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Dentro de la terminal de gas estonia que quiere socavar el poder energético de Rusia
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Un 'tour' por Paldiski

Dentro de la terminal de gas estonia que quiere socavar el poder energético de Rusia

En la ciudad de Paldiski, al noroeste de Estonia, se está construyendo una terminal de gas natural licuado para hacer frente a la crisis energética y acabar con la dependencia de Rusia

Foto: La terminal de GNL que se está construyendo en el puerto de Paldinski, Estonia. (Alexela)
La terminal de GNL que se está construyendo en el puerto de Paldinski, Estonia. (Alexela)

En una de las avenidas principales de Paldiski, al noroeste de Estonia, se suceden los edificios de estilo soviético. Grandes moles residenciales que se mezclan con casas de nueva construcción. Aunque tiene su relevancia histórica, esta ciudad de 3.600 habitantes está lejos de ser un reclamo turístico del país báltico. Se convirtió en una base naval rusa en el siglo XVIII y, en los años sesenta, en un centro de entrenamiento de submarinos nucleares de la Marina soviética. En 2022, Paldiski ha vuelto a las páginas de la historia contemporánea al convertirse en el lugar donde se está finalizando la primera terminal de gas natural licuado (GNL) en Europa desde que empezó la guerra en Ucrania.

En plena crisis energética y con el objetivo europeo de acabar con la dependencia del gas ruso, Estonia se ha comprometido en cumplirlo a rajatabla y está finalizando una terminal flotante en medio del mar. La construcción pretende ser el punto de entrada de un buque cisterna de procesamiento, llamado Exemplar, que entregará gas natural licuado y lo convertirá en vapor para que ser canalizado a través de las redes existentes que abastecen a los países bálticos y Finlandia. La velocidad de construcción, que empezó en abril y finalizará en noviembre, batirá un récord europeo, y "probablemente incluso un récord mundial", afirma Martti Talgre, el director general de la empresa Infortar, que forma parte del proyecto.

La construcción adquiere una posición todavía más estratégica después de las fugas que se detectaron en los gasoductos Nord Stream 1 y 2 en su paso por aguas internacionales entre las costas de Suecia y Dinamarca. La explosión que provocó las fugas se ha alejado de los problemas técnicos tradicionales y los políticos apuntan a un posible sabotaje por parte de Rusia. La primera ministra danesa, Mette Frederiksen, admitió que las autoridades no estaban investigando el incidente como un "accidente". Poco después se unieron su homónima sueca, Magdalena Andersson, la Unión Europea, Estados Unidos y la OTAN.

Las hipótesis del presunto sabotaje responderían al objetivo por parte del Kremlin de aumentar todavía más los precios del gas, además de añadir más nerviosismo al panorama energético europeo. Otra hipótesis apunta al intento de sabotear los gasoductos del mar del Norte para añadir incertidumbre sobre su eficacia y como posible vía de escape a la crisis actual.

Foto: La zona del escape de gas en el Báltico. (Ministerio de Defensa de Dinamarca)

Desde la terminal de Paldiski, el gerente de la construcción, Reedik Raudla, informa a El Confidencial sobre los avances y sostiene que no sufrirán retrasos en la inauguración de la terminal. "Todo gira en torno a un muelle de atraque, al que se anclará un buque de Unidades Flotantes de Almacenamiento y Regasificación (FRSU) de casi 400 metros de eslora". Después, continúa, se enlaza el buque a través de un gasoducto bajo al mar que lo conecta con la estación en tierra y, de ahí, al gasoducto submarino Balticconnector entre Estonia y Finlandia.

En total, más de 100 personas trabajan en la terminal —60 en el muelle y 50 en el gasoducto— y en algunas ocasiones rebasan una jornada laboral por la urgencia del proyecto, que ayudaría a aislar energéticamente a Rusia. El mismo Raudla reconoce que su jornada es de mínimo nueve horas al día y que, si surge algún problema urgente, puede estar hasta más de 15 horas en la construcción. Por ahora, los imprevistos no han marcado el desarrollo de la obra, aunque la llegada del otoño en Estonia no lo ha puesto fácil.

placeholder Uno de los operarios toma medidas en la plataforma. (Mónica Redondo)
Uno de los operarios toma medidas en la plataforma. (Mónica Redondo)

Hace poco más de un mes, un fuerte viento dinamitó una parte de la excavación que estaban realizando para construir el gasoducto a 2,5 metros por debajo del mar. El trabajo de casi dos semanas se fue al traste. "Hemos tenido que instalar unas piedras de cinco toneladas sobre el terreno excavado por si vuelve a ocurrir una tormenta como esa", continúa el responsable de la obra en Paldiski. Estonia es el lugar donde nacerá el proyecto de GNL, pero Finlandia, Lituania, Letonia y Países Bajos también están participando en la construcción que les permitirá desahogar la situación energética antes de un invierno complicado.

El 'corazón' de la terminal

En el 'tour' por la terminal de Paldiski, Reedik Raudla enseña una máquina a la que llama "el corazón" de la construcción. Su misión consiste en bombear el hormigón de la costa hasta la terminal marítima, a unos 700 metros. "Es una distancia considerable y la solución más rápida. Si lo hiciéramos de otra forma, como trasladar el hormigón en un barco hasta allí, tardaríamos 10 o 20 veces más. Esta es la mejor manera de hacerlo y para conseguir el ‘corazón’ lo tuvimos que pedir a Dubái porque otros 'bombeadores' no podían transportar la cantidad de hormigón que necesitamos".

En pocos minutos, kilos y kilos de hormigón llegan a la terminal flotante y, desde allí, continúa el trabajo de los operarios. El día que El Confidencial visita la obra, algunos de ellos están descansando porque vienen de una jornada intensiva para avanzar en la última fase de la construcción del gasoducto que transportará gas natural licuado a países bálticos y Finlandia.

Estonia tiene un mercado en común con estos países, que viven una caída en el consumo por los altos precios desde que empezó la guerra en Ucrania. "Eso provocó el cambio a la quema de combustibles más contaminantes como alternativa, pero (...) el gas 'renacerá' en forma licuada como medio de apoyo a la energía verde", dice Martti Talgre, el director general de Infortar, que está construyendo la terminal de GNL junto con la también empresa de inversión Alexela, los desarrolladores y Eelering, el grupo energético más importante de Estonia. Además, afirma que el proyecto ayudará a bajar los precios en la región, en medio de una inflación que en Estonia ha llegado al 25%. El país se ha posicionado como uno de los países de Europa más afectados por la escalada de los precios minoristas.

placeholder Los operarios de la terminal de GNL en Paldiski. (Mónica Redondo)
Los operarios de la terminal de GNL en Paldiski. (Mónica Redondo)

A pesar de las dificultades económicas, Talgre sostiene que ningún cliente estonio está dispuesto a comprar gas ruso, aunque sea más barato. "Todo el mundo entiende que lo que está pasando en Ucrania puede pasar después en cualquier país europeo", alerta en conversación con El Confidencial. Estonia ha convertido el gas en un símbolo de oposición contra Rusia y la guerra que inició Putin y "queremos demostrarnos a nosotros mismos, a la región y a toda Europa que es posible un cambio total en la economía del gas". Antes de la invasión, el país báltico recibía gas de Rusia y ahora, en cambio, "somos parte del mercado mundial del gas". Talgre explica que Estonia importa gas a través de Klaipeda, el gasoducto lituano, procedente de Estados Unidos y Noruega. Dentro de unos meses, a esta ecuación se sumará la terminal de Paldiski.

La terminal está conectada con Finlandia al gasoducto de gas natural Balticonnector y la tubería tiene el mismo tamaño en ambos lados del Atlántico. Sin embargo, el buque Exemplar, que puede "regasificar" 5.000 millones de metros cúbicos por año, llegará hasta el puerto estonio porque el finlandés, en Inkoo, tiene unas condiciones climatológicas mucho más difíciles. "Paldiski tiene todas las cartas de triunfo: el puerto no se congela en invierno y en términos de navegación hay mucho más espacio aquí que en Inkoo (...) Las consideraciones económicas favorecen a Paldiski porque, desde la perspectiva del usuario de gas, Paldiski es una ruta más segura y menos costosa", afirma Martti Talgre.

placeholder El puente que une la terminal a 700 metros de la costa. (Mónica Redondo)
El puente que une la terminal a 700 metros de la costa. (Mónica Redondo)

El puerto estonio puede tener la carta ganadora, pero todavía hay cabos sueltos hasta que pueda transportar el gas hasta Finlandia. Desde la parte técnica, Reedik Raudla explica que el tiempo se les echa encima y que la presión aumenta cada día por cumplir con la fecha pactada. "Durante el proceso, hemos tenido que hacer cambios importantes, el volumen de trabajo ha aumentado notablemente debido a la tecnología de gas y, al mismo tiempo, hay problemas con el suministro de materiales, aunque el plazo es el mismo".

Por su parte, Talgre se refiere a los términos de uso, permisos ambientales, contratos de suministro, garantías bancarias, contactos y personas con experiencia. "Construir la parte del ‘software’ es tanto trabajo como configurar el ‘hardware’. Estonia tiene esta competencia, me gustaría esperar que, como el resto de Europa, también confiemos en el sector privado en este sentido", subraya.

Europa y su 'obsesión' energética

La construcción de Paldiski forma parte del esfuerzo colectivo en la Unión Europea por cortar las relaciones energéticas con Rusia. Para la construcción de Balticonnector, Bruselas ha invertido 187,5 millones de euros. Por ahora, las expectativas están altas y Letonia confía en que pueda sobrevivir al invierno utilizando GNL suministrado desde Estonia. "Con el suministro de gas, realmente esperamos cooperación: ya hay una terminal en Lituania, ahora también se está construyendo una terminal en Estonia, y tenemos el almacenamiento de gas de Incukalns en Letonia. Creo que de esta manera podemos sobrevivir con éxito los tiempos difíciles", dijo la ministra de Economía de Letonia, Ilze Indriksone.

placeholder Los operarios trabajan contrarreloj para inaugurar la terminal en noviembre. (Mónica Redondo)
Los operarios trabajan contrarreloj para inaugurar la terminal en noviembre. (Mónica Redondo)

Rusia ha convertido la energía en otro campo de batalla. Su objetivo es que la UE se rinda y levante las sanciones que le impuso como respuesta a la invasión. El Nord Stream 1, el gasoducto que conecta Moscú con la UE, continúa cerrado desde agosto y, a pesar de que la sorpresa fue minúscula, los Veintisiete han tenido que actuar rápidamente en consecuencia. Desde la fuga de este martes, los esfuerzos son todavía más urgentes. Los países europeos ya han acumulado todo el gas posible dentro de sus depósitos y a finales de verano el almacenamiento ya supera el 80% de la capacidad total del continente.

Sin embargo, sigue sin ser suficiente para afrontar el cierre del grifo de Moscú. Las propuestas no paran de llegar en forma de medidas legislativas en la Comisión Europea para poner un tope a los precios de la factura de la luz que, de nuevo, promete aumentos históricos cuando llegue el invierno. Mientras, los Estados miembros están tomando medidas adicionales para reducir el consumo, como acortar el horario de la calefacción y limitar la temperatura interior a 19 grados en edificios públicos.

placeholder En la terminal se está construyendo una tubería a más de dos metros de profundidad. (Mónica Redondo)
En la terminal se está construyendo una tubería a más de dos metros de profundidad. (Mónica Redondo)

Desde la guerra, se han iniciado cerca de 20 nuevos proyectos para aumentar la capacidad de importación de GNL en Europa. Alemania, uno de los países más dependientes del gas ruso antes de la invasión, está desarrollando varias iniciativas para potenciar Unidades Flotantes de Almacenamiento y Regasificación, y dos terminales terrestres que se espera que empiecen a funcionar en 2026.

Además, se planea la ampliación de terminales en Bélgica, Reino Unido y Polonia, cuya finalización también está prevista para 2026. Estonia será el proyecto que más rápido empezó y seguramente que acabó la construcción de la terminal de Paldiski. Desde este puerto estonio, el gerente de la obra, Reedik Raudla, reconoce que el trabajo de estos meses es muy intenso, pero que vale la pena para ayudar a solventar la crisis energética. "Estamos todos preocupados y aquí en Estonia no nos hemos quedado de brazos cruzados", concluye.

En una de las avenidas principales de Paldiski, al noroeste de Estonia, se suceden los edificios de estilo soviético. Grandes moles residenciales que se mezclan con casas de nueva construcción. Aunque tiene su relevancia histórica, esta ciudad de 3.600 habitantes está lejos de ser un reclamo turístico del país báltico. Se convirtió en una base naval rusa en el siglo XVIII y, en los años sesenta, en un centro de entrenamiento de submarinos nucleares de la Marina soviética. En 2022, Paldiski ha vuelto a las páginas de la historia contemporánea al convertirse en el lugar donde se está finalizando la primera terminal de gas natural licuado (GNL) en Europa desde que empezó la guerra en Ucrania.

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