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Fin de la era isabelina: funeral de la última reina global
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Fin de la era isabelina: funeral de la última reina global

Alrededor de 500 mandatarios de todo el mundo darán el último adiós a Isabel II en la Abadía de Westminster. El pueblo se ha volcado con el arranque de la era carolina, pero la Global Britain pos-Brexit tiene grandes desafíos

Foto: La reina Isabel II, en 2015. (Getty/Sean Gallup)
La reina Isabel II, en 2015. (Getty/Sean Gallup)

No nació para ser reina. Pero cuando su tío, Eduardo VIII, abdicó al enamorarse de la 'socialité' divorciada Wallis Simpson, su padre, Jorge VI, se convirtió repentinamente en monarca. Y estaba claro que su destino no podía ser otro porque Isabel Alexandra María de Windsor pasará a la historia como la figura clave que ha garantizado la continuidad de un país durante los 70 años que ha durado su reinado.

Isabel II falleció el pasado 8 de septiembre a los 96 años en el castillo de Balmoral (Escocia), el lugar donde siempre fue más feliz. Apenas dos días antes había nombrado a la nueva primera ministra, Liz Truss. La reunión entre ambas nos dio su última imagen pública. En apenas 72 horas, los británicos cambiaron de Gobierno y de monarca.

Foto: El nuevo rey de Inglaterra, Carlos III. (EFE/Neil Hall)
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En Downing Street está ahora una política que ha sido elegida por unas primarias del Partido Conservador, no por las urnas. En el Palacio de Buckingham, Carlos III, considerado el eterno heredero, un hombre que siempre estuvo a la sombra de su madre, su hijo y el fantasma de su exmujer.

El pueblo se ha volcado con el arranque de la era carolina, pero el nuevo monarca tiene ahora la compleja tarea de imponer su propia impronta sin romper la tradición, consciente de que durante los últimos 70 años el pueblo solo ha visto hacer las cosas de una manera.

El funeral de Estado de este lunes —el primero que celebra el Reino Unido tras la muerte de Winston Churchill en 1965— es un día histórico para que el pueblo pueda despedirse de Isabel II. Pero al mismo tiempo, también marca una oportunidad diplomática sin igual para una nueva Global Britain que busca posicionarse tras el Brexit.

Foto: El féretro con los restos de Isabel II en su capilla ardiente. (Gtres/Daniel Leal)

Prueba de ello es que el domingo se ofreció una recepción en el Palacio de Buckingham con los representantes de todos los países, entre ellos, Felipe VI y la reina Letizia, donde Carlos III y Camila actuaron como anfitriones.

La diplomacia que ofrece una Casa Real cuenta con su propio idioma. Las monarquías están por encima de la política. Con todo lo que eso conlleva. Isabel II tuvo que recibir a Donald Trump en su polémica visita de Estado al Reino Unido. Pero entre las invitaciones más controvertidas ahora a su funeral están la del príncipe heredero Mohammed bin Salman, de Arabia Saudí —implicado por los Estados Unidos en el asesinato del columnista del 'Washington Post' Jamal Khashoggi, en 2018—, y el vicepresidente chino Wang Qishan, a pesar de que una delegación del Gobierno chino vio el viernes denegada su entrada a la capilla ardiente, situada en el salón principal de Westminster. El presidente de la Cámara de los Comunes, Lindsay Hoyle, rechazó la petición a causa de las sanciones del país asiático contra cinco diputados y dos lores británicos.

Isabel II no fue siempre la más popular. La trágica muerte en 1997 de Lady Di, considerada 'princesa del pueblo', supuso para la monarca uno de los momentos de más críticas. "Muestre un poco de afecto, señora", tituló el tabloide 'Express' al conocer que pretendía permanecer en Balmoral.

Foto: La reina Isabel II, durante una ceremonia en 2014. (Getty/WPA Pool/Stefan Wermuth)
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Pero acabó convertida en una constante en una era de rápidos cambios sociales y políticos, una figura clave en la historia del Reino Unido, un vínculo vivo con su pasado imperial y de posguerra, una imagen ampliamente reconocida en todo el mundo. El autocontrol incansable y la solemnidad fueron los pilares que marcaron su vida. Y su capacidad para reinventarse pusieron el pueblo a sus pies. Su vídeo de los Juegos Olímpicos con James Bond o su té con el osito Paddington pasarán a la posteridad.

Pese a todos los escándalos que rodean a la familia real, Isabel II se va en sus cuotas más altas de popularidad. Desde que el pasado miércoles se abriera la capilla ardiente en el gran salón de Westminster hasta este lunes por la mañana, que se cerrará ya al público, la marea humana no ha cesado. Se calcula que alrededor de 800.000 han pasado estos días para rendirle tributo. Las colas se llegaron a extender hasta 14 kilómetros con hasta 24 horas de espera.

Psicólogos de reputadas universidades como St. Andrews, Edimburgo, Dundee, Sussex y Keele han estado visitando estos días las filas para analizar la dinámica y el comportamiento de las multitudes.

Foto: Los Sussex, en una foto de archivo. (Reuters/Brendan McDermid)

Dentro de la capilla ardiente de Isabel II en Westminster, esta corresponsal vivió una experiencia sobrecogedora, pero a la vez llena de contrastes. La casa de una de las democracias más antiguas de Europa dando cobijo y solemnidad a una reina no elegida por el pueblo y que, sin embargo, despierta más admiración y respeto que cualquier político.

Las mantas que han dejado en la calle los ciudadanos tras las largas horas de espera se utilizarán ahora para las otras colas que se viven en el Reino Unido, las llamadas 'colas del hambre'. La pobreza en el Reino Unido llegará este invierno a sus niveles más altos en dos décadas. A partir del 1 de octubre, el precio máximo que pagará por el gas y la electricidad cualquier hogar británico tendrá un límite de 2.900 euros anuales, y no los más de 4.000 que la autoridad reguladora del país (Ofgeem, por sus siglas en inglés) había actualizado a principios de septiembre.

La medida se prolongará durante dos años, justo el tiempo que el nuevo Gobierno de Truss tiene por delante hasta que deban celebrarse nuevas elecciones generales. Pero, aun así, otros 1,3 millones de personas caerán por debajo del umbral de pobreza relativa en comparación con antes de la pandemia, según el 'think tank' Instituto Legatum, dirigido por la conservadora y exasesora del Ejecutivo Philippa Stroud.

Foto: Foto: Reuters/Tom Nicholson.

La era carolina comienza en medio de una fuerte caída en la producción, en un momento en que el Reino Unido está inmerso en la crisis energética que obligará a muchas familias a tener que elegir este invierno entre calentarse o comer. El precio de las facturas se ha duplicado en los últimos seis meses. El IPC ha dado un respiro en agosto, situándose en el 9,9%, frente al 10,1% de julio. Aun así, se mantiene en el nivel más alto en casi 40 años y el Banco de Inglaterra ya ha anticipado que puede llegar al 13% antes de que termine el año. La recesión acecha. La libra está en su cotización mínima anual. El Servicio Nacional de Salud acumula tiempos de espera históricos y la hostelería no encuentra camareros porque el Brexit ha acentuado los problemas de falta de mano de obra.

Ni el Gobierno ni Carlos III se han salido estos días del guion que marcaba la operación Puente de Londres, lo que ha permitido ver al monarca hacer una gira por todos los territorios que conforman Reino Unido, en un momento en que la unidad constitucional está más que cuestionada.

En Escocia, el gobierno de Nicola Sturgeon ha prometido un nuevo referéndum secesionista para el próximo año. En Irlanda del Norte, las últimas elecciones autonómicas han tenido como vencedores, por primera vez en la historia, a los católicos del Sinn Féin, la formación cuyo propósito histórico siempre ha sido la reunificación de Irlanda. El Brexit ha dejado ya económicamente Belfast más alineado con Dublín que con Londres.

Foto: Carlos III y Camila, en Edimburgo. (EFE/Tolga Akmen)

En Gales, la visita del monarca fue recibida con una manifestación republicana. Cuando el entonces príncipe Carlos tenía 21 años, fue enviado a la Universidad de Aberystwyth para estudiar un curso intensivo de nueve semanas sobre el idioma y la historia de Gales. Tuvo como tutor a Tedi Millward, un conocido nacionalista galés. A principios de los años sesenta, comenzaba a tener su protagonismo el movimiento independentista, con el primer diputado de la formación, Plaid Cymru, obteniendo escaño en el Senedd. Palacio observaba con atención todos los acontecimientos.

El fin de la era isabelina también plantea un debate sobre el futuro de la Commonwealth. La llamada 'familia de naciones' es el legado de un imperio. Pero también de una esclavitud que en el siglo XXI plantea preguntas difíciles sobre el papel que debe tener un rey extranjero. Por lo que, tras la muerte de la soberana, los movimientos republicanos desde el Pacífico hasta América del Norte y el Caribe evalúan ahora si deben aprovechar el momento.

El protocolo para despedir a Isabel II concluye este lunes con un funeral: está previsto que, a las 10:35 hora local, miembros de la guardia real recojan el féretro para trasladarlo, a bordo un carro de armas, hasta la Abadía de Westminster, en el inicio de un breve cortejo fúnebre, lideradoa por Carlos III.

Foto: Don Juan Carlos y doña Sofía, juntos en Buckingham. (PA)

La elección de la Abadía de Westminster como escenario del funeral ya es en sí misma un símbolo, puesto que el templo no acoge un acto de este tipo desde 1760, tras el fallecimiento de Jorge II. La propia Isabel II habría elegido esta abadía, que ya fue testigo de su boda y de su coronación, para facilitar una asistencia masiva.

El servicio religioso concluirá con dos minutos de silencio. Incluso el aeropuerto londinense de Heathrow, uno de los aeródromos con mayor tráfico de Europa, cancelará los vuelos programados antes y después de la misa para respetar el riguroso silencio nacional. En torno al 15% del tráfico aéreo de Heathrow quedará interrumpido.

El cortejo fúnebre saldrá luego de la Abadía de Westminster hasta el Arco de Wellington, donde estará esperando el coche destino a Windsor, donde Isabel II será enterrada en una ceremonia privada. Sus restos reposarán en la capilla de San Jorge, junto a los de su marido, el príncipe Felipe, y sus padres, Jorge VI y la reina madre.

No nació para ser reina. Pero cuando su tío, Eduardo VIII, abdicó al enamorarse de la 'socialité' divorciada Wallis Simpson, su padre, Jorge VI, se convirtió repentinamente en monarca. Y estaba claro que su destino no podía ser otro porque Isabel Alexandra María de Windsor pasará a la historia como la figura clave que ha garantizado la continuidad de un país durante los 70 años que ha durado su reinado.

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