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"Trump ganó en 2020". No lo dicen cuatro locos, sino 345 candidatos en EEUU
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El bulo que no para de crecer

"Trump ganó en 2020". No lo dicen cuatro locos, sino 345 candidatos en EEUU

Una parte importante de los candidatos republicanos en las elecciones de medio mandato de este martes 8 de noviembre dicen estar convencidos de que a Trump le quitaron ilegalmente la presidencia

Foto: Gorras en las que se lee "Trump ganó" vendidas en la convención republicana de Carolina del Norte. (Reuters/Jonathan Drake)
Gorras en las que se lee "Trump ganó" vendidas en la convención republicana de Carolina del Norte. (Reuters/Jonathan Drake)

El bulo del supuesto fraude electoral de 2020, con el que se justificó el asalto al Capitolio incitado por Donald Trump, no solo no ha muerto, sino que está dispuesto a vivir un segundo periodo de auge, uno institucional. Parte de los candidatos republicanos que aspiran a ocupar puestos estatales y federales en las elecciones de medio mandato, el martes 8 de noviembre, dicen estar convencidos de que a Trump le quitaron ilegalmente la presidencia. Un embuste que, de arraigarse en las instituciones, puede allanar el terreno para nuevas turbulencias democráticas.

Estos "negacionistas electorales" compiten por 19 cargos de gobernador, 10 de fiscal general y 12 de secretarios de Estado, el puesto responsable de supervisar los procesos electorales en cada circunscripción. El cómputo total de candidatos que han expresado opiniones negacionistas, si sumamos las carreras parlamentarias federales y estatales, es de 345. Todos ellos republicanos. El Brookings Institution, además, ha asignado a cada aspirante, en función de los sondeos disponibles, una probabilidad de victoria. El 59% (199 candidatos) tiene altas posibilidades de ganar (ventaja mínima del 10% en las encuestas); el 41% restante se divide por la mitad entre aquellos que tienen posibilidades bajas y aquellos que están casi empatados.

Foto: Los asaltantes, en el interior del Capitolio de los Estados Unidos. (EFE/Jim Lo Scalzo)

Las razones por las que estos negacionistas se aferran a un bulo que ha sido, desde el principio y durante estos dos años, rigurosamente desmontado, pueden ser fundamentalmente dos. Por un lado, Estados Unidos está cada vez más dividido en distintas cajas de resonancia que no tienen nada que ver entre sí, de manera que uno puede vivir fácilmente en un mundo donde los medios digitales, las cuentas de Twitter, los amigos de Facebook, la familia y los vecinos ofrezcan la misma visión de la realidad. Aunque sea una visión trucada, basada en mentiras demostrables.

Una encuesta de YouGov y The Economist, publicada en marzo, reflejaba que las teorías conspirativas más populares de los últimos dos o tres años convergían en el mismo grupo de norteamericanos. Si uno creía, por ejemplo, que el liderazgo del Partido Demócrata dirige una red de tráfico sexual de menores, es muy probable que creyese, también, que las vacunas causan autismo, que el covid-19 es un bulo para derrotar a Donald Trump y que al expresidente le robaron las elecciones en 2020. La proporción de votantes estadounidenses que cree en QAnon, el movimiento digital extremista que aglutina estas hipótesis delirantes, ronda el 15-20%.

La segunda posible razón, más prosaica, es que, para contar con la bendición oficial de Donald Trump, que todavía conserva algo del toque Midas para elevar carreras políticas republicanas, hace falta abrazar su teoría del fraude. Tal ha sido el caso de muchos de los que han logrado asegurar la nominación en las recientes primarias. Congresistas como Marjorie Taylor Greene, Lauren Boebert, Mayra Flores o Sam Peters, elegidos en 2020, han diseminado algunos de los bulos relacionados con QAnon, incluyendo el del presunto fraude electoral. Otros neófitos que aspiran a gobernadurías, escaños, etcétera, optaron por la misma estrategia: adoptaron el bulo, fueron respaldados por Trump y ganaron sus respectivas primarias.

Foto: El gobernador de Florida, Ron DeSantis. (Reuters/Crystal Vander Weiter)

La concentración de candidatos negacionistas difiere por estado. Algunos, como Delaware, Iowa o Kentucky, solo tienen uno. Otros, como Míchigan, suman 24. Los estados con mayor proporción de aspirantes que diseminan la falsedad del fraude electoral en 2020 son Pensilvania y Arizona, con más de 30 cada uno.

"Si queréis atravesar la línea de meta, tenéis que pegar con más fuerza en esa cosa concreta", declaró Donald Trump durante un mitin en Arizona, donde puso de ejemplo a la candidatura a gobernadora republicana, Kari Lake. ¿Y cuál era cosa concreta? "Mirad a Kari. Kari está ganando con muy poco dinero. Y, si alguien le pregunta, ¿qué tal la familia?, ella dice que las elecciones fueron corrompidas y robadas. Si jugáis suave, perderéis. Vais a perder las bases", añadió Trump.

A Kari Lake ya le había quedado claro el mensaje, pues se ha convertido en una de las mayores defensoras de la mentira y ha conminado a otros republicanos a sumarse al grupo. Un salto llamativo, ya que Lake, que fue presentadora de televisión durante 30 años, pasó de donar dinero a los demócratas y votar a Barack Obama en 2008 a liderar manifestaciones contra el uso de la mascarilla, defender el consumo de hidroxicloroquina y cuestionar la efectividad de las vacunas. "Sé que Dios me dio el coraje para dejar mi trabajo", declaró Lake en uno de sus mítines. "Realmente creo que Él quería liberarme para lanzar una campaña. Lo sé porque el movimiento no va realmente sobre de mí. Va sobre de Nosotros el Pueblo", añadió, en referencia al preámbulo de la Constitución de EEUU.

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Uno de los rasgos comunes entre los políticos de esta rama extremista es que sus campañas se han alimentado, sobre todo, de pequeñas donaciones, en proporción mayor a la de las campañas de los republicanos tradicionales. Pese a que la aspirante Kari Lake ha recaudado menos dinero que su rival, la gobernadora demócrata Kaie Hobbs, las encuestas están muy igualadas. En la vecina Nevada, el negacionista Jim Marchant, candidato a secretario de Estado, lleva una cómoda delantera a pesar de no haber gastado nada en anuncios, ni haber apenas celebrado mítines.

La pregunta es hasta qué punto, una vez en el cargo, podrían estos políticos tener un impacto claro en cómo se celebran las elecciones en Estados Unidos. O, dicho de otra manera, tal y como alertan las asociaciones y los académicos centrados en estudiar las amenazas al sistema de voto, hasta qué punto podrían realmente hacer aquello que intentaron en 2020 (invalidar los comicios), pero con éxito. Manejando una maquinaria que podrían ajustar de varias formas de aquí a 2024.

El Brennan Center for Justice denuncia que, en los últimos dos años, muchos republicanos han ido cambiando las reglas de varios estados para dar más peso a las decisiones políticas, y no administrativas, en el recuento de votos. En el verano del año pasado, por ejemplo, las dos Cámaras del Congreso de Texas aprobaron una ley que ponía nuevas barreras al voto, prohibiendo la opción del voto nocturno o desde un vehículo, y multando a quienes ayuden a votar a las personas que tengan dificultades, sea por una minusvalía, sea porque necesitan un intérprete de español (en un estado fronterizo donde hay casi 12 millones de hispanos). La ley fue denunciada y parcialmente retractada gracias al Tribunal Supremo.

Foto: Joe Biden. (Reuters/Leah Millis)

Pero los límites impuestos en Texas son más bien una tradición. Una que también practican los demócratas, por ejemplo, en lo que se refiere al gerrymandering o reconfiguración de los distritos: un truco legal que permite sumar votos del mismo color para hacerlos ganadores. Otros estados, como Georgia, han retirado al secretario de Estado como presidente del Consejo Estatal Electoral y han puesto en su lugar a un cargo elegido a dedo por el partido en el poder. Misuri y Oklahoma, según el Brennan Center, también aligeraron las garantías democráticas al permitir un mayor poder de decisión a los cargos políticos.

La posibilidad de que esos cambios sean más comunes en los próximos meses y permitan a los republicanos trumpistas decidir, en última instancia y en la estela de sus acciones de 2020, quién gana unas elecciones está cada vez más presente en la retórica del Joe Biden. Este miércoles, el presidente de EEUU reiteró la paradoja de que los negacionistas se están presentando a unas elecciones que, se supone, consideran corruptas. "Este es el camino del caos en América", declaró en un discurso. "No tiene precedentes, es ilegal y es antiamericano".

El bulo del supuesto fraude electoral de 2020, con el que se justificó el asalto al Capitolio incitado por Donald Trump, no solo no ha muerto, sino que está dispuesto a vivir un segundo periodo de auge, uno institucional. Parte de los candidatos republicanos que aspiran a ocupar puestos estatales y federales en las elecciones de medio mandato, el martes 8 de noviembre, dicen estar convencidos de que a Trump le quitaron ilegalmente la presidencia. Un embuste que, de arraigarse en las instituciones, puede allanar el terreno para nuevas turbulencias democráticas.

Partido Republicano Estados Unidos (EEUU)
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