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La caída de la gran promesa africana: diez años de crecimiento, dos para despeñarse
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El gran sueño de Etiopía

La caída de la gran promesa africana: diez años de crecimiento, dos para despeñarse

El acuerdo de paz firmado en Johannesburgo puede poner fin a dos años de conflicto que han acabado con la imagen exterior del país como 'hub' diplomático y polo de crecimiento económico

Foto: Vista general de Adís Abeba. (Reuters/Tiksa Negeri)
Vista general de Adís Abeba. (Reuters/Tiksa Negeri)

El 10 de diciembre de 2019, Abiy Ahmed Ali subió al estrado en Oslo para recibir el Premio Nobel de la Paz. El título del discurso de aceptación del primer ministro etíope era "Forjar una paz duradera en el Cuerno de África", y en él recordó sus vivencias en el conflicto con el país que ahora hacía las paces: "La guerra es el epítome del infierno… produce hombres amargados. Hombres sin corazón y salvajes".

Por aquel entonces, Etiopía vivía un momento de esperanza tras la llegada de un líder que en año y medio como primer ministro había restablecido relaciones diplomáticas rotas durante casi tres décadas con la vecina Eritrea, había dado pasos para traer de vuelta a presos políticos exiliados y prometía liberalizar una economía hasta entonces fuertemente estatalizada para espolear el crecimiento del país. "Su apoyo al principio fue abrumador. La gente lloraba viéndolo en la televisión, sus discursos se vendían a la vista y era una superestrella", asegura el periodista etíope Samuel Getachew. Menos de un año después, Ahmed se convirtió en ese hombre amargado, sin corazón y salvaje que él mismo describió al declarar la guerra al Frente de Liberación Popular de Tigray (FLPT) y atacar militarmente la región norte de su propio país, controlada por las milicias del frente.

Foto: Trabajadores de la construcción en la Gran Presa del Renacimiento Etíope. Imagen de archivo. (Reuters/Tiksa Negeri)

En menos de tres años, Ahmed ha pasado de liderar la gran promesa del crecimiento africana a ser acusado de crímenes de guerra por la ONU, de limpieza étnica por Estados Unidos y de causar un "riesgo de genocidio" por el director de la Organización Mundial de la Salud, Tedros Adhanom Ghebreyesus, etíope y natural de Tigray. A pesar de la falta de información oficial por el bloqueo del acceso a la región, investigadores de la Universidad de Gante estiman que el conflicto ha causado ya en torno a 600.000 víctimas entre muertos en combate y fallecidos por inanición y por falta de acceso a sanidad. El conflicto condensa todo lo que ha salido mal en el proyecto modernizador de Abiy para Etiopía, de lo económico a lo social o geopolítico.

Un drama humanitario que parece tener fin

En un vídeo distribuido por internet, un hombre intenta rescatar a una mujer, atrapada entre los escombros de cadera para abajo. Durante poco más de dos minutos, las imágenes muestran a madres llorando y cuerpos cubiertos de escombros tras lo que aparenta ser una gran explosión. Estas son las únicas imágenes del bombardeo aéreo con drones que dejó al menos seis muertos del pasado 27 de septiembre en la ciudad de Adi Daero, en Tigray.

La región rebelde ha estado bloqueada durante toda la guerra, lo que ha dificultado el acceso a la información. "Lo que ha ocurrido en el campo de batalla se desconoce", asegura Samson Berhane, redactor jefe del diario etíope The Reporter, quien tiene remordimientos: "Debo ser honesto. Al no revelar lo que ha ocurrido en Tigray, hemos faltado a nuestro deber como periodistas", añade.

A pesar de ello, los números que han podido recopilar organismos de Naciones Unidas como la OMS o el Programa Mundial de Alimentos ponen en contexto la catástrofe humanitaria: 5,2 millones de personas en Tigray están en necesidad de ayuda humanitaria, un 75% de la población, con medio millón al borde de la hambruna, además de haber más de dos millones de desplazados.

Foto: Miembros de milicias de la región Amhara rumbo a Tigray. (Reuters)

El pasado 2 de noviembre, ambas partes firmaron en Sudáfrica un acuerdo de paz auspiciado por la Unión Africana, tan solo una semana después de que la OMS denunciara que solo un 9% de los hospitales estaban operativos y que la región se había quedado sin vacunas, insulina y antibióticos.

El fracaso a los cinco meses del primer alto al fuego decretado en marzo, anunciado como una tregua para poder entrar ayuda humanitaria, no sientan un buen precedente para asegurar que se mantenga la frágil paz, pero en Etiopía hay esperanza. "La mayoría de etíopes confía en que la paz prevalecerá tras el acuerdo. Por primera vez vemos compromisos por ambas partes", asegura Berhane.

Los analistas internacionales ven el acuerdo de paz más como una rendición del FLPT y no se fían del líder etíope, que ha celebrado el acuerdo como una "victoria histórica". "La cuestión es si Estados Unidos y Europa dan a Ahmed el beneficio de la duda y de nuevo le permiten retomar la opción militar", asegura Alex de Waal, profesor de la Universidad de Tufts. El FLPT ha aceptado desarmarse en un mes y entregar el control de la región al gobierno federal. A cambio, el gobierno federal en Adís Abeba les quitará la etiqueta de grupo terrorista y restablecerá los servicios cortados de electricidad, agua, telecomunicaciones y banca.

De la ilusión internacional al desencanto

La posición de debilidad del FLPT y la presión internacional liderada por Estados Unidos ha sido vital para poder llegar a un acuerdo. Tras la caída del comunismo en el país en 1991, Estados Unidos se posicionó como un aliado vital del nuevo Estado etíope liderado por el propio FLPT, que durante décadas habían mantenido el control de la política etíope, pese a representar a apenas un pequeño porcentaje de la población étnicamente. Aunque el férreo control económico estatal siempre causó fricción, el estratosférico crecimiento del país desde 2004, superando la mayoría de años los dobles dígitos y aumentando el PIB per cápita de 136 a 944 dólares al mes en 2021, supuso que pasara por alto la represión política.

La llegada de Ahmed —que significó una cesión por parte del FLPT— en 2018 fue vista con buenos ojos desde Occidente, que veían en él un hombre con un discurso demócrata, pacificador y una agenda económica aperturista. Ahmed prometió liberalizar el mercado y dar la bienvenida a inversores internacionales para pasar a ser una referencia industrial en el continente. La apuesta por aumentar la contribución de las manufacturas de un 6,8% del PIB en 2020 a un 17,5% en una década, el éxito empresarial y de conectividad de Ethiopian Airlines, la aerolínea más grande de África, y las promesas de liberalizar el sector de telecomunicaciones, hacían de Etiopía la gran potencia africana.

Sin embargo, dos años después esa consideración se ha esfumado. El gobierno solo ha dado una licencia de telecomunicaciones y el aperturismo parece haber pasado a un segundo plano con una guerra civil que ha disparado la inflación por encima del 30%, reduciendo la confianza de inversores.

Foto: La Gran Presa del Renacimiento Etíope (GERD) en el Nilo. (Gobierno Etíope)

La cruel guerra en Tigray le quitó también todo el rédito internacional y ha tensado las relaciones con socios como Estados Unidos. El expresidente Donald Trump cortó 100 millones de ayuda al desarrollo por el conflicto por la Gran Presa del Renacimiento con Egipto, buscando forzar un acuerdo que no llegó. Cuando Joe Biden entró al gobierno, levantó las sanciones y en enero de 2021 intentó mejorar las relaciones diplomáticas, pero un mes después, al ver que no conseguía ningún acuerdo, impuso restricciones de visado a personalidades políticas etíopes. Tras fracasar el primer alto al fuego que había orquestado la Casa Blanca en secreto, Biden amenazó a finales de 2021 con cortar de nuevo la ayuda al desarrollo e imponer sanciones a todas las partes del conflicto, tensando todavía más la cuerda con un Ahmed que llegó a criticar las potenciales sanciones como "impulsos neocoloniales".

Ahora, Estados Unidos y la Unión Europea han apoyado el alto al fuego de la Unión Africana, dándole una nueva oportunidad a Ahmed. "Estados Unidos y la mayoría de los europeos siguen fantaseando con que Ahmed es redimible y que Etiopía puede recuperar su condición de socio favorito de las naciones occidentales", dice De Waal. Sin embargo, el analista considera que cometen dos errores: "Uno es pensar que Ahmed puede cambiar. La otra es confundir la continuidad del liderazgo con la estabilidad del Estado".

Etiopía, vital para el Cuerno de África

Tras la firma del acuerdo de paz queda por ver cómo se vuelve a organizar un país donde los estados regionales tienen mucho poder y las tensiones étnicas no solo se desenvuelven en Tigray, sino también en la región de Oromia, que acumula la mayoría de la población del país y se rebela contra el proyecto unificador y centralista de Ahmed, que es de su propia etnia.

De Waal predice que el poder del gobierno central se centrará en la capital, pero reducirá su presencia más allá en un país con decenas de etnias y poderes regionales. Sin embargo, Getachew considera que el proyecto de país sobrevivirá a la guerra: "Hay muchos que no quieren que fracase desde su propio interés, incluida la Unión Europea, que teme que una nación fallida con una población de 120 millones de personas se convierta en sus futuros migrantes", afirma el periodista.

Foto: Imagen de la cooperante española María H., que ha sido asesinada junto a otros dos compañeros etíopes, todos empleados de Médicos Sin Fronteras (MSF). (EFE)

La estabilidad de Etiopía es vital no solo por sí misma, sino por su importancia estratégica en el Cuerno de África. "La batalla en Tigray ha debilitado los esfuerzos de muchos países, incluida Etiopía, en la lucha contra [el grupo terrorista islámico] Al-Shabab", asegura Berhane. El grupo yihadista somalí ha acabado en diez años con más de 4.000 vidas, según estimaciones.

En los últimos meses, la organización terrorista afiliada a Al-Qaeda ha aprovechado la crisis del gobierno somalí y etíope para aumentar su poder y se estima que cuenta con hasta 12.000 soldados y recauda 120 millones de dólares al año. "La comunidad internacional es consciente de que si Etiopía no tiene estabilidad, la zona se convertiría en refugio para terroristas, poniendo en peligro tanto su propia seguridad como el orden mundial", continúa el redactor jefe de The Reporter.

El acuerdo de paz alcanzado en Johannesburgo es un paso necesario para devolver la estabilidad a Etiopía, y aunque más de una semana después todavía no haya entrado ninguna ayuda humanitaria a la región de Tigray, los locales confían. "El camino será difícil y reconstruir una nación nunca es fácil, pero Etiopía prevalecerá", señala Getachew.

El 10 de diciembre de 2019, Abiy Ahmed Ali subió al estrado en Oslo para recibir el Premio Nobel de la Paz. El título del discurso de aceptación del primer ministro etíope era "Forjar una paz duradera en el Cuerno de África", y en él recordó sus vivencias en el conflicto con el país que ahora hacía las paces: "La guerra es el epítome del infierno… produce hombres amargados. Hombres sin corazón y salvajes".

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