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Atacan en su domicilio de San Francisco a Paul Pelosi, el esposo de Nancy Pelosi
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A dos semanas de las elecciones

Atacan en su domicilio de San Francisco a Paul Pelosi, el esposo de Nancy Pelosi

Según ha detallado el portavoz de la presidenta de la Cámara de Representantes en un comunicado, el asaltante ha agredido "violentamente" a su esposo, que ha sido trasladado a un hospital

Foto: Las fuerzas de seguridad trabajan en la puerta de la casa de Nancy Pelosi tras el ataque. (Reuters/Carlos Barria)
Las fuerzas de seguridad trabajan en la puerta de la casa de Nancy Pelosi tras el ataque. (Reuters/Carlos Barria)

La fina membrana que limitaba la bronca política a los espacios verbales y digitales, como una especie de muro de contención invisible, hace tiempo que se ha roto en Estados Unidos. Uno a uno, los casos de violencia contra los líderes políticos y sus familias han ido conformando un claro patrón. Una nueva era en la que ser representante público ya podría empezar a ser considerado una profesión de riesgo.

La última agresión se dio la noche del jueves, cuando un hombre de 42 años identificado como Daniel Depepe entró en la residencia californiana de Nancy Pelosi, presidenta de la Cámara de Representantes, armado con un martillo. Según los datos recogidos por ABC News, Depepe traspasó a golpes una de las puertas de cristal de la casa, situada en San Franciso, y gritó: "¿Dónde está Nancy?". La líder demócrata no estaba allí, pero sí su marido, Paul Pelosi, que fue agredido varias veces con el martillo y que el presunto agresor tenían intención de atar hasta que llegara su mujer. Según un portavoz de la pareja, Pelosi se encuentra hospitalizado con heridas "significativas", pero se espera que se recupere completamente.

Foto: Nancy Pelosi durante su visita a Taiwán.

El señor Pelosi se unió así a la creciente lista de víctimas, reflejada en los registros que tenemos a mano, en las encuestas y en las portadas de los periódicos. Como cuenta The Guardian, la Policía del Capitolio recogió el año pasado 9.625 amenazas o "direcciones de interés" (acciones o declaraciones preocupantes) contra miembros del Congreso. Dos veces y media más que las 3.939 registradas en 2017.

Dadas las circunstancias, los miembros de la Cámara de Representantes recibieron en julio un aumento de 10.000 dólares para reforzar la seguridad de sus viviendas. La medida fue inspirada por incidentes recientes. La semana anterior, el representante republicano Lee Zeldin fue atacado, mientras daba un mitin, por un señor que blandía una cadena con dos pinchos. Dos semanas antes, la policía arrestó a un hombre que se presentó en la vivienda de Pramila Jayapal, representante demócrata, profiriendo amenazas de muerte. Algo similar sucedió en junio, cuando la policía detuvo a un hombre que había viajado a Maryland con la intención de asesinar a Brett Kavanaugh, uno de los jueces conservadores del Tribunal Supremo.

El aumento de las amenazas y las agresiones es generalizado, pero algunas secciones de la actividad política se ven más afectadas que otras. Si miramos a los 450 asesinatos políticos de la última década, según un análisis de la Liga Anti-Difamación, el 75% fueron consumados por ultraderechistas. Otro estudio, del Institute for Strategic Dialogue, identificaba más amenazas proferidas en internet contra congresistas mujeres de color; sobre todo, contra la representante demócrata, musulmana y de origen somalí, Ilhan Omar. Los políticos que lideran las investigaciones del asalto al Capitolio, el acontecimiento más sintomático de este aumento de violencia, también son objetivo frecuente de amenazas de muerte.

Si miramos a los 450 asesinatos políticos de la última década, el 75% fueron consumados por ultraderechistas

"Voy a ir a protestar delante de tu casa este fin de semana", decía un mensaje enviado al representante Adam Kinzinger, uno de los pocos republicanos que inculpó a Donald Trump de haber instigado el ataque al Capitolio. "Sabemos dónde está tu familia, y vamos a ir a por ti (...). Vamos a ir a por tu mujer, a por tus hijos (...). Espero que mueras naturalmente tan rápido como sea jodidamente posible".

Si abrimos el foco a los empleados del sistema electoral, en el punto de mira de las turbas que negaban la legitimidad de las elecciones presidenciales de 2020 que perdió Donald Trump, vemos un aumento exponencial del peligro. Una encuesta del Brennan Center for Justice recogía que un tercio de estos empleados se sentían inseguros y casi un 80% querían que el Gobierno les proporcionara más seguridad. Uno de los ejecutivos de la empresa que proporciona el sistema informático del recuento de votos, Dominion Voting Systems, recibió tantas amenazas que tuvo que esconderse. Lo acusaban de dar votos fraudulentos a Joe Biden. Alguien ofreció una recompensa de un millón de dólares por su cabeza. El Departamento de Justicia formó una división para proteger a los empleados del sistema electoral.

También parece haber una novedad en el tipo de asalto. Como apunta Journal of Democracy, citando un estudio del National Consortium for the Study of Terrorism and Responses to Terrorism, la violencia política ya no suele ser ejercida por grupos concretos, sino por individuos particulares. Quizás una consecuencia, parcialmente, de los nuevos procesos de radicalización que se producen en internet.

Foto: El presidente de EEUU, Joe Biden. (EFE/Chris Kleponis)

Incluso los académicos que estudian esta deriva han sido, ellos mismos, objetivo de amenazas. Darrell West, director de Estudios de Gobierno del think tank Brookings M. Institution, dice que la cuarta parte de los académicos del departamento han recibido "amenazas de muerte creíbles". Una situación, según West, en la que ninguno de estos intelectuales esperaba verse metido cuando aceptó el empleo.

Por último, el fermento de estas actitudes se puede rastrear en la opinión pública. Una encuesta de Ipsos y la Universidad de California, efectuada por internet entre 8.600 personas, recoge que uno de cada cinco adultos estadounidenses estaría dispuesto a justificar la violencia política. Los datos "fueron más allá de mis expectativas más oscuras", dijo a The New York Times uno de los autores del sondeo.

A pesar del claro aumento de episodios como el de la agresión a Paul Pelosi, por no mencionar las muchedumbres violentas que tomaron las calles de muchas ciudades norteamericanas el verano del 2020, distintos expertos dicen que este proceso es atajable. La violencia política representa un 1% de los crímenes violentos que se cometen en Estados Unidos, y el suflé de la crispación siempre es susceptible de desinflarse si se dan las circunstancias, como ha ocurrido en otras épocas. Aunque los mimbres que se van trenzando para 2024 no sean los más prometedores.

La fina membrana que limitaba la bronca política a los espacios verbales y digitales, como una especie de muro de contención invisible, hace tiempo que se ha roto en Estados Unidos. Uno a uno, los casos de violencia contra los líderes políticos y sus familias han ido conformando un claro patrón. Una nueva era en la que ser representante público ya podría empezar a ser considerado una profesión de riesgo.

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