con más fuerza, y que, aunque el último año se ha debilitado, recientemente formó una alianza con el Cartel Jalisco Nueva Generación (uno de los más peligrosos, sanguinarios, poderosos, y con células operativas por todo el mundo) llamada La Nueva Alianza. Grosso modo, la venta y el consumo de cocaína, hasta ahora, tienen exclusividad.

"El problema no es que Ovidio haya sido capturado, sino saber si seguirá operando o no"

Pero eso sucede en los bares y discotecas de las zonas más elitistas; en el México profundo, la realidad es mucho más compleja.

Pirulo (pseudónimo) bromea con uno de sus empleados, y come alguna fritanga a deshoras. Él, por el momento, atiende su negocio: un local de venta de autopartes en una zona obrera del centro de la Ciudad de México. Es vecino de toda la vida de su barrio (uno bastante conflictivo), y él y su familia gozan del respeto tanto de los vecinos como de los criminales que operan por allí. Guarda una pistola calibre 45 en el cajón, la muestra y dice que armas así "se agarran con las manos, pero se truenan (disparan) con los huevos".

Su familia, durante décadas, ha lidiado con los traficantes de cocaína (desde los narcomenudistas más desesperados hasta con líderes de cárteles), conocen cómo funciona ese negocio, y, por el momento, han logrado no ser víctima de extorsiones, ataques o a ser obligados a convertir su local en uno de narcomenudeo, salvo en una ocasión. Y, sobre todo, Pirulo y su familia saben que la cocaína, desde hace muchos años funciona como una divisa en la capital mexicana.

"En esa ocasión, mi papá sacó del local a los narcos a punta de pistola y a golpes, y afortunadamente no pasó nada grave"

"El problema no es que Ovidio haya sido capturado, sino saber si seguirá operando o no. Porque alguien tendrá que llenar ese vacío de poder. ¿Entiendes?", charla con este reportero. "El problema es que cada vez que capturan a un capo o a un narcotraficante importante las estructuras internas de poder dentro de los carteles se reorganizan y eso siempre genera más violencia y caos", opina. Para él, que convive con narcomenudistas a diario, la captura del heredero del cartel de Sinaloa es algo preocupante más que una buena noticia. Luego recuerda la polémica captura de Edgar Valdez Villareal ‘La Barbie’, en 2010, y cuenta que a raíz de ese hecho, cuando había un vacío de poder en el control del tráfico de cocaína en la capital mexicana, su familia y muchos vecinos trabajadores de la zona sí que fueron amedrentados por micro bandas criminales nacientes. "En esa ocasión, mi papá sacó del local a los narcos a punta de pistola y a golpes, y afortunadamente no pasó nada grave. Cuando un narco cae no es buen augurio para nadie. Sólo es parte del discurso de los políticos. Ellos quedan bien, pero nosotros, los que trabajamos para poder comer pagamos las consecuencias", sostiene Pirulo.

Una captura histórica en la víspera de la visita de Biden

Las relaciones entre México y Estados Unidos se han visto ensombrecidas por el narcotráfico en no pocas ocasiones. Eso no es noticia, pero lo que sí es que la detención de Ovidio Guzmán sucedió en la víspera de la visita de Joe Biden a México para la Cumbre de Líderes de América del Norte, en la que se reunirá con López Obrador y Justin Trudeau, donde está previsto que atiendan temas de cooperación y desarrollo, migratorios, entre otros.

Según las declaraciones de Ramón Celaya Gamboa, experto en temas penales y de seguridad nacional, en una radio nacional, la detención del hijo de El Chapo Guzmán fue el resultado de un operativo muy importante porque "es un mensaje muy claro para el resto de carteles de que no son intocables y tampoco invencibles". Aún así, aseguró que no se debe menospreciar la capacidad de influencia y del poder de los criminales, ya que esta detención supondrá pugnas internas dentro de la organización criminal por asumir el nuevo liderazgo. No obstante, consideró que "es la ruta correcta", y que, definitivamente, es una casualidad el hecho de que el exitoso operativo coincidiese con la visita del presidente estadounidense. Sus palabras son altamente oficialistas y recuerdan a las de Luis Cresencio Sandoval, secretario de la Defensa, que aseguró que esta detención es un duro golpe a la cúpula del narcotráfico mexicano.

Sin embargo, políticos de la oposición al gobierno de López Obrador, como el ex presidente Vicente Fox, no creen que sea casualidad este hecho, e incluso han publicado en Twitter: "¿Ovidio será el regalo para Biden?".

Las vías de acceso a los principales aeropuertos fueron bloqueadas por grupos criminales afines al cartel de 'El Chapo'

Por último, la visita del presidente estadounidense no es la única coincidencia. Los juicios contra Genaro García Luna, ex secretario de Seguridad Pública durante el mandato de Felipe Calderón (2006-2012), acusado de nexos con el narcotráfico, comenzarán el lunes 9 de enero. Es decir, la detención de Ovidio cayó también en vísperas de un proceso judicial contra una de las piezas clave en el entramado de corrupción entre el gobierno mexicano y las organizaciones criminales. Y es que justo a seis días del inicio del juicio, fiscales estadounidenses presentaron pruebas con las que aseguran que el ex funcionario mexicano traficó drogas hacia Estados Unidos en contubernio con el cartel de Sinaloa; según un reportaje del diario Milenio, García Luna está acusado de haber permitido el tráfico de más de 52 toneladas de cocaína hacia Estados Unidos entre 2002 y 2008.

El jueves, tras el operativo, una oleada de violencia colapsó a Sinaloa. Las vías de acceso a los principales aeropuertos fueron bloqueadas por grupos criminales afines al cartel de El Chapo, los vuelos fueron cancelados, y las autoridades locales pidieron a la población no salir de sus casas. Las escuelas suspendieron actividades, así como algunos hospitales cancelaron consultas, y se reportaron múltiples saqueos en distintos centros comerciales. La jornada terminó con 6 asesinatos, 29 heridos (la mayoría de la Guardia Nacional), y 250 vehículos robados.

Desde el 8 de marzo de 2022 el embajador de México en España es Quirino Ordaz Coppel, que fuera gobernador de Sinaloa entre 2017 y 2021

Desde hace cuatro décadas, Sinaloa es el epicentro del crimen organizado en México.

Desde el 8 de marzo de 2022 el embajador de México en España es Quirino Ordaz Coppel, que fuera gobernador de Sinaloa entre 2017 y 2021. Fue propuesto para ese cargo, a pesar de su inexperiencia diplomática, por Andrés Manuel López Obrador, quien, por cierto, ha insistido en que las relaciones diplomáticas entre ambos países están pausadas.

La violencia en México se puede entender gracias a dos máximas. La primera, la escribió premonitoriamente, en 1972, José Emilio Pacheco (Premio Cervantes, 2009) y dice: "… en México siempre que se busca un cadáver aparecen muchos otros en el curso de la pesquisa". La segunda es, por supuesto, que la realidad supera siempre a la ficción (incluidas las narcoseries de Netflix).

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