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¿Debe la UE decir adiós a Rusia? Por qué la interdependencia es la mejor opción
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¿Debe la UE decir adiós a Rusia? Por qué la interdependencia es la mejor opción

Sería un error concluir que, una vez termine esta guerra, Europa debería eliminar toda interdependencia económica con Moscú

Foto: Oficinas de Gazprom en San Petersburgo. (EFE/Anatoly Maltsev)
Oficinas de Gazprom en San Petersburgo. (EFE/Anatoly Maltsev)

Todavía parece una perspectiva lejana, pero los europeos ya deben considerar qué forma podría tomar su futura relación con Rusia. Una cuestión importante a afrontar es cómo Europa puede asegurarse de que es influyente con respecto a su gigante vecino euroasiático, pero sin ser vulnerable en el proceso; ser soberana, pero no una isla.

Apenas la semana pasada, la ministra de Relaciones Exteriores de Alemania, Annalena Baerbock, declaró que "la interdependencia alberga riesgos", afirmando que el país debería "deshacerse de la dependencia de los combustibles fósiles [de Rusia] de una vez por todas". Mientras tanto, la Unión Europea planea retirarse del gas y el petróleo rusos para 2030. Dadas las decisiones de Gazprom de limitar y luego suspender la mayoría de sus entregas de gas natural a la UE, los europeos no tienen otra opción que prepararse para un futuro sin gas ruso.

Foto: El presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, junto a las tropas del país en Izium, este miércoles. (EFE/EPA)
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Por lo tanto, la invasión rusa de Ucrania y su guerra económica y energética pueden haber acelerado una creciente reacción violenta contra la interdependencia y contra la idea alguna vez casi inexpugnable de que el comercio engendra la paz, desacreditada hoy en día por los acontecimientos. En muchos sentidos, Occidente ha sido (deliberadamente) ingenuo en su relación con Rusia desde 1991. Pero sería un error concluir que, una vez que termine esta guerra, Europa debería eliminar toda interdependencia económica con Moscú.

Además de ser económicamente ineficiente, sería un error estratégico. Una diversidad de relaciones siempre beneficiará a Europa y ayudará a que sea más resiliente. Por ejemplo, mientras que Rusia, sin duda, ejerce la mayor influencia sobre Europa en términos energéticos, los esfuerzos que los europeos están haciendo ahora para obtener gas de todo el mundo los están llevando a relaciones más estrechas con algunos regímenes igualmente problemáticos. Una Europa dependiente de estos países puede ser menos capaz de ejercer influencia sobre sus propios abusos.

Foto: Imagen del gasoducto Nord Stream. (Reuters/Hannibal Hanschke)

Además, a través de la niebla de la guerra, aún es posible vislumbrar que Moscú no querrá terminar dependiendo de Pekín. Si una futura Rusia —idealmente bajo una nueva dirección— puede concluir que se beneficiaría de una relación económica y política funcional con Europa, esto también sería de interés estratégico para los europeos.

Incluso si la UE pudiera emprender un desacoplamiento completo de los combustibles fósiles de Rusia, e incluso si por el momento excluyera cualquier consideración de acercarse al país, sería imprudente renunciar por completo a la interdependencia. Europa necesita fomentar cierta influencia futura sobre Rusia, incluso si eso significa aceptar cierto grado de vulnerabilidad a cambio.

La palanca, en acción

Los europeos ya han demostrado al Kremlin que el chantaje económico es un arma de doble filo. Los vínculos económicos de Europa y Estados Unidos con Rusia les permiten perturbar la economía de Moscú. Occidente hace esto principalmente a través de controles de exportación, al obstruir el acceso a productos y tecnologías de los que el gigante euroasiático depende en gran medida (por ejemplo, microchips y otras piezas de alta tecnología). Estos controles deberían limitar significativamente la capacidad rusa de librar una guerra larga y costosa.

Además, una vez que entre en funcionamiento en los próximos meses, el impacto del embargo petrolero de la UE también se hará sentir. Los ingresos por exportaciones de petróleo supusieron el año pasado un 36% del presupuesto federal de Rusia, y los países europeos de la OCDE representaron el 60% de las ventas, tres veces más que China. Moscú puede vender petróleo en otros mercados, pero hasta ahora se ha visto obligado a hacerlo a un precio significativamente más bajo. Por lo tanto, cuando la UE deje de comprar el combustible ruso, debería infligirle una pérdida financiera considerable. De hecho, datos recientes del Ministerio de Finanzas de Rusia indican una caída significativa en los ingresos de Moscú por las exportaciones de petróleo y gas, a pesar de los precios exorbitantes y antes incluso de que entrara en vigor el embargo.

En cuanto al gas natural, Europa aún no puede descartar la perspectiva de un invierno sombrío. Pero incluso esta interdependencia con Rusia puede resultar ser una palanca mucho menos potente en manos de Moscú de lo que muchos europeos temían anteriormente. Las autoridades rusas probablemente esperaban usar el gas para crear una volatilidad de precios tan intensa e incertidumbre en el suministro que tanto el público como las capitales de los Veintisiete reevaluarían sus posturas sobre Ucrania. Esta estrategia tiene cierto potencial, como sugirió una manifestación reciente en Praga. Pero, en términos generales, las cosas parecen estar cambiando en una dirección diferente.

Alemania ha logrado un enorme progreso en el llenado de sus instalaciones de almacenamiento de gas, la negociación de nuevos acuerdos de suministro en todo el mundo y la construcción rápida de nuevas terminales de GNL. La UE puede incluso lograr independencia del gas ruso tan pronto como el próximo año, suponiendo que los europeos también logren limitar la demanda. Es posible que los precios sigan siendo altos, pero deberían ser mucho más bajos que durante el pánico de agosto.

Foto: Estación de compresión de gas en Polonia. (Reuters/Kacper Pempel)

Rusia sigue siendo relativamente dependiente de los ingresos por exportación de gas. El hidrocarburo representó alrededor del 10% de los ingresos del Kremlin el año pasado, una suma de la que Rusia difícilmente puede permitirse prescindir. Y, dado que más del 80% de las exportaciones de gas de Rusia en 2021 fueron a la UE, el 'giro hacia Asia' que pretende Moscú es un sueño imposible. Por lo tanto, Rusia puede haber cometido un gran error al obligar a los europeos a repensar por completo su actitud respecto a la dependencia energética. Un cliente tan importante será muy difícil de reemplazar para Moscú, dejándolo con opciones limitadas.

En este sentido, la interrupción del suministro de gas a la UE por parte del Kremlin a través del gasoducto Nord Stream 1 podría resultar ser el último órdago de Putin.

Proporción y prudencia

Los líderes europeos parecen ansiosos por concluir que deberían reducir o incluso eliminar su dependencia de las fuentes de energía del este. Pero, al hacerlo, no consideran la importante lección de la interdependencia como palanca, que puede ser fácil de olvidar ahora que los europeos miran con temor el próximo invierno.

Sin duda, esto no significa que la futura interdependencia de Europa con Rusia deba seguir siendo principalmente en el ámbito de los combustibles fósiles (sobre todo, debido a la transición verde). Tampoco significa que Alemania y otros Estados miembros no deban recibir críticas por los años de miopía en su relación energética con Rusia. En cambio, los políticos deben asegurarse de que cualquier interdependencia futura con Rusia fortalezca la seguridad europea en lugar de socavarla.

Foto: Protesta en apoyo a Ucrania en la emblemática Puerta de Brandenburgo en Berlín. (Reuters/Fabrizio Bensch)

Las proporciones importan. Los expertos creen que China tiene una regla no oficial de que no debe depender de ningún socio extranjero para más del 15% de sus suministros de un solo producto. Justo antes de la guerra, la UE importaba más del 40% de su gas natural de Rusia y cerca de un 30% de su petróleo crudo. Estas proporciones pueden ser perfectamente aceptables para un socio como, por ejemplo, Noruega. Pero, en el futuro, la UE deberá establecer formas de monitorear mejor sus vulnerabilidades y mantenerlas bajo control.

En resumen, demasiada interdependencia con socios elegidos imprudentemente puede ser peligrosa. Pero un poco, especialmente cuando se trata del vecino más poderoso de Europa, también puede ser peligroso, lo que lleva a restricciones en la capacidad europea para actuar. Sin la debida consideración de esto en esta ronda, la interdependencia corre el riesgo de ser malinterpretada por segunda vez desde el final de la Guerra Fría.

*Análisis publicado en el European Council on Foreign Relations por Pawel Zerka y titulado 'The power of interdependence: Europe’s under-rated influence over Russia'.

Todavía parece una perspectiva lejana, pero los europeos ya deben considerar qué forma podría tomar su futura relación con Rusia. Una cuestión importante a afrontar es cómo Europa puede asegurarse de que es influyente con respecto a su gigante vecino euroasiático, pero sin ser vulnerable en el proceso; ser soberana, pero no una isla.

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