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No hay bala de plata que valga: por qué es probable que Putin pierda su guerra
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No hay bala de plata que valga: por qué es probable que Putin pierda su guerra

Putin ha acabado con la posibilidad de un acuerdo negociado, pero es poco probable que Rusia salga victoriosa de la guerra mientras Occidente mantenga su apoyo a Ucrania

Foto: Cohetes rusos utilizados contra civiles en Járkov, Ucrania. (Reuters/Clodagh Kilcoyne)
Cohetes rusos utilizados contra civiles en Járkov, Ucrania. (Reuters/Clodagh Kilcoyne)

El mes pasado, la movilización parcial del Kremlin y la anexión ilegal de las regiones ucranianas de Donetsk, Lugansk, Zaporiyia y Jersón aumentaron drásticamente la apuesta de Rusia por su invasión. La decisión del presidente Vladímir Putin de involucrar a toda la sociedad rusa en el baño de sangre que él ha creado ha elevado significativamente los efectos de la guerra en Ucrania. Y, dado que la constitución rusa prohíbe las concesiones territoriales, ahora no puede devolver las regiones que dice haber anexado. Putin, en esencia, ha acabado con la posibilidad de cualquier posibilidad de un acuerdo negociado. Ahora bien, uno de los dos, Rusia o Ucrania, tendrá que ganar esta guerra.

En este sentido, es poco probable que Rusia salga victoriosa. Su ejército ha perdido una parte considerable de su personal en los últimos siete meses. Mientras tanto, las fuerzas armadas de Ucrania han demostrado repetidamente su superioridad cualitativa, siendo el ejemplo más reciente su rápida contraofensiva para liberar la región de Járkov. Ucrania también ha dimensionado la iniciativa cuantitativamente, expandiendo su ejército a más de 700,000 hombres y mujeres que han adquirido experiencia en combate y han ganado confianza desde el comienzo de la guerra.

Foto: Mural anti-OTAN y anti-UE en Belgrado. (EFE/Andrej Cukic)

Es probable que la movilización de Putin no cambie mucho la situación a corto plazo. Incluso si los rumores de que Rusia tiene la intención de movilizar 1,2 millones de hombres (no 300.000 reservistas, como afirma su Ministerio de Defensa) resultan ser ciertos, su ejército solo tiene cuarteles, oficiales y equipos para entrenar a unos 250.000 soldados a la vez. Por lo tanto, Moscú deberá organizar el reclutamiento, el entrenamiento y el envío de sus nuevas tropas en oleadas. Putin ha dicho recientemente que la movilización puede terminar pronto, pero esto no debe tomarse al pie de la letra, ya que el propósito de tales declaraciones es tranquilizar a su audiencia doméstica. Es mucho más probable que la movilización haya alcanzado su capacidad para la primera ola y que Rusia repita este proceso en la primavera del próximo año.

Pero movilizar a más de un millón de nuevos soldados es algo más fácil de decir que de hacer, sobre todo porque las fuerzas armadas de Rusia abandonaron sus estructuras para la movilización en la década de 2000. Para enviar a la gente a la guerra, es necesario que existan protocolos en tiempo de paz para que las tropas recién reclutadas se integren. Todos los ejércitos que dependen de la movilización cuentan con batallones y brigadas de reserva que no solo proporcionan el equipo, sino también los oficiales, suboficiales y especialistas para el funcionamiento de estas formaciones. Esta estructura de esqueleto permanente también proporciona a los líderes del ejército información sobre cuántos reservistas tienen (o necesitan) para que las formaciones operen en tiempos de guerra.

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La movilización de Rusia se ve muy diferente. Las fuerzas armadas rusas nombran a los comandantes sobre la marcha, con soldados voluntarios ocupando posiciones de mando de escuadrón y pelotón y cualquier exoficial asumiendo los roles de comandantes de compañía y batallón. Y, en comparación con Occidente, el entrenamiento de los oficiales rusos es mucho más especializado: aprenden su rama, como la infantería o la artillería, y su nivel de mando, pero no mucho más allá. Los oficiales que terminen en otros niveles o a cargo de una rama diferente no podrán liderar de manera efectiva.

Además, las fuerzas armadas rusas han despilfarrado a sus oficiales subalternos durante los últimos siete meses de la guerra. Y el Kremlin no puede desplegar a las unidades y los oficiales profesionales que quedan en Rusia, ya que son necesarios para entrenar las sucesivas oleadas de tropas movilizadas. La suma de estos factores han exacerbado la escasez de oficiales y especialistas y ha resultado en una falta de personal con experiencia en combate para liderar a los nuevos reclutas.

Entonces, independientemente de las fuerzas que aporte la movilización, su valor de combate inicial será extremadamente limitado. Habrán recibido, como máximo, un mes de entrenamiento en unidades desorganizadas, a menudo dirigidas por oficiales ineficaces. Esto puede prepararlos para una defensa estática desde líneas preparadas, pero, si el ejército ucraniano traspasa estas líneas, carecerán de la capacidad para llevar a cabo una retirada organizada.

Tácticas y equipo: opciones limitadas

El Kremlin nombró el pasado 8 de octubre al general Serguéi Surovikin como comandante de sus fuerzas en Ucrania. Surovikin es un defensor de la guerra centrada en la potencia de fuego, similar a las tácticas de la Primera Guerra Mundial. Esto se basa en bombardeos de artillería pesada en el campo de batalla, para suavizar las posiciones de las fuerzas opuestas, y el bombardeo de objetivos civiles, para desgastar un apoyo más amplio al esfuerzo bélico. Este tipo de guerra no exige maniobras complicadas, por lo que puede llevarse a cabo con tropas relativamente mal entrenadas e inexpertas.

Foto: Surovikin, junto a Putin, en el Kremlin en 2017. (Sputnik/Alexei Druzhinin)

Sin embargo, las fuerzas ucranianas tienen más experiencia y están mejor entrenadas que antes en la guerra, y han aprendido a lidiar con las tácticas rusas. Los ataques con misiles Himars detrás de las líneas rusas ponen en peligro cualquier concentración de artillería y municiones para soportar fuertes bombardeos. Ucrania también está recibiendo sistemas de defensa aérea de fabricación occidental, aliviando algo la presión sobre sus sistemas soviéticos heredados, que se están quedando sin municiones. Sin embargo, dado el tamaño de Ucrania, esto no será suficiente para crear un escudo antimisiles en todo el país. Pero la fuerza aérea ucraniana debería poder compensar esto, ya que la velocidad de sus aviones de combate representa una amenaza para los rusos en áreas no cubiertas por misiles de defensa aérea.

Rusia, por otro lado, ya ha utilizado más de 2.000 de sus misiles stand-off (que se pueden lanzar desde una distancia segura) de largo alcance. En esencia, una campaña sostenida de bombardeos contra la retaguardia ucraniana ahora depende de que Irán entregue los pedidos rusos prometidos de drones y misiles. De lo contrario, Moscú tendría que usar ataques con aviones. Un esfuerzo arriesgado, ya que las fuerzas ucranianas los derribarían en gran número.

Una larga guerra

Todavía hay motivo de preocupación sobre la escala potencial de la movilización de Rusia. La gran cantidad de tropas dificultará que las fuerzas de Ucrania realicen maniobras efectivas una vez hayan penetrado las líneas rusas. Por ejemplo, el progreso más lento de la contraofensiva de Jersón en comparación con la de la región de Járkov se debe a la mayor densidad de fuerzas rusas en ese sector. Y, aunque las bajas entre las tropas movilizadas sin experiencia serán altas, aquellos que sobrevivan pueden eventualmente ganar algún tipo de experiencia y competencia. El cálculo cínico del Kremlin también puede ser que Ucrania se quedará sin municiones antes de que Rusia se quede sin carne de cañón.

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Se espera que esta guerra dure varios años y no hay garantías sobre la voluntad occidental de seguir apoyando a Ucrania. Kiev depende cada vez más de la asistencia militar occidental debido al agotamiento de sus existencias de la era soviética. El apoyo de Washington es un salvavidas, y no solo porque Estados Unidos proporciona los sistemas que se necesitan con mayor urgencia, sino que también proporciona el liderazgo político. Pero las elecciones mid-term pueden complicar la política interna estadounidense. Si bien solo unos pocos republicanos radicales son abiertamente prorrusos, la reducción del apoyo a Ucrania por razones fiscales es una posibilidad clara. Europa también se enfrenta a un invierno difícil, con los altos precios de la energía contribuyendo a la inseguridad política. Las consecuencias de esto aún no están claras. Pero la presión de los partidos populistas y el temor a una escalada nuclear pueden alentar las dudas.

Foto: Atardecer en un cementerio de tanques rusos. (EFE/Orlando Barría)
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Sin embargo, si Washington y Bruselas se mantienen firmes, es muy poco probable que Moscú gane esta guerra. Los recientes ataques con misiles y drones contra objetivos civiles y culturales en toda Ucrania y la creciente frecuencia de las amenazas nucleares de Putin son signos de debilidad. Rusia no puede imponer sus términos al ejército ucraniano. Así, se limita a utilizar el terror y las amenazas contra la población para tratar de salirse con la suya. Para Europa, el ruido nuclear de Moscú y las amenazas vacías de una escalada se convertirán en la nueva normalidad: Putin ve esto como el único instrumento que tiene para imponer su voluntad sobre Occidente.

La falta de preparación y las suposiciones inexactas del Kremlin desde el comienzo de la guerra le han costado muy caro. Y la movilización no es una bala de plata que pueda rectificar todo esto de repente. Occidente, y particularmente Europa Occidental, debería aumentar su asistencia militar a Ucrania. Esto permitiría al Gobierno de Zelenski aprovechar aún más el impulso de sus éxitos recientes y liberar más territorios antes de que llegue un gran número de fuerzas rusas al campo de batalla. A largo plazo, debería permitir que Kiev haga la transición a sistemas diseñados por Occidente en todas las armas para aumentar la sostenibilidad del esfuerzo bélico y dejar claro a Moscú que no ganará una guerra de desgaste.

*Análisis publicado originalmente en inglés en el European Council on Foreign Relations por Gustav C. Gressel y titulado 'Mob unhappy: Why Russia is unlikely to emerge victorious in Ukraine'.

El mes pasado, la movilización parcial del Kremlin y la anexión ilegal de las regiones ucranianas de Donetsk, Lugansk, Zaporiyia y Jersón aumentaron drásticamente la apuesta de Rusia por su invasión. La decisión del presidente Vladímir Putin de involucrar a toda la sociedad rusa en el baño de sangre que él ha creado ha elevado significativamente los efectos de la guerra en Ucrania. Y, dado que la constitución rusa prohíbe las concesiones territoriales, ahora no puede devolver las regiones que dice haber anexado. Putin, en esencia, ha acabado con la posibilidad de cualquier posibilidad de un acuerdo negociado. Ahora bien, uno de los dos, Rusia o Ucrania, tendrá que ganar esta guerra.

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